Al Ejército Zapatista de Liberación Nacional y al Congreso Nacional Indígena
A los pueblos de México y el mundo,
A las personas, colectividades y pueblos que defienden la Vida

El 12 de octubre de 1492 una nueva historia comenzó a escribirse: la Historia de la Dignidad Indígena. La fuerza y determinación de los pueblos originarios, aquella cultivada por más de 531 años, adquiere hoy nuevos sentidos: la resistencia anticolonial de los más primeros, la defensa de sus territorios y modos de habitar el mundo, son fuente de conocimiento e inspiración en la lucha contra el capitalismo depredador y ecocida.

En toda América, la historia de las luchas por la libertad y la justicia están marcadas por las resistencias de los pueblos indígenas. En México, resistieron a la guerra de conquista, fortalecieron a los ejércitos populares en la guerra de Independencia, lucharon contra el imperialismo norteamericano y sus intentos expansionistas, fueron parte de la resistencia contra el imperio francés, contra la dictadura porfirista y tuvieron un papel fundamental en la guerra de Revolución en los ejércitos encabezados por Villa y Zapata. Durante el régimen priísta, los pueblos originarios nutrieron a los ejércitos populares y de liberación nacional. Con el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el 1 de enero de 1994, y la formación del Congreso Nacional Indígena, el 12 de octubre de 1996, los pueblos indígenas pasaron a la ofensiva contra la integración neoliberal y su acelerado despojo. Y como en el pasado, los pueblos indígenas resisten hoy al neodesarrollismo que intenta disfrazar el despojo de bienestar.

En los espejos de la realidad de la guerra que enfrentan quienes ancestralmente cuidan y defienden la madre tierra frente al despojo y la explotación capitalista y patriarcal; en los espejos del desprecio por sostener la dignidad de existir siendo quiénes son contra los intentos coloniales de exterminio; en los espejos de la persecución política, la desaparición, la cárcel y el asesinato por luchar, organizarse, resistir y cuidar la Vida. En esos espejos se refleja la guerra capitalista contra la naturaleza y la Vida, una guerra que hoy llena de sangre todo el territorio nacional y mundial.

La dimensión histórica del desafío de los pueblos zapatistas y del Congreso Nacional Indígena puede apreciarse en el sentido mismo de la Acción Global que estos días se realiza en más de 50 lugares del mundo: hacer frente a la guerra contra los pueblos de México y del Mundo. Exigir alto a la guerra contra las comunidades zapatistas y los pueblos del CNI. Luchar y organizarnos contra el avance de la militarización en México. Organizarnos para detener el avance y apertura de megaproyectos como el mal llamado Tren Maya, el Proyecto Integral Morelos, o el Corredor Transístmico. Defender el agua, la diversidad, la comunidad, la tierra, la vida digna.

A unos meses de que un sexenio más de mal gobierno termine, ante las múltiples evidencias de que mientras la hidra capitalista sea quien gobierne detrás de cualquier color, cualquier partido, el llamado de los pueblos marca un rumbo y un destino de dignidad. La guerra en México es una guerra contra la vida. Sus actores son los grupos del crimen organizado, los cuerpos represivos del Estado, formales e informales, la clase política en su conjunto, el Estado y sus instituciones que viven de la corrupción. Un Narco Estado Capitalista, como dicen CNI.

Y es que, aunque arriba pretenden ocultarla, abajo los pueblos vivimos cotidianamente esa guerra. Y para muestra de la brutalidad contra los pueblos originarios, un dato que apenas dimensiona el horror: en lo que va del actual sexenio, de este que prometió transformación, 50 compañeros y compañeras pertenecientes a organizaciones y pueblos vinculados al Congreso Nacional Indígena han sido asesinados y otras 6 personas se encuentran desaparecidas. Esto en los casos que tenemos denuncias y se han confirmado. A estos dolores, hay que sumar la prisión política, tortura, secuestros, desplazamientos forzados, amenazas, difamaciones mediáticas contra personas defensoras del territorio.

Frente al silencio cómplice de arriba, abajo el grito que denuncia y transforma:

La guerra en México se llama despojo de tierras y territorios.

En México se llama desaparición de selvas, bosques, especies de animales.

La guerra en México se llama Tren Maya, Corredor Interoceánico, Proyecto Integral Morelos , Aeropuerto Internacional de Santa Lucía.

La guerra en México se llama Sembrando Vida.

La guerra en México se llama 10 mujeres asesinadas cada día.

La guerra en México se llama más de 100 mil personas desaparecidas.

Se llama toque de queda, pueblos devastados, campos de cultivo convertidos en fosas clandestinas.

Se llama persecución política, prisión, asesinato, violación, tortura.

Por más que intenten convencernos quienes despachan en las oficinas de gobierno, con sus televisiones a todo volumen para escuchar una y otra vez sus matutinas mentiras hasta confundirlas con la realidad; por más que intenten hacernos creer que “son distintos”, que “son la esperanza”, que “habrá soluciones”, abajo la crudeza de la guerra no deja lugar a dudas. Lo que pudiera ser un entramado invisible de relaciones y complicidades entre Estado- Crimen Organizado- Capital se revela con nombres y apellidos; historias concretas y repetidas que engrosan todos los burós de credibilidad política: manos, oídos, bocas, corazones ensangrentados.

La guerra en México no empezó en este sexenio, es verdad, pero también es verdad que ésta ha continuado, se ha expandido y peor todavía, se ha garantizado impunidad para los crímenes de ayer que nos siguen lastimando hoy.

 Ayotzinapa lo sabe. No ha llegado la verdad y la justicia. Y no dejaremos de luchar junto a las familias.

El SME lo sabe. No hay solución a sus demandas, sólo promesas. Y desde aquí les abrazamos.

La Asamblea Nacional del Agua lo sabe. No habrá agua para beber y regar la tierra, sino para extraer minerales y hacer cervezas.

Ya en el 2017 los pueblos del CNI nos convocaban a “desmontar el poder de arriba y reconstituirnos ya no sólo como pueblos, sino como país, desde abajo y a izquierda, a sumarnos en una sola organización en la que la dignidad sea nuestra palabra última y nuestra acción primera. Los llamamos a organizarnos y parar esta guerra, a no tener miedo a construirnos y sembrarnos sobre las ruinas dejadas por el capitalismo.”

La transformación real en México vendrá desde abajo. Desde sus pueblos y comunidades organizadas. Desde los pueblos originarios y las madres buscadoras. Desde las mujeres que luchan y el pueblo trabajador en el campo y la ciudad.

Porque en México la dignidad se llama Congreso Nacional Indígena y Concejo Indígena de Gobierno.

La dignidad se llama Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

La dignidad se llama Comunidades Autónomas Zapatistas

Se llama “Europa Insumisa”

La dignidad se llama Palestina.

La dignidad se llama y se organiza en cada colonia, barrio, pueblo, ciudad, país que resiste, a como dé lugar, los avances de esta guerra contra los pueblos, contra la humanidad, contra la Vida.

Aprendiendo de los pasos de los pueblos indígenas vamos caminando.

Nos llamamos, compañeras, compañeres, compañeros.

A construirnos y a sembrarnos sobre las ruinas dejadas por el capitalismo.

Desde la autonomía, la autodeterminación, el mandar obedeciendo y la defensa de la Vida, es tiempo de parar esta guerra.

¡Alto a la guerra contra los pueblos de México y del Mundo!
¡Alto a la guerra contra los pueblos zapatistas!
¡Alto a la guerra hacia los pueblos originarios de México!
¡Viva la Vida que la resistencia crea!