Sembrando Vida: contrainsurgencia, neoliberalismo y uso clientelar
Fuente: Avispa Midia
En portada: El enviado especial para el cambio climático de los Estados Unidos, John Kerry, acompaña al presidente de México en un recorrido por parcelas del programa Sembrando Vida en Palenque, Chiapas. Octubre, 2021
Mientras Andrés Manuel López Obrador recorre diversos países de Centroamérica para promover la ampliación de programas asistencialistas, tales como Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida, este último es señalado por socavar la organización comunitaria en comunidades indígenas y campesinas de México, de acuerdo a un informe publicado por el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam).
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“Las comunidades indígenas y campesinas en México tienen una amplia tradición de gestión colectiva del territorio, apoyada en la propiedad social de la tierra y en la asamblea como máxima autoridad. El programa Sembrando Vida está socavando intencionalmente estas estructuras que permiten cierto grado de autonomía a las comunidades”, escribe Ana de Ita en la publicación “Comunidad y Autonomía frente a Sembrando Vida”, elaborada por el Ceccam.
A esta denuncia se suman también otras consecuencias del programa: la de provocar deforestación para ingresar al programa, la opacidad en el manejo del presupuesto gubernamental, además de la creación de organizaciones paralelas a la de las comunidades para la toma de decisiones, la cual es utilizada para la compra de voluntades.
Entre estos problemas, identificados por comunidades campesinas e indígenas de Oaxaca, Chiapas, Tlaxcala, Veracruz, Campeche, Quintana Roo y Yucatán, resaltan que “el efecto más perjudicial del programa es la destrucción del tejido comunitario y de las estructuras organizativas de toma de decisiones”.
La publicación del Ceccam reúne también la perspectiva de agroecólog@s, investigador@s y organizaciones civiles que acompañan a comuner@s en diversas regiones del país. Por ello, una de las indagaciones de la publicación es el poder identificar los usos que puede tener Sembrando Vida en las regiones donde se pretenden imponer megaproyectos como el Tren Maya, el Corredor Transístmico “y otros donde urge que las comunidades no sean un obstáculo”.
Es difícil que los integrantes de Sembrando Vida participen en “movimientos de resistencia social, por ejemplo, frente a los megaproyectos del gobierno, o los intereses extractivos de las empresas, ya que temen perder los beneficios del programa”, refiere Ana de Ita en su texto titulado “Sembrando envidia”, incluido en la publicación.
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Para Ita, esto explica la coincidencia entre los nuevos trazos del “tren maya” y las localidades con Sembrando Vida, además de la instrucción expresa de incluir a los municipios del Corredor Interoceánico en Oaxaca.
Neoliberalismo y (re)organización campesina
La directora del Ceccam señala que la aplicación del programa debilita la organización comunitaria debido a que sigue la lógica neoliberal “que sale del ámbito de los derechos y se coloca en el ámbito de la dádiva, otorgado a quien el gobierno decida”. Así pues, los recursos se otorgan a los productores individuales, quienes destinan el dinero al consumo personal sin fortalecer la organización comunitaria.
“En regiones en las que opera el programa se ha notado un aumento del consumo suntuario, por ejemplo, de cerveza en lata, pues no existen en las comunidades rurales muchas alternativas de consumo en otros bienes: salud, educación, cultura, alimentación, etcétera y lo que está más a mano es el consumo chatarra”, denuncia Ita.
Otro problema común es que jóvenes y mujeres no poseen tierra y en muchos casos no tienen la superficie parcelada requerida, de 2.5 hectáreas para su uso personal, para ingresar al programa. Según el programa en estos casos pueden acceder a la extensión requerida estableciendo un contrato de aparcería con el núcleo agrario por lo menos hasta el año 2024.
Para Ita, esto significa que el programa impulsa que la propiedad social colectiva sea parcelada e individualizada. “En las tierras de uso común que el ejido cede por un periodo de tiempo a los campesinos que no cuentan con ella, se sembrarán árboles frutales y maderables que estarán en producción cuando el programa termine, así será muy difícil que esa tierra vuelva a ser de uso común del núcleo agrario”, sostiene la directora del Ceccam.
Sembrando Vida propone la coordinación del programa mediante las denominadas Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC), las cuales forman de facto una organización paralela a la asamblea comunal o ejidal, principal autoridad en los territorios. “En sentido contrario a la estrategia de las comunidades mejor organizadas que fortalecen el poder de sus asambleas, las CAC no informan ni rinden cuentas a las asambleas agrarias”, denuncia Ana de Ita.
Deforestar, ¿para reforestar?
La meta de Sembrando Vida es la reforestación de un millón de hectáreas y para ello se requieren entre 600 y mil millones de árboles, según cifras del gobierno federal.
Sin embargo, no se cuenta con la existencia de esta cantidad de árboles y desde el anuncio del programa, especialistas forestales alertaron sobre la falta de capacidad de producción de tal cantidad de plantas en México. Según datos de la Secretaria de Bienestar, en 2019 se plantaron y sobrevivieron sólo alrededor de 14% de la meta de 575 millones de árboles.
Entre las denuncias que recopiló el Ceccam, se encuentra que los campesinos informaron que son obligados a sembrar árboles que no pertenecen a la región, por lo cual mueren con frecuencia y, pese a esto, “les exigen vuelvan a replantarlos, en lugar de sembrar árboles adaptados a las condiciones climáticas propias. Por ejemplo en la Sierra Norte de Oaxaca les exigen que siembren cedros que necesitan mucha agua que es escasa en la región por lo que muchas plantas han muerto”, sostiene Ita.
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Esto se suma a las evidencias que han surgido en estados como Puebla, Campeche y Chiapas, donde campesin@s, organizaciones y prensa han documentado la deforestación de terrenos para su inscripción en Sembrando Vida.
“Pero este problema no puede ser demostrado debido a que el gobierno no ha hecho públicos los datos de localización de cada una de las 430 mil parcelas”, aclara la investigadora del Ceccam.
Auditorías
El presupuesto asignado para Sembrando Vida en el 2022 alcanza los 29 mil 231 millones de pesos, un monto cercano al total que corresponde a la Secretaría de Agricultura (32 mil 750 millones). No obstante, sus recursos, el programa sólo se destina a 430 mil campesinos, de los 5.5 millones de productores agrícolas y alrededor de 2.5 millones de jornaleros agrícolas que existen en el país, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
En este contexto, el programa ha sido evaluado por entidades como la Auditoría Superior de la Federación (ASF), la cual detectó carencias en el diseño, el contenido y su implementación. Según su Informe Individual del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2019, está en riesgo “el objetivo de lograr que los sujetos agrarios en localidades rurales con ingresos inferiores a la línea de bienes tar rural cuenten con ingresos suficientes para hacer productiva la tierra”.
Sin participación de las comunidades
Para la investigadora, la ejecución de Sembrando Vida, como de otros programas federales, ha evitado la participación social en el diseño de sus políticas públicas al acusar a las organizaciones campesinas de corruptas.
Para Ana de Ita es necesario recordar que, durante la actual administración federal, el reconocimiento de los derechos indígenas no ha recibido ningún impulso y “los guardianes de los bosques y las selvas son amenazados y perseguidos por su labor de cuidarlos”. Según datos de la organización Global Witness, en 2020 fueron asesinados 30 defensores ambientales en el país lo que colocó a México como el segundo más violento a nivel mundial.
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En este contexto, escribe la integrante de Ceccam, “al no tomar en cuenta a las autoridades agrarias, las formas de organización en el campo, los sistemas de cargos, las formas de trabajo colectivo, las formas de tomar decisiones y al no dirigirse a los núcleos agrarios campesinos, como dueños colectivos de la tierra, sino a los individuos y seleccionar a unos y no a otros, al finalizar el sexenio el programa no marcará ninguna diferencia, ni en la disminución de la pobreza, ni en la reforestación y cuidado del bosque”.