No habrá paisaje después de la Transformación
1 de 3
Layú bee
Nuestras abuelas y abuelos fueron los primeros que anduvieron estas tierras, conocieron sus caminos, árboles, plantas, trazaron rutas y se encontraron entre pueblos distintos a veces enemistados, a veces compartiendo el hacer del territorio, otras como hermanos o familia; de ellos aprendimos que lo que habita no es sólo naturaleza y que Layú bee está repleto de otros seres que se cruzan de vez en vez en los caminos, las milpas, las cuevas, el agua, el mar para hacer presente su voz, aprendimos pues, a escuchar y que a ella se le conoce andándola, así es como se descubre la forma tan íntima en la que estamos relacionados, aunque nuestros pueblos sean distintos, lo que sucede en un lugar irremediablemente afecta a otros.
(Niltie)
Layú bee (tierra angosta) es como se nombra en diidxazá a esta región conocida como Istmo de Tehuantepec, que se encuentra en el extremo oriental del estado de Oaxaca y al sur del de Veracruz, abarcando al oriente algunas porciones de Chiapas y Tabasco. Layú bee es, como su nombre lo indica, la zona más angosta entre los mares del Golfo de México y del Oceánico Pacífico, separados por un estrecho de tierra de 300 km.
En Layú bee se encuentra una inmensa diversidad natural, en sus bosques y selvas se albergan 10 ecosistemas diferentes que representan el 10% total de la biodiversidad del planeta. Sus macizos boscosos son los encargados de regular la diversidad de climas presentes y son el punto de encuentro de millones de plantas y animales, uniendo el hemisferio norte con el sur con la flora y fauna del trópico seco del Pacífico con la del trópico húmedo del Atlántico.
Desde la parte norte de Layú bee, en la Sierra de Santa Marta o Sierra de los Tuxtlas se encuentra 940 especies de plantas, 80 helechos, más de 1200 especies de insectos, 122 especies de reptiles y anfibios, más de 440 especies de aves y 115 especies de mamíferos; y esto sólo de las especies descubiertas a la fecha. Esta zona se encuentra bañada por el río Papaloapan, cuyas redes fluviales desembocan en los ríos Coatzacoalcos, Uxpanapa y parte del sistema Grijalva-Usumacita, formando durante su camino estuarios, meandros, manglares, ciénagas y pantanos y es resguardada por los pueblos tannundajïïyi y nahuas.
En la parte central de Layú bee, se encuentra la Selva de los Chimalapas donde abunda una inmensa riqueza de flora y fauna que hace de esta selva una ecorregión interdependiente en sí misma. En esta habitan 445 especies de mariposas diurnas; 149 especies de mamíferos, lo cual equivale al 32% del total nacional de estas especies. Además se encuentran 464 especies de aves, lo que equivale a un tercio del total en el país; 54 de anfibios y 105 especies de reptiles. Esta selva, por sí sola, alberga casi un tercio de la biodiversidad total del país, además, en estas tierras se produce naturalmente el 40% de todos los escurrimientos de agua superficial, es decir ríos y arroyos, de México.
La Selva de los Chimalapas, la Sierra de Santa Marta y el Uxpanapa en su conjunto cuenta con diversos tipos de ecosistemas que van de bosques de clima templado, bosques de niebla, selvas tropicales húmedas, los cuales forman parte del último relicto de selvas en buen estado de conservación de Mesoamérica. Esta variedad de ecorregiones presentes en Layú bee, constituyen parte de la zona de máxima concentración de la diversidad vegetal en México y de uno de los grandes centros de endemismo florístico del área cultural conocida como mesoamericana.
El correr de estas aguas termina en las planicies costeras del Golfo de Tehuantepec, habitado por pueblos binnizá, angpón, ayuuk y slijuala xanuc’, en el extremo sur de Layú bee se forman suelos fértiles que favorecen el desarrollo de la vegetación del Istmo Sur y que desembocan finalmente en los sistemas lagunares costeros, los mayores del Pacífico Sur mexicano. Entre los que sobresalen las lagunas Superior e Inferior y mar Tileme, habitadas por el pueblo ikoojt, que moldean el territorio de está última parte del litoral.
Pero sabemos, y nos consta, que Layú bee no es una región prístina y paradisiaca, ya oímos y leímos a los grandes defensores del mesías, escribiendo y balbuceando: “¿en donde ven toda esa vegetación?”, “son ecologistas o ambientalista pagados por la mafia del poder”, “¿dónde estaban cuando Obrador era del PRI?” (a no, esto último no) y un sin fin de etc., por eso respondemos como han dicho lxs hermanxs zapatistas: “ya no hay debate”. Lo sabemos, este territorio es un campo agonizante por los diversos emprendimientos de “progreso y desarrollo” que los finqueros del pasado han realizado.
Layú bee, con su amplia riqueza natural, ha cambiado su paisaje, se ha deteriorado por la explotación de mantos petroleros y azufreros; por el aumento de la capacidad de refinación del crudo en sus dos costas; el establecimiento de grandes complejos petroquímicos; la instalación y operación de un complejo sistema de transportes; gasoductos y oleoductos; el crecimiento de la zona urbana y del corredor industrial Coatzacoalcos-Minatitlán.
A esto, se han sumado los sistemas de transportes de carga pesada, terrestres y marítimos, para conectar las regiones petroleras desde Coatzacoalcos hasta Salina Cruz, que se conectan a su vez con las regiones petroleras del norte de Chiapas, Tabasco y Campeche; además de la ganaderización extensiva concentrada en el sur de Veracruz y gran parte de Tabasco; la expansión de una agricultura intensiva tecnificada y de plantaciones forestales comerciales, el uso indiscriminado de agroquímicos y fertilizantes sintéticos, y la explotación maderera han hecho mella en los bosques y selvas.
Se han devastado decenas de miles de hectáreas de selvas tropicales húmedas y más del 80 por ciento de los ecosistemas de humedales en el delta del río Coatzacoalcos, donde se suma la contaminación del aire, suelo y, sobre todo, de los cuerpos de agua debido a las refinerías y al uso industrial del suelo. Ocurre lo mismo en el río Tonalá, en la laguna del Ostión y en las aguas del litoral del Istmo Norte, que reciben fuertes descargas bacterianas y microbianas derivadas de las aguas negras de uso humano, para hidrocarburos y de metales pesados.
Todos esto lo sabemos y desde siempre lo denunciamos y nos hemos enfrentado a ello, así como a los finqueros encargados de llevar a cabo este “progreso y desarrollo”, que hoy tiene sus consecuencias a lo largo de todo Layú bee. Es por ello que hoy, con el nuevo finquero que responde al mismo capataz al que respondieron sus antecesores, continuamos apareciendo y nombrando esta biodiversidad que constituye nuestro territorio y que nuevamente se encuentra en riesgo.
Nuestra diversidad de ecorregiones no son solo parte de un paisaje agonizante, no. Layú bee también es vida, son historias, cuentos, mitos y leyendas; son palabras andantes y pasos que conversan. Somos abuelxs, madres, padres, hijxs y nietxs. Somos tejidos que cuentan el pasado para seguir viviendo el presente, son las fiestas que nos recuerda que, a pesar de las adversidades, el reunirnos, convivir y compartir sigue siendo parte fundamental de nuestras vidas; son pasiones (peregrinaciones) a nuestros cerros y al mar, sagrados para nosotrxs que aquí habitamos; son las flores que en el panteón y en nuestros altares nos conectan con nuestros ancestrxs; son cuidadores de la montaña andando en la selva; son andantes nadando los humedales costeros y brazos trazando las redes fluviales.
Layú bee lo constituimos raíces históricas profundas, somos los mokaya (gente de maíz) que hace 3600 años aquí habitaron y que hoy somos lxs angpøn (zoques), ayuujk (mixes) y tannundajïïyi (popolucas). Hemos echado raíz e historia aquí nosotrxs lxs binizaá (zapotecas), ikoots (huaves), slijuala xanuc’ (chontales) , o’ de püt (zoques de Chiapas) y lxs yokot’an (chontales de Tabasco). Estamos presentes aquí el pueblo afromexicano; nos acompañan también nuestrxs hermanxs tsa ju jmí’ (chinantecos), ha shuta enim (mazatecos), ñuu dau (mixtecos) y lxs bats’i k’ op (tsotsiles). Pueblos que fueron desplazados de sus territorios por los finqueros del pasado, que fueron arrebatados de sus tierras para ser empleados como fuerza de trabajo, y que entregaron sus tierras a los capataces que hoy se nos presentan como amigos.
Los primeros pasos y las primeras voces que caminaron este territorio continúan andando, está representado en los pluriversos que hoy tenemos memoria, que conservamos en la narración que nuestros ancestrxs nos dejaron. Somos los pueblos que sabemos que nuestra existencia es una “urdimbre de múltiples cuerpos”, cuerpos que han sabido mantener y proteger esta inmensa biodiversidad que, en plena crisis climática y medioambiental, aún representa nuestra tierra. Somos las alternativas y estamos vivas.
Hoy nuevamente Layú bee y nosotrxs, que somos parte orgánica de ella, debemos estar alerta, ya que el nuevo finquero que ocupa la silla presidencial quiere fragmentar nuestro territorio para entregarlo a los capataces, a los que realmente representa. Porque si los dejamos avanzar, ellos vendrán a “despojarnos de la tierra, la memoria, cerrarnos los oídos y el corazón para no escuchar las voces que como presagio nos advierten: es hora de caminar con mucho cuidado”.
Desde la región del Istmo de Tehuantepec
Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo en Defensa de la Tierra y el Territorio – APIIDTT
Aclaración:
El título de este escrito en 3 partes, tomando como referencia al lanzado por el Sup Moi y Galeano el 03/03/22. ¿Por qué? Como bien está especificado en el comunicado del EZLN, pasada la invasión no habrá entonces “quien dé cuenta del paisaje”. La guerra, a la que hacen referencia los compas zapatistas en su comunicado, comparte con la transformación que el Corredor Interoceánico pretende para el Istmo, pues también aquí en Layú Bee: “Hay intereses del gran capital en juego, por ambos lados”, “hay intervenciones-invasiones-destrucciones buenas, Las buenas son las que realizan sus afines” y “Quienes ganan son los grandes consorcios armamentistas y los grandes capitales que ven la oportunidad para conquistar, destruir/reconstruir territorios, es decir, crear nuevos mercados de mercancías y de consumidores, de personas”. Es por esto que: No Habrá Paisaje Después de la Transformación.