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San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
9 de marzo, 2017.

Por: Concepción Suárez Aguilar (para Radio Zapatista)

Abajo a la izquierda… desde adentro y con todo el corazón
¡Tenemos derecho a la tierra, tenemos derecho a decidir!

Rostros varios, ojos limpios, voces fuertes, mujeres indígenas y no indígenas reunidas en asamblea del Movimiento en Defensa de Tierra y Territorio y por el Reconocimiento a la Participación de las Mujeres en la Toma de Decisiones, este 6 y 7 de marzo en las instalaciones de CIDECI Las Casas, abrimos nuestros corazones, compartimos nuestras rabias frente al despojo, el que viene de los proyectos neoextractivistas, pero también el que viene de los hombres del campo y la ciudad.

Desde 2002, en lo que entonces era el Movimiento Independiente de Mujeres, se escucharon una y otra vez historias de maridos que abandonan a sus familias y se quedan con la tierra, asambleas expulsando mujeres por unirse a hombres de otras comunidades o por considerar que no eran buenas madres-esposas. Cientos de casos, cientos de injusticias motivaron que naciera la demanda por el derecho de las mujeres a la tierra. De entonces hasta ahora, desde el Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas, se han articulado acciones de defensa, algunas veces se logra justicia, otras se contiene la consumación de expulsiones, el problema persiste.

Una mujer mapuche, un tanto desconcertada, escuchaba en una de las mesas de trabajo y de pronto pidió la palabra para decir: “nosotras hace tiempo luchamos hasta que conseguimos se reconociera que en toda separación y por la causa que sea, existe el recurso de la titulación con dominio preferente a las mujeres”. Allá una mujer no necesita abogado, dijo, sólo va y reporta la separación y hay autoridades que se encargan de expedir el título de casa y/o tierra a favor de ellas, porque ellas son las que quedan al frente de las nuevas familias que conforman con sus hijas e hijos. Descubrimiento revelador, muchas ni siquiera imaginábamos que algo así existiera.

Queremos tenencia familiar se dijo, y poco a poco se fue desmenuzando la idea, para decir sí, tenencia colectiva de la tierra para todos los tipos de familia, también las de las mujeres que nunca se casan, y los muchos tipos de familia que ahora se construyen o reconstruyen.

Asegurar que las mujeres tengamos derecho a la tierra y vivienda, es una estrategia frente a las múltiples formas de violencia que muchas llegamos a vivir en nuestras relaciones de pareja (golpes, silencios, engaños, malos tratos, menosprecio de nuestro trabajo y aporte, devaloración de nuestra persona), en ellas subyace la idea de que los hombres son los dueños, porque ellos heredaron de sus padres o porque ellos compraron la tierra o la casa, que nosotras no tenemos derecho a exigir, sólo a rogar que nos dejen algo, y en la mayoría de los casos,  soportar por no tener a dónde irse con los hijos, o irse en condiciones de alta vulnerabilidad.

A simple vista pueden parecer asuntos personales, pero no lo son. La exclusión de las mujeres de su derecho a la tierra y vivienda forma parte del orden patriarcal. Le ha sido funcional al modelo de dominación y muerte en que vivimos: “los hombres se venden y venden la tierra sin que nosotras lo sepamos” “los hombres migran o se buscan otra y se olvidan de su responsabilidad como padre y nos dejan en la calle”, cuando los hombres se portan así “se vuelven instrumento del sistema patriarcal”, éstas y otras frases clarificadoras surgían aquí y allá.

Y no sólo luchamos para defendernos de la violencia, no sólo queremos tierra, queremos defender los territorios, “estamos dispuestas a todo” se escuchó. En el Soconusco las mujeres contra la mina, en Tecpatán las mujeres contra la explotación de hidrocarburos, en la Costa, Sierra, Altos, todas contra los megaproyectos, pero todas claras de que a la vez queremos respeto a nuestros derechos, queremos ser tomadas en cuenta, participar en condiciones de igualdad en las asambleas, comunidades y organizaciones.

¿A dónde llevar esta propuesta? “En los malos gobiernos ya no creemos” fue la constante.  Así que se acordó llevarla a las familias, a las asambleas, a otras organizaciones con la que compartimos objetivos de lucha, lograr que camine también al interior del Congreso Nacional Indígena. Y también se acordó sumarse a la propuesta del CNI por un Concejo Indígena de Gobierno.

¡No estamos solas!

¡No daremos ni un paso atrás!

¡Por nuestro derecho a la tierra y a decidir!

Marchamos por las calles de San Cristóbal el Día 8 y volvimos a nuestras casas, con nuestros dolores y rabias pero también con tareas, alegrías, el recuerdo de risas y abrazos, fuerza, ánimo y decisión de no desistir en esta búsqueda de tantos años, esta búsqueda por nuestra liberación como mujeres y como pueblos.