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Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Tercera Parte: ¿Otras opciones? Cuando las palabras no son necesarias. | ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ | Octubre de 2024
Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.
Postfacio.
Tercera Parte: ¿Otras opciones? Cuando las palabras no son necesarias.
Sigamos con la asamblea comunitaria. La persona que está a su lado ha declarado ya lo que sabe, así que es su turno. Y entonces:
a). – Usted es medianamente inteligente y entiende que, en esa situación, las palabras son inútiles. Así que empieza a murmurar una tonada musical, y se para de puntas, y abre los brazos como ramas de un árbol aún por imaginar, y empieza a girar y dar saltos, a… a… a ¿danzar? Y la bulla. Y ya le siguen una banda de niñas y niños, con perritos y gatitos incluidos, y empiezan a brincar y a hacer malabares, y, casi sin quererlo, se sincronizan. Y tras que hay una hoguera (porque no hay electricidad y ya la noche arropa el poblado), y entonces el fuego convoca y no destruye. Y, sin proponérselo, la coreografía involuntaria gira alrededor de la hoguera. Y las sombras replican la danza en las personas, en los árboles, la montaña.
Y entonces, al otro día, descubre usted que los niños y niñas le dicen “la que vuela” o “la que baila muy otro”. Y alguien, algún aguafiestas de ésos que nunca faltan, les corrige con un: “se dice Bailarina”.
Y en la siguiente asamblea comunitaria, cuando pasan lista para saber si están todos, usted escucha “la bailarina” y se da cuenta de que todas las miradas convergen en usted y, no sin sonrojarse, pero sonriendo, usted dice “presente”.
Claro, la sonrisa no dura mucho porque a continuación agregan: “te toca turno en la hortaliza con la comadre Chepina”.
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b). – Usted no dice nada. Porque, mientras la asamblea ha seguido su curso, usted ha tomado un pedazo de carbón y, sobre una tabla, ha dibujado algo que bien podría ser un retrato de la asamblea. Algo como una panorámica, pero sin celular de última generación, ni sistema operativo capaz, ni IA.
Así que no dice nada, sólo levanta la tabla, se la da a quien está a su lado, y se la van pasando entre los asistentes, que murmuran en una lengua incomprensible. Entonces usted apenas se da cuenta de que a su lado hay una niña, de unos 3 o 4 años, que la mira fijamente con curiosidad. Usted hace lo que todos los adultos hacen en una situación incómoda con un infante, y le pregunta “¿cómo te llamas?” La niña no responde, la sigue mirando, pero no con miedo. Usted se desentiende y trata de localizar por dónde anda la tabla con el dibujo panorámico. Piensa incorporarla a su “carpeta” o “curriculum”, porque, una nunca sabe, puede ser que tenga que topar un paradójico Marx que no le quiera pagar por sus diseños y le otorgue, en cambio, un diploma. La niña a su lado ya tiene una tablita y un pedacito de carbón y, entregándoselos, le dice: “mi gatito se perdió”. Usted se desconcierta, pero es medianamente inteligente y supone que la niña quiere que usted le dibuje algo así como un cartel de búsqueda, así que le pregunta “¿Y cómo es tu gatito?”. La niña sonríe porque se da cuenta de que usted ha entendido lo principal y le detalla: “Mi perrito tiene su ojo amarillo”.
Lo que sigue es un toma y daca que no lleva a ninguna parte: “pero habías dicho que era un gatito”. “Es lo mismo”. “No, no es lo mismo, una cosa son los gatos y otra los perros”. “Es”. “No es”. La niña, sin proponérselo, le da a usted una lección de inclusión y le aclara: “Es que es un gato-perro. Pero no cualquiera. Mi gato-perro tiene su ojo amarillo. Así”, y la niña entrecierra sus ojos para que usted entienda que está poniendo los ojos de color amarillo.
Como ya perdió de vista su panorámica con “Sistema Operativo La Migaja. Versión 7 a la N potencia”, empieza a dibujar al animalito siguiendo las instrucciones de la niña, que lo mismo gesticula colores, que corrige las patas, el cuerpo, la cola y la cara. Cuando ya termina, usted se da cuenta de que, en efecto, su dibujo bien podría ser de un perro… o de un gato… o de un gato-perro. La niña mira con aprobación el dibujo, pero usted sabe que lo que le falta al cartel de búsqueda son datos, así que pregunta “¿y dónde se perdió?” La niña ríe mientras le dice “Acaso se perdió. Ya me encontró. Es que no te apuras rápido con la foto”. Se va la niña con un animalito en los brazos que, sí, bien podría ser un perro o un gato… o ambos.
Al día siguiente, hay una rueda de niñas y niños demandando que les dibujen sus animalitos. Un niño, con una playera en la que se lee “Comando Palomitas”, describe un cerdito pinto, un cuchito pues, y quiere una “foto” ahorita que está pequeño, porque luego crece y ya no va a querer jugar. Así que usted está dibujando animalitos, no pocos que han sido soñados, y, entre el cuchicheo, usted escucha que alguien dice “pues dile a la que mira”. Otro aguafiestas corregirá a su tiempo: “se dice Pintora”.
Antes de la asamblea, llega un grupo de jovencitas que pide que les haga un dibujo que identifique a su equipo de futbol, porque se hacen bolas cuando juegan contra otros equipos y siempre pierden. Usted pide el nombre del equipo y la más jovencita le dice convencida: “Las Perdedoras”. Usted entiende la lógica: necesitan algo que las identifique como partes del todo, o sea del equipo. Un logo o imagen corporativa, no se acuerda cómo se dice. Al rato, cuando pasan lista de asistentes, usted no duda en decir “presente” cuando dicen “la pintora”.
Aunque luego piensa “maldita sea mi suerte”, cuando le dicen que le toca turno en tapiscar la milpa.
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c). – Usted es parte de un grupo musical. Bueno, era parte. De aquellos modernos sintetizadores, mezcladoras, instrumentos electrónicos, efectos especiales y potentes bocinas octafónicas, ya no quedan ni los cables. Se ha sentado junto a sus compinches y, nerviosos, se miran entre sí cuando se dan cuenta de que, en las presentaciones, ya casi llega su turno. No saben qué hacer. Pero, bendito sea dios, usted ya vio que “la crew” (el equipo de apoyo, pues), también naufragó y fue a parar a ese lugar extraño. No necesita ni una palabra. El equipo de apoyo ya ha previsto la catástrofe y aparece con una guitarra rota, con algo parecido a cabellos de cola de caballo como cuerdas; un viejo tambo que, en otros tiempos, tal vez sirvió como contenedor de gasolina, petróleo o gasóleo; y un par de latas vacías y abolladas de conocido refresco de cola.
Usted es medianamente inteligente, así que entiende que no les queda sino improvisar. Cuando llega su turno, uno agarra la guitarra -aunque está más desafinada que su abuela, que diosito la tenga en su santa gloria-, y sólo; otro se coloca la silla frente al tambo como tambor; uno más saca un peine (¿a quién se le ocurre rescatar un peine en una catástrofe?), y con una envoltura de dulce, empieza a ¿afinar? Allá alguien metió piedritas en las latas. Y que se arrancan con “La del moño colorado” (ocasión que el capitán aprovecha para escabullirse, aterrado, de la reunión). En unos instantes, la asamblea está bailando y pidiendo “otra, otra”. Ustedes se sonríen entre sí con complicidad, como diciéndose “ya la libramos”. El encanto se rompe cuando les dicen “les toca ayudar a bajar el motor del 3 toneladas gris”.
Al otro día escuchan que dicen “los compañeros musicales que se presenten en el taller para adaptar el motor del 3 toneladas rojo al trapiche”. Caminan resignados y uno de ustedes pregunta “¿pero qué no era gris?” Instintivamente, empiezan a tararear “Todo Cambia”, de Julio Numhauser Navarro y así saludan a Mercedes Sosa, y llegan hasta el autodenominado “taller mecánico”. Quedan mudos cuando ven al Monarca con cara de pocos amigos y blandiendo, impaciente, una llave perica del tamaño de un cráneo humano. En una grabadorita, accionada desde una bicicleta con dinamo, montada sobre una estructura de madera, Mario Benedetti se contesta que “cantamos porque suena el río y cuando suena el río, suena el río”, y viceversa.
A lo lejos, se alcanza a ver una gigantesca y acuosa serpiente marrón, que latiguea la línea del horizonte. Y, justo en ese momento, en la grabadorita todos los panteones buscan a Oscar Chávez en Macondo. Dos niñas pequeñas ensayan sus mejores pasos porque habrá encuentro y, por lo tanto, habrá baile y cumbias.
Y en la cumbia, sentenció alguna vez el finado SupGaleano, están el todo y las partes.
Continuará…
Desde ídem.

El Capitán.
Octubre del 2024.
Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad? ¿De nuevo lo mismo? | ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ | Octubre de 2024
Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.
Postfacio.
Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad? ¿De nuevo lo mismo?
La asamblea comunitaria sigue su curso en las presentaciones. Llega su turno para responder a la pregunta clave “¿Y tú qué?”
Sí, hay varias posibilidades. Usted es una persona medianamente inteligente y cree en sí misma y en su capacidad de convencimiento (para eso leyó no pocos manuales de cómo ganar seguidores, y hasta tomó el curso “1000 pasos para ser popular en la era digital”), así que, por ejemplo, puede tratar de convencer al resto de las personas presentes en esa hipotética asamblea de que lo mejor es crear una sociedad donde artistas y científicos tengan un lugar aparte. Y que para eso se necesita, claro, un Estado, porque es imposible imaginar siquiera una sociedad sin Estado (bueno, sí es posible, pero no es el tema). Y ese Estado necesita quien gobierne, o sea quien mande. A quien mandar, no faltará. Y que se hagan papeles para todo: para las propiedades de cada uno, y para intercambiar, o sea, para comprar y vender.
Si, antes de la aparición de ese Estado, el robo y el despojo se hicieron por la fuerza, la nueva civilización es eso, civilizada, entonces hay que regular y legislar sobre esos crímenes, hacerlos legales, que la legalidad supla la legitimidad. Así que no vendría mal crear un cuerpo de personas especializadas en eso de hacer leyes. Con ellas nacerán también las banderas, los himnos nacionales, las fronteras y las historias a modo.
Claro, lo que pasará es que, quienes fueron despojados -con o sin leyes-, no tendrán nada más que su capacidad, manual y de conocimientos para producir: y, por otro lado, quienes se beneficiaron de esos crímenes pueden “comprar” esa capacidad de producir. “Contratar”, puede ser el término, porque “explotar” suena mal. Entonces también habrá que legislar sobre esa relación. Contra toda evidencia, como ambos -contratante y contratado-, son miembros de esa comunidad naciente, se trata de un acuerdo entre iguales que libremente contratan y son contratados.
Para enaltecer esa “libertad”, se acuña un término que elimine la diferencia entre propietarios y no propietarios. “Ciudadanos”, puede ser una opción atractiva. Y de ahí deducir sus equivalentes asépticos: “mujeres”, “jóvenes”, “niñez”, “tercera edad”, “blancos”, “afroamericanos”, “asiáticos”, “cafés”, “indígenas”, “mestizos”, “criollos”, etcétera.
Todos estos términos permiten dejar de lado, u ocultar, las diferencias contrastantes entre poseedores y desposeídos, y deberá de haber leyes que garanticen ese ocultamiento.
Y para que se obedezcan esas leyes (ya sabe usted: suele suceder que hay personas así, que no obedecen), se necesita otro grupo de personas que se dediquen a “implantar el orden”. Una policía, pues. Y, para apropiarse de recursos que estén en otra comunidad, un ejército.
Y que asigne a un color de piel y a un género, el lugar en esa sociedad.
Por ejemplo, las personas de piel oscura soportan mejor las inclemencias del clima (o eso le enseñaron), y las de piel clara son más sensibles, más delicadas (o eso le enseñaron). Las de sexo femenino se desempeñan bien en el hogar. Los varones en los puestos ejecutivos. ¿Loas otroas?… ¡puaj!, es un fenómeno aberrante que hay que eliminar o ignorar su existencia. Para eso se ocuparán los closets, las redadas, las cárceles y los ataúdes.
Usted rescató de la catástrofe lo más importante, es decir, su esquema de valores. Así que es natural que las mujeres, puesto que son quienes pueden tener crías, se encarguen del hogar donde esas crías crecerán e irán tomando el lugar que les corresponde. Trajo consigo también su canon de belleza, así que instintivamente determinará qué mujer es más… más… más “apetecible” (iba a poner “está más buena”, pero la seriedad artística y científica de este texto lo desaconseja), de modo que se seleccionen las mejores “pies de cría” para ir “mejorando la raza”. El “buen gusto” será importante no sólo en la mesa y el vestir, también en la cacería humana.
Claro, las mujeres siempre darán problemas -está en su esencia-, así que deberá implementarse un feminismo moderado, siempre tutelado por el varón. A los “excesos”, los masculinos ofrecerán portarse bien y conceder, por ejemplo, tomar cursos de género. Y que las féminas accedan a espacios de poder. Claro, previa masculinización.
Por ejemplo, la llegada de una mujer a un puesto gerencial será presentada como un “logro” de las mujeres en general, aunque aquella niña-jovencita-adulta-anciana que va a la escuela o al trabajo o al mercado, como alumna o empleada o ama de casa, siga siendo un “blanco de oportunidad” en la mira del depredador oculto detrás de “las nuevas masculinidades”.
Con los oscuros sucederá lo mismo. Continuamente se rebelarán y se resistirán a tomar su lugar en el nuevo mundo. Así que son precisas al menos dos cosas: una es repartir limosnas (tampoco mucho, porque se mal acostumbran); la otra es adoptar a algunos de piel oscura para que se vea que hay inclusión y que siempre estará la opción de escalar en la sociedad. Si persisten en su necedad, bueno, para eso están las policías y los ejércitos.
Si es que, dios no lo quiera, loas otroas siguen el mal ejemplo, no hay problema. Bastará con aplicar el principio de “suplantación”. Esto es, que heteros se finjan otroas, se porten bien, asuman su lugar en los gobiernos y ya está. Ojo: no abandonar nunca la política de clóset-redada-cárcel-ataúd. Bueno, quienes alcancen ataúd. Porque la desaparición forzada será una opción.
La sociedad, digamos, de “piel oscura”, deberá aportar para que el Estado creado pueda apoyar las artes y las ciencias. Porque eso le enseñaron a usted en la escuela: los grandes dineros financiaron los grandes descubrimientos científicos y las maravillosas obras de arte que colman museos inaccesibles y modernos laboratorios y salas de pruebas.
Bueno, colmaban. Porque en este supositorio que le planteo, todo eso desapareció, fue destruido, saqueado, o permanece aislado entre escombros, sangre, huesos, lodo y mierda en alguna parte.
Pero, en su idea sobre el futuro de esa comunidad aislada, en poco tiempo (digamos que en unos siglos), el “progreso” descubrirá nuevos territorios y tecnologías para conquistarlos.
Al inicio con armas “blancas” y armaduras, luego con más armas, de fuego ahora, y tanques y aviones, la conquista avanzará y, con ella, la prosperidad y el desarrollo florecerán. Y, claro, el despojo, el sometimiento (“moderno”, eso sí), la destrucción y la muerte, pero eso no importa ahora.
Pronto, serán los bancos quienes comanden mineras, agroindustrias, corredores industriales, centros turísticos, modernos trenes y aeropuertos que se adentrarán en llanos y montañas, contaminarán ríos, lagunas y manantiales, usarán como empleados (ojo: evite usar la palabra “esclavizar”) a los locales de piel oscura, sacarán lo que puedan y se irán a otro lado, dejando tras de sí un páramo… como en una guerra. En todo momento encontrarán en el Estado el capataz dócil, servil y cruel que se necesitará para el nacimiento de esa nueva civilización.
Y así usted se da cuenta de que es posible tener un lugar seguro si, como quien dice, “sabe con quién relacionarse”. Para eso será necesario un sistema educativo que “enseñe” a las crías, desde pequeñas, cuál es su lugar. Así que sí, que haya escuelas para los oscuros y escuelas para los claros. Su ascenso como artista y científico irá detrás del avance arrollador del nuevo mundo.
Como la libertad de creación, de investigación y de contratación es lo más importante, habrá que evitar la llegada de quienes pugnan por un Estado Totalitario, aunque para eso sea necesario… otro Estado Totalitario.
No importa si este Estado es una democracia representativa, monárquica, parlamentaria, dictatorial, etcétera, sino que sea capaz de homogenizar la sociedad imponiendo la hegemonía de una idea: “progreso” quiere decir progreso de la persona individual, a costa de lo que sea y pasando por encima de quien sea. Ahí, el esfuerzo de los otros debe encaminarse a ser de los unos. Cambiar de bando, pues, sin importar el color, el género (o no género), el tamaño, la religión, la raza, la lengua, la cultura, el modo, la historia. En los unos reinará la felicidad, en los otros la infelicidad de tener que luchar por la felicidad. Los unos son los poseedores, los otros son los desposeídos anhelando ser poseedores.
En esta disyuntiva usted esperará convencer a las otras personas de esta gran idea. Es su turno. Ánimo, aplique lo aprendido.
Claro, es muy probable que alguien le interrumpa y recuerde que todos, incluso usted, están en esa situación precisamente por un sistema con esas características.
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Por supuesto, usted piensa ahora que esta hipótesis es demasiado extrema, que ninguna persona racional, culta, con altos estudios, hetero, masculina o masculinizada, civilizada y “moderna”, querría eso.
Pero no he hecho sino sintetizarle las bases de una sociedad capitalista: explotación, represión, robo y desprecio. Un sistema patriarcal, racista, explotador, guerrerista, criminal, inhumano, cruel y despiadado que, destruyendo, crece. Y creció hasta que destruyó al mundo como usted lo conocía. Una sociedad como en la que usted y nosotros “vivimos”.
Oh, no se enoje. Es sólo una situación como quien dice “hipotética”; un supositorio, pues. Los avances científicos y tecnológicos, así como el florecimiento de las artes “viejas” y “nuevas”, son m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o-s. Lo del calentamiento global es una patraña inventada por ecologistas ociosos (¿ya dije que, además, son feos?) -meros hippies modernos con estudios-; el cambio climático es una moda, no hay huracanes, terremotos, sequías, inundaciones fuera de las habituales; ¿los feminicidios?, no existen, son castigos que el destino otorga a las mujeres que reniegan de su lugar… o que están en el sitio y el momento equivocados; no hay crimen organizado porque para eso el Estado no admite competencia (en lo de crimen, claro; en lo de organizado está superado con creces); y los diferendos entre países se resuelven por la vía del diálogo, así que no hay guerras, ni genocidios que usen la historia a conveniencia (“tenemos derecho a eliminar al otro porque antes nosotros éramos los otros y quisieron eliminarnos”). En fin, todo bien, ¿no es cierto?
Pero ésta, la de replicar el modelo de organización previo, es sólo una posibilidad, debe haber otras. Porque, en el hipotético “día después”, una opción es recomenzar reconstruyendo el sistema que provocó, azuzó y condujo a su destino la tormenta. Claro, “limando las aristas” de ese sistema.
Le planteo esta posibilidad porque es sabido que, a falta de imaginación y audacia, hay quien tiende a recomenzar a partir de lo conocido. Así como un movimiento que se organiza para enfrentar a un partido de Estado, se convierte en… un partido de Estado. Se nutre de él y se “apropia” de los usos y costumbres de quien fue su enemigo. Así, todo se vale, todo es permitido, para evitar dejar de ser… un partido de Estado.
Y, así como es evidente que “algo” está mal en el sistema, también suele introyectarse la evidencia de que no es posible otra cosa, de que no es posible “un mundo donde quepan muchos mundos”.
Continuará…
Desde etcétera.

El Capitán.
Octubre del 2024.







