El CNI ante la actual guerra capitalista – Palabras del CNI en el Encuentro de Resistencias y Rebeldías “Algunas partes del todo”
A los pueblos de México y del mundo,
A los organismos y colectivos defensores de derechos humanos,
A las Redes de Resistencia y Rebeldía,
A la Sexta Nacional e Internacional,
A l@s firmantes de Una Declaración por la Vida en los cinco continentes,
A la Europa Insumisa, Digna y Rebelde.
A 533 años del inicio de la guerra contra nuestros pueblos y la invasión de nuestros territorios, los pueblos originarios de lo que hoy se conoce como México, le decimos al mundo que aquí seguimos firmes, levantando la resistencia y la rebeldía. Construyendo la vida, en medio de la muerte capitalista. Hoy seguimos pensando en las siguientes generaciones y es la larga trenza de saberes y resistencia que han labrado nuestros ancestros, el camino donde renovamos la fuerza para seguir existiendo.
Hoy el estado mexicano quiere sujetar nuestra existencia como pueblos indígenas al registro en un catálogo, pero nuestro existir tiene un arraigo mucho más profundo, anclado a los territorios que habitamos desde hace siglos, en donde nos reproducimos como pueblos, naciones, tribus y barrios.
Es la resistencia de nuestros pueblos la que nos ha mantenido en la vida, no las promesas recicladas de tantos gobiernos que hemos visto pasar. Es el cultivo del maíz lo que nos alimenta, no la simulación de la siembra impuesta desde los programas sociales. Son nuestros montes, sierras, bosques, valles y aguas —elementos tangibles de nuestro territorio y de la Madre Tierra— los verdaderos pilares de nuestra existencia como pueblos, no los megaproyectos que se han impuesto con cooptación, represión y mentira.
Nos sostiene la certeza de que nuestro pensamiento, nuestra cosmovisión y nuestras culturas no van a ser arrancadas de los pueblos que las gestamos. Florecen y resisten nuestras lenguas en los nombres, alimentos y lugares que habitamos, con ellas miramos, pensamos, sentimos y compartimos nuestros sueños.
Son nuestros esfuerzos colectivos –las asambleas, las fiestas y los trabajos comunitarios– de donde nace la libre voluntad de nuestros pueblos, no de la palabra de quienes buscan subir en lugar de bajar, y suplantan el interés colectivo con su ambición personal. Lo que se nombra autonomía no es otra cosa que la libertad que nuestros pueblos tienen y han tenido desde siempre para decidir como se organizan y como se gobiernan, para soñar y construir su presente y su futuro. El mentiroso discurso indigenista de los actuales gobiernos nos quiere hacer creer que la autonomía es una dádiva que ellos nos otorgan a través del reconocimiento constitucional de los llamados autogobiernos indígenas, de los gobiernos de usos y costumbres y del ejercicio del presupuesto directo.
La autonomía de nuestros pueblos es algo que hemos construido y cuidado durante siglos. La reforma constitucional en materia indígena aprobada el año pasado por el congreso de la unión ha sido presentada por el indigenismo oficial como un hecho histórico en el reconocimiento de nuestros derechos y como la concreción de los Acuerdos de San Andrés, omitiendo deliberadamente que dichos Acuerdos quedaron totalmente desfasados desde hace muchos años y que la reforma constitucional antes señalada olvida completamente el reconocimiento y la protección de nuestros territorios, en tanto que la motivación profunda de la llamada 4T es de continuidad neoliberal, siendo el despojo de nuestros territorios y la explotación despiadada de la Madre Tierra parte medular de esa continuidad. La 4T, nos queda claro, implicó un cambio de régimen y de gobierno para seguir garantizando la explotación, el despojo y la represión consustanciales al capitalismo. Como dicen nuestros hermanos zapatistas: la 4T significó un cambio de capataces y la continuidad de los amos.
Más allá de los discursos demagógicos y la simulación que nacen de la 4T, los pueblos vivimos de forma cruda la existencia del capitalismo; su voracidad ambiciona y necesita de nuestros territorios para reproducirse. Busca extraer minerales aunque eso signifique la destrucción de montañas completas. Succiona hidrocarburos en el mar y la tierra, aunque eso acabe con todo lo que ahí habita. Construye gasoductos sentenciando a muerte a comunidades enteras.
El capitalismo ambiciona y acapara el agua para seguir produciendo en sus parques industriales, en las minas y en los grandes agronegocios exportadores; para la especulación inmobiliaria y el crecimiento urbano gentrificado; para convertirla en mercancía envasada y amasar ganancias multimillonarias; para derramar en ella sus desechos y amasar todavía más ganancias. El capitalismo, en su delirante y actual curso, se apropia de la lluvia, de las aguas subterráneas y de las que nacen del deshielo; amenaza con reducir y destruir el agua para uso humano que existe en el planeta hasta hacer inviable la vida misma.
El capitalismo no tiene límites: busca adueñarse del viento y convertirlo en parques eólicos, a la par que impone cuotas y sumisión a los pueblos que lanzan su voz al viento en radios comunitarias.
La expansión del capitalismo avanza sobre la selva a modo de trenes, de siembra de soya, de carreteras, de desarrollos turísticos. Avanza sobre los bosques talados para la expansión de la agroindustria que siembra aguacates, agave, berries y sequía. Avanza sobre pueblos convertidos en basureros, en donde ríos subterrâneos crecen con el veneno que escurre de los desechos de las grandes ciudades y corredores industriales. Saquea fuentes de energía, pero también plantas, semillas y seres vivos, que son medicina, alimento y dadores de vida.
A fuerza de la militarización legalizada, de grupos paramilitares, de grupos criminales organizados en cárteles, el capitalismo garantiza el control de los territorios. Son sus aparatos jurídicos quienes persiguen a quienes se organizan, son sus fuerzas armadas legales e ilegales, las que desaparecen y asesinan a quienes viven en los territorios que codicia, es su ilimitada ambición la que destruye a nuestra Madre Tierra y a la humanidad. Hoy el capitalismo pretende reordenar y repartir nuestros territorios, para ello impone guerras y con ellas se reproduce.
Y a pesar de todo eso, los pueblos indígenas y originarios, seguiremos existiendo y resistiendo. Seguimos viéndonos en los espejos que llamamos resistencias en México y el Mundo, especialmente hoy, en el digno pueblo Palestino.
Hoy asistimos a este encuentro una delegación de muchas lenguas, muchas culturas y multitud de colores, somos, junto con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el Congreso Nacional Indígena fundado en 1996; caminamos reconociendo en nuestras hermanas y hermanos zapatistas la fuerza, la organización y la esperanza para la construcción de otro mundo.
Como Congreso Nacional Indígena, y siguiendo el ejemplo de nuestros ancestros, queremos compartir con ustedes los espejos de vida que venimos construyendo desde diversas geografías y calendarios. A continuación, escucharemos la palabra viva de nuestras resistencias y nuestras rebeldías.
ATENTAMENTE
AGOSTO DE 2025
POR LA RECONSTITUCIÓN INTEGRAL DE NUESTROS PUEBLOS
NUNCA MÁS UN MÉXICO SIN NOSOTROS
CONGRESO NACIONAL INDÍGENA