megaproyectos
En Chicoasén crean conflictos con el objetivo de reiniciar trabajos en la obra hidroeléctrica
El Ejido Chicoasén denuncia la creación de conflictos con el objetivo de reanudar trabajos en la obra hidroeléctrica suspendida hace 8 meses: “Denunciamos las amenazas, hostigamientos y criminalización por parte de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y del gobierno de Manuel Velasco Coello… denunciamos al dirigente sindical del CATEM… quienes crean conflictos internos, desde el hostigamiento para quienes no queremos el proyecto hidroeléctrico Chicoasen II”.
A continuación, el comunicado completo.
EJIDO CHICOASEN, MUNICIPIO DE CHICOASEN, CHIAPAS, MEXICO A 10 DE FEBRERO 2017
DENUNCIA PÚBLICA
A TODAS LAS ORGANIZACIONES EN LUCHA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN, EN DEFENSA POR LA MADRE TIERRA LES COMUNICAMOS:
QUE PERSONAS ADVERSAS COMO ES EL GRUPO INTEGRADO POR CAMIONEROS Y DEL SINDICATOS “ CATEM “ HAN MANIPULADO A LA PRENSA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN PARA LOGRAR EL ATROPELLO DE DERECHOS HUMANOS Y PAZ SOCIAL DE NUESTRO EJIDO.
¿Qué piensa el viejo indígena araweté de los blancos mientras su mundo es destruido?
- El Brasil etnocida avanza en la Amazonia del Estado de Pará: primero Belo Monte, ahora Belo Sun
Un indígena Araweté en una reunión en el centro de convenciones de Altamira, en el Pará (Brasil). Lilo Clareto
Fuente: El País | Em português aqui.
Era un anciano. Su pueblo, los arawetés. Tenía el cuerpo rojo de urucú. El cabello en un corte redondeado. Y estaba sentado recto, con las manos abrazando el arco y las flechas delante de él. Se quedó así durante cerca de 12 horas. No comió. No se dobló. Yo lo miraba, pero él jamás estableció contacto visual conmigo. Frente a él, líderes indígenas de los varios pueblos afectados por Belo Monte se turnaban en el micrófono para exigir el cumplimiento de los acuerdos por parte de Norte Energia, la empresa concesionaria de la hidroeléctrica, y el fortalecimiento de la Fundación Nacional del Indígena (FUNAI). Él, como otros, no entendía el portugués. Estaba allí, sentado en una silla de plástico roja, en el centro de convenciones de Altamira, en Pará. ¿Qué veía? Hace 40 años, él y su pueblo ni siquiera sabían que existía algo llamado Brasil. Posiblemente eso siga no teniendo ningún sentido, pero ahora él estaba allí, bajo las lámparas, sentado en una silla de plástico rojo, esperando a que su destino sea decidido en portugués. ¿Qué veía?
No sé qué veía. Sé lo que veía yo. Y lo que vi me hizo alcanzar no una dimensión de él, sino de mí. O de nosotros, “los blancos”. Siempre que escribo sobre los meandros técnicos y jurídicos de Belo Monte, y ahora también de Belo Sun, sé que pierdo algunos cientos de lectores por frase, por más que simplifique lo que es complejo. Porque el lenguaje de la justicia, así como el de la burocracia, con todas sus siglas, está hecho para producir analfabetos incluso en quien tiene un doctorado en lengua y literatura. ¿Pero qué les queda a los indígenas que se esfuerzan por expresarse en la lengua de aquellos que los destruyen en el mismo momento en que la vida es destruida? ¿Qué le queda al viejo araweté sentado allí durante casi 12 horas? No tiene elección, ya que estas son las palabras con las que le aniquilan la existencia.