Es cuestión de dignidad y de justa rebeldía
Compartimos la Editorial del Mes de Junio de 2021 de La Palabra, el Periódico cultural de la Universidad del Valle en Cali. Sigue el enlace para pillar su edición completa de este Junio del 2021, con fotografías, entrevistas, reportajes, ensayos y obra gráfica sobre la digna y soñadora rebeldía en Cali y en Colombia:
La digna y soñadora rebeldía
Se han venido conculcando en el país, una porción tras otra, las pocas conquistas democráticas que tanto han costado. El estado de derecho se resquebraja en manos de una plutocracia autoritaria y con oscuros nexos que hace varias décadas desplazó a las conniventes élites políticas tradicionales. No que éstas fueran mejores, pero al menos habían espacios para el logro de reformas y mejoras materiales para la población. Ahora ya ni atisbo. Desde el desmonte de la economía nacional, aupado por el modelo neoliberal y los desiguales términos de intercambio impuestos por el TLC con los Estados Unidos, el empobrecimiento del pueblo colombiano ha sido galopante hasta colocarse entre los mayores del mundo. En América Latina sólo nos supera Haití. Una vergüenza.
En 1999, el ex ministro de Estado y Gestor de Paz, Gilberto Echeverry Mejía, advertía sobre las fatales consecuencias del modelo económico neoliberal. Palabras premonitorias: “El principal problema de Colombia no es la guerrilla. Es una bomba de tiempo, que amenaza con estallar en Medellín, Cali, Bogotá y Barranquilla, conformada por una gran masa de jóvenes que nunca han tenido oportunidades educativas, ni de empleo ni de integración social. Ellos saldrán de sus barrios y comunas, avanzando hacia los centros comerciales, almacenes de cadena y grandes negocios, arrebatando, lo que nadie les ha ofrecido. Por tanto, dirigentes políticos, gobernantes, empresarios y líderes sociales, si no resuelven estas inequidades y carencias estructurales, este es el futuro que nos espera”.
Dos décadas después de las premonitorias palabras de este lúcido empresario antioqueño, ese anunciado futuro ya es nuestro presente: duro, convulso y esperanzador. El 28 de abril explotó la digna y soñadora rabia de los jóvenes colombianos, el mayor y más valeroso contingente de las multitudinarias manifestaciones de protesta en la vasta geografía del país. Desde el Bogotazo del 9 de abril de 1948, a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y por supuesto de mayores dimensiones, no habíamos tenido un sacudimiento tan profundo de rebeldía social contra un régimen que rebosó la copa, con medidas antipopulares como la reforma tributaria, la reforma de la salud y la reforma de pensiones, amén de las multimillonarias transferencias de recursos al sector financiero y a las grandes empresas so pretexto de salvaguardarlas en tiempos de pandemia. A lo que se suma la corrupción de más de 50 billones por año en los grandes negociados del Estado (Reficar, Hidrohituango, Isagen, Isgaura, Túnel de la Línea, Odebrecht, Electricaribe, Carrusel de contratos en Bogotá, Coopsalud, entre otras).
Raspada la olla por los poderosos, a la población ahora el régimen pretende acabarla de esquilmar aumentando los impuestos, encareciendo la salud, cercenando las pensiones y aumentando los costos de la educación, la vivienda y los medicamentos. Ahí están los móviles de tamaña explosión social. Simple y claro. Sin embargo, la élite gobernante es incapaz de interpretar lo que está pasando y, sigue, completamente errática, respondiendo con la brutalidad y el asesinato de los jóvenes en las calles y barrios de las ciudades por salir a protestar.
Estas breves pinceladas tienen tras de sí, como un iceberg, una masa enorme de asuntos que bien valen ser tratados como una contribución a la comprensión de lo que está pasando y a la búsqueda colectiva de nuevos rumbos para el pueblo colombiano. El libro recién publicado de los profesores de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales – Pensar la Resistencia– contribuye a la comprensión de tan justa y digna rebeldía. En la misma dirección, esta edición especial de La Palabra, auscultó la voz de los protagonistas en las barriadas, para brindar conocimiento de sus necesidades y reivindicaciones, tan desconocidas y nunca escuchadas. Se necesitan, solo eso piden los jóvenes y sus comunidades, formas de participación, de diálogo y análisis, que ayuden a construir salidas para superar tanta miseria e inequidad en el país. Ya no quieren más el país que ahora tenemos.