Modelo de “exportación” chileno… arrasando
Ningún habitante puede vivir tranquilo rodeado de pinos y eucaliptos, con una temperatura de 34 a 40 grados, cambio climático generado por el capitalismo y a merced de políticas que no protegen el medio ambiente ni resguardan el bosque nativo, ni la flora, la fauna, ni acuíferos, glaciares, lagos, islas, ríos; hacen desaparecer montañas que salen por un tubo y entran a sus barcos al igual que el resto de los bienes comunes.
Hoy, en medio de una crisis incendiaria nos enteramos que “nuestro” Estado es el que subsidia a las empresas forestales, que son las principales causantes de esta catástrofe y, además las beneficia con leyes idóneas para que superexploten “nuestra” tierra instalando monocultivo de pinos y eucaliptos a gran escala, que acaba con nuestro bosques nativos, suelos y agua, y con eso generan la aridez necesaria para que estos tipos de árboles se constituyan en el verdadero combustible de los megaincendios que afectan a Chile.
Son miles las hectáreas quemadas, hasta el momento se calculan que son seis veces la superficie de Santiago, y aún no se dimensiona lo que ha de significar para la vida, las nuestras y las del resto de los animales y la de los que vienen.
El Estado chileno compra 16 aviones F-16, con un valor de 15 millones de dólares cada uno (¿para la parada militar o para pelear contra Bolivia?); invierte en miles de bombas lacrimógenas que se las compra a Israel -como queriendo seguir su ejemplo colonizador-, y también les compra carros lanza aguas y zorrillos. ¿Por qué el Estado no se interesa en comprar aviones para el combate de incendios? ¿Falta de previsión? ¿Indolencia? ¿Irresponsabilidad política? O es que los que nos quemamos o perdemos nuestras casas somos parte de ese 80% de la población excluida, a quienes les toca sufrir, luchar, trabajar y morir en los pueblos, barrios y comunidades, por terremotos, aluviones, temporales, tsunamis, allanamientos, represión o por este devastador incendio.
Han dicho que la mayoría de los incendios, casi un 99% son intencionales, pero no han dicho que existe un modelo forestal que fortalece que todo se queme junto, vorazmente, pues hay puro monocultivo esperando arder, que es lo mismo que tener combustible dentro de una botella encendida.
Nos convirtieron en la “zona de sacrificio” del modelo, desde la vela encendida que mata a abuelos o niños al interior de una vivienda, hasta pueblos cercados y asfixiados por las celulosas, hasta la Araucanía militarizada. Nos hicieron herederos de un modelo, donde siete familias son los patrones de un largo fundo con hidroeléctricas, forestales, represas, salmoneras, mineras, pero sin educación, ni salud, ni vivienda, ni trabajo digno. Vivimos en este fundo cercado con cámaras de vigilancia, controles de identidad y medios masivos que insertan el miedo y la desconfianza en nuestras mentes y en nuestra vida cotidiana. Pululamos y sobrevivimos apartados –los esclavos de este siglo– ya no compramos en sus pulperías como antaño, pero lo hacemos en malls y supermercados, cambiaron las fichas redondas, por rectángulos magnéticos de plástico e incluso, ahora nos dan crédito.
Todo cocinado por las siete familias y su élite de políticos, tecnócratas e ideólogos del Estado neoliberal. Ellos nos quieren así, encerrados, cansados, desencantados, apartados y sin fuerzas ¡enfermos! amarrados al cepo de mentiras de la TV, subcontratados por las empresas forestales que en cinco años acumularon ganancias superiores a 1.269 millones de dólares controlando 1,2 millones de hectáreas, mientras el pueblo mapuche lucha por recuperar las nueve millones de hectáreas que desde 1973 el Estado de Chile le arrebató para entregárselo a las forestales. Rodrigo Cisterna, trabajador de 26 años, luchó por un salario sobre los $60.000, y terminar con el subcontrato en las forestales, y murió acribillado por Fuerzas Especiales de Carabineros.
En los noticieros siguen buscando a los causantes de la tragedia, al parecer los sistemas de radares de los F 19, solo funcionan para ubicar pirómanos o personas en “situación de calle” sindicados como los responsables, solo que la lógica indica que donde existen fortunas, hay intereses, y donde hay intereses también hay ingeniería comercial, o sea números.
La catástrofe desnuda al modelo que ya tiene sus fisuras, pero el fuego no termina con él, es la junta de rabias, manos y solidaridades, como ahora, las que abren ranuras que ellos también van taponeando con elecciones y represión. Por eso, no basta con solidaridad, ni en un cambio de gobierno, la crisis es profunda, estructural, y no se soluciona por arriba. Definitivamente, otra humanidad nos tiene que nacer si queremos sobrevivir a esta crisis terminal del capitalismo, otra relación del género humano con el medio ambiente y ecosistema que nos rodea y nos alimenta. Es obligación generar condiciones para que nosotros, los de abajo, los originarios, y otras generaciones retomen el sentido de lo social, lo humano y lo divino.
Aquí por abajo, en la tierra quemada doña Carmen, de Santa Olga, dice que desde los rescoldos nos levantáremos, porque en los rescoldos esta nuestra historia, de ahí venimos todos, y nos sonríe cariñosa.