despojo
Comunicado del Congreso Nacional Indígena del 9 de marzo de 2017
Traduzione italiano
Tradução em portugês
::::::::::::::::::::::::::::
Comunicado del Congreso Nacional Indígena
9 de marzo 2017
A la sexta nacional e internacional
A los medios libres de comunicación
A la sociedad civil en general
Compañeros, compañeras, mientras nuestros pueblos cada uno a sus modos y formas seguimos organizándonos, analizando y tomando acuerdos colectivos para la conformación de un Concejo Indígena de Gobierno, la guerra en contra de nuestros pueblos no cesa, el despojo y la represión desde los malos gobiernos en sus tres niveles sigue actuando en contra de nuestra madre tierra, de nuestros pueblos y nuestras organizaciones autónomas.
En el estado de Oaxaca
Con indignación denunciamos y condenamos lo acontecido en la comunidad de San Francisco del Mar, región del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, donde se suscitaron actos de violencia, incluso el uso de armas de fuego, para imponer la aprobación de proyectos eólicos que despojarían de una parte importante de tierras de uso común de esta comunidad y afectarían gravemente a su rico y delicado ecosistema.
Los hechos se desarrollaron durante la asamblea del comisariado de bienes comunales de San Francisco del Mar, la cual fue convocada para tratar la autorización del uso de más de 15 mil hectáreas para proyectos camaroniferos de Pueblo Viejo en la zona denominada la bocabarra. Varios oradores expusieron su rechazo a la entrega de tierras, evidenciaron que en realidad es para proyectos eólicos; se dijo que la bocabarra se trata de un lugar vital para miles de pescadores y de ser aprobado el proyecto significaría quitarles el derecho a su fuente de vida y sustento; además que una decisión tan importante requiere la participación y decisión de toda la población.
¿Qué piensa el viejo indígena araweté de los blancos mientras su mundo es destruido?
- El Brasil etnocida avanza en la Amazonia del Estado de Pará: primero Belo Monte, ahora Belo Sun
Un indígena Araweté en una reunión en el centro de convenciones de Altamira, en el Pará (Brasil). Lilo Clareto
Fuente: El País | Em português aqui.
Era un anciano. Su pueblo, los arawetés. Tenía el cuerpo rojo de urucú. El cabello en un corte redondeado. Y estaba sentado recto, con las manos abrazando el arco y las flechas delante de él. Se quedó así durante cerca de 12 horas. No comió. No se dobló. Yo lo miraba, pero él jamás estableció contacto visual conmigo. Frente a él, líderes indígenas de los varios pueblos afectados por Belo Monte se turnaban en el micrófono para exigir el cumplimiento de los acuerdos por parte de Norte Energia, la empresa concesionaria de la hidroeléctrica, y el fortalecimiento de la Fundación Nacional del Indígena (FUNAI). Él, como otros, no entendía el portugués. Estaba allí, sentado en una silla de plástico roja, en el centro de convenciones de Altamira, en Pará. ¿Qué veía? Hace 40 años, él y su pueblo ni siquiera sabían que existía algo llamado Brasil. Posiblemente eso siga no teniendo ningún sentido, pero ahora él estaba allí, bajo las lámparas, sentado en una silla de plástico rojo, esperando a que su destino sea decidido en portugués. ¿Qué veía?
No sé qué veía. Sé lo que veía yo. Y lo que vi me hizo alcanzar no una dimensión de él, sino de mí. O de nosotros, “los blancos”. Siempre que escribo sobre los meandros técnicos y jurídicos de Belo Monte, y ahora también de Belo Sun, sé que pierdo algunos cientos de lectores por frase, por más que simplifique lo que es complejo. Porque el lenguaje de la justicia, así como el de la burocracia, con todas sus siglas, está hecho para producir analfabetos incluso en quien tiene un doctorado en lengua y literatura. ¿Pero qué les queda a los indígenas que se esfuerzan por expresarse en la lengua de aquellos que los destruyen en el mismo momento en que la vida es destruida? ¿Qué le queda al viejo araweté sentado allí durante casi 12 horas? No tiene elección, ya que estas son las palabras con las que le aniquilan la existencia.