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En Guatemala, cooperativa campesina mantiene territorio libre de palma africana
Fuente: Avispa Midia
Por Renata Bessi
La laguna San Juan Acul hace parte de los cuerpos de agua del Refugio de Vida Silvestre El Pucté, al suroeste del departamento de Petén, norte de Guatemala, donde floreció la civilización Maya en el periodo clásico. La región, formada por bosques tropicales con gran cantidad de vida silvestre acuática y terrestre, es atravesada por ríos que desembocan en el mar caribe y en el Golfo de México, además de sus numerosos lagos y lagunas, como es la de San Juan Acul.
Una de las amenazas al refugio de la vida silvestre, así como a las otras siete áreas protegidas que existen en el suroeste de Petén, incluyendo sitios arqueológicos, es el monocultivo de palma aceitera. Quien admite este riesgo es el propio órgano ambiental de Guatemala, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap). “Este cultivo constituye una fuerte amenaza a la biodiversidad y un riesgo ambiental inminente para las áreas protegidas”, advierte el consejo.
Sin embargo, por lo menos la laguna San Juan Acul, de tres kilómetros cuadrados, está protegida contra la palma. En sus orillas viven alrededor de 180 familias en la comunidad llamada Cooperativa Manos Unidas. “Aquí la palma no entra”, dice uno de los miembros de la comunidad, Conrado Matul.
En las orillas de la laguna, donde la comunidad recibió al equipo de Avispa Mídia, Matul enseña la localización privilegiada de la comunidad. Al norte de Manos Unidas, “en la otra orilla de la laguna”, está el refugio de Pucté. “Allí donde pueden ver los árboles de tinto [especie que está en peligro de extinción]. Aquí nosotros estamos en su zona de amortiguamiento”.
También al norte, “atrás de estos árboles, está el río La Pasión, hay un brazo del río que se conecta a la laguna; más allá”, apunta y pregunta, “¿pueden ver?”, al tiempo que recuerda que en el año 2015 la laguna estaba de luto, pues aparecieron peces muertos. Fue considerado uno de los crímenes ambientales más grandes del país, provocado por la productora de palma Reforestadora de Palma de Petén S. A. (Repsa), que contaminó el río y provocó la muerte masiva de peces y otras especies de la fauna acuática, no solo en sus aguas, pero también en los cuerpos que alimenta.
Al sur de la comunidad Manos Unidas se ubica el Parque Arqueológico Dos Pilas, también señalado por la Conap como amenazado por la palma africana. La comunidad está en su zona de influencia. “Estamos entre áreas protegidas y vemos que hay una completa ausencia del Estado para vigilarlas y protegerlas”, alerta Matul.
La palma llegó a esta región entre los años 2002 y 2003. Las 99 caballerías (4 mil 450 hectáreas) de Manos Unidas están siendo acorraladas por la palma africana, especialmente al sur de la comunidad. “Están en nuestro entorno, pero nuestro territorio está limpio”, agrega Matul.
Además de la invasión de áreas protegidas, comunidades como Nueva Guatemala, Lo Veremos, Sepens, Pico de Oro, Las Arenas han aceptado proyectos de la palma y han vendido sus tierras. “Es lamentable, pero las personas fueron convencidas. Nueva Guatemala, por ejemplo, es tan chiquita y está aislada por la palma. Aquí la Tikindustria es la principal empresa que viene abarcando las tierras y sabemos que quieren más”, dice Fernando Ramírez, también miembro de Manos Unidas.
En el plan maestro de las áreas protegidas del suroeste de Petén resalta la señal de alerta sobre la empresa Tikindustria, una empresa que nació en el año 2001, fundada por las familias Weissenberg Campollo y Weissemberg Ossaye. “Lastimosamente, el uso del suelo está cambiando rápidamente. La empresa Tikindustria ha adquirido enormes extensiones de tierra, para la siembra de palma africana y producción de aceite vegetal”.
Los habitantes de Manos Unidas listan una serie de impactos en su territorio por estar rodeados por la palma. Han notado, por ejemplo, que hay cambios en su sistema de producción. “Los frijoles, por ejemplo, aquí se planta en noviembre y se cosecha en febrero. El año pasado brotó una plaga que acabó con la producción de muchos campesinos. Nunca habíamos visto esta plaga aquí”, sostiene Ramírez. “Ellos utilizan veneno, este veneno no se queda solo en sus tierras, está en el ambiente, y eso cambia nuestra producción”, complementa.
En relación a afectaciones más directas a su territorio, los comunitarios de Manos Unidas están atentos y responden cuando hay una amenaza. Hace algunos años, Tikindustria quiso introducir un quinel en el río Charrilo, en territorio de Manos Unidas, para tirar los desperdicios de la fruta procesada, cuenta Ramírez. Este río desemboca en el río Coche y va a dar al río Petexbatún. “Así se va arrastrando la contaminación por los territorios. No lo permitimos. No se construyó”, sostiene Ramírez.
No fue por falta de intentos de la empresa que el monocultivo no entró en la comunidad. “La empresa palmera ha intentado convencernos. Ha buscado estrategias”, comenta Ramírez y agrega que les han ofrecido “proyectos, escuelas, perforación de un pozo, mejoramientos en general”.
Sin embargo, “Manos Unidos no ha cedido, no hemos aceptado ninguna clase de proyectos, porque es un tipo de compromiso que se asumiría con la palma africana”, señala.
Ya que de forma colectiva no hubo acuerdos, la empresa intentó entrar en Manos Unidos a través del convencimiento individual de sus miembros. Las tierras tienen título de propiedad colectiva y hace aproximadamente ocho años se organizó un grupo de 20 personas queriendo sacar el título de propiedad individual.
“Pero colectivamente tomamos la decisión de no aceptar. Sabemos que, si hubiéramos aceptado, estas tierras estarían inundadas de palma ahora. Fue todo un proceso, llegaron hasta donde pudieron llegar, pagando abogado. Pero no pudieron porque la organización de la comunidad fue muy clara en decir que no se aceptaba. Y, desde entonces, si ha respetado”, sostiene Ramírez.
Centro productor
La región norte de Guatemala, que abarca los departamentos de Petén, parte de Alta Verapaz y Quiché, es responsable por 57.78% del cultivo de palma africana en el país, de acuerdo con la Gremial de Palmicultores de Guatemala (Grepalma), en sus últimas estadísticas socioeconómicas, del año 2021. En la región norte existen 87 mil 400 hectáreas de plantación de palma africana, de las 180 mil 614 que existen en todo el país, siendo que solamente en Sayaxché, municipio donde está Manos Unidas, son 60 mil 869.22 hectáreas. De acuerdo al Central American Business Intelligence (Cabi), en 2021, Guatemala fue el tercer mayor exportador de aceite crudo de palma a nivel mundial.
Lo que sostiene
Justo en las orillas de la laguna San Juan Acul, Avispa Mídia lanzó a los comunitarios la pregunta: ¿dónde está la fortaleza para no ceder a la presión de la industria de la palma? La primera respuesta vino, sin pensar, de Ramírez. “En la mayoría de las comunidades ya se maneja la propiedad privada. Aquí mantenemos el título de la tierra colectiva. Así se mantiene más segura”, comparte con mucha seguridad.
Los comunitarios atribuyeron toda la capacidad de resistencia, además, a la historia de Manos Unidas que fue, durante casi siete décadas, un proceso duro para tejer su colectividad.
La comunidad se constituyó a finales de la década de 1960 como una cooperativa campesina, por personas del pueblo maya Mam y K’iche’ provenientes principalmente del altiplano de Guatemala, que buscaban tierras cultivables para instalarse.
“La gestión para que se lograra estas tierras fue hecha por sacerdotes de los Estados Unidos que trabajaban en el occidente de Guatemala. Ahí nuestros padres y abuelos estaban siendo expulsados de sus tierras, entonces estaban buscando un lugar para poder tener sus propios cultivos”, explica don Julio Velásquez Hernández, representante de Consejos Comunitarios de Desarrollo Urbano y Rural (Cocode) de Manos Unidas.
Don Hernández, cuya familia vino del altiplano de Guatemala, de Quetzaltenango, llegó a la comunidad cuando tenía seis años de edad. “Mi padre estaba trabajando en las algodoneras de la Costa, parte de Escuintla. No tenían suficientes tierras en Quetzaltenango para plantar para la subsistencia. Así que mis papás decidieron venir”, recuerda.
De inicio se trabajaba la tierra en conjunto. Se sembraba maíz, frijoles, arroz. Se cosechaba junto y se repartía la cosecha entre las familias. Eso en los primeros 20 años de la cooperativa. Pero las familias fueron creciendo y “la familia que tenía dos miembros recibía lo mismo que una familia que tenía diez. Ya no alcanzaba para mantener a todos. Entonces se decidió que cada quien se haría cargo de su producción, se repartió en parcelas”, cuenta Don Hernández.
Aunque cada socio tiene su parcela para trabajar, la cooperativa mantiene el título colectivo de las tierras. En la parcela que “nos toca, cultivamos para la alimentación básica, también tenemos algo de animales”, dice.
Como las tierras no pueden ser vendidas para personas de afuera, “logramos mantenerun equilibrio; cuando no tengo trabajo en mis tierras me voy a trabajar con otro compañero que, sí, tiene; lo mismo, cuando yo tenga trabajo puedo dar a otro compañero; siempre vamos a tener trabajo”, explica Don Hernández.
Lo que “vemos es que al vender sus tierras a las empresas de palma, la gente de las otras comunidades ya no tiene donde sembrar, entonces tienen que buscar alternativas para sostener sus familias, porque la palma no les da trabajo, o les da trabajo por cortos periodos, en la cosecha, por ejemplo”, señala el representante del Cocode.
La cooperativa también mantiene tres tiendas en la comunidad. “Se saca todos los gastos para el funcionamiento de la tienda, como sueldos de sus trabajadores y transporte de los alimentos. Lo que sobra de ganancia se reparte entre los socios y sus familias. Y lo que me toque a mí, también reparto a mis hijos, para seguir comprando en las tiendas de la cooperativa”, explica don Hernández.
La cooperativa posee además dos molinos de nixtamal. “Todos acudimos allí a hacer nuestra masa”, dice él.
Manos Unidas mantiene 65% de su territorio cubierto por bosque. Están en tierras comunes de la comunidad, pero cada socio también es responsable por proteger el bosque en su parcela. “En casi la mitad de mi parcela mantengo el bosque”, dice don Hernández. En los bosques, la cooperativa desarrolla proyectos de apicultura y sistemas agroforestales.
La cooperativa es formada por una junta directiva – el presidente, vice-presidente, secretario, vocal y tesorero. Son elegidos por sus 80 socios. La junta posee la comisión de vigilancia, la comisión agrícola, la comisión de educación. Además, están el alcalde auxiliar y el representante del Cocode, elegidos por la comunidad. “No dependemos del Estado. Somos una comunidad autónoma. Es la comunidad que vela por su misma gente”, dice Ramírez.
Los abuelos y padres de Ramírez fueron unos de los primeros en llegar a Manos Unidas, también de Quetzaltenango. “Aprendemos y mantenemos toda esta fortaleza que trajeron estos señores, nuestros padres, nuestros abuelos, a estas tierras. La tomamos para continuar fortaleciendo nuestra organización. Tenemos la responsabilidad de velar por lo que nos fue dado”, dice Ramírez.
Conflicto para fortalecer
Manos Unidas sufrió con el Conflicto Armado Interno (1960-1996). “Aquí nos visitaba la guerrilla y también nos visitaba el Ejército”, sostiene el representante del Cocode.
“Hacíamos reuniones a escondidas, privadas. Decidimos que ninguna persona podría aceptar ir con la guerrilla, ninguna persona podía aceptar ir con el Ejército. Mantuvimos la posición de no ir con ningún solo grupo”, dice Ramírez.
“Por uno [una persona que adhería a la guerrilla] a veces venía el Ejército a terminar con toda la comunidad. Varias comunidades vecinas desaparecieron. Fueron destruidas completamente. Eso fue muy duro”, recuerda don Hernández.
Manos Unidas nunca se rindió a ningún lado, afirman los señores. “Se fortaleció y tomó su posición de no salir de su territorio. Ahora es la palma la que busca despojarnos, pero ya vivimos otros momentos muy difíciles de los cuáles aprendimos a estar unidos”, concluye Ramírez.
Apagones en México revelan dependencia del gas de Estados Unidos
Fuente: Avispa Midia
Por Santiago Navarro F
Istmo de Tehuantepec, foto por Santiago Navarro F
Tras el aumento inédito de la temperatura en el clima en las últimas semanas, el sistema eléctrico de México colapsó el pasado 7 de mayo. La paraestatal Comisión Federal de Electricidad (CFE) se colocó en un momento de emergencia y activó un protocolo para atender la pérdida de suministro de energía del país.
El Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) explicó que el apagón ocurrió porque la demanda de energía fue superada al momento de que varias centrales eléctricas de ciclo combinado y de energía eólica del país dejaron de generar energía, provocando un déficit de 1,668 MW, equivalente al 3.34% de la demanda máxima del día en el Sistema Interconectado Nacional.
“Ante este escenario, a las 17h04 se declaró el Estado Operativo de Emergencia, desencadenando interrupciones rotativas en el suministro eléctrico para preservar la estabilidad del sistema”, detallaron los funcionarios.
Aún con las medidas implementadas por las autoridades competentes, la crisis estaba lejos de resolverse, ya que se fueron sumando más centrales que dejaron de producir energía en el país. Esto llevó “a una segunda declaración de Estado Operativo de Emergencia a las 19h10, esta vez con interrupciones que afectaron hasta 2,610 MW, representando el 5.23% de la demanda máxima del día”, declaró en un comunicado la Cenace.
Al día siguiente, el día 8 de mayo, en su habitual conferencia de prensa, el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador refirió que la crisis de energía fue provocada por “el intenso calor”. Además, argumentó que “la mitad de la generación de la energía eléctrica [de México] se produce con empresas particulares y tenemos que ponernos de acuerdo para que se tengan las plantas en buen estado”.
Dependencia del gas de EEUU
En el año 1999 la paraestatal CFE era el único proveedor de energía para México, con capacidad de generación total. En el año 2015, su participación se había reducido drásticamente al 59%. Esto fue, según la propia CFE en su informe 2023, “resultado de la Ley de Servicio Público de Energía Eléctrica; esta ley abrió las puertas a la participación de privados en esquemas como el autoabastecimiento, cogeneración y pequeña producción, así como la introducción del esquema de Productor Independiente de Energía (PIE)”.
De acuerdo con el Prontuario Estadístico de la Secretaría de Energía (Sener) de 2023, más del 50% de la energía en México se genera a través del gas natural, considerado un “energético limpio”.
El investigador Luis Pérez, del colectivo Geocomunes, contradice la afirmación de que este hidrocarburo es limpio. “Es un gas extraído por el método de fractura hidráulica (fracking), que genera fugas y emisiones a la atmósfera que tienen efectos en el calentamiento de la atmosfera mucho mayores, en el corto plazo, que el dióxido de carbono. Más o menos, el gas etano, es responsable de una cuarta parte del calentamiento global”, explica.
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Además, se acrecentó la dependencia del gas proveniente de Estados Unidos. De acuerdo con la propia Sener, de 8 mil 207 millones de pies cúbicos de gas que utiliza México diariamente, casi el 70% es importado de EEUU, según el prontuario.
Esta información se corrobora con los datos presentados por la Agencia de Información Energética de Estados Unidos (EIA), según los cuales, entre enero y octubre de 2023, se exportó a México un volumen récord de 5 mil,660 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) de gas natural, equivalente a casi el 70% de lo que consume México para que sus centrales puedan generar energía eléctrica.
“México consume más o menos el 30% de todo lo que exporta EEUU de gas. Nos hemos convertido en un consumidor muy importante de gas proveniente de EEUU. Es el energético que sostienen la matriz energética de México y es algo de lo que se habla poco”, señala el integrante de Geocomunes.
Para que México se haya convertido en el principal receptor de gas de EEUU, “se ha construido toda una red de gasoductos, desde antes de la reforma energética del 2013”, sostiene Pérez.
La red nacional de gasoducto en México consta de 19 mil 060 kilómetros, divididos en 10 mil 675 kilómetros del Sistema Nacional de Transporte de Gas Natural (Sistrangas) público, y 8 mil 385 kilómetros de propiedad privada.
En relación a los ductos privados, solo la estadounidense Sempra Energy, a través de su filial mexicana Sempra Infraestructura, ha desplegado sus activos en 17 estados de la república mexicana, con aproximadamente 3 mil 177 kilómetros de ductos de transporte de gas natural, etano y gas LP. Además, cuenta con 16 estaciones de compresión de gas natural más una en construcción, entre otros complejos de energía renovable.
Le sigue la canadiense TC Energy (antes Transcanada), quien tiene en su poder más 3 mil 700 kilómetros de gasoductos en territorio mexicano, considerando que en el año 2023 adjudicó un proyecto estratégico que le permitirá tener presencia en el Tren Maya y el Corredor Interoceánico, con el proyecto denominado “llave a Puerta al Sureste”. Es un ducto submarino de 715 kilómetros que transportará diariamente más de mil 300 millones de pies cúbicos (MMPCD) de gas natural. De acuerdo con el informe a sus inversionistas de TC Energy, este proyecto ya ha “completado más del 70% de la instalación de tuberías en aguas profundas”.
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A su vez este gran proyecto conecta otro gasoducto marino de 800 km, llamado Sur de Texas-Tuxpan, también de propiedad de la canadiense en asociación con Sempra.
La compra del gas estadounidense y el pago de su traslado a través de los gasoductos privados están asegurados, tal como lo indica Sempra en su informe 2023, a través de “acuerdos a largo plazo basados en dólares estadounidenses con los principales participantes de la industria, como la CFE, el Centro Nacional de Control de Gas, Petróleos Mexicanos (PEMEX)”.
De la misma forma, TC Energy sostiene en su informe a sus inversionistas que, además de haber celebrado acuerdos con CFE que “consolidan una serie de gasoductos operativos y en desarrollo en el centro y sureste de México”, también tiene asegurado el mercado del gas y su cobro por el uso de sus ductos, dado que los acuerdos contienen “un contrato de arrendamiento, hemos reconocido montos en inversión neta en arrendamientos en nuestro balance general”.
Es así como estas dos empresas, incluyendo a Fermaca y Carso, desde el año 2020 ya concentraban casi el 50% de los gasoductos del país, según la Dirección de Inteligencia Energética de la CFE. De alguna forma tienen en sus manos el poder de suministrar este insumo para la generación de electricidad en México. “La red de gasoductos está en manos de estas empresas y se reparten la red que tiene una serie de usos, principalmente abastecer a las centrales eléctricas”, puntualiza el integrante de Geocomunes.
De acuerdo con Luis Pérez, los primeros ductos privados se comenzaron a construir en noreste de México, una de las zonas donde se comenzó a usar el gas en las centrales de ciclo combinado. “Principalmente la industria minera. De hecho, es esta industria que comenzó con la importación de gas natural y que continúan haciéndolo, principalmente en Sonora, hay ductos específicos para las mineras”, agrega el investigador de este colectivo.
México, puente del mercado del gas
Junto al entramado de gasoductos de Sempra Infraestructura figura una planta de almacenamiento y regasificación de Gas Natural Licuado (LNG), ubicada en Ensenada, Baja California, llamada Costa Azul. De acuerdo con la empresa, “se está reconfigurando para que sea capaz de licuar y exportar gas natural procedente de Estados Unidos y enviarlo por barco a mercados en Asia”.
“Nosotros tenemos identificados ocho proyectos de exportación, sin contar las ampliaciones. Suman más o menos una capacidad de exportaciones de 11 mil 500 millones de pies cúbicos diarios. Eso es gigantesco, considerando que México consume entre 8 y 9 mil pies cúbicos diarios”, dice el integrante de Geocomunes.
Los puertos de México serán usados como puntos estratégicos, por su posición geográfica, para la exportación de este energético que viene de EEUU. “En término de lo que se conoce, estos proyectos pretenden exportar más de lo que se consume en México. Lo primero que hay que decir es que es una re-exportación”, complementa Luis Pérez.
De acuerdo con el investigador de Geocumunes, la región noreste de México cobra vital importancia para la exportación. “Esta región es el núcleo de estos proyectos, más o menos el 80% de la capacidad planeada está en el noreste, con cuatro terminales, en los cuales CFE está involucrada. Entonces no solo son actores privados los involucrados, sino que también está la paraestatal”.
Es importante resaltar, dice el investigador, que la CFE y la SENER están facilitando el mercado de exportación. “Aunque no se tiene mucha información, los datos dicen que CFE tiene compromisos de compras de 22 mil millones de pies cúbicos diarios. Es casi dos o tres veces más del consumo nacional. Si se llegará a inyectar esa cantidad de gas, se tendrían que construir más gasoductos y más infraestructura. Entonces CFE tiene alianzas con estas empresas que han tenido intereses de construir estas terminales. Como la de Salina Cruz, (en el corredor interoceánico) en particular, donde figura Sempra”.
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Entonces los acuerdos con el gobierno mexicano es que, “CFE compra este gas estadounidense, que lo inyectan a ductos privados en México, a los que se comprometió el gobierno mexicano pagarle por 35 años por dejar fluir el gas. Y a su vez se pretende vender al mercado asiático”, concluye Luis Pérez.
Mientras tanto las olas de calor siguen impactando a México, el día 10 de mayo, el día de las madres, por cuarto día seguido la Cenace declaró nuevamente estado de alerta. Así que los apagones continúan en diversas regiones de México, donde algunos lugares como, Coatzacoalcos, Veracruz, la sensación térmica ha llegado hasta los 50 grados centígrados.