Texto: Observatorio Memoria y Libertad
Fotos: Karen Castillo – Observatorio Memoria y Libertad
Video: Red Universitaria Anticapitalista
Audios extraídos de
video de APIIDTT
Edición de audios: Radio Zapatista

La Caravana El Sur Resiste llegó en su quinto día de recorrido a la Colonia el Bosque, Tabasco, una comunidad ubicada entre el océano Atlántico y el Río Grijalva.

El Bosque, está en peligro de desaparecer debido a que, desde 2019, el nivel del mar comenzó a aumentar aceleradamente, arrasando con la costa, las calles, el kínder y la escuela y decenas de hogares.

El Bosque es una de las muchas comunidades alrededor del mundo en riesgo de desaparecer bajo el agua debido al incremento del nivel del mar causado por el cambio climático. En México, es una de las primeras comunidades identificada como desplazada por este fenómeno.

Hoy son pocas las casas y edificaciones que sobreviven la catástrofe en El Bosque, muchas familias han sido desplazadas y las que aún resisten, exigen al Gobierno Federal, apoyo frente a la destrucción de su comunidad, de sus hogares, de sus raíces, y de toda su forma de vida.

Así lo explican Cristina Isabel Vicente y Estanilada Cardona quienes nos dan un recorrido por la comunidad para mostrar las edificaciones que están en proceso de desaparecer bajo el mar, y contarnos además su testimonio y el de otros miembros de la comunidad que ahora esperan que el Gobierno Federal cumpla con el plan de reubicación que prometió a las familias de El Bosque en febrero de este año.

El 10 de noviembre del 2022 se hizo una rueda de prensa aquí en El Bosque para dar a conocer la situación tan terrible que vivimos, y ahí fue cuando comenzamos a ser escuchados por medios y autoridades. De cuando se hizo esa rueda de prensa, ya no queda nada, todo ha desaparecido.

Lo que nosotros pedimos es la reubicación, nosotros ya perdimos nuestros hogares, andamos rentando, prestando, pedimos la reubicación. Las autoridades nos han dado una respuesta, dicen que vamos a ser reubicados, pero dicen que toma tiempo, nosotros hablamos de al menos 60 personas que necesitan reubicación.

Como mencionamos, El Bosque no es la única comunidad alrededor del mundo que está en peligro de ser devorada por el mar.

Cristina y Estanilada continúan el recorrido por El Bosque, nos detenemos frente a una edificación que está a punto de derrumbarse. Detrás, el mar picado y el viento fuerte continúan con el proceso de erosionar los cimientos del edificio. También se pueden apreciar restos de otras edificaciones entre las olas, así como árboles y ramas secas. Ahí, Cristina nos explica que esta edificación era su hogar.

Quiero compartirles que, esta de atrás, fue mi casa… fueron años de lucha para construir y, lamentablemente, hoy ya no tengo hogar. Es muy difícil para nosotros ser desplazados, es muy difícil estar ahora en la lucha, pero vamos a seguir.

Cristina se une a relatar su testimonio, de la que era hogar, ya no queda nada; un espacio vacío y las olas de mar son lo único que podemos observar.

Yo también perdí mi casa, ahí estaba mi casa y la perdí, quedé sin casa, ahora sí que… sin nada, ya no se ve, quedó abajo del agua.

El Proceso de Reubicación

Los pocos habitantes de El Bosque que aún esperan ser reubicados, relatan que ya hay contacto con instituciones gubernamentales, la SEDATU y la SEMARNAT son las que han mantenido contacto con la comunidad desde febrero del 2023.

Sin embargo, las familias aún no tienen una fecha posible para ser reubicadas y tampoco tienen conocimiento del lugar al cual serían reubicadas y mucho menos de la extensión del terreno que recibirán.

Cristina y Estanilada comentan que la comunidad espera poder permanecer cerca del mar, ya que son pueblo que históricamente se ha dedicado a la pesca y el mar es su fuente de alimento y de sostén económico.

Nosotros vivimos de la pesca, por eso queremos pedir si puede ser en un lugar en donde podamos hacer eso, es preocupante todo, muy preocupante, no sabemos a dónde vamos a ir, ni cuándo.

Sí platicamos como comunidad, nos sentamos, platicamos con el café y el pan, porque dicen que las penas con pan son menos. Nos ponemos muy mal como comunidad, las noches son muy preocupantes, nos la pasamos pensando en el mar, ese mar que ya nos da miedo de que vaya a subir más. Nos ha tocado a las 3am, a las 4am sacar cosas de la gente porque ya el mar subió, y sí nos pega como comunidad.

Además de vivir con la preocupación día y noche, de que más casas y espacios desaparezcan bajo el mar, la situación de servicios en la comunidad empeora día con día.

Cristina nos platica que la mayoría de las familias ha perdido los refrigeradores de sus hogares que se han descompuesto en el proceso. Esto no sólo dificulta que las familias puedan mantener sus alimentos por más tiempo, sino que además dificulta que medicinas para la diabetes se mantengan refrigeradas.

Los postes de luz también comienzan a ceder a las olas; la comunidad podría perder el servicio al acceso eléctrico en cualquier momento.

La comunidad entera casi perdió sus refrigeradores. Yo que tengo diabetes, por ejemplo, no tengo en donde guardar mi insulina, ayer me traje una barra de hielo, pero no sé si pueda traerla diario. Estamos de acuerdo con la reubicación, pero tenemos necesidades urgentes por lo mientras.

Al platicar con algunas personas de la comunidad, hacen mención de que entienden que el proceso de reubicación puede ser tardado y complicado; sin embargo, esperan que pueda haber otro tipo de plan mientras esperan que pueda aminorar la situación de crisis que se vive en la comunidad.

Pese a que el proceso de calentamiento global se ha identificado como una prioridad en la política internacional por los impactos que generará en la seguridad humana de millones de personas a nivel mundial, el Gobierno de México no cuenta con algún tipo de plan o propuesta de política pública que busque frenar este proceso.

De acuerdo con el Programa Estatal de Acción Ante el Cambio Climático del Estado de Tabasco, “los impactos que recibe la zona costera del Estado de Tabasco por ascenso acelerado del nivel del mar se traducen en la destrucción de tierras […] por acción del oleaje. Todos estos aspectos tendrán notables repercusiones tanto ambientales como sociales y económicas.”

Sin embargo, no existe un plan para atender a las víctimas de las catástrofes naturales que ya comienzan a presentarse, como el caso de la comunidad de El Bosque deja entrever, y que pronto se multiplicaran en todo el territorio nacional de no atender las causas de la crisis climática: el capitalismo devorador que continúa con un proceso de producción ilimitada a costa del medio ambiente y de la vida de todo ser vivo en el planeta.

Durante el recorrido, Cristina y Estanilada se detienen frente a otra edificación en proceso de derrumbe. Ésta era la escuela de la comunidad, el kínder también ya desapareció. Ahora los niños que quedan en la comunidad van a la escuela sólo 6 horas a la semana en una pequeña construcción con techo de lámina.

La vida de la comunidad, no sólo de sus edificaciones, también ha sido paulatinamente devorada por el mar.

La pérdida de las raíces de una comunidad

Cristina y Estanilada continúan encabezando el recorrido, caminamos por un kilómetro aproximadamente; el mar esta picado y el aire sopla con fuerza; el día de hoy entró otro Norte cambiando las condiciones climáticas del lugar que suele ser soleado y el mar tranquilo.

Llegamos a donde el río Grijalva se une con el mar Atlántico. Ahí Cristina y Estanilada se detienen, también niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres de la comunidad. Ahí nos señalan a una plancha de concreto que apenas si logra verse por encima del agua.

La plancha solía ser un muelle, y el punto de reunión de toda la comunidad; ahí las familias se reunían para pescar, la actividad que por generaciones ha moldeado la identidad de las personas que ahí habitan y su fuente de alimento y de economía.

Actualmente, el muelle ya no existe, la pesca casi ha desaparecido y con ella, todas las actividades que ahí se realizaban, así como el sustento de las familias. Éste es el testimonio ofrecido por Cristina:

Veníamos la mayoría de la gente a pescar, esto era como un tianguis, veníamos todos con cobijas y nuestros hijos se quedaban aquí dormidos y nosotros nos íbamos a pescar, llevábamos el producto a vender y en la tarde otra vez a pescar. Ya no pasa eso, ya no hay la producción que antes había, ya se perdió. Esto, compañeros, era nuestras raíces. Yo me siento triste, siento que el cambio climático nos está quitando nuestras raíces. Es algo muy triste, sabemos que si un día entra un norte más duro o un huracán, podemos desaparecer de la noche a la mañana.

Esto era un muelle bien estructurando, pero se ha ido perdiendo, hundiendo. Aquí pescábamos, hacíamos fiesta. Yo nunca me imaginé que nos iba a pasar, cuando decían cambio climático, se escuchaba como una voz lejana, cuando escuchaba eso pensaba en la gente de la ciudad con sus coches, y no en nosotros que vivimos sin contaminación. El cambio no lo provocamos nosotros, pero lo vamos a pagar nosotros, hoy somos nosotros, pero mañana vamos a ser otros.

Sin embargo, ha sido el norte global el responsable de generar la crisis climática que vivimos y en específico es la población del norte global la responsable de generar millonarias ganancias a costa de millones de vidas humanas.

Lo que pasa en El Bosque no es un fenómeno espontáneo. A nivel mundial se ha puesto en el centro de la discusión sobre el calentamiento global, la necesidad de políticas públicas que pongan en el centro a las comunidades originarias, campesinas, pesqueras.

Son ellas las que han logrado proteger los últimos pulmones y áreas naturales conservadas a nivel mundial, y también las que más sufrirán los efectos del calentamiento global.

La tan profunda interrelación que los pueblos originarios tienen con el medio ambiente del territorio que habitan hace que la identidad, la economía y la vida comunitaria de los pueblos esten íntimamente unidas a la supervivencia de su territorio.

Así como en Puente Madera, Oaxaca, la comunidad explica que si el Pitillal es destruido para construir un Parque Industrial ya que es su fuente actual de vida, lo mismo pasa en el Bosque con la pérdida de la pesca como actividad vital.

Por esta razón, las soluciones gubernamentales a nivel mundial -y en México- necesitan ser profundas y a nivel de sistema; no hay vida que sobreviva el capitalismo devorador y su máquina de muerte.

Terminamos la visita y documentación en El Bosque con una comida que las familias de la comunidad preparan con esfuerzo y solidaridad. Pese a la incertidumbre, dolor, destrucción y preocupación que han vivido en los últimos años, aún hay esperanza, solidaridad y resistencia en sus ojos y en su actuar.

Los niños y niñas ríen y juegan en el agua, las mujeres platican y conversan entre ellas, la comunidad de el Bosque resiste y está en pie de lucha.

 

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