El cooperativismo de vivienda uruguayo: cinco décadas construyendo comunidades urbanas
Texto: Katia Valenzuela | Foto y video: Jerónimo Díaz
Co-publicación entre SubVersiones (México) y Resumen (Chile).
La Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM) es uno de los movimientos sociales más emblemáticos de América Latina y un referente internacional en el cooperativismo de vivienda. Con casi 50 años de trayectoria, FUCVAM federa a 363 cooperativas habitadas, que en conjunto proveen de vivienda a 18 mil familias uruguayas. Esto sin mencionar 90 proyectos en trámite y otros 62 en etapa de construcción. Bajo los principios de ayuda mutua, autogestión, democracia directa y propiedad colectiva, este movimiento reivindica el derecho a la vivienda y a una vida digna, desafiando las reglas de la oferta y la demanda que buscan subsumir todas las esferas de la vida.
¿Cómo nace y se sostiene este monumental proyecto cooperativo? ¿Cómo funciona en la práctica? ¿Qué aprendizajes de esta experiencia podemos extrapolar a nuestras propias realidades en Chile, México y otros países latinoamericanos? Gracias a las compañeras y compañeros de FUCVAM, que generosamente nos abrieron las puertas de su organización y cooperativas en Montevideo, este breve reportaje busca contribuir a esta reflexión, visibilizando un modelo pionero en la construcción de vivienda digna en América Latina.
Primeras décadas: entre la fuerza del movimiento popular y la amenaza de los de arriba
El nacimiento de la FUCVAM fue posible gracias a la acumulación de fuerzas del movimiento popular en el Uruguay, que durante la década del sesenta resistió la avanzada conservadora y presionó para que se legislara a favor de los derechos sociales de la población. En este contexto, en el año 1968 se aprueba la ley 13.728 que da origen al Plan Nacional de Vivienda. Esta legislación, aún vigente en el Uruguay, permitió la creación de un Fondo Nacional orientado a la construcción de vivienda para la clase trabajadora, y formalizó la figura de las cooperativas de vivienda. Con la nueva institucionalidad, la opción cooperativa tomó fuerza, e influenciadas por el movimiento sindical, estas asociaciones prontamente decidieron articularse. El 24 de mayo de 1970 nace la FUCVAM, como organización de segundo grado que federa a las cooperativas de ayuda mutua, en aumento en el país. Fernando Zerboni, ex secretario general de FUCVAM y actual director de su Escuela Nacional de Formación, explica el origen de la Federación:
En 1970 en el Uruguay había once cooperativas (…). En ese momento se propone la formación de una coordinadora de las once cooperativas a fin de simplificar procesos de compras de materiales y de reivindicación de algunas de sus necesidades. En la medida que las cooperativas estaban integradas fundamentalmente por trabajadores, casi enseguida surgió la idea de constituir una especie de sindicato de las cooperativas, o sea, la Federación.
Desde su nacimiento, el movimiento cooperativo tuvo un crecimiento exponencial, hasta que los días oscuros de la dictadura uruguaya amenazaron su florecer. Entre 1973 y 1985, aunque mantuvo su estatuo legal, la FUCVAM, al igual que el resto del movimiento popular, fue duramente golpeada por el régimen autoritario, negándosele personería y tierras y retrasando la entrega de préstamos. Pero a pesar de la vigilancia y obstáculos interpuestos por el régimen a las cooperativas, éstas buscaron formas creativas de seguir existiendo, convirtiéndose en espacios centrales para la solidaridad popular, rearticulación del movimiento social y resistencia a la dictadura. Así, las cooperativas de vivienda levantaron guarderías, policlínicas, ollas populares y salones comunales, además de sumarse activamente a la lucha por la defensa de las empresas públicas y de rechazar la reforma constitucional que buscaba la legalización de la dictadura.
Uno de los golpes más duros a la organización se dio en el año 1983, con la orden gubernamental de modificar la tenencia de las viviendas y su re-tipificación como «propiedad horizontal». Con esta acción, se buscaba quebrar el poder colectivo del movimiento, su poder reivindicativo, y su visión social de la vivienda. Pero a pesar de la represión y restricción a las libertades individuales y colectivas, las y los cooperativistas resistieron la medida, iniciando un proceso de movilización y recolección de firmas que logró la no aplicación del decreto por parte del régimen. Con el retorno a la democracia en 1985, el cuestionado decreto no fue inmediatamente anulado, por lo que la movilización popular continuó siendo un recurso necesario para las y los cooperativistas de FUCVAM. Gracias a las multitudinarias movilizaciones, tomas de terrenos e interpelación a las nuevas autoridades políticas, FUCVAM logró mantener su modelo popular de acceso a vivienda. Este modelo fue validado por las propias familias cooperativistas, quienes por votación optaron por la continuidad del estatuto de usuarios de las viviendas, en contraste con el de propietarios.
Construyendo vivienda y vida digna: la consolidación del cooperativismo de vivienda
A lo largo de su trayectoria, la FUCVAM ha logrado consolidar un modelo alternativo de acceso a la vivienda popular y de construcción de comunidad, basado en cuatro principios rectores: la ayuda mutua, la autogestión, la democracia directa y la propiedad colectiva.
La ayuda mutua consiste en la construcción de los complejos habitacionales mediante la contribución en trabajo de los/as propios/as cooperativistas, quienes aportan tanto en el diseño y ejecución de las obras como en la gestión y control del uso de los recursos. Este aporte se cuantifica en un mínimo de 21 horas semanales de trabajo familiar durante el período de edificación.
En nuestra visita al barrio Pablo Estramín, tenemos la posibilidad de conversar con algunos socios de la cooperativa Mario Benedetti (Covimabe) que se encuentran cumpliendo con sus horas de trabajo semanal. Aunque la obra gruesa ya culminó, las familias trabajan en los acabados de las viviendas, ya que esperan mudarse al complejo dentro de las semanas siguientes: «Antes no sabíamos qué casa nos iba a tocar, el sorteo se hizo el fin de semana pasado, así que ahora estamos afinando detalles», cuenta una compañera. En las cooperativas de FUCVAM, la asignación de vivienda se realiza según el tamaño del núcleo familiar. Por lo tanto, aunque las/os cooperativistas saben de antemano qué tamaño tendrá su vivienda, desconocen cuál casa dentro del predio será la suya, ya que éstas se sortean al término de la construcción. Este modelo promueve el compromiso con la totalidad del conjunto habitacional, así como el trabajo en equipo, tal como pudimos constatar en nuestra visita. Asimismo, con la ayuda mutua, las/os cooperativistas logran cubrir el 15% del costo con recursos propios, monto requerido para complementar el 85% de préstamo otorgado por el gobierno central para la construcción de las viviendas. Pero para la FUCVAM, la ayuda mutua es una noción mucho más abarcadora, que trasciende la mera mano de obra. Así lo aclara Fernando Zerboni:
La ayuda mutua lo es todo. Cuando hablamos de ayuda mutua, ésta no sólo puede ser tasada en los pesos que se requieren para construir la vivienda. Cuando nosotros en una asamblea nos pasamos horas discutiendo, la solución a esos problemas es también ayuda mutua. A los compañeros les cuesta visualizar que la ayuda mutua es toda la actividad que puedes realizar en el marco de la cooperativa, porque estás ayudando a los demás a llevar adelante la propuesta.
De la mano de la ayuda mutua se encuentra la autogestión, poderosa herramienta política y operativa consistente en el manejo autónomo de los proyectos de vivienda por parte de las cooperativas. Ello implica que las y los asociados asuman importantes responsabilidades antes, durante y después del proceso constructivo y que participen activamente de los distintos niveles de toma de decisiones. En comparación con las constructoras privadas, los procesos autogestivos de vivienda ahorran al menos un 30%, permitiendo proyectos de mayor calidad, así como ampliación en su cobertura. A su vez, el trabajo colectivo generado a partir de la autogestión refuerza el compromiso y sentido de pertenencia de las familias con el proyecto cooperativo. Este trabajo autogestivo es apoyado por los Institutos de Asistencia Técnica (IAT), equipos interdisciplinarios que acompañan a las cooperativas durante el proceso de diseño y construcción de sus proyectos, como explica Fernando Zerboni:
Los Institutos de Asistencia Técnica están reglamentados por la ley 13.728, son entidades sin fines de lucro, que deben tener al menos cuatro técnicos establecidos por la ley. Son un arquitecto, un asistente social, una abogado escribano para los papeles y un contador porque también la cooperativa necesita hacer sus balances y necesita tener un contador que los cierre y que le de validez.
La autogestión es al mismo tiempo fortalecida con la democracia directa, expresada en la participación horizontal de las y los cooperativistas en los procesos de toma de decisiones. Por ello, la asamblea es el órgano soberano de las cooperativas, en donde se espera que todos sus miembros deliberen y elaboren propuestas en conjunto, moviéndose desde la esfera de lo privado-familiar a lo público-comunitario. A su vez, este salto a lo público se caracteriza por la independencia política, ya que un elemento clave del modelo FUCVAM ha sido su autonomía respecto de cualquier grupo o partido político. Otro aspecto fundamental del cooperativismo de vivienda en Uruguay ha sido el compromiso y participación de sus afiliados(as) antes, durante y después de la entrega de los conjuntos habitacionales. Para Zerboni, nos referimos a un compromiso para la vida:
La participación no es una exigencia menor. La familia no sólo participa en la construcción de la obra, sino que después participa en la vida de la cooperativa, porque las familias van a vivir juntas por décadas. Participan en las asambleas, en las comisiones. Además, las comisiones rotan cada dos años y los socios tienen el derecho y la obligación de participar en éstas.
En la FUCVAM, estos principios se hacen praxis en el marco de un régimen de tenencia colectiva de la propiedad, modelo que entiende la vivienda como bien social y no como mercancía. En oposición a la tan arraigada expectativa de la propiedad privada individual, la FUCVAM, amparada en la legislación uruguaya, opta por la propiedad colectiva. Ésta es una apuesta tanto estratégica como ideológica, ya que, por un lado, garantiza la permanencia de las personas en sus hogares, independiente de las situaciones económicas que atraviesen; y por otro, promueve la solidaridad social y participación comunitaria de las y los cooperativistas. A su vez, aunque las viviendas y el complejo sean propiedad de la cooperativa, el modelo de propiedad comunitaria de la FUCVAM garantiza plenamente la protección de sus asociadas/os:
La cooperativa es la propietaria del complejo. La familia se compromete a cumplir con determinadas exigencias que tiene la cooperativa, haciéndose un contrato de uso y goce de la vivienda. La familia va a ser usuaria de una de las viviendas que ayuda a construir, eso le da derecho a habitar esa vivienda por tiempo indefinido, es su derecho de uso, está reglamentado por la legislación civil y es heredable.
En su conjunto, estos principios han dado vida a una alternativa de acceso a la vivienda que desafía el individualismo imperante y la mercantilización del espacio urbano. Asimismo, y contrario a los modelos neoliberales de vivienda social, que sólo se ocupan de la construcción de techos y paredes al menor costo posible, FUCVAM ha apostado por la creación de viviendas, barrios y comunidades en donde se reivindique el derecho a una vida digna.
Caminar por las calles del complejo habitacional Juana de América, en Montevideo, es una invitación a acercarnos al espíritu cooperativo de FUCVAM y a sus esfuerzos por construir barrios integrales. Con más de 40 años de historia, este complejo de 399 viviendas ha logrado convertirse en un barrio que provee a las familias no sólo de casas, sino de una serie de espacios comunitarios fundamentales para el desarrollo de una vida digna. En nuestro recorrido, nos impresionó conocer los múltiples proyectos que sus calles acogen: una policlínica con servicios de medicina familiar, odontología y ginecología; una biblioteca con una amplia oferta de talleres para diferentes grupos etáreos (por ejemplo, un taller de alfabetización digital para adultos mayores); una multi-cancha y espacio deportivo; una sede multiuso para reuniones y otros eventos comunitarios; y una guardería (o jardín infantil) con múltiples grupos de educación pre-escolar que reciben a niñas y niños del complejo, pero también de otros barrios vecinos. En el marco de esta política de apertura, Juana de América ha apostado por fortalecer su vinculación con el entorno, cediendo además parte de sus terrenos para la construcción de una escuela pública, que hoy atiende a niñas y niños de distintos barrios del sector.
Otra de las exitosas iniciativas emprendidas por FUCVAM ha sido la restauración de espacios patrimoniales degradados y su habilitación como espacios habitacionales. Tal es el caso de la cooperativa Ciudad Vieja (Covicivi), en el casco histórico de Montevideo, otro de los proyectos que tuvimos la oportunidad de visitar. Con 34 viviendas, Covicivi fue uno de los primeros proyectos que articuló el cooperativismo de ayuda mutua con la restauración patrimonial. El «reciclaje» de viejas casonas y edificios para fines habitacionales es también una apuesta política, ya que, al priorizar familias populares y oriundas del territorio, estos proyectos han promovido la identidad y reactivación social de barrios antiguos y marginados de la ciudad. Con ello, se ha limitado en parte la ola gentrificadora que, mediante la explotación inmobiliaria, turística y comercial, busca apropiarse de los espacios históricos que aún sobreviven en la ciudad.
Ya sea reciclando viejos inmuebles en la ciudad vieja, construyendo nuevos complejos habitacionales, o manteniendo los ya existentes, la FUCVAM ha apostado por una economía social y un modelo comunitario del habitar que desafía el individualismo y la mercantilización de la vida propios del neoliberalismo. Conscientes del enorme desafío que esto conlleva, las cooperativas federadas en la FUCVAM han dado especial énfasis a la educación de sus integrantes. Así, mediante la Escuela Nacional de Formación en Cooperativismo «EnForma», el movimiento ha facilitado el desarrollo de programas de intercambio de conocimientos, tanto en lo técnico, administrativo y financiero, como en lo propiamente ideológico, priorizando las reflexiones de las y los cooperativistas en torno a la declaración de principios de la federación.
Imaginando modelos cooperativos de vivienda más allá del Uruguay
Habiendo realizado un breve recorrido por la trayectoria de la FUCVAM, nos queda preguntarnos: ¿Es posible imaginar modelos similares al uruguayo en nuestros propios países? Las experiencias la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente en la Ciudad de México, o del Movimiento de Pobladores en Lucha y Ukamau en Santiago de Chile nos demuestran que, con sus matices, diversos proyectos populares de vivienda se están ensayando en el territorio latinoamericano, manteniendo viva la disputa por el derecho a la ciudad y a una vida digna.
En nuestra conversación con Fernando Zerboni, cooperativista con experiencia en el acompañamiento a procesos cooperativos internacionales, le preguntamos por algunas claves para el desarrollo de un modelo cooperativo de vivienda más allá de las fronteras uruguayas. Reconociendo que la diversidad de los países latinoamericanos requiere de estrategias igualmente diversas, Fernando sugiere cuatro dimensiones básicas que debiesen articularse para la construcción de una alternativa popular y cooperativa de vivienda: a) constitución de un equipo técnico (legal, arquitectónico y social); b) que los proyectos piloto se levanten con personas altamente convencidas de la apuesta político-ideológica del cooperativismo; c) experticia en legislación de vivienda y en posibilidades legales del cooperativismo para el acceso a tierra, subsidios y crédito; d) alianza con otros movimientos sociales del territorio. En sus propias palabras:
Necesitamos un grupo mínimo de técnicos que comprenda del proyecto. Sin esos técnicos es imposible, porque es imposible que la cooperativa resuelva los aspectos legales y arquitectónicos. La parte social también, aunque FUCVAM te puede ayudar. Después hay que constituir un grupo de compañeros o de familias que quiera realizar esta experiencia, y ahí el convencimiento es ideológico. Las familias que han sido exitosas en Centroamérica, son familias que ideológicamente están muy convencidas de la propuesta. Además, es importante tratar de conseguir como aliado un movimiento social que tenga capacidad de incidencia, porque después vas a tener que trabajar por generar condiciones legales que posibiliten el proyecto cooperativo. La primera experiencia no puede ser pura, porque no hay mecanismos, entonces tenemos que ver qué forma legal puede tener un colectivo en Chile que se parezca lo más posible a esto, y qué reglamentación interna ese colectivo debe establecer para que pueda acercarse más a una cooperativa de usuario y de ayuda mutua. Y por otro lado tenemos que averiguar cómo accedemos a la tierra y a algún crédito que nos permita construir.
Desde nuestro país hermano, el mensaje es claro: la construcción de vivienda y vida digna no es mera utopía sino una meta posible de alcanzar. Para ello, y citando al finado Subcomandante Marcos, «sólo se necesita un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización».