Un homenaje al Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas Samuel Ruiz García, quien falleció el 24 de enero 2011, después de más de 50 años como un gran defensor de los derechos de los pueblos indígenas y los pobres en México. Un teólogo de la liberación, Tatik Samuel, fue el mediador en los diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno mexicano, y fue el Presidente del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba) desde su fundación en 1989. En este homenaje, recopilamos audios de su funeral en Chiapas, voces de algunos de sus muchos admiradores, el mensaje del EZLN sobre su muerte, y entrevistas con Ruiz sobre su trabajo en Chiapas.(Descarga aquí)  


Don Samuel Ruiz García, el Tatic Samuel, como era conocido por los indígenas en Chiapas, ex obispo de San Cristóbal de Las Casas y defensor de los pueblos indios, falleció este pasado 24 de enero, un día antes de cumplir 51 años de servicio a los pobres en el sacerdocio. Durante 38 horas su cuerpo fue velado en la catedral de San Cristóbal con la presencia de miles de indígenas que llegaron de diversas comunidades y el dolor de muchos más que no pudieron llegar.

Esas 38 horas permanecerán en nuestras memorias como momentos de profunda emoción y reflejo al mismo tiempo alentador e indignante de los dos Méxicos de nuestros tiempos. Mientras miles de personas —los de abajo, los indígenas, los pobres, los que creen y sueñan y luchan por un mundo mejor— convivíamos con el legado de Don Samuel, los de arriba —los políticos, la jerarquía católica reaccionaria, los que representan todo aquello contra lo que Don Samuel luchó en vida— se aprovechaban de la ocasión para ponerse bajo los reflectores y salir en las cámaras. Ahí estaba el gobernador Sabines, que ha dedicado su vida a pisotear al pueblo de Chiapas, ahí estaba Luis H Álvarez, representante histórico del desprecio oficial por los indios. Un insulto, una ofensa, una burla, reflejo del México corrupto y destructor, del oportunismo y del desprecio. Pero lejos de ellos, en otro mundo, apartados de los reflectores, estaba el otro México, el de la esperanza, el de la vida. La mujer indígena que con tanto esfuerzo llegó de alguna comunidad lejana y ahí estuvo todas esas horas, con lágrimas en los ojos y el rostro arrugado con esa expresión de dolor, de gratitud y de amor con quién sabe cuántas historias, cuántos caminos andados, cuántas luchas y esperanzas. El hombre a su lado, digno y humilde, llorando la partida de un pedazo de la vida colectiva de su gente. Indiferentes a la repugnancia de los de arriba, abajo se vivió en esas horas un profundo amor por ese hombre y su legado, y una hermandad con todos aquellos que, dentro y fuera de la Iglesia, lucharon, luchan y lucharán por un mundo más justo y más humano. Que los otros se queden con los reflectores. Como pocas veces, la muerte de Don Samuel nos dejó muy claro dónde se encuentra la vida.