Estado de terror: Mumia Abu-Jamal sobre Ayotzinapa
MÉXICO: Estado de corrupción — Estado de terror
Mumía Abú-Jamal
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La desaparición de 43 estudiantes en México, posibilitada por la profunda corrupción de la clase política y de la policía, ha sacudido a la nación con una fuerza que no se ha visto desde 1968.
Como ahora, en aquel entonces las protestas estudiantiles contra los fracasos y la corrupción del Estado llegaron a un punto de ruptura: chispas de rebelión y un rechazo social del podrido status quo mexicano.
La noticia de que la policía municipal de Iguala, Guerrero, por órdenes del corrupto alcalde, secuestró a 43 estudiantes universitarios y los entregó a sicarios de un cártel del narco, abrió de golpe las compuertas a protestas en todo el país y a un rechazo general del gobierno. Porque esto revela, con absoluta claridad, que el Estado mexicano es tan corrupto que no hay diferencia entre los políticos, los policías y los narcotraficantes. Todos están en el mismo juego sucio del dinero, la violencia y el crimen.
Son hermanos de la misma camada.
Porque cuando la clase política traiciona a la juventud y la policía traiciona sus juramentos, se vuelven criminales con otro nombre, cómplices del crimen.
Son una prueba de que, bajo el neo-liberalismo, el propio Estado está en venta al mejor postor.
Y por eso son criminales.
Porque el capitalismo lo compra todo, y por lo tanto, lo corrompe todo.
Y si crees que un simple alcalde ordenó el asesinato de decenas de estudiantes sólo con su palabra… ¡Te vendo barato un puente en Brooklyn!
Esto apunta a un sistema de corrupción que sigilosamente se mueve penetrando todo el sistema del gobierno mexicano. El periodista norteamericano, John Gibler, en su libro, Morir en México (Morir en México: crónicas de la narcoguerra, Sur+ Ediciones, 2012), explica cómo la corrupción en este país es sistémica, donde los cárteles del narco en realidad gobiernan estados enteros.
Gibler describe las dimensiones de la llamada “guerra contra las drogas” en México y la omnipresencia del miedo que resulta de esa guerra:
EN LAS ZONAS DE BATALLA de la narcoguerra, allí donde los soldados enviados a las calles para “evitar que las drogas lleguen hasta tus hijos” matan niños, donde el más cruel de los sicarios se llama La Barbie, donde los policías dicen que no investigan casos de homicidio porque tienen miedo, donde las ambulancias no recogen gente con heridas de bala por miedo de que los matones regresen a terminar el trabajo en el camino, en un lugar donde este tipo de incongruencia es la norma…
En México, los cáteles del narco compran y controlan a gobernadores, alcaldes, otros políticos y departamentos enteros de policía.
Todos trabajan para ellos, para los carteles.
Esto explica y hace posible el ataque, los “arrestos” y la masacre de los estudiantes universitarios de Ayotzinapa que fueron a protestar a Iguala. Cuarenta y tres jóvenes.
Lo que estamos viendo es sencillo: terrorismo de Estado.