CNTE: una lucha contra el cinismo y la cerrazón del Estado
Habría que ponerse en el lugar del magisterio para poder entender la fuerza de su movimiento y para comprender, y sobre todo valorar, la resistencia de su lucha. Desde las grandes jornadas de movilizaciones en el ya lejano 2013, surgidas frente a la imposición de la llamada “Reforma Educativa”, pasando por el prolongado plantón de 124 días en el 2016 y hasta nuestros días, una larga cadena de historias y batallas ha ido forjando el carácter de la resistencia magisterial de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), a 38 años de haber nacido en estas tierras del sureste mexicano. La historia, la memoria y la experiencia acumulada en esas casi cuatro décadas han sido, con seguridad, un elemento clave para sostener su resistencia frente a los reiterados, y de diversa naturaleza, ataques de las oligarquías que mueven los hilos del Estado mexicano. Ataques que van desde el desprestigio mediático, la presión económica, la represión policíaca, hasta la infiltración de grupos afines al gobierno al interior del movimiento.
Llegados a este momento histórico del capitalismo, la crisis del valor de este sistema se ha ido expandiendo hacia esos espacios que el capital había dejado relativamente “libres” pero que ahora necesita para valorizarse. Y la educación es uno de esos espacios. Para lograr esa valorización, los intereses económicos de las oligarquías nacionales y extranjeras, de la mano con la clase política nacional, promueven la mercantilización a toda costa de lo que hasta ahora ha permanecido fuera de esa categoría capitalista. La educación y los derechos laborales del magisterio, en tanto bienes comunes -no mercantiles-, son, así, un obstáculo para la acumulación y para librar esos obstáculos se han impuesto las reformas estructurales.
Es, pues, contra esos intereses que amenazan el empleo del maestro, en particular, y a la educación pública, en general, que el magisterio resiste y lucha. Y es también, por esa razón, que la lucha magisterial se agiganta ante nuestra vista porque es el único gremio de la clase trabajadora, a lo largo de la geografía nacional, que de forma organizada y con una estructura consolidada a nivel nacional, ha sido capaz de sostener una lucha contra los tentáculos del capital.
El paro indefinido
El actual paro indefinido de la CNTE vino precedido por marchas y paros nacionales de 24, 48 y 72 horas, en los cuales la Coordinadora salió a las calles en Michoacán, Chiapas, Guerrero y Oaxaca para exigir un diálogo con el gobierno. En Chiapas, la Sección 7 mostró una y otra vez la fuerza de su organización con multitudinarias marchas que abarrotaron las principales avenidas de la capital con cientos de miles de trabajadores, estudiantes y organizaciones civiles con la demanda de reinstalar la Mesa Nacional Única de Negociación con la Secretaría de Gobierno (Segob), como principal demanda. Las movilizaciones estatales tuvieron sus réplicas en el corazón político del país donde una comisión negociadora conformada solicitó audiencia en la Segob para reinstalar la mesa de negociación suspendida por el gobierno desde 2016.
Esas movilizaciones fueron, sin embargo, insuficientes, para que la Segob recibiera a la comisión de maestros y, en el colmo del absurdo se negó, incluso, a recibir el pliego petitorio de la Coordinadora. Más allá de lo ofensivo e indignante que esto debe resultar para los maestros, supondría un motivo más para que la indignación fuera generalizada en toda la clase trabajadora puesto que, si una organización de cientos de miles de trabajadores con capacidad de movilización nacional como lo es la CNTE no es atendida después de movilizaciones de carácter nacional, ¿qué se puede esperar para el resto de trabajadores, desorganizados o con organizaciones débiles, que protesten frente a una injusticia? Esta razón tendría que ser un motivo más para mostrar simpatía por el movimiento magisterial.
Una clase política en descomposición
Resulta increíble que esa cerrazón al diálogo y la negociación por parte del gobierno se sostenga en un escenario donde la imagen de la clase política y empresarial del país está más desgastada que nunca. Cabe hacer algunas precisiones:
En la escena electoral, mientras que, por un lado, la división de la derecha se hace patente mediante el intercambio público de acusaciones de delitos graves que desenmascaran lo que tras bambalinas es moneda corriente en el mundo de la clase política, a su vez la izquierda institucional termina por disolver sus fronteras que lo separan de la derecha y se encamina, así desorientada, hacia la silla presidencial. En esta época de crisis generalizada, en la pasarela electoral los políticos del viejo y nuevo régimen se desnudan y sacan a la luz la podredumbre de un sistema político que ya no es sensible a sus formas de más denigrante autohumillación ya que esa sensibilidad se subsume al hambre del poder a toda costa.
Así tenemos, por ejemplo, a Aurelio Nuño, el tristemente célebre por su violencia y su demostrada ineptitud como Secretario de educación que, no obstante sostener su guerra contra el magisterio sobre el discurso de los derechos de la niñez, abandonó la Secretaría a su cargo para coordinar la campaña del actual candidato del PRI, demostrando así que su discurso, no eran otra cosa más que eso, sólo un discurso. Frente a la CNTE, Aurelio Nuño, un advenedizo en el tema de la educación, nunca presentó un argumento más que la fuerza. Desde la SEP movilizó a decenas de miles de policías para reprimir al magisterio y el resultado más trágico de esa política fue la masacre de Nochixtlán, Oaxaca. Nuño, además, durante su gestión en la SEP destinó ilegalmente miles de millones de pesos en publicidad para promover la Reforma Educativa, así como su imagen en la lucha interna dentro de su partido por hacerse de la candidatura presidencial. Basta recordar que tan sólo en 2017, según diversas fuentes, Aurelio Nuño destinó más de 1,900 millones de pesos (más de 5 millones de pesos diarios), en publicidad elevando en más de 2 mil por ciento el presupuesto que el Congreso de la Unión aprobó para tales fines (1). El sargento Nuño, llamado así por su proclividad al uso de la policía, dispuso a su antojo el presupuesto de la SEP del mismo modo en que dispuso de las corporaciones policíacas para reprimir las manifestaciones magisteriales. No obstante, lejos de enfrentar la justicia por el uso indebido del presupuesto o por los crímenes de Nochixtlán, entre otros, este nefasto personaje actualmente coordina la campaña de un candidato presidencial.
Pero en las aguas de esta cloaca Nuño no nada solo. El portal de noticias Animal Político reveló, a través de la investigación periodística denominada “la estafa maestra”, que entre 2013 y 2014 once dependencias gubernamentales desviaron un total de 7,670 millones de pesos por medio de contratos ilegales, principalmente a través de empresas fantasma (2). La magnitud de este desfalco a la nación no alcanzó, sin embargo, para llevar a los involucrados ante la justicia y ellos siguen ahí, tan campantes e incluso, en el colmo del cinismo y la ironía, criminalizando a los trabajadores que se organizan y se inconforman con el régimen.
Por su parte, candidatos a la presidencia de la república como Ricardo Anaya del PAN y Antonio Meade del PRI, están envueltos en casos y denuncias de corrupción. Anaya ha sido señalado por enriquecimiento ilícito y por el delito de lavado de dinero, mientras que Meade está envuelto en el caso de corrupción por el destino incierto de 12 mil 645 millones de pesos cuando él estaba al frente de Sedesol (3). Son estos obscuros personajes quienes, respecto a la educación, prometen llevar a cabo la Reforma Educativa siguiendo el mismo discurso de desprestigio a las bases movilizadas de la CNTE así como de ciertas “bondades” de la reforma, aunque nunca se ahonde al respecto.
Es ciertamente indignante que esta élite criminal se pasee en los primero planos de la esfera pública mientras en el país hay cientos de presos políticos que, como Luis Fernando Sotelo o los presos mismos de la CNTE, permanecen recluidos bajo delitos inventados y testimonios falsificados, a manera de castigos ejemplares que el Estado impone a la inconformidad del malestar social que él mismo genera.
Asimismo, para evidenciar aún más la decadencia de la esfera política, recordemos que en días pasados un Tribunal Federal emitió una resolución donde reconoce que en las investigaciones del gobierno mexicano respecto a la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, hay una serie de irregularidades y deficiencias que permiten dudar de la llamada “verdad histórica”. Así, la postura oficial del gobierno mexicano en el caso Ayotzinapa, tan cuestionada por científicos e instituciones internacionales, se cae a pedazos pero ahora por una sentencia de las propias instancias gubernamentales.
Pero esto no es todo. A este panorama de descomposición de la clase política hay que sumarle los millonarios desvíos de fondos para la reconstrucción por los daños ocasionados por los sismos de 2017; los escándalos de corrupción en el caso Odebrecht; los indiscutibles nexos del gobierno con el crimen organizado; el alza de precios y, en general, la precarización de la vida de la clase trabajadora; entre una larga fila de agravios contra la población mexicana que, en suma, nos hacen ver que el mundo de la política navega en un océano de descrédito y ya no sólo por la consabida idea de que el gobierno y los políticos son corruptos, ineptos, ineficientes, ladrones y asesinos. Hay ahora la evidencia de que lo son. La clase política y la élite empresarial están invariablemente marcados por la delincuencia y, pese a esto, son esos mismos personajes que siguen denostando a luchas como la del magisterio organizado y haciendo oídos sordos para negar un diálogo a todas luces necesario, apelando sólo a la fuerza bruta de que disponen y al desprestigio mediático que imponen sobre las luchas sociales.
Reforma Educativa. Costos sociales y políticos
A cinco años de la imposición de la Reforma Educativa, algunas piezas se han acomodado en el lugar que le corresponden. Desprovisto de máscaras, el discurso de odio y descalificación en contra de los maestros, promovido por el grupo empresarial “Mexicanos Primero” en complicidad con la clase política en el poder, se muestra ahora con su verdadera cara: la del interés económico y político por mercantilizar la educación para luego controlar el mercado. Para lograr ese objetivo, políticos y empresarios precisaban quitar de en medio a la base trabajadora organizada y emplearon una política de represión y descalificación del magisterio disidente.
Poco a poco han salido a la luz los verdaderos intereses de quienes pregonaban un interés por la educación y la niñez. Nuño y “Mexicanos Primero” han demostrado que ni saben de educación y ni les preocupa la niñez, y que su interés se reduce a negociar política y económicamente con la educación pública.
Y tan han salido a la luz las falacias con que el Estado buscó defender su reforma que incluso ahora, el mismo SNTE, brazo corporativo del partido en el poder, ha salido a cuestionar la Reforma Educativa señalando sus espacios vacíos y se alza, mediáticamente, como defensor del gremio.
Pero de este lado de la lucha, la política de descrédito mediático y represión policíaca a la CNTE, ha cobrado un alto precio para la Coordinadora: Maestros y padres de familia asesinados en Nochixtlán, Oaxaca y en Chiapas; docentes cesados de su empleo por oponerse a un examen punitivo; presos políticos por defender su empleo; incontables daños económicos, psicológicos y de salud provocados en la base magisterial durante esta larga jornada de lucha y resistencia.
Empero, la magnitud del costo que ha tenido que pagar la Coordinadora por defender sus derechos se le ha revertido al Estado y tiene su correspondencia con el costo político que pesa sobre él a causa de los daños provocados por imponer, a sangre y fuego, una reforma que, desmenuzada en sus particularidades por especialistas en el tema, no es más que una reforma laboral.
Tampoco hay que olvidar que, sumado a ese golpeteo externo y visible por parte del Estado, la Coordinadora ha tenido que luchar con grupos enquistados al interior del movimiento que, en concordancia con la clase gobernante, han perseguido dividir y debilitar a la CNTE. En el caso del magisterio chiapaneco, esos grupos que constituyen el neocharrismo magisterial son ahora más visibles e, incluso, han tomado distancia de la ruta nacional de la CNTE. Son grupos minoritarios que basan su estrategia en discursos incendiarios y un golpeteo constante y simulado, que buscan de forma sostenida el desgaste del magisterio disidente apelando a la confusión entre sus bases y siguiendo una especie de patrón: satanizar a los líderes; inventarle historias de pactos y venta del movimiento; crear noticias, eventos y escenarios -difíciles de comprobar o nunca comprobados- que fácilmente se pueden ajustar a la interpretación de quien cuenta la historia. La lucha contra la división que de esta forma se busca imponer es también una un aspecto digno de considerar en el proceso de resistencia.
La cerrazón al diálogo
La actual movilización de la CNTE es, según lo mira un conocedor del tema como lo es Luis Hernández Navarro, “un mensaje de que, sea cual fuere el resultado final de las elecciones, el futuro gobierno tendrá que sentarse a negociar con ella” y que “termina el sexenio de Enrique Peña Nieto como lo inició: resistiendo las reformas neoliberales” (4). El punto parece claro, la CNTE está mandando un mensaje. Pero este mensaje puede también ser leído desde diferentes perspectivas: que con independencia de quién gobierne el próximo sexenio, la Coordinadora representa un frente organizado de trabajadores con demandas muy puntuales y con la fuerza para luchar por ellas; que, al margen del proceso electoral de las cúpulas, la organización desde las bases es imprescindible para defender los intereses de la clase trabajadora; y, finalmente, que al presentarse como una organización con orden y estructura con la que hay que dialogar, obliga a la parte de enfrente a posicionarse frente a ese diálogo, sea ese frente el actual gobierno o el que se perfila en el relevo.
Pero en este caso, ni el actual gobierno junto con su candidato oficial ni el que mejor se posiciona en las encuestas como el próximo presidente, han salido a dar la cara de manera contundente o, al menos, a ofrecerse como mediador de un posible diálogo. Lo que ha habido son alusiones ramplonas a un problema de gran magnitud como lo es la reforma educativa y la oposición que ella genera en el magisterio.
Es importante remarcar esa cerrazón al diálogo porque ésta sucede en un escenario donde la clase política está, o debería estar, acorralada. No tiene, ni ha tenido, un sólo argumento válido para negarse al diálogo, más aún después del desprestigio de sus instituciones y de sus personajes. Es inconcebible el nivel de cinismo que la clase en el poder ha mostrado frente a la movilización magisterial. Porque se necesita tener la cara muy dura para, vista su demostrada inclinación a la delincuencia, empecinarse en un infantil berrinche para no dar la cara a un problema que claramente lo ha rebasado. Es tanta la soberbia de la clase política que, no obstante la necesidad que tienen de legitimarse aunque sea durante estos tiempos electoreros, son incapaces de ofrecer un espacio para el diálogo. Ni su discurso ni sus hechos, como clase gobernante, están en condiciones de sostener esa petulancia en la que se atrincheran para hacer oídos sordos ante el estruendo que se alza al paso de la CNTE. Habrá que observar y analizar las formas en que el magisterio organizado pueda superar ese desdén del que, por ahora, hace gala el aparato gubernamental. Pero habrá también que aprender de los maestros esa maravillosa clase de dignidad que ahora nos enseñan en las calles, porque requerimos comprender, como clase trabajadora, que la indignación y la organización es una fuente de la que es preciso beber ya, pues los actuales tiempos habitados por la crisis capitalista así lo exigen.