La muerte del SupMarcos. Un golpe a la soberbia revolucionaria
Por Raúl Zibechi
La iluminadora despedida del Subcomandante Marcos.
El comunicado de despedida del subcomandante insurgente Marcos, leído la madrugada del 25 de mayo en el caracol La Realidad ante miles de bases de apoyo y de solidarios de todo el mundo, anunciando su muerte y reencarnación (desentierro en palabras del EZLN), es uno de los textos más sólidos y potentes emitidos en veinte años desde su aparición pública el 1 de enero de 1994.
El asesinato del maestro Galeano, en La Realidad el 2 de mayo, por miembros de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos Histórica (CIOAC-H), una organización devenida en grupo paramilitar por obra y gracia de las políticas sociales contrainsurgentes que compran personas y colectivos enteros, precipitó un proceso de cambios que se venía procesando desde tiempo atrás. La masiva marcha en silencio de 40.000 bases de apoyo zapatistas el 21 de diciembre de 2012 en las principales ciudades de Chiapas, y la posterior escuelita ‘La Libertad según l@s zapatistas’, fueron algunos de los ejes de esos cambios que pudimos apreciar.
La tercera parte del comunicado del 25 de mayo, titulada El relevo, da cuenta muy brevemente de los cuatro cambios internos que se han venido procesando en estas dos décadas. El primero que se menciona es el generacional, el más visible puesto que la mitad de los zapatistas tienen menos de 20 años y “eran pequeños o no habían nacido al inicio del alzamiento”.
El segundo es de clase: “Del origen clase mediero ilustrado, al indígena campesino”. Y el tercero es de raza: “De la dirección mestiza a la dirección netamente indígena”. Estos dos relevos se manifiestan desde tiempo atrás con la constante y creciente aparición de los comandantes y comandantas en las diversas comparecencias públicas del EZLN. Pero la aparición del subcomandante insurgente Moisés, con el mismo rango militar que tenía Marcos, marcó sin duda un punto de inflexión que ahora se completa al quedar Moisés como el vocero del movimiento.
El comunicado de despedida de Marcos destaca que el más importante de los relevos fue el del pensamiento: “Del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma del Poder de Arriba a la creación del poder de abajo; de la política profesional a la política cotidiana; de los líderes, a los pueblos”.
Por último, destaca la cuestión de género, ya que las mujeres pasaron de la marginación a la participación directa, y el conjunto del movimiento pasó “de la burla a lo otro, a la celebración de la diferencia”.
Como puede apreciarse, el antivanguardismo va de la mano del conjunto de cambios que pueden resumirse en que las bases del movimiento mandan y la comandancia obedece. Ya no quedan dudas de quienes son los sujetos. De algún modo, estos relevos cobran visibilidad desde afuera en el papel preponderante que juega ya Moisés, cuya figura ya venía destacándose en sus comunicados vinculados a la escuelita, pero que ahora adquiere toda su relevancia.
De este modo –en una coyuntura compleja en la cual el gobierno nacional mexicano y el del Estado de Chiapas lanzan una fuerte ofensiva contra los caracoles y el conjunto del zapatismo, en el marco de la recuperación de poder del Estado ante las autodefensas de Michoacán y la Policía Comunitaria de Guerrero– el EZLN completa un giro plebeyo, de larga duración, de enorme profundidad estratégica, que muestra lo que son capaces de hacer los de abajo.
Desaparece la figura mediática de Marcos, simpática para las clases medias y los medios masivos, la personalidad destacada capaz de dialogar con intelectuales de todo el mundo y de hacerlo de igual a igual, siendo suplantado por indígenas y campesinos, gente común y rebelde. Es un desafío político y ético de enorme envergadura, que coloca contra la pared a los analistas, a las viejas izquierdas y al conjunto de las academias. De ahora en más, no habrá interlocutores ilustrados sino indígenas y campesinos.
“En lo personal –escribe Marcos– no entiendo por qué gente pensante que afirma que la historia la hacen los pueblos se espanta tanto ante la existencia de un gobierno del pueblo donde no aparecen los ‘especialistas’ en ser gobierno”. La respuesta la da él mismo: “Porque también hay racismo en la izquierda, sobre todo en la que se pretende revolucionaria”.
Muy fuerte. Muy acertado y muy necesario. El zapatismo no dialoga con los políticos del sistema, ni con los de derecha ni con los de izquierda. Se dirige a quienes queremos cambiar el mundo, a los que aspiramos a construir un mundo nuevo y, por lo tanto, decidimos no transitar el camino de las instituciones sino trabajar abajo, con los y las de abajo. Y encuentra que una de las mayores dificultades que en esos espacios es la soberbia, el individualismo al que define como perfectamente compatible con el vanguardismo.
Con este paso, el zapatismo coloca el listón muy alto, tan alto como nunca lo había colocado ninguna fuerza política. Finalmente, el individualismo y el vanguardismo son dos expresiones centrales de la cultura occidental; modos de hacer emparentados con el colonialismo y el patriarcado, de los que tanto nos cuesta desprendernos en la vida cotidiana y en la política.