Mujeres
Pronunciamiento del colectivo Nodo Solidale ante el asesinato de Bertha Cáceres del COPINH, Honduras
Jueves 3 de marzo 2016
Pronunciamiento del colectivo Nodo Solidale ante el asesinato de nuestra compañera Bertha Cáceres del COPINH en Tegucigalpa, Honduras
A los medios libres de México y el mundo,
A los adherentes a la Sexta,
A las organizaciones, pueblos y colectivos en lucha.
Desde el Nodo Solidale (México e Italia) nos pronunciamos con dolor y rabia ante el asesinato de nuestra compañera Bertha Cáceres, defensora de la vida. Varixs de nosotrxs hemos caminado con ella, aprendido de ella, compartiendo charlas, encuentro y experiencias. En la madrugada del 3 de marzo sujetos entraron a su casa, forzando las puertas, la ejecutaron mientras dormía, hiriendo a otras personas que se encontraban en el lugar. Una vez más golpean al corazón de los movimientos, atacan a las y los que luchan con compromiso y fuerza.
Bertha era indígena lenca, madre y feminista. Acompañó a las luchas de su pueblo como líder del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), organización que logró parar a la construcción de la central hidroeléctrica de Agua Zarca en el departamento de Intibucá.
Junto a sus compañerxs, Bertha desafió el poder del Banco Mundial y de Sinohydro/Desa, la empresa más grande del mundo en el sector hidroeléctrico. No dudó en ningún momento denunciar y señalar a los culpables de tanta destrucción. Fortaleció a grandes sectores en lucha con su valentía y coraje. Llevó su voz más allá de las fronteras de Honduras, acompañando y siendo parte de amplios movimientos de mujeres en lucha.
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Mujer de aire
Colectivo Radio Zapatista. México, 6 de enero de 2016.
MUJER DE AIRE
Para Ramona, comandanta, a diez años de su partida.
Llorábamos colibríes que nos nacían pecho dentro. Pequeños y caídos de los ojos, nos aleteaban incorporados con fuerza, gotas de almas guerreras que nunca se marchaban sin libarnos el corazón.
Cantábamos cenzontles agolpados en las muelas que nos rozaban la faringe desde el silencio de nuestra voz.
Transpirábamos quetzales engendrados en las venas. Y nos escurría el honor y nos empapaba aquella majestuosa bruma de nuestra ancestría.
Pero vivíamos tiempos peores, los de la invisibilidad, cuando nos cubríamos ante la luna para no mirar. Cuando éramos olvido, mentira, duda.
Luego llegaron las mujeres y los hombres de maíz obligando a la verdad a caminar erguida. La trajeron caminando sus caminos. Nos escarbaron las arterias, las bocas, nos arañaron las miradas para despojarnos del temor y enseñarnos a destruir nuestra violencia fraternal.
Venía en esos caminos una indígena tzotzil que siendo nadie se volvió todas y todos. Guiada y seguida por nuestra historia, se reunió con valientes para ser en colectivo y aleccionarnos. Cuando los desiertos la ahogaban, sobrevoló jardines coral y su llanto mojó cementerios que devolvían en azul nuestro reflejo. Por ella y todos ellos adquirimos la técnica suave que desaparece costras en anís. Y tejimos colores desenredando cabelleras torcidas por sangre como quien rasga un harpa cordada al cristal.
Entre sus dedos, ella hilvanó hermanas y hermanos para enderezar, ligeros, nuestros huesos en huida hacia lo nuevo. Entonces nos descubrimos bajo el sol y la escuchamos decir lo que nunca dijo:
“Yo soy mujer de aire
que alentó nubes oscuras
y bailó a compás de trueno,
mujer bronceada por relámpagos.
Amamanté legiones de criaturas tristes
para endulzar sus bocas excoriaditas de sal.
Si la atmósfera suelda nuestra frontera inmediata,
¿cómo podrá aprisionarme el dolor? Yo respiro viento.
Cuando lleguen los tiempos mejores donde el alba
escape de su cárcel de montaña y el sol decida
quemar el horizonte como insinuando su perfil
en lontananza, volveré a ocupar este cuerpo
sin años que, en reposo total, sugerirá
paciencia a las constelaciones
mientras anticipa, agorero,
la nostalgia”.