Al Congreso Nacional Indígena Al Ejército Zapatista de Liberación Nacional A la Sexta Nacional e Internacional A las organizaciones de derechos humanos A los medios de comunicación
Desde el cañón de Bolaños, en la comunidad de San Lorenzo de Azqueltán, municipio de Villa Guerrero, Jalisco, denunciamos la criminalización de 17 hermanas y hermanos, comuneras y comuneros de nuestra comunidad indígena autónoma tepehuana y wixárika.
Nos acusan de robo, nos citan a comparecer ante el Juez Segundo de Control del Décimo Primer Distrito Judicial, en Colotlán, Jalisco, por “el delito” de ejercer los acuerdos de nuestra asamblea y lo que vemos es una escalada de violencia institucional, una ofensiva de los gobiernos y caciques contra quienes defendemos la tierra.
Lo que verdaderamente persiguen no es la justicia, sino frenar la lucha que llevamos desde hace más de diez años. Quieren quebrar nuestra determinación de autonomía, mermar nuestra resistencia. Persiguen a la determinación de un pueblo que decidió ejercer la libre determinación nombrando autoridades propias, tanto agrarias como tradicionales y defendiendo el territorio que otros ambicionan. Eso es lo que realmente les incomoda, porque nuestra autonomía es un grito de libertad que no pueden callar. Les duele nuestra dignidad, les molesta que exijamos el reconocimiento de nuestra cultura y territorio, mientras nos rodean de un ambiente de agresión que se extiende a lo largo y ancho de nuestra comunidad.
Esta criminalización es un ataque directo contra las y los comuneros que han ocupado cargos en nuestras instituciones tradicionales y agrarias. Es decir, es contra nuestra lucha, y busca silenciar la resistencia que no han podido callar con la razón.
Denunciamos la complicidad de quienes, en lugar de impartir justicia, se pliegan a los intereses de los poderosos. En Azqueltán y en muchos otros rincones del país, la represión contra los pueblos indígenas se ha convertido en una política de Estado, protegida por juzgados y tribunales. Nos persiguen porque defendemos lo que nos pertenece y porque nuestra lucha no cabe en sus moldes.
A los medios de comunicación y a las organizaciones de derechos humanos, les pedimos que no nos dejen solos. Estén atentos a cualquier abuso que pueda surgir de estas acusaciones infundadas. Sabemos que el gobierno, los jueces y los patrones que mandan, o sea lo poderosos, quieren aniquilar nuestra palabra, nuestra lucha y resistencia.
La tierra no se vende, se ama y se defiende. No nos vendemos, no nos rendimos, no claudicamos.
¡No más persecución a las comuneras y comuneros de Azqueltán!
Atentamente, Octubre de 2024 Comunidad Indígena Autónoma Tepehuana y Wixárika de San Lorenzo de Azqueltán, municipio de Villa Guerrero, Jalisco.
Desde la Región Cholulteca en Puebla, denunciamos con gran indignación las graves agresiones y amenazas que las y los compañeros zapatistas del Caracol Jerusalén han recibido por parte de autoridades de la comunidad Palestina quienes, en contubernio con las autoridades municipales de Ocosingo (PVEM), estatales (MORENA), grupos del crimen organizado y con la complicidad del gobierno federal han desatado una oleada de agresiones, amenazas y atropellos en contra de nuestr@s compañer@s.
La continuidad del “cambio” no es otra cosa que la continuidad y recrudecimiento de la guerra capitalista contra quienes nos organizamos desde abajo, contra los pueblos originarios que defendemos la vida.
El despojo de tierras autónomas y la clara intención de atacar la autonomía zapatista son los motores para imponer la guerra en contra de los pueblos, la maquinaria de gobierno y crimen organizado al servicio de intereses económicos de quienes pretenden despoblar y reconfigurar el territorio en Chiapas es la misma que en todo el país se activa. Una maquinaria violenta cuyo objetivo es convertir a todas las formas de vida en mercancía; la destrucción, el despojo, la mercantilización son impuestas en nuestros pueblos con las armas del ejército, Marina, Guardia Nacional y cárteles del narcotráfico.
Los Pueblos Unidos de la Región Cholulteca y de los Volcanes nos mantenemos alertas y exigimos a los gobiernos de los tres niveles que detengan la guerra en contra de las comunidades zapatistas.
Exigimos que esta guerra de exterminio pare y que se respete la Autonomía de los pueblos mayas que, desde hace más de 30 años nos han enseñado y demostrado que otro mundo es posible.
“Perro”, así se llama la bicicleta del capitán. Cada vez da razones distintas, pero, la que más se acerca a la realidad, es la que dice que, cuando niño, un vecino tenía un perro y le puso de nombre “bicicleta” al animalito. En el averiado sentido de la “justicia” del capitán, lo lógico era compensar, así que su bicicleta se llama “Perro”. Como “bicicleta” es femenino, entonces era de esperar que le hubiera puesto de nombre el femenino de “Perro”. Pero, tal vez previendo las complicaciones que le traería la traducción en inglés, o porque piensa que la disposición de géneros es como la asignación de destinos, una trampa eludible, quedó “Perro”.
En fin, el asunto es que todo empezó con el “Perro”. El capitán no ha querido convertir su bicicleta mecánica en una eléctrica, porque cree, ingenuo, que puede encontrar otra opción.
Pero ésta, la del “Perro”, es sólo una parte de la ecuación, siempre en esta situación hipotética.
La otra es un colectivo o grupo de personas que le hacen a eso de la ciencia. La coincidencia entre el “Perro” y ese colectivo tal vez no sólo sea la natural tendencia, que está presente en algunas personas, a llevar la contraria. Este colectivo, que de ahora en adelante llamaré de “Ciencia Aplicada”, es contreras. O sea que, digamos, no sigue la tendencia mayoritaria en la comunidad científica. Es decir, no es frívolo, superficial e ignorante del mundo más allá de su especialidad. Es, pues, un colectivo minoritario. Así que no pierda usted el tiempo buscando el nombre en los catálogos de científicos. Además de esta grave falta a la tradición científica, este colectivo no busca publicar en revistas especializadas, ganar premios, becas, renombre, puestos gubernamentales o no-gubernamentales, encallar en la academia. Centra, en cambio, su trabajo en buscar aplicar los conocimientos científicos a la realidad.
La ecuación “Perro-Capitán-Ciencia Aplicada-Día Después”, tiene que ver con dos cofas de vigía de dos navíos ignorados: el pequeño del colectivo Ciencia Aplicada y el más pequeño de los zapatistas. Aunque aparentemente en mares distintos y, no pocas veces, dispares, desde ambas embarcaciones alcanzaron a ver a lo lejos lo que se venía. La tormenta pues.
No se sabe si hubo un encuentro personal y formal entre ambos, o si fue una de esas coincidencias imposibles. El caso es que, el colectivo, a partir de sus conocimientos científicos, y el zapatismo, desde sus saberes no científicos, llegaron a la misma conclusión.
Y en uno y otro barco, el corolario no fue tirarse al vicio y la perdición (aunque el capitán qué más quisiera), ni reventarse en antros y fiestas de guardar. Por alguna extraña razón, difícil de explicar con razón o sin ella, desde ambas cofas lograron mirar más allá de la tormenta y concluyeron que el problema, más que la tormenta misma, era… el día después.
El jefe supremo del “sistema de correos y desvaríos del ezetaelene”, un escarabajo esquizofrénico, le confió a nuestro querido (já), admirado (já al cuadrado), bien amado (factorial de já), y nunca bien ponderado capitán, la existencia de ese colectivo rebelde, insumiso, sacrílego y, para colmo, científico.
El capitán obvió la parte de preguntarle al escarabajo cuándo rayos obtuvo ese cargo, y pidió la dirección electrónica. Se comunicó con ellos y, claro, ellas. La carta del capitán detallaba lo siguiente:
Se inspiró en lo que, en el mundo de las bicicletas eléctricas, se conoce como “freno regenerativo” (que consiste, grosso modo, en que, al frenar, la energía cinética del motor que se perdería en el frenado se dirige a la batería del vehículo para recargarla). Como este sistema requiere un tipo de motor y dispositivo especiales, la recuperación de la energía no es al 100%, es más caro y exige mayor mantenimiento, el capitán retomó su idea original: una bicicleta de cuerda. Sí, como los cochecitos de juguete de las infancias de antes, donde se le daba cuerda para que el auto se moviera por un “motor” -que no era sino una muelle en espiral, comprimida hasta el tope, que, al liberarse y “desenrollarse”, mediante engranes, proveía movimiento a las ruedas. Justo como un reloj tradicional. También se usaba en juguetes y muñecas (que fueron destripados científicamente para descubrir la “magia” que les daba movimiento).
La idea del capitán es diseñar una bicicleta con este principio: un dispositivo que, al liberar el resorte o muelle, produzca movimiento y que dicho movimiento genere la energía necesaria para volver a comprimir el resorte o muelle, y así por siempre jamás.
La primera respuesta del colectivo “Ciencias Aplicadas” no fue muy alentadora, aunque sí tan lacónica como un enunciado: “La tesis de energía-motor-energía-motor está bien para youtubers y similares. Ni la teología recurre a ella. Ni modos, mi capi, hay que pedalear”.
Siguiendo el principio científico de “duda siempre”, la segunda respuesta fue aún más escueta pero más prometedora: “No es posible… todavía. Bueno, en realidad no sabemos”. La tercera contestación llovía sobre mojado: “yo uso motocicleta”.
Como era de esperar, esto animó a nuestro intrépido (si sobraron algunos “já”, favor de agregar) capitán. Empezó a trabajar febrilmente en su desprestigiado taller de bicicletas, esperando encontrar el santo grial de la energía infinita. Bueno, en realidad esperaba que durara más que la producida por sus hermosas y bien torneadas piernas (já´s a discreción).
Aun así, cuando hablaba de las bicis, el capitán solía decir: “éste es un vehículo que funciona con pozol y agua, es eco-friendly, de tan bajo costo que lo más caro son los vendajes y antisépticos para las heridas en las caídas. Usa siempre casco de protección. Mucho ojo: nunca, y quiero decir nunca, trates de rebasar a un camión de volteo ni a un hato de vacas”.
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Mientras, la tormenta arreciaba.
Como es (o debería ser) característica de los conocimientos científicos, el colectivo de “Ciencias Aplicadas” miró a dónde iba todo. Colectó datos, los comprobó, los cruzó, analizó modelos de simulación, consultó tablas, estadísticas, hechos. Llegó a una conclusión: el destrozo causado sería el fin del mundo como lo conocían. O sea, que todo iba a valer madre. Bueno, no con esas palabras, sino algo más científico.
En lugar de cortejar directores, CEO´S y jefes de departamentos, o de buscar un puesto con cargo al ya raquítico presupuesto a la ciencia, el colectivo se dio en colectar materiales básicos cuya escasez o inexistencia posterior era previsible.
Así que fue juntando una gran cantidad de alambres, cables, diodos, transistores, resistencias (o sea, las otras resistencias), moduladores, osciladores, bobinas, dinamos, relevadores y otras cosas igual de misteriosas. Probaron algunos modelos experimentales. Se animaron al comprobar que podían elevar la producción energética de un dinamo en la rueda de una bicicleta hasta… ¡hacer funcionar una bocina de medio pelo!
Claro, el reto que les puso el Subcomandante Insurgente Moisés era mucho mayor: hacer funcionar los equipos de una sala de quirófano. Sin embargo, el colectivo se sabía en buen camino.
Si estaban los doctores fraternales, los promotores de salud, las instalaciones y, pronto (o eso esperamos), los equipos necesarios, entonces el problema era que funcionaran incluso si se carecía de la energía eléctrica de la red, extinta en esta hipótesis.
Cuando ya la tormenta arreciaba y prácticamente la víspera, el colectivo se trasladó, con todo y sus tiliches, a la comunidad de la que les he platicado. Así que, cuando llegó la banda artistosa, la “ciencia aplicada” ya se encontraba instalada desde tiempo antes. Y organizada.
A instancias del SubMoy, habían construido sus champas en un sector al que llamaron, haciendo honor a su historia y vocación, “El Apagón”. Se encuentra ubicada frente al sitio donde se instalaron los doctores fraternales y los promotores de salud, quienes, para no quedarse atrás, bautizaron su lugar con el sugerente nombre de “Lava tu mano y no estés jodiendo”.
Ambos colectivos se organizaron de modo que, por turnos, mientras una parte cumplía con los trabajos necesarios para sobrevivir, la otra se dedicaba a crear toda clase de ingenios y dispositivos, en la ciencia aplicada; y, en el caso de los fraternales a la salud preventiva, así como a atender casos médicos más complicados.
En lo que se refiere a “Ciencia Aplicada”, aunque no habían aún logrado producir energía suficiente para el quirófano, sí podía esperarse que en, el siguiente encuentro-baile, hubiera la suficiente para darle vida al micrófono, un par de bocinas y, tal vez, dios lo quiera, al teclado.
¿Y el capitán? Bueno, cuando lo topan, los del colectivo le dan carrilla y se burlan diciéndole: “¡Ése mi capitán Frankestein! ¿Cómo va la bici biónica?”. El capitán ríe y responde: “Científicos necios que acusáis al capi sin razón, sin ver que sois vos la ocasión de lo mismo que culpáis. Algún día”.
El “Perro” sigue en el taller, fragmentado, rodeado de herramientas y toda clase de fierros, alambres, tablas y clavos. Cada madrugada infructuosa, el capitán arroja el martillo maldiciendo y conjurando: “algún día, algún día”.
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¿Eh? ¿Le extraña que, en esta situación hipotética, ese colectivo de ciencias aplicadas haya llegado antes?
Bueno, si las ciencias no son capaces de vislumbrar el día después, ¿entonces para qué son las ciencias?
Si “A entonces B” y usted tiene todos los elementos de “A”, es de concluir que se sigue “B”.
Ergo: como sentencia el nombre del comedor comunitario (donde el colectivo Ciencia Aplicada ha provocado ahora un motín al usar las cucharas para demostrar un principio científico aplicado a las catapultas… con dulce de calabaza -una cosa es la ciencia y otra la puntería-): “No dejes para mañana lo que te puedas zampar hoy”.
Claro, en su equivalente científico…
Oh, oh, la Doña Juanita ha salido blandiendo un sartén gigante en una mano, y un cucharón XXXL en la otra, a exhortar a los comensales al diálogo ciencia-arte. El capitán, protegido detrás de una trinchera de comales y ollas, con un casco protector modelo “Predator”, le hace una señal a los musiqueros para que se arranquen con la rola “Yo no fui”, de Consuelito Velázquez: “si te vienen a contar…”
Continuará…
Desde el taller científico de bicicletas “mi abuelita en ídem”.
f). – Usted solía hacerle a la escultura. En madera, yeso, piedra, hierro, bronce, creaba figuras, imágenes, formas. No lamenta mucho lo que pasó. Ya le desesperaba vivir de bustos y estatuas de políticos, y de cortejar gobiernos para que le financiaran sus proyectos. Lleva varios días desde que llegó a esa comunidad y, como es medianamente inteligente, ha entendido de qué va todo ese asunto: esas personas se plantean el reto de volver a empezar.
Deambulando, llegó hasta donde un joven labraba, con un machete, madera balsa. “Es Corcho, así le decimos acá”, le aclaró él. Con habilidad le fue dando forma hasta que quedó una tabla tan lisa e impecable que sería la envidia de la mejor máquina aserradora, cepilladora, pulidora. Pero ya no hay máquinas eléctricas. Y si las hay, falta la electricidad para echarlas a andar. Toma usted un pedazo de “corcho” y mira al joven. Él hace un ademán como diciéndole “tómala sin pena”. El joven le muestra la tabla que labró y le aclara: “es para el comedor”. Usted va de un lado a otro, sin saber qué hacer con el trozo de corcho. Entiende lo que se propone esa gente, pero, más que certezas y propuestas, lo que usted tiene son dudas.
Otro día usted descubre la tabla a la entrada del comedor con un letrero que advierte: “Elige: o lavas tu mano o dolor de tu panza”. Una mano infantil, se adivina por el trazo de la letra, había agregado “Dolor de panza = clínica = inyección =duele mucho”. Otra mano infantil había añadido “Cobarde”. La mano inicial respondía “no soy cobarde”. Luego una larga secuencia de “Sí eres”, “No soy”, que casi llenaba la tabla. El debate terminaba con un “si no sos cobarde, entonces ¿por qué no andas en bicicleta en la grava?” Ya no hubo respuesta.
Cuando se asomó al comedor el primer día, usted pensó “es como en una cárcel”. Tomó su plato y se salió, esperando que alguien lo obligara a entrar de nuevo. Pero no, nadie lo detuvo y afuera, bajo árboles, en el suelo o en bancas rústicas, no eran pocos los que comían en parejas, pequeños grupos o solitarios. Anduvo por el poblado sin ninguna restricción. Incluso probó a salir de la comunidad y no sonó ninguna alarma, ni apareció un grupo de personas armadas siguiendo a la jauría que arrancaría en su búsqueda.
Después de lavar su plato y, claro, sus manos (porque usted no es cobarde, pero tampoco es fan de las inyecciones), se sienta y, sin darse apenas cuenta, empieza a labrar, con su vieja y mellada navaja, el trozo de corcho. La figura va tomando forma.
En la asamblea, cuando llega su turno de presentarse, usted saca de su regazo la pequeña figura. Es una especie de signo de interrogación, sin color, pero con sus formas bien definidas.
Le preguntan “¿Qué es eso?”. “No sé”, responde. Y sin titubear agrega: “No sabemos”. La asamblea guarda un silencio expectante. Quienes coordinan se miran entre sí y dicen “Bueno, ya lo averiguaremos”.
Al otro día, usted sonríe cuando ve la figura sobre la mesa de la coordinación de la asamblea. No se detiene mucho tiempo, tiene que ir a barrer en el comedor “Las penas con pan son buenas. Y a falta de pan, tortillas”.
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g). – Usted le hace a la arquitectura. No sabe cómo llegó hasta ese lugar, pero, por alguna extraña razón, se siente entre pares. Usted es medianamente inteligente, así que entiende que, después de todo, diseñar un espacio no es muy distante de diseñar un mundo. Y eso es lo que parecen estar haciendo esas personas, aglomeradas en torno a una vieja cancha de baloncesto. Están discutiendo el diseño del mundo que les toca rehacer sobre un terreno baldío. O sea, recomenzar.
Usted se ha acercado instintivamente a un grupo de hombres y mujeres. Los recuerda porque, el día anterior, cuando pasaron lista y dijeron “carpinteros, albañiles y mecánicos”, no respondieron. Quienes coordinaban la asamblea, repitieron el llamado: “carpinteros, mecánicos y albañiles”. Nada. Todos miraban en dirección a ese grupo. Por fin, no sin fastidio, la coordinación dijo. “está bien, pues, “ingenieros e ingenieras”. Y ahí sí respondieron “presentes”. Así que, este día, cuando dicen “ingenieros e ingenieras” usted interrumpe y agrega “y arquitectas y arquitectos”. La asamblea le mira con curiosidad, pero el “cuerpo de ingenieros” le sonríe y más de uno le da palmadas en la espalda. La coordinación dice, con resignación: “y eso”. Usted respira aliviado. Pero, como un solo cuerpo, arquitectura e ingeniería maldicen cuando escuchan: “les toca revisar la manguera que viene del manantial”.
En la tarde, cuando el sol empieza a arroparse en el horizonte, en el comedor llamado “Comida vemos, digestión no sabemos”, usted contempla el paraje vacío, apenas con unos esqueletos de lo que serán, supone, champas. Y, sin proponérselo, ya imagina el diseño del auditorio. Si se resuelve el techo de modo que no requiera muchas columnas intermedias, bien podría servir para reuniones, conciertos, bailes, exposiciones, teatro y cine.
No hay concreto, ni varillas, ni cemento, ni nada parecido. Las pocas láminas que todavía servían están ocupadas donde están las herramientas. Ve las champas con techumbres de zacate, hojas de watapil y oreja de elefante.
Piensa: “sí se podría, menos peso, aunque menos duración. Cada tanto se tendría que… recomenzar”.
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h). – Usted hace cine. Se desempeña en cualquiera de los muchos trabajos que se requieren para llegar al momento sagrado y sublime en que, en un rostro, se refleja la luz de la pantalla y un puño de palomitas llena la boca. Usted ha buscado en este texto y no encuentra interpelación directa alguna. Tal vez algo muy indirecto y mediado en las partes del todo. Siente deseos de protestar, de reclamar.
“¡Ése maldito capitán! ¿Quién se cree para dejar fuera al séptimo arte, el padre de la televisión, el prisionero del streaming, el imposible lugar donde pueden converger y convivir las otras artes? ¡Ignorante! ¡Ciego! …” Y otras maldiciones que el pudor me impide reproducir.
Alguien se acerca y hojea el texto mientras usted sigue maldiciendo. Lee en silencio y le pregunta a usted “¿De quién es este guion?”. “¿Cuál guion?” revira usted con molestia. “Éste”, le dice mientras le muestran el fajo de cuartillas impresas. La persona a su lado sigue: “Claro, va a costar un dineral producirlo. Por no hablar de la distribución. Lo de ahora son los finales con escenarios apocalípticos, donde la catástrofe saca lo peor de cada ser humano. No creo que interese al público un escenario donde, en medio de la desgracia, florece lo mejor de la humanidad. La gente, el público, prefiere algo que racionalice sus bajezas y ruindades. No son tiempos de bondad y fraternidad. Y luego el problema del reparto. ¿Quién va a hacer el papel del malo si el malo es un sistema? …”.
Usted interrumpe con un ademán demandando silencio, toma su celular y marca un número. “¿Sí?”, responde una voz somnolienta en la bocina. Usted: “Joaquín, que bueno que te encuentro. Hay un papel de malo. Pero lo malo del malo es que no es una persona, ni una banda de pandilleros, o sea de banqueros, ni una estrella de la muerte o palacio de gobierno, ni una creatura más fea que tú. El malo es el sistema”. La bocina responde “¿Quién diablos eres y por qué me llamas a las tres de la mañana?” Luego el pitido de la comunicación cortada.
A su lado siguen comentando: “Y luego está el problema de la banda sonora. Es un tutifruti de todos los diablos, porque, en torno a la cumbia, se adivinan miles de géneros musicales. La escenografía es imposible. Se necesitarían un montón de cámaras y ni con Inteligencia Artificial podríamos generar algo parecido a este alucine. No habrá quién se atreva a financiar un proyecto así. Y luego, los créditos. ¿En serio vamos a poner en el reparto a un escarabajo impertinente que se hace llamar “Don Durito de La Lacandona”? Y, si es chicle y pega, ¿imaginas a un escarabajo con armadura, montado en una tortuga, desfilando por la alfombra roja del Festival de Venecia, o en San Sebastián, Cannes, Hollywood? Tal vez se pudiera la parte donde recomienzan y, sobre los mismos cimientos, reconstruyen el mismo edificio. Lo otro es imposible de imaginar. ¿Qué es esto?”.
Usted guarda silencio. De pronto murmura: “Es una invitación”. “¿A qué? ¿A hacer una película?”, insiste la otra persona. Entonces usted, que es medianamente inteligente, entiende y responde dudando: “No sé… ¿A imaginarnos el día después?”
Al Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN Al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN A la Comisión Sexta del EZLN Al Congreso Nacional Indígena, CNI Al Concejo Indígena de Gobierno, CIG A Ma. de Jesús Patricio Martínez, Vocera del CNI-CIG A los Pueblos, Tribus, Naciones, Comunidades y Barrios Originarios que nunca fueron conquistados A la Sexta Nacional e Internacional A las Redes de Resistencia y Rebeldía A la Europa Insumisa, Digna y Rebelde A quienes firmaron la Declaración por la Vida A los medios libres, independientes, alternativos o como se llamen… Al Pueblo de México y del mundo.
Herman@s tod@s
A 4 AÑOS DE LA TOMA DEL INPI, A 28 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL CONGRESO NACIONAL INDÍGENA, CNI Y A 532 AÑOS DE RESISTENCIA Y DIGNIDAD DE NUESTROS PUEBLOS, DECIMOS:
Desde la Casa de los Pueblos y Comunidades Indígenas “Samir Flores Soberanes”, la Comunidad Indígena Otomí residente en la CDMX e integrante del Congreso Nacional Indígena, CNI-CIG y de la Asamblea Nacional por el Agua, la Vida y el Territorio, agradecemos la presencia de tod@s Ustedes en esta su Casa, pero especialmente agradecemos, la SOLIDARIDAD de quienes muy a pesar del dolor y la rabia que provoca el olvido, el desprecio y la discriminación del mal gobierno, decidieron acompañarnos y caminar con nostr@s en esta travesía de lucha y resistencia, que el día de hoy cumple ya, cuatro años.
Fue dificil haber tomado esta desición, sobre todo cuando estábamos en medio de una Pandemia Global, cuando estábamos en el auge de la mal llamada “transformación de cuarta”; cuando viviamos la simulación hecha gobierno, esa desbordaba asistencialismo y desarrollismos como “política pública de Gobierno y ´de Izquierda´” Ja!, pero sobretodo, cuando el FINQUERO decretó el “FIN DEL NEOLIBERALISMO EN MÉXICO”. Sin embargo, lo que realmente nos quitaba el sueño, era la idea de terner que sacar de sus oficinas, al TRAIDOR DE LOS PUEBLOS Y COMUNIDADES INDÍGENAS, ADELFO REGINO MONTES, y pues, con mucha rabia, con mucha dignidad y con mucha rebeldía, lo HICIMOS. Muy a pesar del cerco mediático, la clase política no daba crédito, “que un pequeño, pero pequeñísimo” grupo de indígenas les hubiera tomado las oficinas del INPI.
Herman@s.
A 532 años, nosotros los pueblos originarios y comunidades indígenas seguimos siendo despreciado@s, discriminad@s, despojad@s, perseguid@s y asesinad@s. Nada ha cambiado, que no sea el color del gobierno en turno y las mentiras, como la mejor oferta de gobierno para “transformar” este país. Por otro lado, la mal llamada “Conquista de América”, sigue imponiendo colonización, esclavitud, genocidio y despojo en contra de nuestros pueblos originarios y comunidades indígenas. Medio siglo después, resistimos una Globalización neoliberal que busca acabar con la resistencia y autonomía de los pueblos, enfrentamos una guerra capitalista y patriarcal sostenida con la militarización en nuestros territorios y con el auspicio gubernamental de la contrainsurgencia y la impunidad del crimen organizado. Todos juntos, como garantes del despojo de la tierra, el territorio, el agua y la vida.
Hoy, 12 de octubre de 2024, fecha simbólica para los pueblos originarios de este territorio llamado Abya Yala, nos hemos reunido en tierras de resistencia en el Istmo de Tehuantepec, en el Encuentro Continental Construyendo una Alianza contra Gasoductos y Otros Megaproyectos en Defensa de los Territorios de los Pueblos Originarios.
374 delegados, delegadas y representantes de pueblos y organizaciones indígenas, ambientalistas, académicos y comunicadores, provenientes de 20 estados de la República Mexicana, de 22 pueblos indígenas y de 11 países, con el fin de dar impulso a las iniciativas de articulación de los pueblos de las Américas.
En este encuentro continental, nos pronunciamos de manera enérgica en contra de la guerra y de otras formas de violencia que son utilizadas como mecanismos para saquear el patrimonio de nuestros pueblos, imponiendo megaproyectos. Esta violencia se expresa de la manera más cruda y brutal en casos como el del pueblo palestino, y la criminalización que alcanza a los defensores del territorio en todos nuestros países.
Nos manifestamos por el cese a la violación de los derechos de la naturaleza, y contra el papel de la banca internacional que financia megaproyectos que atentan contra los pueblos y la naturaleza.
Al cumplirse hoy 532 años de resistencia indígena, negra y popular, a pesar del capitalismo salvaje y destructivo, y los incontables intentos de borrar nuestra cultura ancestral, de la militarización de los territorios de nuestros países, y del falso bienestar que pregonan los gobiernos, desde el Istmo de Tehuantepec manifestamos que nos mantenemos firmes celebrando la vida con dignidad y rebeldía.
En este encuentro hemos acordado impulsar, junto con nuestros hermanos y hermanas del norte, meso y sudamérica, los esfuerzos de caminar juntos en defensa de nuestros derechos y territorios. Condenamos la imposición de megaproyectos y, en particular, de los gasoductos, como los de Tuxpan, Tula y La Puerta del Sureste, que provocan graves daños ambientales y amenazan la vida y la cultura de nuestros pueblos.
Tercera Parte: ¿Otras opciones? Cuando las palabras no son necesarias.
Sigamos con la asamblea comunitaria. La persona que está a su lado ha declarado ya lo que sabe, así que es su turno. Y entonces:
a). – Usted es medianamente inteligente y entiende que, en esa situación, las palabras son inútiles. Así que empieza a murmurar una tonada musical, y se para de puntas, y abre los brazos como ramas de un árbol aún por imaginar, y empieza a girar y dar saltos, a… a… a ¿danzar? Y la bulla. Y ya le siguen una banda de niñas y niños, con perritos y gatitos incluidos, y empiezan a brincar y a hacer malabares, y, casi sin quererlo, se sincronizan. Y tras que hay una hoguera (porque no hay electricidad y ya la noche arropa el poblado), y entonces el fuego convoca y no destruye. Y, sin proponérselo, la coreografía involuntaria gira alrededor de la hoguera. Y las sombras replican la danza en las personas, en los árboles, la montaña.
Y entonces, al otro día, descubre usted que los niños y niñas le dicen “la que vuela” o “la que baila muy otro”. Y alguien, algún aguafiestas de ésos que nunca faltan, les corrige con un: “se dice Bailarina”.
Y en la siguiente asamblea comunitaria, cuando pasan lista para saber si están todos, usted escucha “la bailarina” y se da cuenta de que todas las miradas convergen en usted y, no sin sonrojarse, pero sonriendo, usted dice “presente”.
Claro, la sonrisa no dura mucho porque a continuación agregan: “te toca turno en la hortaliza con la comadre Chepina”.
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b). – Usted no dice nada. Porque, mientras la asamblea ha seguido su curso, usted ha tomado un pedazo de carbón y, sobre una tabla, ha dibujado algo que bien podría ser un retrato de la asamblea. Algo como una panorámica, pero sin celular de última generación, ni sistema operativo capaz, ni IA.
Así que no dice nada, sólo levanta la tabla, se la da a quien está a su lado, y se la van pasando entre los asistentes, que murmuran en una lengua incomprensible. Entonces usted apenas se da cuenta de que a su lado hay una niña, de unos 3 o 4 años, que la mira fijamente con curiosidad. Usted hace lo que todos los adultos hacen en una situación incómoda con un infante, y le pregunta “¿cómo te llamas?” La niña no responde, la sigue mirando, pero no con miedo. Usted se desentiende y trata de localizar por dónde anda la tabla con el dibujo panorámico. Piensa incorporarla a su “carpeta” o “curriculum”, porque, una nunca sabe, puede ser que tenga que topar un paradójico Marx que no le quiera pagar por sus diseños y le otorgue, en cambio, un diploma. La niña a su lado ya tiene una tablita y un pedacito de carbón y, entregándoselos, le dice: “mi gatito se perdió”. Usted se desconcierta, pero es medianamente inteligente y supone que la niña quiere que usted le dibuje algo así como un cartel de búsqueda, así que le pregunta “¿Y cómo es tu gatito?”. La niña sonríe porque se da cuenta de que usted ha entendido lo principal y le detalla: “Mi perrito tiene su ojo amarillo”.
Lo que sigue es un toma y daca que no lleva a ninguna parte: “pero habías dicho que era un gatito”. “Es lo mismo”. “No, no es lo mismo, una cosa son los gatos y otra los perros”. “Es”. “No es”. La niña, sin proponérselo, le da a usted una lección de inclusión y le aclara: “Es que es un gato-perro. Pero no cualquiera. Mi gato-perro tiene su ojo amarillo. Así”, y la niña entrecierra sus ojos para que usted entienda que está poniendo los ojos de color amarillo.
Como ya perdió de vista su panorámica con “Sistema Operativo La Migaja. Versión 7 a la N potencia”, empieza a dibujar al animalito siguiendo las instrucciones de la niña, que lo mismo gesticula colores, que corrige las patas, el cuerpo, la cola y la cara. Cuando ya termina, usted se da cuenta de que, en efecto, su dibujo bien podría ser de un perro… o de un gato… o de un gato-perro. La niña mira con aprobación el dibujo, pero usted sabe que lo que le falta al cartel de búsqueda son datos, así que pregunta “¿y dónde se perdió?” La niña ríe mientras le dice “Acaso se perdió. Ya me encontró. Es que no te apuras rápido con la foto”. Se va la niña con un animalito en los brazos que, sí, bien podría ser un perro o un gato… o ambos.
Al día siguiente, hay una rueda de niñas y niños demandando que les dibujen sus animalitos. Un niño, con una playera en la que se lee “Comando Palomitas”, describe un cerdito pinto, un cuchito pues, y quiere una “foto” ahorita que está pequeño, porque luego crece y ya no va a querer jugar. Así que usted está dibujando animalitos, no pocos que han sido soñados, y, entre el cuchicheo, usted escucha que alguien dice “pues dile a la que mira”. Otro aguafiestas corregirá a su tiempo: “se dice Pintora”.
Antes de la asamblea, llega un grupo de jovencitas que pide que les haga un dibujo que identifique a su equipo de futbol, porque se hacen bolas cuando juegan contra otros equipos y siempre pierden. Usted pide el nombre del equipo y la más jovencita le dice convencida: “Las Perdedoras”. Usted entiende la lógica: necesitan algo que las identifique como partes del todo, o sea del equipo. Un logo o imagen corporativa, no se acuerda cómo se dice. Al rato, cuando pasan lista de asistentes, usted no duda en decir “presente” cuando dicen “la pintora”.
Aunque luego piensa “maldita sea mi suerte”, cuando le dicen que le toca turno en tapiscar la milpa.
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c). – Usted es parte de un grupo musical. Bueno, era parte. De aquellos modernos sintetizadores, mezcladoras, instrumentos electrónicos, efectos especiales y potentes bocinas octafónicas, ya no quedan ni los cables. Se ha sentado junto a sus compinches y, nerviosos, se miran entre sí cuando se dan cuenta de que, en las presentaciones, ya casi llega su turno. No saben qué hacer. Pero, bendito sea dios, usted ya vio que “la crew” (el equipo de apoyo, pues), también naufragó y fue a parar a ese lugar extraño. No necesita ni una palabra. El equipo de apoyo ya ha previsto la catástrofe y aparece con una guitarra rota, con algo parecido a cabellos de cola de caballo como cuerdas; un viejo tambo que, en otros tiempos, tal vez sirvió como contenedor de gasolina, petróleo o gasóleo; y un par de latas vacías y abolladas de conocido refresco de cola.
Usted es medianamente inteligente, así que entiende que no les queda sino improvisar. Cuando llega su turno, uno agarra la guitarra -aunque está más desafinada que su abuela, que diosito la tenga en su santa gloria-, y sólo; otro se coloca la silla frente al tambo como tambor; uno más saca un peine (¿a quién se le ocurre rescatar un peine en una catástrofe?), y con una envoltura de dulce, empieza a ¿afinar? Allá alguien metió piedritas en las latas. Y que se arrancan con “La del moño colorado” (ocasión que el capitán aprovecha para escabullirse, aterrado, de la reunión). En unos instantes, la asamblea está bailando y pidiendo “otra, otra”. Ustedes se sonríen entre sí con complicidad, como diciéndose “ya la libramos”. El encanto se rompe cuando les dicen “les toca ayudar a bajar el motor del 3 toneladas gris”.
Al otro día escuchan que dicen “los compañeros musicales que se presenten en el taller para adaptar el motor del 3 toneladas rojo al trapiche”. Caminan resignados y uno de ustedes pregunta “¿pero qué no era gris?” Instintivamente, empiezan a tararear “Todo Cambia”, de Julio Numhauser Navarro y así saludan a Mercedes Sosa, y llegan hasta el autodenominado “taller mecánico”. Quedan mudos cuando ven al Monarca con cara de pocos amigos y blandiendo, impaciente, una llave perica del tamaño de un cráneo humano. En una grabadorita, accionada desde una bicicleta con dinamo, montada sobre una estructura de madera, Mario Benedetti se contesta que “cantamos porque suena el río y cuando suena el río, suena el río”, y viceversa.
A lo lejos, se alcanza a ver una gigantesca y acuosa serpiente marrón, que latiguea la línea del horizonte. Y, justo en ese momento, en la grabadorita todos los panteones buscan a Oscar Chávez en Macondo. Dos niñas pequeñas ensayan sus mejores pasos porque habrá encuentro y, por lo tanto, habrá baile y cumbias.
Y en la cumbia, sentenció alguna vez el finado SupGaleano, están el todo y las partes.
A los hombres y mujeres de corazón noble que luchan, resisten y mantienen viva la esperanza frente al destino que nos quieren imponer:
‘A 532 años de resistencia indígena, negra y popular, a pesar del capitalismo salvaje y destructivo, de los incansables intentos por borrar nuestra cultura ancestral, de la militarización y paramilitarización de nuestros territorios, de la farsa de progreso y bienestar que pregonan gobiernos disfrazados de corderos, y de la brutalidad constante del saqueo y despojo, los pueblos nos mantenemos firmes, celebrando con dignidad la rebeldía y la vida.
¡Basta de guerra contra los pueblos! ¡Basta de despojo y saqueo! ¡Ni un megaproyecto más en nuestros territorios! ¡Alto al extractivismo en nuestras comunidades! Viva la alegre rebeldía de nuestros pueblos. Movimiento Agrario Indígena Zapatista.
Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad? ¿De nuevo lo mismo?
La asamblea comunitaria sigue su curso en las presentaciones. Llega su turno para responder a la pregunta clave “¿Y tú qué?”
Sí, hay varias posibilidades. Usted es una persona medianamente inteligente y cree en sí misma y en su capacidad de convencimiento (para eso leyó no pocos manuales de cómo ganar seguidores, y hasta tomó el curso “1000 pasos para ser popular en la era digital”), así que, por ejemplo, puede tratar de convencer al resto de las personas presentes en esa hipotética asamblea de que lo mejor es crear una sociedad donde artistas y científicos tengan un lugar aparte. Y que para eso se necesita, claro, un Estado, porque es imposible imaginar siquiera una sociedad sin Estado (bueno, sí es posible, pero no es el tema). Y ese Estado necesita quien gobierne, o sea quien mande. A quien mandar, no faltará. Y que se hagan papeles para todo: para las propiedades de cada uno, y para intercambiar, o sea, para comprar y vender.
Si, antes de la aparición de ese Estado, el robo y el despojo se hicieron por la fuerza, la nueva civilización es eso, civilizada, entonces hay que regular y legislar sobre esos crímenes, hacerlos legales, que la legalidad supla la legitimidad. Así que no vendría mal crear un cuerpo de personas especializadas en eso de hacer leyes. Con ellas nacerán también las banderas, los himnos nacionales, las fronteras y las historias a modo.
Claro, lo que pasará es que, quienes fueron despojados -con o sin leyes-, no tendrán nada más que su capacidad, manual y de conocimientos para producir: y, por otro lado, quienes se beneficiaron de esos crímenes pueden “comprar” esa capacidad de producir. “Contratar”, puede ser el término, porque “explotar” suena mal. Entonces también habrá que legislar sobre esa relación. Contra toda evidencia, como ambos -contratante y contratado-, son miembros de esa comunidad naciente, se trata de un acuerdo entre iguales que libremente contratan y son contratados.
Para enaltecer esa “libertad”, se acuña un término que elimine la diferencia entre propietarios y no propietarios. “Ciudadanos”, puede ser una opción atractiva. Y de ahí deducir sus equivalentes asépticos: “mujeres”, “jóvenes”, “niñez”, “tercera edad”, “blancos”, “afroamericanos”, “asiáticos”, “cafés”, “indígenas”, “mestizos”, “criollos”, etcétera.
Todos estos términos permiten dejar de lado, u ocultar, las diferencias contrastantes entre poseedores y desposeídos, y deberá de haber leyes que garanticen ese ocultamiento.
Y para que se obedezcan esas leyes (ya sabe usted: suele suceder que hay personas así, que no obedecen), se necesita otro grupo de personas que se dediquen a “implantar el orden”. Una policía, pues. Y, para apropiarse de recursos que estén en otra comunidad, un ejército.
Y que asigne a un color de piel y a un género, el lugar en esa sociedad.
Por ejemplo, las personas de piel oscura soportan mejor las inclemencias del clima (o eso le enseñaron), y las de piel clara son más sensibles, más delicadas (o eso le enseñaron). Las de sexo femenino se desempeñan bien en el hogar. Los varones en los puestos ejecutivos. ¿Loas otroas?… ¡puaj!, es un fenómeno aberrante que hay que eliminar o ignorar su existencia. Para eso se ocuparán los closets, las redadas, las cárceles y los ataúdes.
Usted rescató de la catástrofe lo más importante, es decir, su esquema de valores. Así que es natural que las mujeres, puesto que son quienes pueden tener crías, se encarguen del hogar donde esas crías crecerán e irán tomando el lugar que les corresponde. Trajo consigo también su canon de belleza, así que instintivamente determinará qué mujer es más… más… más “apetecible” (iba a poner “está más buena”, pero la seriedad artística y científica de este texto lo desaconseja), de modo que se seleccionen las mejores “pies de cría” para ir “mejorando la raza”. El “buen gusto” será importante no sólo en la mesa y el vestir, también en la cacería humana.
Claro, las mujeres siempre darán problemas -está en su esencia-, así que deberá implementarse un feminismo moderado, siempre tutelado por el varón. A los “excesos”, los masculinos ofrecerán portarse bien y conceder, por ejemplo, tomar cursos de género. Y que las féminas accedan a espacios de poder. Claro, previa masculinización.
Por ejemplo, la llegada de una mujer a un puesto gerencial será presentada como un “logro” de las mujeres en general, aunque aquella niña-jovencita-adulta-anciana que va a la escuela o al trabajo o al mercado, como alumna o empleada o ama de casa, siga siendo un “blanco de oportunidad” en la mira del depredador oculto detrás de “las nuevas masculinidades”.
Con los oscuros sucederá lo mismo. Continuamente se rebelarán y se resistirán a tomar su lugar en el nuevo mundo. Así que son precisas al menos dos cosas: una es repartir limosnas (tampoco mucho, porque se mal acostumbran); la otra es adoptar a algunos de piel oscura para que se vea que hay inclusión y que siempre estará la opción de escalar en la sociedad. Si persisten en su necedad, bueno, para eso están las policías y los ejércitos.
Si es que, dios no lo quiera, loas otroas siguen el mal ejemplo, no hay problema. Bastará con aplicar el principio de “suplantación”. Esto es, que heteros se finjan otroas, se porten bien, asuman su lugar en los gobiernos y ya está. Ojo: no abandonar nunca la política de clóset-redada-cárcel-ataúd. Bueno, quienes alcancen ataúd. Porque la desaparición forzada será una opción.
La sociedad, digamos, de “piel oscura”, deberá aportar para que el Estado creado pueda apoyar las artes y las ciencias. Porque eso le enseñaron a usted en la escuela: los grandes dineros financiaron los grandes descubrimientos científicos y las maravillosas obras de arte que colman museos inaccesibles y modernos laboratorios y salas de pruebas.
Bueno, colmaban. Porque en este supositorio que le planteo, todo eso desapareció, fue destruido, saqueado, o permanece aislado entre escombros, sangre, huesos, lodo y mierda en alguna parte.
Pero, en su idea sobre el futuro de esa comunidad aislada, en poco tiempo (digamos que en unos siglos), el “progreso” descubrirá nuevos territorios y tecnologías para conquistarlos.
Al inicio con armas “blancas” y armaduras, luego con más armas, de fuego ahora, y tanques y aviones, la conquista avanzará y, con ella, la prosperidad y el desarrollo florecerán. Y, claro, el despojo, el sometimiento (“moderno”, eso sí), la destrucción y la muerte, pero eso no importa ahora.
Pronto, serán los bancos quienes comanden mineras, agroindustrias, corredores industriales, centros turísticos, modernos trenes y aeropuertos que se adentrarán en llanos y montañas, contaminarán ríos, lagunas y manantiales, usarán como empleados (ojo: evite usar la palabra “esclavizar”) a los locales de piel oscura, sacarán lo que puedan y se irán a otro lado, dejando tras de sí un páramo… como en una guerra. En todo momento encontrarán en el Estado el capataz dócil, servil y cruel que se necesitará para el nacimiento de esa nueva civilización.
Y así usted se da cuenta de que es posible tener un lugar seguro si, como quien dice, “sabe con quién relacionarse”. Para eso será necesario un sistema educativo que “enseñe” a las crías, desde pequeñas, cuál es su lugar. Así que sí, que haya escuelas para los oscuros y escuelas para los claros. Su ascenso como artista y científico irá detrás del avance arrollador del nuevo mundo.
Como la libertad de creación, de investigación y de contratación es lo más importante, habrá que evitar la llegada de quienes pugnan por un Estado Totalitario, aunque para eso sea necesario… otro Estado Totalitario.
No importa si este Estado es una democracia representativa, monárquica, parlamentaria, dictatorial, etcétera, sino que sea capaz de homogenizar la sociedad imponiendo la hegemonía de una idea: “progreso” quiere decir progreso de la persona individual, a costa de lo que sea y pasando por encima de quien sea. Ahí, el esfuerzo de los otros debe encaminarse a ser de los unos. Cambiar de bando, pues, sin importar el color, el género (o no género), el tamaño, la religión, la raza, la lengua, la cultura, el modo, la historia. En los unos reinará la felicidad, en los otros la infelicidad de tener que luchar por la felicidad. Los unos son los poseedores, los otros son los desposeídos anhelando ser poseedores.
En esta disyuntiva usted esperará convencer a las otras personas de esta gran idea. Es su turno. Ánimo, aplique lo aprendido.
Claro, es muy probable que alguien le interrumpa y recuerde que todos, incluso usted, están en esa situación precisamente por un sistema con esas características.
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Por supuesto, usted piensa ahora que esta hipótesis es demasiado extrema, que ninguna persona racional, culta, con altos estudios, hetero, masculina o masculinizada, civilizada y “moderna”, querría eso.
Pero no he hecho sino sintetizarle las bases de una sociedad capitalista: explotación, represión, robo y desprecio. Un sistema patriarcal, racista, explotador, guerrerista, criminal, inhumano, cruel y despiadado que, destruyendo, crece. Y creció hasta que destruyó al mundo como usted lo conocía. Una sociedad como en la que usted y nosotros “vivimos”.
Oh, no se enoje. Es sólo una situación como quien dice “hipotética”; un supositorio, pues. Los avances científicos y tecnológicos, así como el florecimiento de las artes “viejas” y “nuevas”, son m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o-s. Lo del calentamiento global es una patraña inventada por ecologistas ociosos (¿ya dije que, además, son feos?) -meros hippies modernos con estudios-; el cambio climático es una moda, no hay huracanes, terremotos, sequías, inundaciones fuera de las habituales; ¿los feminicidios?, no existen, son castigos que el destino otorga a las mujeres que reniegan de su lugar… o que están en el sitio y el momento equivocados; no hay crimen organizado porque para eso el Estado no admite competencia (en lo de crimen, claro; en lo de organizado está superado con creces); y los diferendos entre países se resuelven por la vía del diálogo, así que no hay guerras, ni genocidios que usen la historia a conveniencia (“tenemos derecho a eliminar al otro porque antes nosotros éramos los otros y quisieron eliminarnos”). En fin, todo bien, ¿no es cierto?
Pero ésta, la de replicar el modelo de organización previo, es sólo una posibilidad, debe haber otras. Porque, en el hipotético “día después”, una opción es recomenzar reconstruyendo el sistema que provocó, azuzó y condujo a su destino la tormenta. Claro, “limando las aristas” de ese sistema.
Le planteo esta posibilidad porque es sabido que, a falta de imaginación y audacia, hay quien tiende a recomenzar a partir de lo conocido. Así como un movimiento que se organiza para enfrentar a un partido de Estado, se convierte en… un partido de Estado. Se nutre de él y se “apropia” de los usos y costumbres de quien fue su enemigo. Así, todo se vale, todo es permitido, para evitar dejar de ser… un partido de Estado.
Y, así como es evidente que “algo” está mal en el sistema, también suele introyectarse la evidencia de que no es posible otra cosa, de que no es posible “un mundo donde quepan muchos mundos”.
Primera Parte. La Hipótesis (¿o era la hipotenusa?).
Me van a disculpar que no me dirija en específico, aunque sí en lo general, a las personas, grupos, colectivos, organizaciones, movimientos y pueblos originarios de la Declaración por la Vida. Una gran parte de estas personas no sólo ya conocen, y padecen, la Tormenta de primera mano. También y desde hace tiempo, resisten, trabajan y luchan para crear los cimientos para otros mundos. Tienen su propio análisis de la tormenta y su alternativa para el Día Después. De estas personas esperamos que compartan su mirada, su diagnóstico y, sobre todo, su práctica. A muchas las conocemos. A la mayoría no. Y creemos que su historia y su actuar presente, enriquecería mucho a otros esfuerzos, si no parecidos ni semejantes, sí en el mismo empeño: la lucha por la vida. De hecho, hay fechas especiales para esa compartición. Aclarado lo anterior, veamos las ciencias y las artes.
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¿Las artes y las ciencias dependen de las tecnologías de la modernidad? Es decir, si no hay internet, aplicaciones, celulares, tabletas y computadoras, Inteligencia Artificial, energía de combustibles fósiles, etcétera. ¿Es posible el arte dramático? ¿La pintura? ¿La música? ¿La danza? ¿La escultura? ¿La literatura? ¿El cine? ¿Las ciencias?
Oh, lo sé. Las artes no nacieron con el sistema que ahora ahorca a la humanidad entera. Pero tal vez ya se trata de un “cambio de paradigma” (coartada por excelencia para las claudicaciones), y el sistema ha convencido a las “mayorías” que, sin él, sin el capitalismo, la humanidad es imposible.
Y las ciencias, ¿pueden demostrar que la tierra es esférica sin internet, fotos aéreas, etcétera? ¿Explicar los movimientos planetarios? ¿La física y la química sin laboratorios ni tutoriales? ¿Las Matemáticas más allá de peras y manzanas? (claro, con lo caro que está todo hoy, incluso sin peras ni manzanas).
Porque pudiera ser, es un supositorio, que en una situación de catástrofe aparezca quien sostenga que la tierra es plana y cuadrada, que el cambio climático y el calentamiento global no existen, y que son sólo un invento de ambientalistas corruptos y feos (lo de corruptos vaya y pase, pero lo de “feos” es imperdonable, oiga -sobre todo con la infinidad de productos cosméticos y aplicaciones digitales que pueden remediarlo, oiga-), que todo está bien, que no pasa nada, que son hechos aislados, que así era antes pero ahora todo ha cambiado, que no somos iguales, que todos están felices, felices, felices. ¡Ups! Se trataba de no hablar de política, tema que suele incomodar a científicos y artistas (o en algunas ocasiones les impele a decir tonterías).
Pero suponga usted que, en esos momentos de desesperación y caos, cuando los distintos gobiernos consultan encuestas e índices de popularidad para decidir si asisten o no a un lugar en apuros, y si mandan o no ayuda, alguien se aparece como “profeta” de la salvación y “explica” que todo es castigo divino, culpa de los conservadores, de los liberales, de los radicales, de los derechistas, de los izquierdistas, y etcétera, etcétera.
No hablo de la situación actual en cualquiera de los estados mexicanos; ni tampoco en los estados surorientales de la Unión Americana, o de la destrucción -con coartadas geopolíticas de derechas o progresistas-, en Europa Oriental, Medio Oriente, Haití, el Wallmapu diez, cien, mil veces insumiso. Hablo de todo eso, pero a lo bestia, mundial pues, en las partes y el todo.
A usted, como artista o científico (o ambas cosas), ¿se le acabaría el mundo? Quiero decir SU mundo. Sí, lo sé, desde los tiempos más antiguos aparecen las artes y algunas ciencias; y las aplicaciones de diseño gráfico algo deben a, por ejemplo, las pinturas en las cuevas de Altamira; las matemáticas y la astronomía a los antiguos mayas; el arte dramático a las descripciones, con ademanes y sonidos, de quien, hace milenios, describía cómo había logrado escapar de un tigre dientes de sable; la arquitectura a Stonehegen en la rubia Albión; la escultura a las Moáis del pueblo Rapanui.
Pero… ¿en qué medida o hasta dónde las tecnologías de la modernidad controlan ya, o no, la creación artística y las investigaciones científicas?
No, no se trata de redirigir, con la explosión de un dispositivo nuclear, un asteroide para que choque y destruya el Telescopio Hubble: o de incendiar o saquear los centros de investigación científica (de eso ya se están encargando el crimen organizado hecho gobiernos y quienes brincan de la ciencia a la política). Y, en dado caso, estoy seguro de que toda la comunidad científica se uniría si alguien siquiera intentara acabar con la estructura de investigación; amenazar a sus integrantes; levantarles denuncias penales; o enganchar la investigación científica a un proyecto político partidario, ¿no es así? (¡ah!, ¿no es sutil mi sarcasmo?)
Me refiero, en cambio, a una situación límite, donde esos recursos sean imposibles de obtener, o existan muchas dificultades para acceder a ellos. ¿Qué pasará con las ciencias y las artes, así como con las personas que en ellas se empeñan?
Ahora bien, usted puede pensar que ese escenario no es posible siquiera, y que no es más que un mal guion de una película mala de mala ciencia ficción –“ciencia ficción”: un oxímoron, como el de “político honesto”-. Ok, de acuerdo, siga en su escenario, caballete, pantalla 8k, plataforma digital, laboratorio, academia.
Estoy seguro de que usted tiene datos duros -estudios comprobados, modelos de simulación, conteo de recursos no renovables, tendencias de consumo y reposición-, de que ese escenario es “muy poco probable” -junto con el calentamiento global, el cambio climático, las guerras de reconquista, la contaminación ambiental, los genocidios como el actual en Palestina-; y que tiene acceso a encuestas del todo confiables que muestran que la gente está satisfecha con su actual nivel de vida (por lo que también es remoto el posible surgimiento de alzamientos, motines, insurrecciones, protestas, saqueos, revueltas).
Ok, no le contradigo. Usted tiene renombre y posición en las Artes y las Ciencias, y yo sólo soy un pobre capitán de infantería, adscrito ahora al área de “Invitaciones de Bodas, Bautizos, Primera Comunión, Divorcios, Arrejuntamientos, XV años y… Encuentros”.
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Pero entonces, suponga que le presentan un reto: que imagine que usted va a estar en una comunidad. Más en concreto, en la asamblea de esa comunidad… y en el día después. Sin electricidad, sin celulares prepago o plan de renta, sin “internet para todos”, sin Elon Musk y sus pequeños equivalentes locales de abonos chiquitos, sin vehículos particulares diseñados para soportar motines y alzamientos de la plebe (el blindaje extra en la cybertruck se cobra aparte), sin combustibles fósiles para arrancar el otro vehículo e ir a buscar señal (mientras maldice a los gobiernos y compañías en turno), y ya sin posibilidad de comprar un boleto en un moderno cohete interestelar que lo coloque en otro planeta “all included” (o sea que incluye la fuerza de trabajo que viva, se reproduzca y muera mientras le sirve -aprecie usted cómo evité, con elegancia, cualquier referencia a “explotación”-).
Nada de eso es ya posible. Claro, siempre en este escenario hipotético en el que usted está en una asamblea de una comunidad aislada de todo, porque el todo ya no existe más.
Son varias personas que están con usted y, para arrancar ese germen de sociedad, en una asamblea de esa comunidad, cada una de esas personas dirá lo que es, sabe y puede hacer, y van a proponer, discutir y acordar cómo es que se van a organizar. Bueno, en realidad le describo lo que ocurre actualmente en una asamblea comunitaria de pueblos originarios.
Y, así como en una asamblea comunitaria de pueblos originarios, la reunión se plantea un objetivo y propone, discute y acuerda qué hay que hacer, cómo, quién va a hacerlo, en dónde, cuándo; en esta hipotética asamblea, en la que usted se ve obligado a estar por las circunstancias, el objetivo es… recomenzar.
Así que sigamos con el reto de que usted imagine y se ubique en esta situación y, por las razones que fuere, el mundo como usted lo conocía ha colapsado.
Así que volvamos a la asamblea:
Hay quien dice que sabe trabajar la tierra y sólo necesita sus manos y puede fabricar algo que, esa persona dice, se llama “coa”. Todos parecen saber qué cosa es eso, así que usted no pregunta por temor a quedar en ridículo. Hay quien dice que conoce de plantas y puede elaborar medicamentos. Hay quien dice que puede identificar frutas, hongos y verduras (¡puaj!), cultivarlas y conservarlas. Hay quien dice que sabe algo de carpintería y puede hacer mesas, sillas y, claro, camas. Hay quien dice que le sabe a la albañilería y puede ayudar a construir casas. Hay quien dice que sabe mecánica y puede probar a echar a andar ese viejo motor de aquel viejo vehículo abandonado, o transformarlo en un motor movido por aire, agua, calor. Y así, cada quien va exponiendo sus habilidades, resaltando, en esa situación, las llamadas “habilidades manuales”.
Y entonces llega su turno, ¿qué dice?
¿Dice que es artista como si confesara un pecado de juventud?
¿Dice que sabe de ciencias como si se arrepintiera de haber pertenecido a una secta fanática o a un partido político -es lo mismo-?
Mientras llega su turno de hablar, usted es una persona medianamente inteligente y se ha dado cuenta de que los más valiosos para ese germen de sociedad son quienes, gracias a sus habilidades y conocimientos, pueden conseguir -con su trabajo-: comida, movilidad, salud, educación y habitación para quienes conviven en esa comunidad.
Así las cosas, usted tal vez tenga que enfrentar más de una disyuntiva.