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Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal

(Español) Nuestra palabra ante las agresiones que estamos viviendo en Acteal Casa de la Memoria y la Esperanza. INSISTIMOS en la LUCHA NO VIOLENTA y por la PAZ

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Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal

       Tierra Sagrada de los Mártires de Acteal

         Municipio de Chenalhó, Chiapas, México.

                                        14 de mayo del 2018.

Al Congreso Nacional Indígena

Al Concejo Indígena de Gobierno

A las y los defensores de los derechos humanos

A los medios de comunicación nacional e internacional

A la Sociedad Civil Nacional e Internacional

Hermanas y hermanos:

Ante la confusión que se está causando por los hechos violentos que sufrimos en la noche del 21 de abril en nuestra sede de la Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, por un grupo de personas armadas y que los denunciamos públicamente el pasado 22 de abril del presente año, hoy volvemos a dar nuestra palabra para evitar más confusión como la que están sembrando el Concejo Pacifista Sembradores de Paz (en adelante Sembradores) y las hijas de nuestro hermano ya fallecido Francisco Vázquez Hernández (en adelante hijas de don Francisco).

Lamentamos mucho que las hijas de don Francisco hayan perdido la memoria de la donación de terreno que hizo su padre el 10 de febrero de 1998 a nuestra Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal en donde ocupa actualmente la Tierra Sagrada de los Mártires de Acteal, conocido también como: Sitio de Conciencia y Casa de la Memoria y la Esperanza y la sede de nuestra Organización.

Dicha donación, don Francisco la hizo de manera VOLUNTARIA sin condiciones, NI BAJO PRESIÓN y de manera DEFINITIVA, así lo confirman los testigos conformados por representantes de los sobrevivientes de la masacre de Acteal y la Mesa Directiva de la Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal. Además ese mismo día también estaban presentes nuestra compañera María Vázquez Gómez, Juan Vázquez Luna y Manuel Vázquez Luna, hermana e hijos de nuestro hermano Alonso Vázquez Gómez masacrado el 22 de diciembre en Acteal, para hacer una donación también voluntaria de otra parte del terreno para construir el santuario de los mártires y la iglesia, dicha donación está AVALADA CON UN DOCUMENTO y su respectivo CROQUIS.

En este documento afirmamos con nuestra conciencia tranquila, que nuestra Organización Las Abejas de Acteal a través de la Mesa Directiva, NO ESTÁ COMETIENDO NINGÚN DESPOJO de tierras como han manifestado públicamente las hijas de don Francisco.

Muestra de su donación voluntaria, es que cuando murió don Francisco, su sepultura fue ahí  donde están sepultados lo 45 hermanas y hermanos  mártires de Acteal aunque su muerte fue por una enfermedad tal como lo mencionan las hijas, lo lamentamos mucho su partida de don Francisco, él nunca nos buscó en problemas cuando estuvo con vida, empezaron el problema sus hijas cuando se murió nuestro hermano Francisco.

Los terrenos donados por don Francisco Vázquez Hernández y, María, Juan y Manuelito Vázquez Luna, nadie está haciendo uso de ellos de manera personal, porque es un espacio colectivo, un lugar comunitario para la memoria, para dignificar a nuestros mártires y para la construcción de nuestra autonomía como pueblos originarios.

La Tierra Sagrada de los Mártires de Acteal, Sitio de Conciencia y Casa de la Memoria y Esperanza, se ha convertido en un espacio ya no sólo para la Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, sino que recibimos a aquellas mujeres y hombres que luchan como nosotros contra la impunidad y construyen una justicia digna y humanizada.

En el documento público de las hijas de don Francisco, y como en el de los Sembradores, minimizan el significado del espacio colectivo de lo que es Acteal como Tierra Sagrada y una Casa en donde se guarda la Memoria y hermanar la Esperanza para construir una Justicia Verdadera por la Masacre de Acteal y resistencia y autonomía ante el sistema capitalista de muerte.

Queremos recordarles tanto a las hijas de don Francisco, a los Sembradores y toda la gente que está perdiendo la memoria de lo que pasó en Acteal y de nuestro caminar como Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, porque ellas y ellos dicen que ya no hay desplazados en Acteal y por eso la tierra que donó su padre ya debe ser de ellas. Acteal no solo es un espacio para recibir a hermanos y hermanas que por la violencia se han tenido que desplazar de sus comunidades como sucedió con los compañeros de la organización que tuvieron que salir desplazados del ejido Puebla, Chenalhó en 2014. Acteal es un espacio en donde cada 22 del mes realizamos conmemoración por la masacre de 45 hermanos y más 4 no nacidos y vamos construyendo Otra Justicia, desde el Lekil Chapanel.

Esta tierras de memoria y esperanza también es el lugar en donde se reúnen todas las áreas de trabajo que hemos construido en estos 25 años de caminar, aquí construimos y trabajamos nuestra clínica de salud con promotores y promotoras de la organización, es espacio de reunión para el colectivo de compañeras artesanas Jolob Luch Maya, también del área de comunicación que imparte talleres a la organización, crea y difunde materiales para recordar la masacre y difundir nuestra lucha como Abejas; aquí ensaya también el Coro de Acteal que con su canto transmite mensaje de lucha y esperanza; se hacen ensayos de teatro; se realizan reuniones con los coordinadores de cada comunidad para ver el caminar de nuestra organización; se reúnen promotores de educación que llevan otro aprendizaje a nuestras niñas y niños; y otras actividades desde donde construimos nuestra organización y autonomía.

Además, Acteal Tierra Sagrada es un espacio en donde nos identificamos como tsotsiles de Chenalhó  y eso se manifiesta en las fiestas patronales de cada 28 y 29 de junio. Acteal es el centro de reuniones y asambleas de nuestra Organización, es un lugar en donde se decide y se realizan acciones pacíficas para la paz en Chenalhó, en México y en el Mundo. Acteal, es para nosotros una fuerza espiritual y moral para construir un mundo más humano, libre y justo. Acteal es parte de la Red Latinoamerinaca de Sitios de Conciencia. Nuestra Organización Las Abejas de Acteal, es miembro fundador del Congreso Nacional Indígena.

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NotiFrayba

(Español) Justicia y verdad para el Comité en Defensa de los Derechos Indígenas

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Medios libres, comunitarios, autónomos, independientes

Prensa nacional e internacionales

Sociedad civil

A tres meses del asesinato de Alejandro Antonio Díaz Cruz, Ignacio Basilio Ventura Martínez y Luis Ángel Martínez, continúa la impunidad así como la criminalización y amenazas a integrantes del Comité por la Defensa de los Derechos Indígena, en Oaxaca.

Frayba exigimos al Estado mexicano verdad y justicia para CODEDI y cesen las agresiones a defensoras y defensores en Oaxaca. Hacemos un llamado a la solidaridad nacional e internacional a realizar acciones que apoyen la exigencia de verdad y justicia.

Adjuntamos comunicado

Continúan amenazas al Comité en Defensa de los Derechos Indígenas

https://bit.ly/2rNClab

Y compartímos vínculo al

Informe de la Brigada Internacional de Solidaridad con Codedi

https://bit.ly/2jTFG3I

Escuche #NotiFrayba

Justicia y verdad para Codedi

https://bit.ly/2rGOwWY

Defensa del territorio y la autonomía en Oaxaca

https://bit.ly/2In6O5I

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Radio Zapatista

(Español) Madres del México herido caminan juntas

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Texto, fotos y audios, Colectivo RZ.

México, mayo de 2018.

Jessica Cerón Salinas tiene 28 años y está a punto de dar a luz. Es 13 de agosto de 2012 y su familia la espera para una fiesta en Cuernavaca. Es cumpleaños de su hermana, Lizbeth. Toda la familia, reunida por el festejo, está lista para recibir al bebé de Jessica, a quien han comenzado a llamar Max. En una última llamada telefónica, Jessica les informa que ya se dirigen a la reunión. Pero Jessica y Max no llegan a la fiesta. Desde ese día, su hermana Lizbeth,  su madre Celia y toda la familia comienzan una búsqueda que no termina. Unas horas antes, otra joven morelense desaparece. Es Viridiana Anaid Morales Rodríguez, estudiante de Psicología en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Tiene 21 años y ha viajado con su esposo Roberto Altamirano López para festejar su primer aniversario de bodas en un campamento en el Estado de México. Pero Viridiana y Roberto tampoco vuelven.

Ríos de dolor materno empapan México. Miles de mujeres sin sus hijas e hijos pasan otro 10 mayo sin nada que celebrar. La tradición de antes llama a festejar nuestra ancestría y nuestra maternidad, pero la realidad genera una tradición nueva, la de hoy, una que nos empuja a recorrer calles, avenidas y plazas para no olvidar que, en tan solo una década, cientos de miles de personas han sido asesinadas y desaparecidas en nuestro país con absoluta impunidad. Quienes se reconocen como “madres del dolor” marchan en diez ciudades de los estados más heridos por la violencia incontrolable que nos golpea. En Cuernavaca, Morelos, decenas de familias se movilizan una vez más frente a la total indiferencia gubernamental. Aunque marchan con niñas y niños muy pequeños o en brazos, no hay un solo vehículo de tránsito que vigile su camino. Nadie las recibe en la Fiscalía General del Estado, nadie las escucha en las oficinas del palacio del gobernador Graco Ramírez Garrido.

En años recientes, el estado de Morelos ha visto crecer el horror de los crímenes y las desapariciones de la mano de la insensibilidad de sus instituciones. Las organizaciones civiles que destaparon los horrores cometidos en las fosas de Tetelcingo y Jojutla, donde la Fiscalía General “volvió a asesinar” a sus familiares al arrojarlos “como basura”, insisten en que no se cumplen los protocolos mínimos de comportamiento humano frente a una persona fallecida. Y si esos protocolos no importan, las familias fracturadas importan menos.

Las madres, los niños y las niñas, los familiares jóvenes y ancianos que marcharon este 10 de mayo lo han intentado todo. Como si habitaran un mundo paralelo, se han organizado para aprender lo necesario y hacer el trabajo que las autoridades no realizan. Rastreo y hallazgo de fosas clandestinas, papeleo legal, investigación de expedientes, redacción de nuevas leyes, seguimiento de protocolos, llamados a la solidaridad, entrevistas y conferencias, relatos, gritos. Este día de las madres se visten de blanco y llevan las flores que debieron recibir. Reparten entre la gente que las acompaña un listado de consignas que se han ido ajustando a los tiempos que vivimos: “¿Dónde están, dónde están, nuestras hijas dónde están, nuestros hijos dónde están?” “Únete, únete que tu hija puede ser, que tu hijo puede ser” “¿Por qué los buscamos? Porque los amamos”. “Las madres en la calle no hay nadie que las calle”. Son las voces heridas de mujeres y familiares articulados en el Frente de Víctimas del Estado de Morelos, exigiendo “verdad, justicia, reparación y no repetición”.

Después de una larga caminata por la ciudad, un breve acto en la Plaza de Armas de Cuernavaca. Las familias y las madres se congregan en un memorial que es prueba irrefutable de la negligencia gubernamental. Colocan decenas de mantas y fotografías de quienes no están con ellas. Rodeadas por periodistas y grupos de apoyo, leen un boletín de prensa. Dicen que “los candidatos deberían tener en sus propuestas el tema de que le van a dar solución a las víctimas”, pero saben que no lo harán. “Creer, no creemos en nada”. Lo que las acerca a las autoridades, señalan, “es la esperanza”. Luego, el pase de lista de cada persona ausente, otra nueva tradición mexicana.

Entonces, los mariachis que no saben faltar, entonan lo mismo que están escuchando millones de madres en todo el país. Sólo que, aquí, Juanga y Denisse se sienten de otro modo. Cuando resuena el “tú eres la tristeza, ay, de mis ojos” la fortaleza de estas madres se vuelve llanto colectivo. Se acompañan, se abrazan y se identifican. Luego cada “guerrera invencible” se recupera y se retira para cumplir la promesa que llevan años gritando: “De norte a sur, de este a oeste, yo te encontraré cueste lo que cueste”.

A continuación, reproducimos audios con las palabras de madres, abuelas y hermanas de personas desaparecidas y asesinadas en Morelos en los últimos años, quienes explican cuál es su búsqueda y cómo se han organizado y articulado para caminar juntas:

(Descarga aquí)  

Charla con Ana Luisa Garduño, madre de la joven asesinada Ana Karen Huicochea.

(Descarga aquí)  

Charla con Edith Hernández, hermana de Israel, cuyo cuerpo fue hallado en las fosas clandestinas de Tetelcingo.

(Descarga aquí)  

Charla con Celia Salinas, madre de la joven desaparecida Jessica Cerón.


BOLETIN DE PRENSA

MILES DE MADRES EN ESTE DÍA NO TENEMOS NADA QUE CELEBRAR

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Collectif Paris-Ayotzinapa

(Español) Collectif Paris-Ayotzinapa: Madres mexicanas y centroamericanas, desde Francia, este 10 de mayo marchamos con ustedes

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París, 10 de mayo de 2018

Este 10 de mayo, en México, se llevará a cabo la VII Marcha de la Dignidad Nacional, “Madres buscando a sus hijos, hijas, verdad y justicia”. La elección de esta fecha no es fortuita. Se trata del día en que en México, así como en El Salvador y en Guatemala, se celebra a las madres. Madres mexicanas y centroamericanas que, sin embargo, desde hace mucho tiempo, no tienen “nada que celebrar”, como ellas mismas lo señalaron desde que se llevó a cabo por primera vez esta marcha, en 2012. Nada que celebrar porque sus hijos, sus hijas, han sido desaparecidos. Nada que celebrar porque las desapariciones forzadas, antes que disminuir, han continuado rompiendo sueños, destrozando familias y perpetuando la situación de inseguridad, impunidad e injusticia social que se vive en México.

Enrique Peña Nieto, actual presidente del país, lejos de rectificar la política “de seguridad” implementada por su antecesor, Felipe Calderón, la ha reforzado. No solo se ha mantenido al ejército en las calles, sino que se ha regularizado jurídicamente su presencia fuera de los cuarteles por medio de la Ley de Seguridad Interior, aprobada en diciembre de 2017. Esta ley, rechazada y criticada por diversas organizaciones sociales nacionales, así como por los más altos organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y la Organización de las Naciones Unidas, constituye un grave riesgo para los derechos humanos en México. La intervención de las fuerzas armadas en materia de seguridad no ha contribuido en absoluto a mejorar la seguridad del país, por el contrario, no solo se han incrementado las desapariciones forzadas, sino también otras problemáticas como las detenciones arbitrarias, la tortura y las ejecuciones extrajudiciales. Problemáticas en las que se ha comprobado la participación directa o por omisión de todos los niveles de las fuerzas del orden mexicanas, desde las policías municipales hasta los elementos de la Marina de México.

Son más de 35 000 personas las que han desaparecido en México durante los sexenios de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto. Es un fenómeno sin precedentes, si se considera que se trata de cifras oficiales que lejos están de reflejar la realidad –ya que muchas familias no presentan denuncias por miedo a sufrir represalias– y que México, en principio, no es un país en guerra ni bajo una dictadura militar.

En los demás países de América Central se observan las mismas tendencias por parte de los gobiernos de incrementar la militarización en nombre de la lucha contra la inseguridad, el narcotráfico y la migración hacia Estados Unidos. Ese es, por ejemplo, el propósito explícito de programas incluidos en la llamada Alianza por la prosperidad del Triángulo Norte (Honduras, El Salvador, Guatemala). Es también el objetivo del gobierno de Nicaragua al aplicar políticas extremadamente represivas en contra de las y los migrantes y en contra de las personas que les brindan ayuda. Sin embargo, estas medidas han contribuido sobre todo a brindar nuevos instrumentos de criminalización de la protesta social y de control sobre las mentes y los cuerpos. Mientras tanto, los responsables de los crímenes, las desapariciones, los feminicidios, la trata y persecución de migrantes siguen gozando de impunidad.

Nada que celebrar, entonces, salvo la fuerza y determinación de esas madres mexicanas y centroamericanas que continúan luchando por los suyos. Nada que celebrar, salvo esa lucha que, como en otros países latinoamericanos, tiene un rostro femenino. Al igual que las madres y abuelas de Plaza de Mayo, en Argentina, la búsqueda más emblemática por la justicia hoy en México y Centroamérica descansa especialmente en esas mujeres que han decidido decir basta y que se movilizan desde distintos frentes:

en la calle, tratando de visibilizar un fenómeno del que ya ninguna familia está a salvo; en el campo y en el desierto, buscando con sus propios medios esas fosas clandestinas en las que están quedando enterrados miles de mexicanos y mexicanas, de centroamericanos y de centroamericanas, que no son una cifra sino que tienen un nombre y un rostro; en las cárceles, las instalaciones de salud y los centros nocturnos, buscando a los desaparecidos en vida entre los presos, los internados y las víctimas de trata; en la arena jurídica, presionando y obligando al gobierno mexicano a adoptar a regañadientes políticas destinadas a frenar las desapariciones forzadas y a promover el acceso a la verdad y justicia.

Porque la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, en vigor desde noviembre de 2017, no es un logro del gobierno mexicano, es un logro de ustedes, familiares de los desaparecidos, que hasta el día de hoy continúan luchando para que la implementación de dicha ley se haga con su participación y con un presupuesto adecuado, únicas garantías de que sea efectiva.

Este 10 de mayo, desde Francia, marchamos a distancia con ustedes, madres mexicanas y centroamericanas. Saludamos su lucha, su fuerza y su determinación. Sabemos que el camino recorrido no ha sido fácil, que son muchos los obstáculos que han debido enfrentar y que el dolor que las acompaña día a día es inmenso. Pero sabemos también que están dando una batalla ejemplar, que la suya es una lucha por la justicia y la verdad que les agradecerán las generaciones futuras y que desde aquí abrazamos junto a ustedes.

¡PORQUE VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!

¡HASTA ENCONTRARLES!

¡SIN LAS FAMILIAS NO!

(Texto Vía Ké Huelga Radio)

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Regeneración Radio

(Español) Algunas preguntas y los peligros en Oxchuc que los cicloviajeros Holger y Krzysztof no conocían

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De nuevo, hechos que indignan. El 4 de mayo algunos medios nacionales informaron en breves notas del hallazgo del cuerpo de Holger Franz Hagenbusch, cicloviajero alemán que llevaba más de dos semanas desaparecido en Chiapas, México, dijeron que fue localizado dentro de un pronunciado barranco en el kilómetro 158 de la carretera federal del tramo San Cristóbal – Ocosingo. El lugar conocido como La Ventana se encuentra en el municipio de Ocosingo, puerta a la Selva Lacandona. Días antes, el 26 de abril, había sido localizado muy cerca, tan solo a 200 metros, el cadáver que se presume es de Krzysztof Chmielewski, de origen Polaco, de éste no trascendió la noticia en los medios de comunicación.

Más allá de dar por hecho que los cuerpos sean de los dos cicloviajeros, es importante recalcar que lo único que se ha identificado son las pertenencias de las dos personas y que los cuerpos tienen características físicas ajenas a la región. Hasta el momento la Fiscalía General del estado de Chiapas a través de un video difundido en su cuenta de twiter ha dicho que han sido encontrados “presumiblemente los restos de Holger Franz, en el mismo lugar donde fueron encontrados los restos del ciudadano polaco… En el lugar del hallazgo fueron encontradas prendas de vestir del ciudadano alemán… el ministerio público agotará todos los actos de investigación para conocer las causas de la muerte y la plena identidad de ambos extranjeros”.

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radio
Debora Cerutti/la Tinta

(Español) Compañera del colectivo La Tinta narra su detención en un Centro para Migrantes de México-2a Parte

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En el mes de marzo, La tinta viajó a México a realizar la cobertura del “Primer Encuentro internacional, político, artístico y deportivo de mujeres que luchan”. En un operativo policial en la ruta que une Ciudad de México con San Cristóbal de las Casas, Chiapas, retuvieron a una de nuestras cronistas, Débora Cerutti. Aquí la segunda parte de un relato de primera mano sobre las 13 horas de detención en un Centro para Migrantes.

Por Débora Cerutti para La tinta

El encierro y el tiempo

Tras una noche encerrada con tres hombres en una habitación bajo llave, me trasladan a la madrugada al pabellón de mujeres, donde me toman las huellas digitales, me fotografían y me sacan las pertenencias. Me vuelven a encerrar, esta vez, en una habitación con dos mujeres, una de ellas con su niño de dos o tres años.

El kit: un cepillo de dientes, un jabón, una pasta de dientes, papel higiénico. Y “agarre su colchoneta, señorita”. Para las madres que allí estaban, un par de pañales estaba incluido.

No puedo identificar cuánto tiempo pasó desde ese momento hasta que nos llamó la guardia cárceles a desayunar. Crucé un gran patio con un mural en el centro con motivo de los derechos de lxs niñxs. “Por lo menos hoy la comida tiene sal”, exclama una de ellas, mientras le da salchichas con ketchup a su niño, como parte del menú provisto por las cocineras de ese lugar a eso de las ocho de la mañana.


Me siento mirada por las mujeres. “Nunca había visto a una argentina” me dice Roxy, guatemalteca de veinticinco años que iba con David, su niño de cuatro años cuando la agarraron en Tampico, a seis horas de la frontera con Estados Unidos. Mientras intento dibujar América Latina, Nelly me dice algo del color de mis ojos y de los marrones que se ven por su tierra. Las tonalidades de iris varían si se tiene el caribe cerca o las sierras cordobesas, parece. Me cuenta que es hondureña y me presenta a su hija Melody, de diez meses. A Nelly, de diecinueve años, la migra la agarró en Veracruz, cuando intentó atravesar México camino a Estados Unidos, huyendo de los golpes de su marido. Me dice que no va a intentar cruzar nuevamente, que no quería volver a exponer a su niña, a pesar de que el pago que le había realizado el coyote le garantizaba dos intentos más.


La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) lanzó una cifra escalofriante: en 2017 se registraron 412 muertes de migrantes, cruzando la frontera entre los Estados Unidos y México. Ese mismo año, según las estadísticas del Instituto Nacional de Migraciones (INM), Estados Unidos ordenó la repatriación de 166 mil 986 mexicanas/os, mientras que México, en ese mismo año, deportó 80 mil 353 extranjeros provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador.

Desde hace algunos años, las madres y padres llevan adelante la Caravana de Madres Centroamericanas en busca de sus hijos e hijas migrantes desaparecidxs, organizada por el Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM). En una búsqueda interminable, atraviesan México con el fin de encontrar a sus familiares desaparecidos.

Recorren caminos y huellas invisibles. Cuando descansan, van a las plazas de los pueblos que atraviesan en la caravana y ponen un calzado encontrado en la frontera con los Estados Unidos y una foto de ese cuerpo que no se sabe dónde está.

Llámame cuando llegues

Las guardia cárceles, mujeres que hacían tareas administrativas y abrían y cerraban las puertas de los pabellones, me dijeron que iba a tener que esperar para hacer mi llamado, el que me correspondía, que podía marcar una vez, y que si no me podía comunicar, iba a tener que esperar hasta la semana siguiente. Me decían que esperara. Que estaban ocupadas. Que estaban desayunando. Que ya vendría el momento de llamar. Me mienten. Me frustro. Me enojo.

Un par de mujeres detenidas que estaban cerca oyen la conversación. Cuando quieren empezar a tranquilizarme me saltan las lágrimas de bronca, de impotencia. Se abren a contarme sus historias. El tránsito por ese lugar durante esos días. Las risas y anécdotas compartidas como forma de matar el tiempo. Sus llantos hasta la resignación de la espera. Las visitas de los cónsules prometiéndoles una rápida salida de vuelta a sus países. Las historias convertidas en mitos carcelarios. El llanto de un niño con fiebre en la noche anterior y la falta de cuidados y atención médica.

Un cartel muy grande en uno de los pasillos, indica un cero ochocientos para “derechos humanos” me explican algunas compañeras migrantes. Hay unas cabinas telefónicas que tienen tono, pero requieren de tarjetas para usarlas. Nadie tiene tarjetas. Así hubiese posibilidad de adquirirlas, nadie tiene dinero. Nos lo sacaron junto a nuestras pertenencias. Para el cero ochocientos de derechos humanos, no hace falta tener tarjeta ni dinero, pero me aclaran que nunca funciona. Nadie atiende del otro lado de la línea.

Foto:Carlos Maruri

Protégenos

Mientras estamos intentando comunicarnos con alguien que nos dijera algo, que nos diera una herramienta para que se respetaran nuestros “derechos humanos”, me llaman por mi nombre y apellido. Un hombre vestido de traje y una mujer guardiacárceles me piden que los acompañe a las oficinas de arriba. Dos mujeres y un hombre vestidos con un chaleco turquesa se presentan ante mi. Me dicen que son de ACNUR, la organización de la ONU encargada de brindar refugio, asilo, apoyo legal, psicológico y protección a migrantes.

Se retiran. Quedo con el hombre vestido de traje. Me toma los datos. Mientras subíamos las escaleras me había dicho que sabía que ese lugar no era para mi nivel académico (sic), que esperaba que no me hubiesen tratado mal. No entiendo a qué se debe su comentario. Le respondo que ese lugar no es para nadie.

En menos de diez minutos, envía un mail y recibe una respuesta con todos mis datos. Pasaporte, fórmula migratoria, fecha de ingreso al país, fecha de salida, número de vuelo. Estoy libre. Debo buscar mis cosas.

Les regalo a Nelly y a Roxi la imagen de la virgen Rebelde que me traje del caracol Morelia del Encuentro de mujeres, que tenía guardadas en mi cuaderno. Lo pude conservar conmigo cuando me sacaron el resto de las pertenencias. Se sorprendieron que me dejasen pasar una lapicera. Se las dejo también y la esconden rápidamente para que no se la quiten.

Una de las mujeres entra a la habitación recién bañada y pregunta quién le podía hacer una trenza. Me ofrezco. Comienzo a armarla y una guardiacárceles viene a llamarme. Las compañeras de celda esconden rápidamente el peine de plástico. Me dictan algunos números telefónicos que habían memorizado para que cuando yo saliera les avisara a sus familiares que ellas estaban bien. Que pronto (esperaban) las iban a deportar. Algunas hacía ya dos semanas que estaban incomunicadas.

Foto:Colectivo Manifiesto

Retén mental

Logré salir gracias a las redes tejidas con compañeras y docentes que cuando se enteraron ese día a las seis de la mañana donde estaba, comenzaron a movilizarse y activar contactos. Supe que la presencia de ACNUR en ese lugar no era casualidad sino que era parte de uno de los contactos movilizados por Mariana y Luciano, docente que había conocido mientras cursaba una estancia de investigación en México tiempo atrás. El consulado, Sin Fronteras y el mismo Centro de Migrantes recibieron llamados por mi caso. Las compañeras migrantes con las que estaba alojada se sorprendieron de la rapidez. Nadie está menos de una semana en esa cárcel. Me sentí incómodamente privilegiada.

Logré desbloquear una serie de imágenes mentales cuando salí del Centro de Migrantes. Pude visualizar dónde estaba mi pasaporte guardado. Me veo a mi en la carpa, guardándolo en una bolsa de nylon junto a unos libros y materiales zapatistas, dentro de la mochila grande donde tenía mi ropa, para que no se humedezca con el rocío del bosque de Morelia en el encuentro zapatista. Me culpo inmensamente de lo que me pasó. Pienso la posibilidad (nunca certera) de haber evitado todo este relato. No dejo de preguntarme cómo operó el miedo en mi memoria.

Derribar muros

Googleo la palabra del lugar donde me tuvieron detenida. Alrededor de 57 mil resultados de la búsqueda. Los primeros tres resultados me remiten a Global Detencion Project, Observatorio de Migración y una noticia de julio del 2017 de un diario que se llama Liberal. El texto se titula “Estación Migratoria de Acayucan, un peligro para los migrantes”.

Hace un tiempo, en Acayucan hubo un motín de migrantes, precisamente en el lugar donde estuve detenida. Denunciaban el trato violento, la comida en pésimas condiciones, la incomunicación con sus familias. Los cuerpos policíacos estatales y federales ingresaron al lugar y arremetieron a golpes contra ellas y ellos. El albergue continúa siendo el principal violador de los derechos humanos de los migrantes que atraviesan México hacia Estados Unidos.

El periodista Gumaro Pérez Águilando fue asesinado en una escuela primaria ubicada en Acayucan. Hombres armados entraron hasta el salón de clases donde se encontraba con motivo del festival navideño de su hijo. Su nombre se sumó a la lista de los reporteros asesinados en el año 2017 en México: 12 muertos. Con él suman 39 homicidios de periodistas en lo que va de la administración del presidente Enrique Peña Nieto.

De acuerdo con el informe de la Unidad de política migratoria, en la estación “se presentaron” en el primer bimestre de 2017, 1350 migrantes, y en el mismo período del año 2018, 2312 migrantes. La capacidad de “albergue” del lugar, es para 836 personas.

El Centro de Migrantes, figura como un centro de detención de inmigración de tipo administrativo, según la ley el Instituto Nacional de Migración (INM). Sin embargo, opera como institución policial de seguridad nacional. Encarcela, incomunica y violenta migrantes. Cuenta con cárceles disfrazadas de albergues transitorios. Criminaliza a las migrantes indocumentadas.

En Acayucan desaparecieron mujeres. En Acayucan torturaron a migrantes. En Acayucan mataron a balazos a un alcalde. En Acayucan asesinaron periodistas. En Acayucan no hay paz ni tranquilidad para el pueblo ni para quienes por él transitan.

Foto:Colectivo Manifiesto

Carne de cañón

Me siento a comer carne enchilada en un local de comidas. La cocinera y dueña del local junto a una mujer más joven, que luego supe era su hija, empiezan a conversar, me preguntan qué hacía allí. Les cuento que me detuvieron la noche anterior en un retén y me trasladaron al Centro de Migrantes. Que ahora estaba esperando que se hiciera la noche para tomar el colectivo que me llevaría a Ciudad de México, que estaba alojada en la oficina de ACNUR que se encuentra en Acayucan.

La señora me dice que desde hace 12 años, el pueblo se puso feo. Ella y su hija sueltan la lengua y comienzan a contar historias. De ellas llevándoles comida a personas detenidas en el Centro de Migrantes. De ellas escuchando gritos de mujeres que venían desde adentro de los muros. La más vieja narra situaciones de extorsión. De violencia sexual hacia las detenidas. De maltrato y violación de los derechos humanos.

Acayucan también se convirtió en un pueblo donde existe una de las redes más grandes de trata de personas en México. Cientos de mujeres son desaparecidas o asesinadas. En los últimos 32 años, en México hubo 52. 210 asesinatos de los cuales 29.8 por ciento, es decir 15.535 feminicidios, sucedió desde 2011, según el estudio “La Violencia Feminicida en México, aproximaciones y tendencias 1985-2016”.

Me hablan de Edwin Rivera Paz, periodista hondureño asesinado el 11 de julio de 2017 en Acayucan. Minutos después, una de ellas con su facebook abierto me dice “ves, acaban de amenazar a uno”. Ernesto Granados, reportero del Diario de Acayucan, había recibido por redes sociales un ultimátum a cambio de su silencio.

Sigo comiendo. Una de las mujeres sale a hablar por teléfono y vuelve llorando. Ambas sentadas en mi mesa. La más joven, me cuenta que hacía poco tiempo, una financiera sacó un anuncio buscando personal y ella quedó seleccionada para trabajar, vendieron créditos en las comunidades cercanas. La financiera se dio a la fuga. Ella empezó a recibir amenazas de muerte. Un niño sentado en la mesa de al lado la mira con preocupación cuando ella pronuncia la imposibilidad de llevar a su hijo a la escuela, o de volver a dormir en su casa por miedo. Me atraganto. Me enchilo. Las abrazo. Me voy.

La rabia se enciende en tiempos de cacería.

Foto de portada: Colectivo Manifiesto

radio
CNI-CIG

(Español) Mensaje de apoyo y solidaridad del CIG-CNI a la tribu Yaqui y en contra de la agudización del despojo y la represión

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Al Pueblo de México

A la Sexta Nacional e Internacional

A los medos de comunicación

A los pueblos del mundo.

Ante la grave situación que viven nuestros hermanos y hermanas de la tribu Yaqui, en que la ambición de los gobiernos capitalistas quiere imponer, con la guerra, un gasoducto en el territorio de varias comunidades, donde lo pretenden construir sobre la sangre, el robo y el despojo de la tierra a la tribu Yaqui, el Concejo Indígena de Gobierno y el Congreso Nacional Indígena, repudiamos la violencia y la discordia sembrada descaradamente por los dueños del dinero para concretar su crimen.

Condenamos los actos violentos ocurridos el día 30 de abril en Loma de Bácum, producto del odio y la muerte que han sembrado para imponer sus megaproyectos y que costó la vida del joven Víctor Adolfo Molina Vázquez. Es la misma guerra que mantiene preso injustamente a nuestro compañero Fidencio Aldama Pérez, luego del ataque que la misma comunidad sufrió el pasado 21 de octubre de 2016.

Responsabilizamos al mal gobierno de Sonora y al mal gobierno federal de cualquier agresión que pueda ocurrir a manos de sus fuerzas represivas, sean policiacas, militares, paramilitares o grupos de choque a la comunidad de Loma de Bácum y los demás pueblos de la tribu Yaqui que luchan y resisten en contra de los criminales que tienen secuestrado nuestro país.

Así mismo, el Concejo Indígena de Gobierno y el Congreso Nacional Indígena repudiamos la detención arbitraria y cobarde que sufrió en Mexicali, Baja California, el compañero León Fierro el pasado 4 de mayo por parte de policías ministeriales a fuera de su domicilio, acusándolo del delito de homicidio. El compañero ha sido parte de la resistencia en contra de la privatización y robo del agua por la empresa Constellations Brands y su secuestro por las fuerzas represivas de los capitalistas es parte de la criminalización con que el mal gobierno de Baja California ha respondido a la organización de la gente de abajo.

Saludamos la digna lucha del pueblo Wixárika en la defensa de su patrimonio sagrado. Nos sumamos a la exigencia de la restitución de tierras invadidas por ganaderos de Huajimic, Nayarit y hacemos responsables a los malos gobierno de Jalisco, Nayarit y el mal gobierno federal por violencia que se genere en toda la región ante este grave conflicto.

Nuestro llamado es a detener el robo descarado con violencia que está haciendo la banda de delincuentes que dice gobernar este país y seguimos denunciamos que su apuesta por la guerra se agravará, por lo que la solidaridad y la organización es el respiro que necesitamos como pueblos indígenas y no indígenas.

Atentamente

Mayo de 2018

Por la Reconstitución Integral de Nuestros Pueblos

Nunca mas Un México sin Nosotros

Congreso Nacional Indígena

Concejo Indígena de Gobierno

radio
Radio Zapatista

(Español) Colectivos y organizaciones europeas denuncian desplazamientos forzados en Chiapas

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Carta de Protesta – Abril 2018

Asunto: Desplazamientos forzados en Chiapas, México.

A quien corresponda,

Los que firmamos ésta carta hacemos responsable al gobierno de México de no valorar la vida, la integridad y la seguridad de la población indígena de Chiapas.

En el mes octubre de 2017 fueron desplazadas de manera violenta, más de 5 mil personas de la comunidad de Chalchihuitán; hasta el día de hoy éstas familias siguen viviendo en el monte, bajo lonas de plástico; niños han muerto por el frío y por la falta de atención médica.

Entre el 24 y el 26 de marzo de 2018, se volvieron a repetir agresiones similares, en contra de la población del municipio de Aldama. Esta vez fueron desplazadas 747 personas. Ya hubo tres muertos (2 niños y un hombre adulto), fueron asesinados por disparos de bala cuando se dirigían a sembrar su maíz. El resto de la población tiene ahora el temor de ser atacadas.

Hasta la fecha siguen los disparos en los dos lugares.

Estos dos casos de desplazamiento forzado fueron provocados por los paramilitares de la zona, ellos manejan armas de alto calibre y actúan bajo la protección del gobierno mexicano.

Exigimos que se castigue a:

Enrique López Pérez
Efraín Ruíz Àlvarez
Juan Ruíz Ruíz
Manuel Santíz Hernández
Manuel Ruíz Hernández
Lorenzo Ruíz Pérez
Roberto Pérez Àlvarez

Denunciamos las agresiones encontra las Abejas en Acteal del 21 de Abril 2018.
Exigimos una alto inmediato a la violencia de estado en contra de las poblaciones indígenas, bases de apoyo zapatistas, y de los movimientos sociales.
Exigimos que se deje de apoyar a los grupos paramilitares en la región de Los Altos, Chiapas, México.
Exigimos castigo a los gobernadores que controlan a éstos grupos paramilitares.
Exigimos que el gobierno mexicano respete los derechos humanos, combata la corrupción y la impunidad.
Exigimos que se cumplan los Acuerdos de San Andrés, firmados en 1996.
En Solidaridad con el movimiento zapatista!
Si tocan a unos, nos tocan a todos!

Atentamente:

– Solidaridad directa con Chiapas, Suiza
– Espoir Chiapas / Esperanza Chiapas, Francia
– L’Adhesiva, Espai de trobada i acció, Barcelona
– Adherentes a la Sexta Barcelona
– CGT, Estado Español
– Gruppe B.A.S.T.A, Münster, Alemania
– zz-colectivo, Münster, Alemania / San Cristobal, Chiapas, México
– Mut Vitz 13 Marseille (Francia)
– red YA-BASTA-NETZ, Alemania
– Asociación Interpueblos (Cantabria)
– Comité de Solidaridad con los Pueblos (Cantabria)
– CSPCL Paris
– Lumaltik Herriak – País Vasco
– Kollektiv por Ayotzinapa, Alemania
– Café Rebeldía, Suiza
– Terra Libra, Bretana, Francia
– Alerta!, Düsseldorf, Alemania
– Solidaritetsföreningen K’inal Stöd Zapatiströrelsen i Chiapas, Suecia
– Assoziacione Tatawelo, Italia
– Associació Solidaria Cafè Rebeldía-Infoespai, Barcelona
– Café Libertad Kollektiv eG, Alemania
– Zapatistgruppa i Bergen, Noruega
– Syn Allois, Grecia
– Café Caracol, Finlandia
– Molotov cooperative, Rusia
– Kaffeekollektiv Aroma Zapatista, Alemania
– Ya basta, Wendland
-Katharina K, Alemania
-el Rojito, Alemania
-Echanges Solidaires, Francia
-CAREA, e.v
-ASSI (Acción Social Internacionalista), Estado Español
-TxiapasEKIN, País Vasco
-Beizengenossenschaft Hirscheneck, Suiza
-Kulturverein Hirscheneck, Suiza
-Sous Le Pont, Suiza
-ZAS

radio
Ejido San Sebastián Bachajón Adherentes a La Sexta

(Español) Denuncia pública Ejido San Sebastián Bachajón (4 de mayo 2018)

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EJIDO SAN SEBASTIAN BACHAJON ADHERENTES A LA SEXTA DECLARACION DE LA SELVA LACANDONA. CHIAPAS, MEXICO.  A 4 DE MAYO 2018.

Al Congreso Nacional Indígena

A l@scompañer@s adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona de México y el Mundo

A los medios de comunicación masivos e alternativos

A la Red contra la Represión y por la Solidaridad

Al Movimiento de Justicia por el Barrio de Nueva York

A los defensores de derechos humanos nacional e internacional

Al pueblo de México y el mundo

Compañeros y compañeras reciban un saludo combativo para sus organizaciones y pueblos en resistencia de parte de los adherentes a la Sexta Declaración del ejido San Sebastián Bachajón, Chiapas.

En este medio queremos denunciar públicamente la resolución del Juez Mixto de Primera Instancia de Distrito Judicial de Ocosingo Chiapas al dictar sentencia en contra de nuestro compañero Santiago Moreno Pérez, preso en playas de catazajá, Chiapas, CERESO número 17 desde febrero del año 2009, al dictar sentencia de 25 años de prisión por el delito de homicidio, nuestro compañero Santiago Moreno Pérez es adherente a la sexta declaración del ejido san Sebastián Bachajón, una persona de una edad avanzada, fue detenido sin ninguna causa, sin haber cometido el delito, solamente porque tenía participación dentro de la organización, le fue fabricado  el delito con tal de que cayera en la cárcel como a otros compañeros, nuestro compañero Santiago Moreno es inocente,  a pesar de que no había muchas pruebas en su contra, el Juez Mixto de Primera Instancia de Distrito Judicial de Ocosingo, dicto sentencia en su contra, por lo dicho, hacemos de su conocimiento que no vamos a aceptar esa sentencia en contra de nuestro compañero, por el momento ya se apeló la sentencia que le fue dictada en su contra, esperamos resultados futuros.

Esta sentencia en su contra es una de las varias injusticias que pasa en México, los verdaderos responsables viven en medio de los poderes públicos, respaldados por el mismo gobierno, hasta tienen protección, son utilizados como testigos por unos pesos de dinero, sin darse cuenta de que hay una injusticia de por medio

Quedamos pendientes para esperar próximos resultados a favor de nuestro compañero, ya que el compañero Santiago Moreno es inocente, nunca cometió el delito en la cual hoy en día se le hace responsable.

Desde la zona norte del estado de Chiapas, en nombre de nuestra lucha, en voz de las mujeres y hombres de San Sebastián Bachajón les enviamos saludos combativos.

Nunca más un México sin nosotros

Tierra y libertad

 ¡Zapata vive!

¡Hasta la victoria siempre!

Presos políticos ¡libertad!

¡Juan Vázquez guzmán vive, la lucha de Bachajón sigue!

¡Juan Carlos Gómez Silvano vive, la lucha de Bachajón sigue!

¡Fuera los policías estatales de nuestro territorio indígena!

¡Presentación inmediata a los compañeros desaparecidos y asesinados de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa!

¡Viva la digna lucha de los compañeros y compañeras choles del ejido tila!

Viva la digna lucha de los compañeros y compañeras de San Francisco Xochicuautla!

¡Vivan los pueblos que luchan por su autonomía y libertad!

¡JUSTICIA PARA NUESTRO COMPAÑERO JUAN VAZQUEZ GUZMAN, AYOTZINAPA, ACTEAL, ABC, ATENCO!

radio
Debora Cerutti/La Tinta

(Español) Compañera del colectivo La Tinta narra su detención en un Centro para Migrantes de México tras participar en Chiapas en el 1er Encuentro de Mujeres que Luchan [Crónica]

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En el mes de marzo, La tinta viajó a México a realizar la cobertura del “Primer Encuentro internacional, político, artístico y deportivo de mujeres que luchan”. En un operativo policial en la ruta que une Ciudad de México con San Cristóbal de las Casas, Chiapas, retuvieron a una de nuestras cronistas, Débora Cerutti. Aquí la primera parte de un relato de primera mano sobre las 13 horas de detención en un Centro para Migrantes.
Por Débora Cerutti para La tinta

Acayucan, Veracruz, México. 12 de la noche. Retén policial en la ruta. Huelo a peligro. Sudo hormonas. Aumento la frecuencia cardíaca. El miedo paraliza, me dije a mi misma. Reacciono y activo protocolos básicos de seguridad. Los invento en ese momento.

Había salido a las siete de la tarde de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, rumbo a Ciudad de México. El avión de vuelta a Argentina salía dos días después.

Llamo por teléfono a Jaime. Le pido que se comunique con mi amiga Mariana. Que no se preocupen. Que permanezcan atentos. Que no tenía mi pasaporte. Que no lo encontraba. Que debía estar en la casa de Mariana, en Ciudad de México, aunque estaba segura de que lo había cargado. Que iba a pasar la noche en un lugar llamado “Centro para migrantes” y que al amanecer me dejarían ir, cuando llegara el personal a las oficinas y chequearan mi identidad.

El aquietamiento
La última vez que había estado en México, fue hace dos años atrás. Un viaje de siete meses en el que recorrí decenas de experiencias organizativas que me enamoraron. Entre ellas, el zapatismo. En marzo de este año regresé al sureste mexicano con la tarea de cubrir para La tinta un evento convocado por el movimiento zapatista: el Primer Encuentro internacional, político, artístico y deportivo de mujeres que luchan. Mi corazón estaba ensanchado.

El encuentro terminó. Decidí quedarme unos días más en San Cristóbal para terminar de organizarme junto a otras seis mujeres en el trabajo colaborativo de prensa que nos habíamos propuesto durante el encuentro. Luego de esos días, iría a la costa de Chiapas a visitar a tres generaciones de mujeres y el mar. La noche antes de viajar comencé a sentirme mal. La maldición de Moctezuma parecía haber hecho lo suyo en mi estómago. Perdí el pasaje que había comprado y me quedé un par de días más en San Cristóbal.

Eso condicionó la vuelta. Debía volver sola a ciudad de México atravesando algunos retenes que sabía que existían. Conocía de los filtros migratorios por mi viaje anterior. Decidí no dormir y quedarme atenta a las probables paradas del colectivo en que la Policía Migratoria tiene un procedimiento muy aceitado: se sube al autobús, te mira, te alumbra con una linterna, reconoce tus rasgos en base a fenotipos y decide pedirte o no los documentos.

Desde la salida de San Cristóbal pasé tres retenes. En el tercero, todavía en el estado de Chiapas me pidieron documentos. Les mostré mi DNI, lo tomaron en sus manos y me lo devolvieron. Se bajaron. El colectivo siguió andando. Mi cuerpo liberó hormonas que mantuvieron la sensación de miedo pero permitieron que mi organismo actuara.

Siempre me costó dormir en los colectivos. A veces, cuando logro conciliar el sueño, se despierta mi mente y mi cuerpo queda paralizado. Por eso, desde hace un tiempo, decido mantener los ojos abiertos, los sentidos en alerta cuando viajo. Leo. Pienso. Miro por la ventana. Recuerdo. Hasta que me vence el sueño y caigo en la posibilidad de esa parálisis de la que soy consciente y dura segundos, pero que se manifiesta como eternidad. Es el tránsito del sueño a la vigilia: la parálisis del sueño.

Bajé la guardia a las 23 horas, un jueves 15 de marzo, en ese último retén. Me quedé profundamente dormida, sintiendo que ya no había peligro ni posibilidad de parálisis.

Llave de cintura
El estado de Veracruz es el paso obligado de aquellas personas que migran desde Centroamérica hacia Estados Unidos. De allí que le llaman “llave de cintura”, metáfora que representa el anudamiento, la limitación en el transitar libremente. Allí la linterna me iluminó el rostro y me despertó. Caí una vez más entre los fenotipos de personas que la migra estaba buscando.

—Documentos.
—Ya me los pidieron en el retén anterior.
—Este es otro. Documentos.
—Aquí está.
—Su pasaporte.
—Ese documento fue válido en el retén anterior.
—Este es otro. Pasaporte.

Me pongo nerviosa. No encuentro el pasaporte. Reviso mi mochila de mano. No está allí. Me bloqueo. Les digo que no lo tengo conmigo. Que tengo escaneado las primeras hojas de esa identificación en la computadora. Que no. Que necesitan tenerlo con la fórmula migratoria que me habían dado al ingresar al país. Que junte mis cosas y me baje.

Desciendo del colectivo, el chofer afirma que yo no venía sola, no entiendo por qué. Yo le digo que sí, que no había nadie conmigo. Insisten en mi pasaporte. Mi memoria insiste en no recordar qué había hecho con él. No pasan más de cinco minutos en toda esta secuencia: sin dudarlo, el chofer baja mi mochila grande del colectivo, se sienta en su butaca y arranca.

Miro el reloj de mi teléfono celular, son las doce de la noche, batería cargada, apenas una línea de señal. Miro a mi alrededor, veo el colectivo que se va, la ruta casi vacía, la noche oscura, una tienda Oxxo a lo lejos y una tienda de campaña con luces blancas que iluminan los rostros. Me percibo como la única mujer rodeada de policías. Recuerdo una frase: “Ningún ser humano es ilegal”.

Foto:Colectivo Manifiesto

La jauría y la perrera
Me dicen que me van a trasladar. Me suben a una combi enrejada. Me tienen media hora allí arriba encerrada, sin posibilidad de bajarme. Con dos jóvenes hermanos, uno de ellos menor de edad. Ellos en silencio. Yo golpeando la puerta para que me dejen salir. La migra pasa por el costado y disimula la sordera. Vuelve el conductor de la perrera. Se sube y enciende el motor. Comienzan los once kilómetros de mayor incertidumbre en el viaje en México.

Empiezo a borrar las imágenes de la cámara de fotos en el camino, las del Encuentro de mujeres. Borro toda la información del teléfono. Pienso en las 47 mujeres que denunciaron violaciones y torturas en San Salvador Atenco, uno de los 125 municipios del Estado de México, ubicado al oriente. Allá en 2006, cuando 5 mil efectivos policiales se desplegaron cual jauría sobre la comunidad rural y reprimieron una protesta contra la construcción de un aeropuerto.

Pierdo la señal del teléfono por completo.

Pienso en los excesos de las autoridades. En los operativos impunes, en el poder que poseen las fuerzas policiales, en su formación violenta y su capacidad para realizar torturas físicas, psicológicas y sexuales. En su capacidad para desaparecer personas.

En esos once kilómetros de traslado al Centro de Migrantes, intento identificar señales en el afuera. Intento no tener miedo. Intento pensar con la cabeza en frío y el corazón caliente. Carteles, nombres, luces. ¿Qué haría ante un intento de violación? ¿Qué si me secuestran? ¿Serían capaces?

Atenco, insistente imagen metafórica mientras transito encerrada en la perrera hacia un lugar desconocido, rodeada de hombres uniformados.