En el corazón de Mato Grosso do Sul, Brasil, donde el latifundio ha levantado un desierto verde de soya, la Recuperación de Tierras de Guyraroká resiste en un acto de valentía y supervivencia. Mientras el Estado brasileño retrasa deliberadamente la homologación de las 11 mil 401 hectáreas del Territorio Indígena, limitando a los Guaraní Kaiowá a un fragmento de apenas 44 hectáreas, la comunidad decidió actuar. En octubre recuperaron la Hacienda Ipuitã, un territorio ancestral intoxicado por años de monocultivo, pero que ahora vuelve a latir con la regeneración y la cultura Guaraní Kaiowá.

En este suelo envenenado, donde los monocultivos agotaron la tierra, estos pueblos insisten en recuperar las tierras del latifundio. Los árboles nativos brotan y las huertas tradicionales (kokue) florecen. Pero esta resistencia es atacada todos los días. Las fumigaciones aéreas con agrotóxicos, que avanzan deliberadamente sobre las tierras recuperadas, son armas químicas utilizadas por el enemigo. Ya destruyeron huertas enteras, contaminaron el suelo y el agua, y enfermaron gravemente a la comunidad, con niños, ancianos y jóvenes hospitalizados repetidas veces.

La respuesta del Estado a la legítima recuperación no fue la justicia, sino la represión. El Batallón de Choque, helicópteros, bombas de gas lacrimógeno lanzadas desde el aire, balas de goma y el secuestro de indígenas por guardias blancas componen el escenario de terror impuesto por el gobierno de Riedel (MS) en connivencia con el latifundio. Es un combate asimétrico: de un lado, un pueblo con arcos, flechas y azadones; del otro, un aparato estatal-militar al servicio del agronegocio.

En este contexto, la llegada de las semillas criollas de la Red Teia dos Povos a Guyraroká es estratégica para la soberanía y la autonomía de la recuperación de tierras. Mientras el agronegocio usa el veneno como arma, la Red de Semillas ofrece la semilla criolla, pura y libre de transgénicos, como posibilidad de liberación.

Aquí, la semilla criolla se convierte en símbolo de la resistencia viva. Representa lo opuesto al modelo del agronegocio: es diversidad contra monocultivo, es vida contra veneno, es autonomía contra dependencia.

Mientras el helicóptero del Batallón de Choque sobrevuela el “Terreiro dos Pássaros” y aterroriza a la comunidad, las semillas criollas son sembradas en la tierra, en una silenciosa promesa de buen vivir. La vida, terca y ancestral, reafirmando su derecho a florecer.

Fuente: Teia dos Povos