Madrugada. Aún no son las dos de la mañana y una luna casi llena ilumina las calles de Mapastepec. La pequeña ciudad duerme, pero en la plaza central, en el patio de la iglesia y en las calles aledañas algunos grupos se desperezan ya y empiezan a arreglar sus pocas pertenencias. Una hora más tarde el movimiento ya es intenso y muchos ya emprendieron el camino. Se organizan en grupos de 10, 20, 30 personas. Los niños pequeños van en brazos de sus madres o padres, pero la mayoría, a pesar del sueño y del cansancio, camina.

Al llegar a la carretera giran rumbo a Pijijiapan, con la esperanza de que algún vehículo los recoja. Muchos lo hacen, sobre todo a partir de las 6 de la mañana, cuando los camiones y combis empiezan a circular. Avanzan algunos kilómetros y luego, al aproximarse a algún retén (migración, policía federal, ejército), se detienen y los migrantes bajan, pues los conductores temen tener problemas con las autoridades. Los migrantes atraviesan los retenes a pie sin interferencia de las autoridades (de hecho, en algunos, como el militar, el personal está ausente), esperando que otro conductor se solidarice más adelante.

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Varias horas después ya la plaza central de Pijijiapan y muchas cuadras aledañas están atiborradas. Pero algunos decidieron continuar para evitar el amontonamiento. En Tonalá hay ya entre 400 y 500 personas, y en Arriaga, entre 200 y 300.

Solidaridad

Quizás lo más sorprendente del paso de la caravana por Chiapas sea la solidaridad de la población local. En la comunidad de Nuevo Urbina, se reunieron las mujeres la noche anterior para discutir la situación de los migrantes. Desde poco después del sismo, y ante la inacción y los engaños del gobierno, la comunidad se ha venido organizando para reconstruir sus casas, con el apoyo del colectivo BioreconstruyeMX Chiapas. Este proceso solidificó las relaciones comunitarias. El colectivo inició un proyecto de fogones ahorradores, con la intención de enseñar a los pobladores cómo construirlos, para que cada quien los reproduzca en sus hogares. El primero fue construido en la casa del pueblo, donde también se instaló un potabilizador de agua para la comunidad.

Instadas por doña Lázara, mujer muy respetada en la comunidad, las mujeres decidieron apoyar con agua, ropa, calzado y comida. Al día siguiente, a las seis de la mañana, 15 mujeres estaban ya reunidas en la casa del pueblo. Siete horas después, ya tenían listos 5 mil tamales, que llevaron al centro de Pijijiapan al anochecer, junto con garrafones de agua y acopio de la comunidad y de personas y organizaciones solidarias de Tonalá. Los niños de la comunidad también se involucraron, escribiendo cartas ilustradas con mensajes para los niños migrantes, y entre todos hicieron una gran manta con el mensaje: “Sus corazones son valientes, no se rindan”, que colgaron del puente en la carretera.

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En una escuela en Pijijiapan, la directora sugirió a los padres y madres de los niños que cancelaran actividades ese día para poder albergar a los migrantes. Las familias no sólo estuvieron de acuerdo, sino que se organizaron para llevar acopio (pañales, papilla para bebés, medicamentos, agua y comida), que la misma directora y un grupo de voluntarios distribuyeron a lo largo del día y de la noche.

En el poblado Hermenegildo Galeana, cercano a Pijijiapan, la comunidad se organizó para apoyar con agua y tamales, y desde las cinco de la mañana estaban ya al borde de la carretera para atender a los migrantes, no sólo con agua y comida, sino con una palabra amiga. Esto a pesar de sus propias críticas y preocupaciones. En México hay mucha pobreza, dijeron, y no hay empleo. ¿Qué va a pasar si el gobierno de Estados Unidos no los deja pasar? “Esto nos va a pesar.” Además, temen la reacción de Estados Unidos, que podría dificultar aún más la obtención de visas para los mexicanos. Y sin embargo, los apoyan. Todos somos pobres, explicaron… Nos ayudamos.

Intereses revueltos

Sorprendente también ha sido el cambio de postura del gobierno mexicano ante la caravana. Al inicio, Peña Nieto anunció que no permitiría que los migrantes entraran al país “de forma irregular, mucho menos de forma violenta”. En la frontera más de 300 agentes de la Policía Federal intentaron impedir el paso de los migrantes, con vallas, equipo antimotines y disparos de bombas de gas lacrimógeno. En la trifulca, un bebé murió por un impacto de bomba disparado por la policía, conforme confirmó un testigo ocular entrevistado por RZ (sobre lo cual no ha habido ninguna declaración oficial). La postura oficial tuvo también un impacto en la población de Tapachula, quienes, influenciados por el discurso del miedo, cerraron sus puertas.

Sin embargo, a partir de Huixtla  se dio un cambio notorio. Las presidencias municipales se han movilizado para ofrecer agua, alimentación y servicios de salud, y el discurso se ha convertido en uno de solidaridad y apoyo “a los hermanos centroamericanos”. La ayuda ha sin duda sido valiosa, aunque insuficiente, pero al mismo tiempo presenciamos una tendencia cada vez más visible a la autopromoción, con discursos autoelogiosos y la producción de eventos que más parecen fiestas descontextualizadas que una atención digna. La música estruendosa, tanto en Tonalá como en Pijijiapan, que siguió a los discursos en el caso de esta última, no dejaba descansar a los miles de personas exhaustas amontonadas en la plaza.

Al mismo tiempo, ha habido cambios de ruta que para muchos parecen inexplicables. En Huixtla se decidió contra la ruta de San Cristóbal de las Casas y Tuxtla, para continuar por la costa rumbo a Arriaga. Anoche, en Pijijiapan, Irineo Mujica, de Pueblos sin Fronteras, propuso que se siguiera ahora por la ruta Arriaga, Juchitán, Tehuantepec, Oaxaca y Puebla antes de llegar a la Ciudad de México. También propuso buscar un diálogo con el gobierno para promover la aprobación en el Congreso y Senado de una legislación que elimine las visas para los centroamericanos, y que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) modifique sus procedimientos para garantizar una respuesta en el plazo de 15 días, en vez de los actuales 45 a 90 días. En posterior entrevista, Mujica expresó que con el cambio de gobierno hay una esperanza. Sin embargo, algunos de los migrantes entrevistados se mostraron perplejos ante las propuestas; su intención es simplemente llegar a la frontera estadounidense con la esperanza de poder cruzar y así sostener a sus familias, no promover cambios políticos en México.

Ante todo esto, la postura del gobierno federal ha dado un giro de 180 grados. Tras participar en el panel sobre migración en el Bloomberg Global Business Forum 2018, en Nueva York, Peña Nieto, junto con el presidente de la Confederación Suiza, Alain Berset, anunció la firma del Pacto Mundial para una migración segura, regular y ordenada, a ser adoptado durante la Conferencia Intergubernamental de las Naciones Unidas en Marrakech los próximos 10 y 11 de diciembre, aseverando que “la migración internacional es uno de los retos globales más apremiantes y, al mismo tiempo, una enorme oportunidad para promover el desarrollo”, enfatizando su “potencial para fomentar el desarrollo económico y social mundial”.

Cabe preguntarse a qué se debe este giro y qué tenga que ver con las relaciones con el vecino Estados Unidos, cuyo presidente Donald Trump continúa utilizando la caravana con fines electoreros. Este próximo 6 de noviembre se realizarán en ese país las elecciones federales de medio periodo, donde está en juego el control del Congreso, que según las encuestas tiene muchas probabilidades de quedar en manos de la oposición demócrata. Utilizando un discurso cada vez más xenófobo, Trump ha declarado que la caravana representa una amenaza de seguridad nacional para el país y ha hecho afirmaciones absurdas, entre ellas que en la caravana hay terroristas del Estado Islámico infiltrados y miembros de la Mara Salvatrucha.

Y mientras, el abajo…

Mientras desde arriba los diferentes poderes parecen estarse disputando el botín político, abajo, en las calles de las ciudades chiapanecas y las carreteras, bajo un sol hirviente, los migrantes siguen caminando. Sus historias componen un panorama muy distinto de lo que se mira arriba. Un hombre hondureño, que viaja con su hija de 10 años, lamenta haber tenido que dejar en Honduras a su mujer embarazada, que dará a luz en unas dos semanas. “Probablemente no lo veré nacer”, dice. Pero es necesario seguir adelante, por la familia.

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Es la familia lo que, según los testimonios recabados, mueve a la gran mayoría de los migrantes. Varios comentan que se han sentido tentados a regresar. La fatiga, la incertidumbre, el calor, la sed, los muchos riesgos, sobre todo para los niños, son muchos. Pero la familia. Es necesario continuar. “Caminar y caminar hasta donde podamos llegar, esa es nuestra lucha.” “Es como una montaña… el camino es hacia arriba y pienso continuar.” Saben que será muy difícil cruzar, saben que sólo una minoría lo logrará, pero piensan dar todo de sí mismos para lograrlo. Para muchos, es la situación económica lo que los empuja: el desempleo o el empleo de explotación que no es suficiente para sobrevivir. Para otros, se trata de huir de la violencia, de una realidad donde la muerte acecha a toda hora. Para Karina (nombre ficticio), que viaja con su marido y su hijo de tres años, la caminata es por la vida… la vida de su hijo, que está enfermo y que no encuentra atención adecuada ni medicamentos en Honduras.

Pero quizás la entrevista más elocuente es la que no pudimos realizar. Cuando le preguntamos a un joven si nos podía contar por qué está viajando, dijo pensativo: “No… no puedo… no… me haría recordar cosas que trato de olvidar”. Y se quedó con la mirada perdida, mirando al vacío o quizás reviviendo alguna escena que, a pesar de sus esfuerzos, insiste en regresar.

Testimonios: