militarización
Los rostros (no tan) ocultos del mal llamado “tren maya”. Parte 2: La explotación velada detrás de la “cortina de desarrollo”
Colectivo Grieta, 10 de agosto de 2020
El 10 de enero de este año, López Obrador tuvo un encuentro con el Presidente del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora (INDEX) donde se lanzaron elogios al mal llamado Tren Maya y al Corredor Transístmico que, según los presentes en la reunión, serán proyectos esenciales para traer inversión extranjera al país y crear lo que el presidente ha denominado “cortinas de desarrollo” que funcionarán para generar empleo. Luis Aguirre Lang, presidente de INDEX, agradeció y felicitó al presidente, diciéndole que “coincidimos con usted en saldar la deuda histórica con el sur de México”, como si estos megaproyectos de despojo y las grandes transnacionales que ansiosamente vienen detrás de ellos para operar en forma de maquilas, tuvieran algo que ofrecerle a los pueblos de la región, más allá de precarias condiciones de trabajo, salarios miserables e inseguridad laboral.
Por su parte Jiménez Pons, titular del Fondo Nacional para el Fomento al Turismo (Fonatur), al hablar del mal llamado Tren Maya señala que éste no solo presenta proyectos agropecuarios, sino que también funge como una especie de promotor industrial. Efectivamente, en enero de 2020 el funcionario federal se extendía hablando no solamente del papel del proyecto de tren del gobierno de la 4T en la agroindustria, sino que señalaba que los “polos de desarrollo” esperan crear “ciudades pequeñas y subcentros urbanos con hoteles, viviendas, centros comerciales, naves industriales y de manufacturas”, mientras prometía que esta vez los beneficios, ahora sí, llegarían a las comunidades indígenas, comunidades que han escuchado exactamente la misma promesa de los patrones en turno durante los últimos 500 años.
La industria maquiladora de exportación ha operado con protagonismo en el sureste mexicano desde la década de los 80, especialmente en el estado de Yucatán, donde no ha dejado ningún beneficio para la población trabajadora, más que empleos precarios, migración, bajísimos salarios y una masiva incorporación de mujeres jóvenes al mercado laboral. Para finales de 2019, había 40 mil personas en este estado, trabajando en plantas maquiladoras de grandes firmas trasnacionales vinculadas a la industria de ropa, como las Fruit of the Loom o VF Corporation, que tiene una importante presencia en la región, o plantas de industria automotriz con grandes empresas como Leoni. Estas corporaciones han establecido sus operaciones en esta región del país porque ahí se localiza la fuerza de trabajo más barata de México donde también predomina un modelo sindical corporativo coercitivo.
Como lo demuestra el cuadro siguiente, de todos los estados con fuerte presencia de la industria maquiladora, Yucatán es el que registra el promedio de salarios y sueldos más bajos del país, con sólo la mitad del salario que se gana en los estados maquiladores de la frontera norte y del Bajío.
Sueldos y salarios mensuales de personal de la industria maquiladora por estado , pesos (2019)*
Nuevo León | 11302 |
Aguascalientes | 10965 |
México | 10849 |
Querétaro | 10591 |
Coahuila de Zaragoza | 10413 |
Jalisco | 10331 |
Baja California | 10280 |
Puebla | 10225 |
Guanajuato | 9637 |
San Luis Potosí | 9424 |
Sonora | 8956 |
Tamaulipas | 8814 |
Chihuahua | 8127 |
Durango | 6597 |
Yucatán | 5422 |
Fuente: Inegi, Banco de Información Estadística, https://www.inegi.org.mx/sistemas/bie/
*Las cifras oficiales que aquí se presentan son más altas que el salario de un obrero u obrera porque los promedios incluyen sueldos de administrativos. Si se contabilizaran sólo salarios de las y los trabajadores manuales, los montos serían menores.
Hablar de una “cortina de desarrollo” edificada por los empleos que generarán el mal llamado Tren Maya y las inversiones extranjeras que con él vendrán, sólo puede considerarse un mensaje de atracción a las grandes corporaciones transnacionales, porque las inversiones extranjeras en industria de exportación (y especialmente en turismo) ya han existido desde hace muchos años y sólo han generado destrucción y precariedad laboral en la región. El mal llamado Tren Maya no sólo busca generar las condiciones necesarias para el despojo e inmensa apropiación privada de recursos naturales, como ya fue descrito anteriormente, sino también para que el capital pueda incorporar una fuerza de trabajo barata, la más barata del país, y explotarla al máximo. Así lo ha demostrado la importante presencia de la maquila en Yucatán, que no ha generado ningún desarrollo para la población de la región, sino que ha profundizado los problemas de empleo, de bajos salarios y la migración, por lo cual resulta una mentira hablar de la “cortina del desarrollo”, cuando lo único que predominará, por la experiencia que ha dejado la inversión extranjera en la región, es la ambición del capital que quiere instalarse ahí, extraer toda la riqueza y engrosar la ganancia.
El infierno de la explotación en el paraíso del turismo
Además de servir como medio de transporte de carga y traslado de mercancías vinculadas a la agroindustria, el mal llamado Tren Maya se ha presentado oficialmente como un proyecto que dinamizará la tan vanagloriada industria del turismo en la región, ocultando la dramática destrucción ambiental que este sector económico ha generado en el territorio y escondiendo la pauperización extendida de la población trabajadora que ha migrado desde el campo para ser empleada en condiciones de profunda inseguridad laboral.
Al gobierno le resulta conveniente anunciar una y otra vez los miles de empleos que van a surgir con esta “cortina de desarrollo” vinculada al turismo, pero nunca habla de las condiciones de dichos empleos, porque de hacerlo tendría que reconocer la barbarie laboral que se extiende con esta industria. Caso ejemplar de ello han sido las décadas de crecimiento de la región turística de la Riviera Maya, marcados por polos de inversión (en su mayoría extranjera) para la conversión del paisaje en una mercancía de clase mundial, al mismo tiempo que polos de miseria marcados por el crecimiento urbano generado a partir de la migración del campo de miles de personas para trabajar en la industria de construcción hotelera o en la industria de servicios para el turismo, habitando pequeños cuartos que se conocen como “cuarterías” y viviendo en condiciones urbanas de alta marginación, sin servicios básicos de educación, escuelas ni alimentación. Es decir, un mundo de explotación y despojo de la vida que se esconde en las sombras de grandes y lujosos hoteles, restaurantes, centros de entretenimiento, casinos, etc.
El turismo es quizá la industria donde más claramente se manifiestan las condiciones de inseguridad, precarización y flexibilización del trabajo. Es por esto que Rubí-González y Palafox-Muñoz, en un estudio realizado sobre el caso Cozumel, caracterizan al turismo como “catalizador de pobreza” y no como una actividad que sirva para brindar empleos dignos. El mercado de trabajo para choferes, recamareras, guardias, jardineros, meseros, personal de limpieza, trabajadoras domésticas, dependientes de tiendas y boutiques, entre otros, se caracteriza por el empleo temporal e inestable, sin prestaciones, jornadas extendidas, simulación de contratación por prestaciones de servicios y bajos salarios.
El caso ejemplar es el de Cancún que la investigadora Cristina Oehmichen ha definido como “un verdadero infierno en el paraíso”. En su estudio sobre las dinámicas de reproducción urbana en esta ciudad, nos advierte que la promoción de Cancún para el turismo “de clase mundial” sólo esconde un escenario de miseria laboral y urbana para la población trabajadora, de manera que el crecimiento urbano
“ha redundado en la emergencia de la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, el narcomenudeo, el pandillerismo y la desintegración familiar, así como en un elevado número de suicidios, sobre todo de jóvenes de las colonias populares. El estado de Quintana Roo, junto con el de Tabasco, se encuentra en el primer lugar de suicidios en el país, con una tasa de 9.8 muertes por cada 100 000 habitantes”
Esta ciudad, donde reina el poder del dinero, el capital y la propiedad privada y donde sólo destacan condiciones degradadas en las que se envuelve la vida de los trabajadores y trabajadoras, es precisamente el espejo de la “cortina de desarrollo” de la que habla el presidente, la clase política y los consejos empresariales que diariamente exponen su triunfalismo en torno al mal llamado Tren Maya. Grandes capitales acumulando inmensidad de ganancias a costa del despojo, la degradación ambiental y la explotación del trabajo.
Recientemente la Coparmex de Yucatán, en voz de su presidente, celebraba la “oportunidad” del mal llamado Tren Maya. Para los empresarios, la “oportunidad” (les viene como anillo al dedo dirían desde la Presidencia de la República) radica en los llamados “polos de desarrollo”, donde esperan poder incrementar su negocio: la explotación de esta mano de obra barata que llega, como es la macabra tendencia histórica del capitalismo desde hace unos siglos, en la forma de campesinos que han perdido sus tierras. La transformación de los campesinos en trabajadores urbanos, sea en la industria o en el turismo, suele traer la ruptura del tejido social, pone en riesgo la reproducción cultural de los pueblos y los vuelve dependientes del salario para poder resolver sus necesidades materiales. Así, las celebraciones de los grandes empresarios suelen significar las peores desgracias para los de abajo.
El historial de explotación en la industria del turismo y en las maquiladoras en Yucatán es amplio, desde la falta de pagos en Conkal hasta la reciente exposición de trabajadores pertenecientes a grupos de riesgo al contagio por COVID-19 en maquiladoras que fabrican cubrebocas, las maquiladoras no han tenido que esperar a su gran “oportunidad” para traer precariedad laboral. También por eso las comunidades y grupos organizados de la zona maya se oponen al tren de la 4T y la llamada “cortina de desarrollo”, por lo que en las semanas recientes, a pesar del confinamiento por la enfermedad COVID-19, han seguido tejiendo palabras en defensa de la tierra y del territorio.
Con información de:
Los rostros (no tan) ocultos del mal llamado “tren maya”. Parte 1 : El tren de la 4T y el fomento de la agroindustria
Colectivo Grieta, 04 de agosto de 2020
Ciudad de México.- La publicidad y el discurso oficial tienden a presentar al mal llamado tren maya solo como un proyecto de desarrollo turístico. A partir de eso el mismo discurso oficial ha tendido a circunscribir los posibles impactos ecológicos y sociales al mero trazo de la vía férrea y, si acaso, a mencionar los terrenos necesarios para la construcción de las estaciones. Sin embargo, el proyecto del mal llamado tren maya se inserta en la lógica de destrucción/despoblamiento- reconstrucción/reordenamiento que impulsa el gran capital, es decir, la destrucción de la vida social, de la cultura de la gente y de su relación con la naturaleza, el despojo de los medios de vida -incluyendo la tierra- y la reconstrucción de acuerdo a los intereses de los grandes empresarios, reorganizando la vida de las personas para que solo produzcan y consuman aquello que da ganancias al capitalismo; quienes no asuman ese modo de vida impuesto no caben en el mundo capitalista. A lo largo de los últimos meses se ha acumulado información sobre cómo el mal llamado “tren maya” busca transformar la producción agrícola de la región suroriental y oriental de México como parte de este proceso continuado de despojo y destrucción. Esta transformación busca destruir la vida campesina para convertir a sus mujeres y hombres en población asalariada, sea en la agroindustria o en las maquiladoras que ya explotan a los trabajadores. Por ejemplo, el Consejo Mexicano para la Silvicultura Sostenible ha explicado que existe un fuerte riesgo de desplazamiento de poblaciones locales justamente debido al acaparamiento de tierra y a la destrucción de las agricultura comunitaria de la zona.
El autodenominado “programa agroalimentario” del mal llamado “tren maya” contempla usar la vía férrea para transportar hasta 5,500 millones de toneladas de “carga agroalimentaria”. Si bien este impacto en la región ha sido ocultado en los documentos legales clave como la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), al presentar el programa frente al Comisión de Asuntos de la Frontera Sur de la Cámara de Diputados, el titular de turismo del gobierno de la 4T se sinceró: “Andrés Manuel (López Obrador) siempre habló de un tren que si bien en su primera etapa es muy elocuente y es la parte, digamos, muy llamativa, atractiva, inicial del proyecto como un tren turístico, en el fondo es un proyecto integral de desarrollo que incide en todos los sectores y fundamentalmente en la región en el área agroalimentaria”. En esa misma reunión, el funcionario federal detalló que existe incluso un calendario estimado de cómo se intensificaría el tráfico de mercancías entre el 2021 y el 2023.
Pero ¿cuál es el tipo de producción agrícola que se impulsa como parte del proyecto? ¿qué implica para la vida de las comunidades campesinas que allí se encuentran? Por otra parte, resulta revelador que sea hasta ahora (después de la farsa que llamaron consulta, realizada por el gobierno en la que se “aprobó” el megaproyecto) que el gobierno de la 4T reconozca, a cuenta gotas, la intención real de este “tren”: mover más rápido las mercancías. Así lo han reportado los medios cercanos al gran capital donde se han recogido y celebrado los planes del gobierno para construir infraestructura agroindustrial alrededor de las estaciones del tren. Estas instalaciones incluirían plantas frigoríficas y de secado de vegetales y carne, más aún, como detalla el propio gobierno cuando habla frente a diputados o representantes del gran capital se piensa en que el mal llamado tren maya traslade entre otros productos: caña de azúcar, palma aceitera y carne de cerdo.
El que se piense precisamente en el traslado de palma aceitera y carne de cerdo revela que el impacto ecológico y social del proyecto de tren de la 4T es mucho mayor al reconocido en la Manifestación de Impacto Ambiental, pues tanto las plantaciones de palma aceitera como las granjas porcícolas son conocidas por los efectos devastadores en los agroecosistemas de la región. Las granjas porcícolas han sido ampliamente denunciadas por la contaminación que generan, la palma aceitera desgasta brutalmente los suelos, reduce la agrobiodiversidad y ambos sistemas de producción se caracterizan por una explotación salvaje de los trabajadores asalariados; la caña de azúcar altamente demandante de nitrógeno degradaría los suelos de la región en aras del mercado. Un cuarto elemento que entra en juego es el crecimiento de las granjas menonitas que, acaparando tierras al amparo de la reforma salinista al artículo 27 constitucional, han extendido el monocultivo de soya transgénica y ahora también de arroz, incluso desmontando bosque tropical, el monte de los ejidos y comunidades en la península de Yucatán y que es un elemento muy importante en su subsistencia al proveerles entre otras cosas agua, leña, frutos y ocasionalmente animales para la caza en épocas de dificultad. En la cadena de producción de la soya transgénica producida para fines industriales participa de manera importante la empresa Enerall, propiedad de Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la presidencia, en patente conflicto de interés. Así la apuesta del gobierno y los empresarios es destruir los sistemas de milpa y de huertos de la región donde se cultivan variedades de calabaza, maíz, frijol, chile, jitomate y frutales -algunas de las cuales son endémicas de la zona maya- que dan alimento a sus comunidades y reemplazarlos por monocultivos comerciales. Tal es el desarrollo prometido por la 4T: acumulación de riqueza para unos cuantos, dilapidación de la tierra y de la vida de los seres humanos para los de abajo.
Por ello, las comunidades indígenas de la región, por ejemplo a través de la Asamblea Muuch’ Xíinbal’, del Consejo Regional Indígena Maya de Bacalar, de Guardianes de los Cenotes Kanan Ts’ono’ot y del Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil han luchado contra las granjas porcícolas, contra la soya transgénica y el avance de la palma aceitera, incluso desde antes de que el gobierno de López Obrador relanzara el proyecto calderonista del tren. Esta lucha se ha articulado y fortalecido aún más en los últimos meses. Así, en las tierras donde la 4T impulsa el mal llamado tren maya existe un historial de lucha de los apicultores contra el cultivo de soya transgénica y una lucha de los pueblos y comunidades contra las granjas porcícolas altamente contaminantes como en el caso de Homún. Todo ello ha llevado al fortalecimiento de los vínculos entre las comunidades en lucha que se han expresado una y otra vez de forma clara en defensa de su territorio y contra el megaproyecto como lo hicieron en junio de 2019 y más recientemente el pasado 21 de mayo, sumando el apoyo de intelectuales y académicos.
No en balde el proyecto del mal llamado tren maya ha sido caracterizado por GRAIN como un proyecto de “mega zona económica especial” que busca acaparar territorios. Por eso la lucha de los pueblos y comunidades mayas contra el mal llamado tren maya es una lucha por la vida. Los términos del pensamiento mercantil en cuyo horizonte se mueve el actual gobierno y aquéllos a quienes sirve, no pueden conciliarse con la vida de los pueblos. La lucha contra el tren maya fue uno de los ejes de las Jornadas en Defensa de la Tierra y el Territorio “Samir somos Todas y todos”, realizadas del 20 al 22 de Febrero de 2020 y convocadas por la Asamblea en Resistencia de Amilcingo, el EZLN y el Congreso Nacional Indígena, y sigue siendo uno de los ejes de los pueblos en defensa de la vida, como lo plantea la Asamblea Muuch’ Xíinbal’ en su texto del 21 de mayo de 2020:
“NO permitiremos que sigan pisando nuestra dignidad como pueblos originarios: ¡ESTA LUCHA ES POR LA DEFENSA DE NUESTRO TERRITORIO Y POR NUESTRAS VIDAS!”