Autonomia y Resistencia
¿Un nosotrxs sin México? – Día 10, Conversatorio “Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?”
Esta tarde clara en el auditorio del CIDECI, Néstor Quiñones ha explicado que llevamos por dentro una batalla ardua entre pulsiones ya sea destructivas o impulsivas hacia la vida. En el arte, explicó, nuestras sumas de obsesiones, deseos y dolores toman partido por alguna de estas opciones: lo sano (optar por la vida) o lo patológico (optar por morir). En Los Adioses proyectados de Natalia Beristáin, habíamos visto a Rosario Castellanos reencontrar a su pareja, jugar entre las sábanas e intentar desnudarse aunque al final se arrepentía y se cubría el cuerpo tenuemente. “Me cuesta trabajo estar desnuda frente a ti”, le explicaba a un señor Guerra incapaz de contener su impulso creativo, de controlarla y de poseerla. “¿Sabes cuál ha sido tu problema siempre? Sientes mucho todo”, intentaba articular y justificar sus impulsos e incapacidades su pareja, un señor Guerra protagonizado por Daniel Giménez Cacho, quién tras presentar un cortometraje sobre la búsqueda de Salomón Aceves, Jesús Díaz y Marco Ávalos, los estudiantes de cine desaparecidos desde el 19 de marzo pasado cuyos cuerpos fueron disueltos en ácido sulfúrico según declaró este lunes 23 de abril la Fiscalía de Jalisco, protegió y exaltó que el Arte tiene la enorme y particular belleza de conseguir mostrar las heridas sin caer en la victimización, de provocar la escucha activa -dejarse tocar por el otrx- y por lo tanto de hacer el amor, ese “querernos como resultado de ir hacia el otrx”, ese querer desnudarse y brindarse que tanto quiso Rosario pero el México de hoy, vencido por su impulso patológico, quiere incluso disolver. Por ello, Yásnaya Aguilar irrumpió en el auditorio del CIDECI como un huracán dispuesto a sanar las heridas y la enfermedad contemporánea con el irreductible y originario remedio de la libertad. Si tomamos la domesticación del maíz como nuestro origen, lo alusivo a lo indígena apenas haría referencia a 200 de los 9,000 años transcurridos desde entonces, pues esta gran categoría fue creada por los Estados-Nación para encasillar, conjuntar y encapsular en un cajón único y supuestamente común distintas prácticas de vida y organización cuyo rasgo compartido era precisamente la negación a aceptar la idea de pertenecer a un Estado, es decir, a formar parte de algo mayor encima de los pueblos y practicar un estar juntxs falso e inocuo lejano al amor y cercano al impulso patológico de la muerte. Así, del torrente de palabras, miradas y escuchas compartidos por Yásnaya -lxs zapatistas de plano le pidieron su texto para seguirlo descubriendo con calma-, emergió ayer de nuestras heridas físicas y patológicas una pista enorme y vital para sobrevivir juntxs. “Eso que entiendo que los caracoles, que los compañeros zapatistas ya están haciendo, y disculpen si los contradigo, más que buscar un <<nunca más un México sin nosotros>>, están creando ya el nosotrxs sin México”, sonrió Yásnaya.
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¿Heredar el deber y la memoria? – Día 9, Conversatorio “Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?”
Dando continuidad a lo que sucedió el sábado, cuando don Pablo González Casanova fue nombrado Comandante y pasó a integrar el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, el EZLN anunció ayer, en voz del Subcomandante Galeano, la formación de un nuevo ejército insurgente. Un ejército “con el cabello cano, o sin cabello, en silla de ruedas o en bastones o muletas, que no escucha bien, que no ve bien, al que le tiemblan las manos pero no de miedo, sino de impaciencia”; un ejército que “no traerá armas de fuego ni bombas… sino algo más mortífero, más letal y más poderoso: memoria e historia”.
Es armado con historia y memoria que el zapatismo, al igual que el CNI y el CIG, se propone a enfrentar la muerte en que estamos sumergidos. Porque, como apuntó Sergio Rodríguez Lazcano, bajo el cemento de la ciudad está la tierra; o sea, la historia de los pueblos. Así, el caminar del CIG y de Marichuy fue y es un encuentro de raíces entretejidas que bordan caminos preguntando y siembran semillas de un mundo otro capaz de resurgir de entre los escombros de éste que se está derrumbando.
Los síntomas de ese derrumbe en el panorama político mexicano fueron esbozados con precisión por Sergio Rodríguez, mostrando con datos el callejón sin salida de la política de los de arriba, en un momento en que la ideología fue abandonada y de lo que se trata ahora es de ganar espacios de poder, cueste lo que cueste. El despojo (palabra derivada del latín despoliare, que significa “quitarle la piel a la tierra”), como bien lo ha expresado el CNI una y otra vez, constituye un verdadero proceso de genocidio en el que, literalmente, los pueblos están amenazados de desaparecer. Pero es justamente ante la inminencia de la muerte colectiva que los pueblos organizados en el CNI deciden conformar el CIG y pasar a la ofensiva.
La valoración de lo que ha sido el caminar del CIG está en proceso, no sólo al interior del CNI, sino incorporando las miradas y las voces de todas y todos. Así escuchamos a Rafael Castañeda, quien hace un recuento de lo que fue la experiencia del Partido de los Comunistas en la recaudación de firmas para Marichuy. Entre las diversas anécdotas, está la de quienes hablaban con quienes se acercaban durante minutos u horas, y sólo al final preguntaban si tenían credencial de elector, dejando claro así que de lo que se trataba no era simplemente de recolectar firmas, sino de dar cauce a la rabia hacia la organización y la lucha colectiva.
De la misma manera Magda Gómez se refirió al “efecto Marichuy” como un despertar que entraña la práctica de otra forma de hacer política. Compartió que temió en su momento que se perdiera el punto de encuentro entre la recolección de firmas y su verdadero objetivo, encarnado en el caminar de Marichuy y del CIG, pero que en definitiva ese encuentro había quedado muy claro.
Tanto Magda como Bárbara Zamora hablaron del desencuentro entre las formas de la justicia propia de los pueblos originarios y las instituciones del Estado, que se fundamenta en un desencuentro de visiones y la imposición de una sobre la otra. Y ambas, como abogadas, apuntaron a la lucha jurídica como un espacio útil y a veces necesario, a pesar de reconocer que en ese lugar no van a ocurrir las transformaciones a las que aspiramos.
Pero, si nos están matando, como tan visceralmente nos dieron a entender Gabriela Jáuregui y Abraham Cruz el día anterior, y si los espacios de la institucionalidad no son ni serán camino para la vida, entonces ¿qué?
“Los estamos llamando a destruir el mundo totalmente”, dijo el SupGaleano, y a construir otro desde abajo, buscando la vida. ¿Que si estamos soñando? “Cuando planteamos el horizonte”, dijo el Sup, “no estamos soñando; estamos recordando”. ¿Que si es posible? La probabilidad es mínima, dijo… es casi imposible. Pero es imprescindible “aferrarse a esa millonésima de probabilidad”. Una probabilidad tan minúscula, recordó el SupGaleano en su breve genealogía del zapatismo, como lo fue que, tras el levantamiento de 1994, sucediera lo que sucedió. Y en este camino, el nombramiento del Comandante Pablo Contreras y el llamado a conformar este nuevo ejército insurgente de la memoria conlleva un mensaje muy claro: “Estamos llamando a las filas de la lucha a la historia, a los muertos, a los desaparecidos, a los olvidados”. Y tal vez entonces se abran las tumbas y quienes murieron vuelvan a caminar, y los desaparecidos reaparecerán.