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28 de abril o de la desilusión juvenil en una sociedad hiperfracturada
Por Felipe de Jesús Ríos Neusa
El Informe de Riesgos Globales 2021 publicado por el Foro Económico Mundial sitúa a la sociedad contemporánea en el marco de un «futuro fracturado». Este escenario, en lo más inmediato, conjuga cinco grandes rupturas que se agudizan con la llegada del Covid-19: las barreras a la inclusión digital, el descontento de la juventud en medio de una era de pérdida de oportunidades, las tensiones internacionales de las potencias medias, las problemáticas económicas que generan los mercados y la deficiente acción contra el cambio climático. En síntesis, el Informe ve a la sociedad contemporánea como una hiperfractura, como un hueso roto en varios pedazos que requiere una intervención sinérgica.
Colombia no se escapa de esa contexto y prueba de ello han sido las movilizaciones iniciadas el pasado 28 de abril por los diferentes sectores sociales, con especial participación de los jóvenes, que respondieron a una reforma fiscal que buscaba sanear las finanzas del Estado golpeadas por la pandemia y presentar viabilidad económica para solicitar crédito externo a costas de la clase media y los más pobres. Aún no sabemos que tipo de reforma se elaborará en las próximas semanas después de haber sido retirada del congreso por la presión social. Lo que si es cierto es que los jóvenes han sido los protagonistas y no precisamente por una rebeldía injustificada, sino por una desilusión que refleja la erosión de la cohesión social.
Esta «generación cicatrizada» enfrentó la crisis del 2008 recibiendo estímulos insuficientes para recuperar lo perdido y ha visto los límites de la educación como canal de movilidad social debido a las medidas de austeridad desplazándolos a trabajos precarios. El Covid ha golpeado a más del 30% de la población estudiantil que carece de tecnologías para participar en el aprendizaje digital y ha sacado al 80% de los jóvenes en el mundo de sus centros de estudio, lo cual ha traído un incremento del estrés, la violencia de género y los embarazos en adolescentes.
El camino turbulento que le espera a los «pandemials» se agudiza para aquellos que se encuentran en la etapa de estudios secundarios o técnicos y corren el riesgo de convertirse en la primera generación doblemente perdida del siglo XXI. Estos jóvenes deben decidir entre terminar sus estudios o buscar el sustento exponiéndose a perder por completo la educación, y también enfrentan el rápido cambio de los mercados de trabajo que obligan a adquirir nuevas habilidades a través del endeudamiento educativo, lo cual complica consolidar un capital económico y ascender socialmente.
Por otro lado, el aumento del desempleo ha crecido globalmente desde 2008 y en Colombia hoy la cifra se ubica en el 23.9% para los jóvenes, lo que se explica en las débiles transformaciones estructurales que han fallado ampliamente en reducir el desempleo y los ejemplos pasan por los contratos de prestación de servicios, las malas condiciones de las pasantías, el déficit de oportunidades y el elevado número de jóvenes en el mercado informal que saltan entre trabajos a corto plazo y mal pagados. A lo anterior se agrega, la pérdida de empleos por la automatización y la cuarta revolución industrial.
Propio para el caso colombiano, es que la desilusión juvenil hunde sus raíces en una esperanza de paz que le ha sido arrebatada por la extrema derecha haciendo trizas los acuerdos, exponiéndolos a ser reclutados por grupos armados irregulares y fomentando un nuevo ciclo de violencia.
Inspirada en todos estos elementos, la juventud ha incrementado su participación política y expresado su rabia, decepción y pesimismo en las calles y en el ciberespacio. En este sentido las protestas multitudinarias de los jóvenes, como la del 21 de noviembre de 2019 o la del pasado 28 de abril, encarnan un sentimiento de creciente traición por la generación en el poder, que no ha hecho lo suficiente frente a la justicia social y climática, el cambio político y la corrupción. En Colombia se desaparecen por esto último, 50 BILLONES DE PESOS AL AÑO, un monto que significa dos veces los recursos que pretendía recaudar la mencionada reforma.
La recuperación de los «pandemials» debe tener en su centro la adaptación del sistema político y económico global para satisfacer las necesidades de la juventud y minimizar el riesgo de perder una generación, lo que en el corto plazo corresponde a invertir en educación, asegurar esquemas de protección social, cerrar la brecha de género y sanear los problemas de salud mental. En el largo plazo corresponde establecer una sociedad igualitaria, equitativa y sostenible, y hacer que existan canales donde las voces de la juventud puedan ser escuchadas en todos los niveles de gobierno, en la dirección de las empresas y en las organizaciones multilaterales.
Una renta básica para los menos favorecidos no es querer convertir a Colombia en Venezuela, manifestarse y oponerse a las reformas perjudiciales para la mayoría de los trabajadores no es terrorismo y no justifica barrer a la juventud inconforme a tiros y muchos menos cuando las fuerzas alternativas ejercen oposición no son culpables del mal gobierno ni fomentan la lucha de clases. Lo que pasa es que la sociedad esta fracturada y la juventud ni ve futuro, ni aguanta más.
Contra el falso perdón y por las Autonomías
3 de mayo de 2021
Campaña U Jeets’el le ki’ki’ kuxtal
Territorio Maya en Resistencia y Rebeldía
Contra el falso perdón y por las Autonomías
Hoy, cuando Andrés Manuel López Obrador pide perdón al pueblo maya, nosotros y nosotras nos preguntamos:
¿Qué viene con el “perdón”? Porque por una parte habla de pedir perdón, pero por la otra realiza el mismo acto de Porfirio Díaz en ese entonces. Con el perdón trae grandes empresas; fuentes del despojo, acumulación para unos cuantos y miseria para los pueblos. Militares: agentes de la violencia y las desapariciones más crueles de nuestra historia reciente. Desarrollo: el progreso desde la visión occidental, riqueza para unos pocos, una
forma de explotación y despojo que prioriza a la muerte y que se ha perpetuado durante más de cinco siglos, desde la conquista de lo que denominaron las Américas, y que se impone y destruye otras formas de vida, como las de nosotros y nosotras, los pueblos indígenas, los pueblos mayas que somos.
El mal llamado Tren Maya, y otros muchos grandes proyectos, como las industrias inmobiliarias y turísticas, los parques eólicos y fotovoltaicos, la siembra de transgénicos y las granjas, son la representación de estos elementos.
De qué sirve pedir perdón a los pueblos mayas, cuando quien pide perdón representa, al igual que Porfirio Diaz, una alianza abierta con las grandes empresas y los militares, la continuación de la devastación de las selvas que nos rodean y que nos otorgan la vida; la contaminación de las aguas que ya no podemos consumir; el despojo del territorio que hemos habitado durante centurias y que nos quieren arrebatar; y la terrible explotación a
nuestro pueblo maya a través del llamado “desarrollo que esclaviza y mata a nuestros pueblos.
De qué sirve pedir perdón a los pueblos mayas, cuando quien pide perdón perpetúa el racismo, la discriminación y el menosprecio a los pueblos: que nos trata como si fuéramos
personas sin emociones, sin razón, sin pensamiento, sin posibilidades de decidir por nuestro futuro y el de nuestros pueblos de manera colectiva, horizontal y desde abajo, por fuera de la política partidista que tanto divide a nuestras sociedades. Es justamente eso lo que está en disputa: los futuros posibles de las muchas formas de vivir y de organización de los pueblos, de las niñas y los niños, de la naturaleza y la vida misma.
De qué sirve pedir perdón por los agravios de pasado cuando, en el presente, la colonización de nuestros territorios y de nuestros cuerpos y emociones y pensamientos persiste cada día con más violencia e intensidad; cuando con la imposición de los grandes
proyectos se nos arrebata el territorio: la tranquilidad de los poblados se transforma en el terror que viven a cada momento las compañeras y compañeros de Cancún, Playa del
Carmen, Tulum, Bacalar, pues se han convertido en sedes regionales, nacionales y hasta globales de la explotación laboral, de la inseguridad generalizada, de los feminicidios y
asesinatos, del tráfico de drogas y de personas. ¿Ese es el Desarrollo del que tanto hablan?
¿No acaso es lo contrario? Ese desarrollo del que hablan parece más bien un infierno que se extiende como una plaga de muerte en dirección hacia los pueblos.
De qué sirve pedir perdón a la Madre Tierra cuando las selvas están siendo literalmente devastadas por el agronegocio, la industria inmobiliaria y turística; por los parques eólicos
y fotovoltaicos que solo producen energía para las propias grandes empresas; por el gran proyecto llamado sembrando vida (que no hace más que sembrar muerte).
Pedir perdón tendría sentido si inmediatamente se repararan y compensaran los daños al pueblo maya por los errores del presente, por las decisiones que causan el desastre medioambiental en territorios mayas: las concesiones para el cultivo de transgénicos e híbridos y el uso de pesticidas que llevaron a la grave contaminación del manto freático y la presencia de glifosato en la sangre y leche materna, la deforestación de la sagrada selva y la muerte de las abejas y otros insectos nativos que mantienen los vivos ecosistemas y son fundamentales para mantener los medios de vida de las comunidades mayas.
No, señor presidente: ¡no aceptamos su perdón!
No un perdón cínico y tramposo.
Lo que exigimos y que hemos exigido desde hace mucho tiempo, y lo que han exigido de otras formas nuestras abuelas y abuelos en las décadas y siglos pasados, es que se respeten
los derechos de los pueblos indígenas, de nosotras y nosotros como pueblos mayas.
¡Exigimos un alto al megaproyecto mal llamado Tren Maya!
A la siembra de los monocultivos de agricultura transgénica.
A las granjas porcícolas que contaminan nuestras aguas.
A las empresas eólicas y fotovoltaicas que despojan las tierras.
A las políticas que impulsan las industrias de las inmobiliarias y el turismo masivo que devasta la naturaleza y nuestras diversas formas de vida que defienden la vida misma.
Es decir, exigimos que se detenga el desarrollo capitalista en nuestro territorio maya.
Se nos pregunta qué alternativa proponemos.
Nosotras y nosotros, desde la Campaña U Jeets’el le Ki’ki’ kuxtal (es decir, en otras palabras: el asentamiento de la buena vida/autonomía), proponemos formas de vida, y no
proponemos una, sino muchas, las de los pueblos que somos. Lo que queremos son autonomías que nos permitan vivir bien, en tranquilidad con la naturaleza. Una vida digna.
No queremos que nos pidan perdón.
Exigimos el respeto al derecho de ejercer nuestras autonomías.
¡Aquí estamos, señor presidente!
¡Aquí estamos los pueblos en lucha!
¡Aquí estamos y no nos rendiremos!
Hoy, 3 de mayo, aun escuchamos el llamado de la Cruz Parlante, el llamado de la libertad, el llamado de las autonomías. Hoy honramos a nuestros abuelos y abuelas que como en
1847 se levantaron en armas en la mal llamada Guerra de Castas, para defender su territorio. El mismo territorio que hoy amamos y nos toca defender. Hoy es un gran día para nuestra memoria como pueblos, un gran día para nuestra ritualidad, en nuestra espiritualidad, la de los pueblos en lucha.
¡Aquí hemos estado, aquí estamos y aquí seguiremos los pueblos mayas!
Campaña U Jeets’el le Ki’ki’ kuxtal
Península de Yucatan