Noticias:

El Capitán

image/svg+xml image/svg+xml
radio
Los Tercios Compas y ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Novena parte: Primeros Auxilios para el Día Después | Los Tercios Compas y ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Novena parte: Primeros Auxilios para el Día Después

  El Sistema de Salud Autónoma Zapatista dirigió una carta-protesta a la Capitanía de Puerto manifestando su inconformidad frente al tratamiento de la picadura de la araña violinista, referida en la octava parte: “otro día después”.

  Primero desconocen la existencia del cargo de “Jefe Supremo de la Prevención de Salud, Vacunación, Lava tu mano, Necropsias y Anexas, Certificados de Defunción y demás”, que no existe en el organigrama de los servicios de salud zapatista.  Tampoco hay inscrito ningún escarabajo en formadores y promotores de salud autónoma.  Dicho lo anterior, señalan que no es de fiar la anécdota referida por el capitán (yo mero) del ataque sufrido por una araña musical.  Pero, dando por descontado que el capitán tiene muy revuelto su pensamiento en su cabeza -y frente a lo cual recomiendan una operación invasiva de su cerebro (oh, oh, se ofrecen a practicarla)-, insisten en que se están preparando para el día después.

  Para tranquilidad de quienes padecen las enfermedades del arte y la ciencia (así dice la carta), les aseguran que actualmente se están dando cursos de primeros auxilios en todas las comunidades zapatistas.

  Detallan que podrán dar atención inicial para piquetes de araña, alacrán y víbora; heridas por corte de machete, caída de caballo, de vehículo motorizado y de árbol; atragantamiento y ahogamiento en ríos, lagunas, charcos y en vasos de agua.  Presumen que, con sus poderosas bicicletas mecánicas y eléctricas, podrán llegar más rápido al lugar de la desgracia y administrar los primeros auxilios, mientras llega un vehículo para transportar a la víctima a la clínica más cercana.  De ahí, según el caso, o cosa, se moverían al futuro laboratorio y al deseable quirófano -donde esperad@s cirujan@s y laboratoristas darán cursos, experimentarán con los fluidos y órganos de los pacientes, y meterán cuchillo con singular alegría-.

  Sin embargo, declaran que, frente a una araña, la recomendación de “corre por tu vida”, es acertada.  Para dejar de fumar, insisten con ingenuidad, no hay que esperar al día después: hay que hacerlo ya.  Já.

  Para enfatizar lo dicho, mandan unos videos de fragmentos de los cursos.

Es todo.

Desde la lista de espera para ser intervenido con una lobotomía.

El Capitán, fumando su enésima pipa y prometiendo que, mañana sí, dejará el vicio.
Noviembre del 2024.

P.D.- Sí me picó una araña violinista.  Pero el instrumento musical no aparece y los promotores no ofrecen apoyo para su búsqueda.

OTRA P.D.- Llegaron la Verónica y el Chuy con sus motosierras (cfr. “Comando Palomitas”).  Que para operarme, dijeron.  Les disuadí con paletas de chamoy, pero temo que regresen.  Ya nada está seguro, oiga.


Videos de Los Tercios Compas y música «Feeling Good» de Nina Simone

radio
ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Octava Parte: Otro día después | ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

 Octava Parte: Otro día después.

  ¡Uf! Usted ya la ha librado en la parte de las presentaciones.

  Ahora está preparándose para ir al trabajo que le han encomendado.  Debe de ir a la hortaliza/ la milpa / el taller mecánico / el depósito de tablas / la cocina / el comedor / el auditorio en ciernes / la escuela comunitaria / etcétera / etcétera / ¿ya dije que etcétera?

  Se prepara mentalmente, aspira y expira (aunque más parece que suspira).  Está por preguntar dónde diablos queda el lugar, cuando una jovencita (usted calcula que debe andar entre los 19 y 20 años), se le acerca y le saluda.

  Sonriendo se presenta: “Yo me llamo Defensa y me “apedillo” “Zapatista”, ¿tú cómo te llamas?”  Usted titubea antes de dar su nombre, y lamenta no haber podido elegir su nombre con algo así de sugerente.

  Ella sigue sonriendo y dice: “Yo te voy a acompañar a donde te toca.  Voy a cuidar que no te pase nada malo”.

  Usted se desconcierta: “¿Nada malo? ¿Como qué?”

  La muchachita: “Pues de repente hay garrapata, mostacilla, culebra, alacrán o araña.  El otro día al capitán le picó una araña que le dicen “violinista”.  Violinista la araña, no el capitán.  Ése no toca ni la puerta”.

  Usted traga saliva.  La muchacha, tomándole de la mano y encaminándole al lugar: “yo te voy a enseñar lo que te toca y te voy a cuidar”.  Sigue: “sabemos que vales y te tenemos que cuidar.  En la comunidad, desde antes de que pasara todo lo que pasó, ya sabíamos y entendíamos que gente como tú es importante para mañana”.

  Usted siente que el corazón se le hace como garapiñado y le entra una basurita en el ojo, pero trata de mantenerse ecuánime.  Como suele decir su guardiana: “Nada de que nada, resistencia y rebeldía”.

  Mientras caminan por una brecha, un ruido de pájaros agitados se escucha.  Claro, usted piensa que es una jauría de culebras, alacranes y arañas.  Queda inmóvil.  La jovencita ríe y le explica:

  “Es el pájaro que llamamos “Juanchío”, porque hace así cuando canta: “juanchío, juanchío”.  Eso quiere decir que está contento su corazón.  Míralo, es negro.  A ese pájaro lo queremos y cuidamos, porque casi siempre anda en colectivo.  Con varios pues.  Y cuando ve un peligro, avisa.  Hace “pit, pit, pit”.  Pero como son varios, hacen una gran bulla.  Y cada vez más fuerte y se juntan más, y te señalan con su bulla dónde mero está la amenaza, depende si es culebra o gato de monte.  O sea que te señala dónde mero está el mal”

  Usted traga saliva de nuevo y pregunta “¿También hay gato de monte?”.

  “Sí”, responde ella, “creo que ustedes le dicen “tigrillo”.  Es más pequeño que el puma.”

  “¡¿P… p.. puma?!, usted tartamudea y, para sus adentros, maldice al sistema, la tormenta y el día después.

  Sigue ella: “También les avisa a los animalitos más pequeños cuando anda rondando el gavilán o el águila o la culebra.  En colectivo se turnan para picotear al malo, para que les dé tiempo a los pequeños de protegerse”.

  Usted tiene la piel ya color blanco deslavado cuando pregunta: “Y ahorita, ¿es culebra o gato de monte o puma?”.

  “Ninguno”, dice ella riendo.  “Sólo es amor.  Se están enamorando dos, el macho y la hembra, y hacen mucha bulla y hasta quedan como flotando en el aire para que se vean que están muy galanes”.

  Usted debe estar temblando todavía, porque la jovencita le aclara: “Pero no te preocupes, también se pelean y se regañan.  Se quieren pues”.

-*-

  Más tarde, en el comedor, instintivamente se sientan juntos quienes tenían como maldición, y ahora como bendición, las artes y las ciencias.  Cada quien empieza a contar cómo le fue en su primer día como parte del todo que acá llaman “comunidad”.

  Cuando es su turno y usted inicia con el nombre de su guardiana, alguien más recuerda que la suya se llama “Esperanza Zapatista”.  Y agrega: “y la esperanza, en estos tiempos, siempre se agradece”.

  Alguien de ciencias aplicadas les interrumpe: “Tuvieron suerte.  Mi guardiana se presentó con el nada tranquilizador nombre de “la Calamidad Zapatista”.  No sé, pero no me siento con tranquilidad.  Presiento que algo malo puede pasar”.

  Las carcajadas resuenan en el maltrecho galerón que sirve de comedor y que, a la entrada y para nombrarlo, tiene un letrero que decreta: “Al menos en la comida, ¡ni un paso atrás! (si toca bañar, mejor piénsalo bien)”.

-*-

  P.D. QUE INTERRUMPE Y DONDE EL CAPITÁN ACLARA QUE SÍ PERO NO (el misterioso caso del violín extraviado). – Sí, me picó una araña de las llamadas “violinista”.  Hice lo que cualquier varón hetero, culto, y bien informado haría.  Es decir, tomé una de esas cajitas de toques eléctricos (que antes había en parques, ferias de pueblo, kermeses y cantinas -y que no sé si todavía existen-), y me automediqué una descarga al tope.  120 voltios que superan cualquier café negro cargado.

  Esperé pacientemente pero no.  Mi legendaria torpeza, curtida en décadas de práctica consciente, seguía.  Probé a ver si podía escalar por las paredes, pero los perritos sólo me miraban y, pensando que era un baile de moda para el TikTok, trataban de imitar los movimientos.  Resumen: no me transformé.  Tendré que seguir siendo un superhéroe sin superpoderes.  Eso sí, la araña murió envenenada.  ¿Eh? ¿Creen que debo preocuparme?  Yo creo que faltó voltaje…  Moraleja: no le crean a Peter Parker.  Si ven una araña, no entren en pánico.  Sólo corran por su vida.

-*-

  Al poco tiempo, llegó el que se presentó como “Jefe Supremo de la Prevención de Salud, Vacunación, Lava tu mano, Necropsias y Anexas, Certificados de Defunción y demás”.  ¿Es necesario aclararles que el sujeto se parecía extraordinariamente a un escarabajo?

  Entró a la champa, cubrió el cuarto con una rápida mirada y dijo: “Vengo a ver a la víctima”.  Aunque desconfiado por el aspecto del “jefe etcétera”, me arremangué la camisa y esperé que pusiera el baumanómetro.  El: “Usted no.  Dije la víctima, o sea la araña”.  Extrañado le señalé el rincón donde yacía el cadáver de la ahora mártir.  Se acercó el escarabajo con bata médica y la analizó con detalle.  Cuando estuvo satisfecho, declaró: “No hay duda, murió por una sobre dosis de nicotina”.  Luego, inquisidor, agregó: “¿Fuma usted mucho?”.  Yo: “a veces, poco, muy de vez en cuando, aunque siempre sí un poco bastante”.  “Ajá”, dijo el médico forense.  “Me temo mi narizón amigo que usted tiene delito.  Dos delitos, para ser más preciso”.  “¿Yo?  ¿Por qué?  Ella empezó primero porque me picó sin avisar siquiera”.  El sujeto sacó una libretita a saber de dónde y, escribiendo en ella, agregó: “Homicidio por transfusión en grado perverso.  Uh, eso es grave, está usted en problemas.”  Yo traté de protestar: “Pero Durito…”  Él: “Nada de Durito, debe usted dirigirse a mí como “su Eminencia” y el otro delito es… mh… mh… ¡robo de instrumento artístico!”  Yo estaba desconcertado: “¡Pero no robé nada!”.  El fiscal artrópodo: “¿No es esa una araña violinista?”  “Sí´, así les dicen”, titubee.  “Ergo, ¿dónde está el violín?”

-*-

  He buscado el violín por todas partes y nada.  Estaba pensando que tal vez necesitaría un abogado, cuando apareció el mismo personaje, pero ahora con toga y birrete.  Entra con paso ceremonioso y me extiende una tarjeta en la que se lee “Despacho Jurídico Duro pero Tupido”, presidente, principal accionista y único miembro: Don Durito, fiscal, juez, abogado y verdugo de las causas perdidas.  Tenemos servicio a domicilio con aplicación digital -el servicio Premium incluye descuentos en la estadía en “El infierno de todos tan temido”-.  Tarifas módicas.  Sólo euros, dólares canadienses y yuanes.”

  Creo que estoy perdido… ¡Manden tabaco, razaaaa!  Haiga cosa, oiga.

Moraleja 2. – No fumen.  Además de poner en peligro su salud, arriesgan su libertad.

Desde el techo de la champa, preparando mi mejor salto al vacío.

El Capitán.
Noviembre del 2024.

Fuente: Enlace Zapatista

radio
ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ

UN PICO Y UNA PALA ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ

UN PICO Y UNA PALA.
De la solidaridad, la empatía y la valentía

Agosto del 2024.

  La solidaridad con lo lejano -y no me refiero a la geografía, sino a su lugar en la información-, no sólo es cómoda.  Además, permite las posiciones más absurdas y contradictorias (como la de justificar el asesinato de civiles, niños en su mayoría, que ignoran que el infierno presente no es momentáneo, sino también una promesa del futuro).

  La solidaridad con lo distante no requiere compromiso: son otros los que sufren y mueren.  Para ellos la limosna de la atención momentánea, la acalorada discusión (já) sobre uno o dos Estados, las referencias históricas a modo de cada posición.  La solidaridad con lo cercano, en cambio, demanda algo más que un comentario en redes sociales.  En el extraño y pequeño mundo del progresismo están más cerca las kurdas, Palestina y Ucrania, que Ostula y su porfiada resistencia; las comunidades originarias del Istmo que se rebelan al destino de ser reconvertidas en guardias aduanales en la nueva frontera sur de la Unión Americana (porque eso, y no otra cosa, es ese megaproyecto); la destrucción ecológica llamada “Tren Maya”; el despojo de agua en toda la geografía; la imposición de termoeléctricas; las rebeliones contra saqueos, imposiciones y destrucciones del medio ambiente;…y las Buscadoras.

  Y no, no se trata de obviar, por geografía, una injusticia en cualquier parte del planeta.  No, se trata de entender y sentir que la solidaridad no es una moda y una pose, sino un compromiso que maldice.

  Como el oído, la mirada… y la palabra

-*-

  De las ausencias, la más terrible e inhumana es la que no tiene explicación.

  Las personas desaparecidas, su actualidad y la indiferencia que provocan arriba, son la prueba contundente de que la frivolidad y el cinismo son virtudes en el quehacer político de la derecha… y de la izquierda progresista.

  La existencia de personas que buscan la verdad y la justicia para sus ausentes es lo que marca la modernidad tan cacareada allá arriba: es terrible el infierno en el que se cocinan esas desapariciones; y es maravilloso que, quienes buscan, revaloren con su empeño la dignidad humana.

  En los últimos años, lo más terrible y maravilloso que ha parido esta geografía es la profesión de “buscadora”.

  ¿Cuál es lo mínimo para cumplir esa demanda de verdad y justicia para las desaparecidas?  ¿Cuál es el “piso”, -como dirían los expertos en gestoría-, en esa petición? ¿Un fragmento óseo? ¿El jirón de una blusa descolorida?  ¿Un zapato sin su par?  ¿Una resolución del poder judicial, la policía, el gobierno en turno: “se hizo lo que se pudo”?  ¿La señal del gps parpadeando solitaria, desesperada, inútil?

  ¿Un discurso que, claro, culmina con “me comprometo a que se sepa la verdad antes de que termine mi gobierno, caiga quien caiga”?

  Las buscadoras no sólo buscan a sus ausentes, también buscan la vergüenza, la dignidad y la humanidad que se perdieron con un puesto gubernamental, un renglón en la tabla Excel del pago en nómina por claudicaciones.

  Quienes se niegan a responder a la demanda de las Buscadoras, ¿a qué le temen?  ¿Cuál es el sustento para que afirmen que “la mayoría de las desaparecidas lo son por voluntad propia”?  ¿Es que ya investigaron y esas ausentes lo son voluntariamente?  ¿Entonces por qué no decirles a las Buscadoras: “señora, su hijo, hija, se fue porque encontró una pareja” o “porque usted no la comprendía”?

  ¿No tienen alta tecnología (drones, satélites, georradares, archivos digitalizados)?  Si no, por qué no compran o rentan, o piden prestados esos equipos.  Busquen en tiendas on line… o en la página de la Secretaría de Marina.  Sólo escriban en la ventana del buscador “equipos de búsqueda y rescate”.

  Si tienen los medios para espiar a sus enemigos (un Pegasus en cada soldado te dio), ¿por qué no usan esas tecnologías para averiguar si esa persona está desaparecida “por voluntad propia”?

   ¿O mienten las Buscadoras?  ¿Entonces es mentira que anden de un lado a otro, atenidas a las informaciones que reciben?  ¿Sufren porque quieren o porque alguien les hace falta?  Esas imágenes donde aparecen, con palas y picos, en zonas rurales, ¿son editadas con una aplicación digital y, en realidad, ellas están en su casa haciendo cuentas para ver cómo llegan a fin de mes?  Ellas -y ellos, claro-, las Buscadoras, ¿desaparecieron voluntariamente a sus hijos, hijas, compañeros, compañeras, padres, madres, familia, con el único propósito de perjudicar a la víctima imaginaria de Palacio Nacional?

  Tal vez podrían, al menos, pedirles a esas Buscadoras que busquen y encuentren la vergüenza que, allá arriba, perdieron por un puesto gubernamental… y una nómina personal.

-*-

  Usted que trabaja en medios de comunicación, ¿se acuerda de aquellos tiempos cuando hacer periodismo era investigar, ir al lugar de los hechos, entrevistar a las “partes involucradas”, desafiar la “autocensura”, pelear en el comité de redacción por la publicación -porque usted se comprometió con esas víctimas a dar a conocer su tragedia; y usted tiene en alta estima el valor de la palabra, por eso eligió el periodismo-, regresar al lugar y mostrar a esas dolientes la nota (que a usted le costó la enésima amenaza de despido, -o se lo confirmó, claro-)?

  ¿Recuerda cuando las notas se sacaban de la realidad y no de las redes sociales?  ¿Se acuerda de cuando el gafete de “PRENSA”, más que de orgullo e impunidad, era símbolo de compromiso ético?

  ¿No hubo un tiempo en que peleaba la nota con otros periodistas y no con influencers que ni siquiera saben redactar la descripción de sus videos?  ¿Aquellos días donde el enemigo era la dádiva, el chayote, el sobre con billetes, la información no confirmada?  Y no como ahora, las amenazas de muerte -cumplidas no pocas veces-, o los hostigamientos virtuales de bots de uno y otro signo.  Además, claro, del tribunal mañanero con el que el Supremo reparte bofetadas y caricias.

  ¿Dónde están los grandes reportajes, el periodismo de investigación, las notas exclusivas, las preguntas incisivas, la redacción impecable, la dicción correcta, la imagen donde la nota no es el periodista sino la realidad?

  Seguid el hilo de Ariadna, tal vez dentro del laberinto encontrareis lo que les hizo elegir el periodismo como profesión… y maldición.

-*-

  En algún rincón del corazón humano hay una cosa que se llama “empatía”.  Esa capacidad de “ponerse en el lugar del otro” es, en realidad, la capacidad de “ponerse en el lugar de la víctima”.  A veces individualmente y cada vez más en colectivo, ese sentimiento va más allá y afronta la necesidad de “hacer algo”.

  Pero la realidad no da premios.  Si acaso, pesadillas.  Así que se necesita valentía para decir “soy yo y siento que esto no es justo y tengo que decirlo o hacerlo sentir, sobre todo a las víctimas”.

  Son escasos y muy espaciados los logros que se consiguen.  Parecen pequeños, pero para las víctimas lo son todo.  Como lo será para -supongamos, sin conceder-, José Díaz Gómez, quien de seguro se sorprenderá cuando vea todos los mensajes de apoyo y solidaridad que, desde los rincones más insospechados de México y el mundo, convergieron en el esfuerzo de esa ONG -incómoda, como deben ser todas las ONG-, que asumió la búsqueda de la justicia como lo que es, es decir, un deber.

  Su libertad fue parida por todas esas voces y acciones que, ojo, convergieron en una demanda sencilla pero contundente, tan añeja como la humanidad misma: libertad.

-*-

  Buscad a las buscadoras.  Se me ocurre, no sé, que tal vez también buscan otro mañana.  Y eso, amigos y enemigos, es luchar por la vida.

Vale.  Salud y encuéntrenlas.  Urge.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.

El Capitán.
Agosto del 2024.

P.D.- Creo que es obvio, pero si no, pues lo decimos claramente: gracias.