La tribu yaqui. Una historia incansable de lucha y resistencia. Capítulo I
Primero yaquis, luego mexicanos
La Tribu Yaqui esconde una historia de lucha y resistencia que se ha desarrollado de manera paralela a la historia de México. A pesar de haber estado presentes desde el momento en que llegaron los españoles, haber sido de los territorios evangelizados por los jesuitas, y haber presenciado el porfiriato y la revolución, su historia difiere enormemente de la que se asume como la unificadora de este país, y conocerla permite comprender la importancia de la lucha que libran hoy día, ya no frente a un ejército, sino frente al despojo de recursos que golpea indistintamente.
Habría que comenzar por reconocer los elementos que cuentan la historia fundacional de la Tribu Yaqui y que explican la íntima relación que tienen con su territorio, su entorno y los seres vivos con quienes los comparten.
Cuentan que hace miles de años, los surem, humanos pequeñitos que habitaban el territorio yaqui, estaban en busca de agua, pues aún no existían los grandes ríos y un fuerte periodo de sequía golpeaba el territorio. Al pasar el tiempo y ante la desesperación, pidieron ayuda a distintas aves para que fueran al cielo a pedir agua al señor de la lluvia, pero éstas no lo lograron y entonces un sapito se ofreció para hablar con él a nombre de todos los seres vivientes. El sapito consiguió que lloviera tanto que con el agua se formó el gran río Yaqui y los surem, al ser bautizados con esta agua se hicieron grandes y fuertes, convirtiéndose entonces en yaquis.
Historias como ésta explican el origen mítico del principio de cuidado del yoreme (pueblo), entendiendo este término como una mezcla entre las personas y el territorio, sin distinción o superposición jerárquica. Es gracias a este principio tan sólido al interior de la tribu que la lucha se ha mantenido a lo largo de los siglos, por ello tanto empeño en defender sus costumbres y sus tierras. Este principio protector se ha transmitido de generación en generación, y con él, el orgullo de ser yoreme y de defender a la colectividad de igual forma que a la tierra, a los ríos, a lo que de ella se cosecha. A través de la lengua yaqui se expresa esta identidad y se transmite entre las familias y entre los distintos pueblos de la tribu, por lo que constituye no sólo un vehículo de comunicación, sino sobre todo un elemento de permanencia y reproducción identitaria. Durante más de cinco siglos, la defensa de su lengua y su territorio, ha sido una constante obligada.
La religión yaqui, una resignificación del catolicismo
La presencia tan marcada del catolicismo en sus tradiciones podría confundirse con una derrota de los guerreros yaquis ante los soldados españoles de la conquista, sin embargo, esto nunca ocurrió. Durante años de enfrentamiento a principios del siglo XVII –principalmente contra el capitán Diego Martínez de Hurdaide– la tribu venció una y otra vez los intentos de invadirlos y someterlos. Entró al territorio de la tribu el misionero y no el soldado, y durante 150 años de evangelización se creó un fuerte arraigo en sus costumbres y creencias. Los yaquis se apropiaron de la religión católica como un mecanismo para fortalecer su identidad por lo que la evangelización, a diferencia de lo ocurrido en otros pueblos originarios, no devastó sus creencias ancestrales sino que las resignificó.
De ese proceso surgió una nueva religión en la que por ejemplo, como afirma el profesor yaqui Silverio Jaime «se dice que Jesucristo es de aquí, no se dice que es europeo o asiático». En cada ceremonia religiosa se da un discurso y se habla al yoreme en yaki, latín y español. No se trata de un discurso religioso tradicional como el que la iglesia da en los sermones de las misas, se habla de la importancia de los ríos, los árboles, las tierras, la colectividad y la necesidad de defender todo esto. Como opina el profesor Silverio, «de esta forma estamos creando conciencia y haciendo que ésta sobreviva de algún modo».
Siglos de lucha y resistencia
Un siglo después de decretada la independencia de México, ocurrió la época más violenta. La Guerra del Yaqui contra los soldados mexicanos antes y durante el porfiriato duró décadas. Esta guerra, que comenzó buscando el despojo del territorio de la tribu, se convirtió en un etnocidio que se extendió hasta empezada la revolución. Durante el porfiriato, miles de yaquis fueron deportados a Valle Nacional, Oaxaca y a las haciendas henequeneras de Yucatán, donde eran vendidos como esclavos. La resistencia ocurrió de diferentes formas. Por una parte, los que habían sido deportados permanecieron fieles a sus costumbres y tradiciones, quienes se escondieron en la sierra, los yaquis broncos, siguieron luchando contra el ejército, otros más migraron a Estados Unidos y desde allá enviaban armamento y alimentos para sostener la subversión de la tribu en contra del gobierno mexicano.
En 1911, los líderes de los ocho pueblos yaquis se reúnieron con el recién elegido presidente Francisco I. Madero y consiguieron la liberación de todos los yaquis de las haciendas henequeneras. Se envió a una comisión especiala Mérida, Yucatán, sin embargo, la inestabilidad del país impidió que el regreso de los integrantes de la tribu fuera inmediato. Poco a poco, grupos de yaquis fueron regresando al territorio en busca de sus familias.
En 1913, con el asesinato de Madero, los yaquis se involucraron en las revueltas y negociaron su participación a cambio de que se les respetaran sus tierras. Sin embargo, hasta 1940 Lázaro Cárdenas, el entonces presidente, les reconoce –por decreto presidencial– 485 mil hectáreas como su territorio y basándose en la capacidad productiva del mismo, es decir en las 75 mil hectáreas que se sembraban para abastecer a las misiones jesuitas, les reconocen también como acreedores del 50% de la capacidad de la presa La Angostura.
Como es de esperarse, la resistencia y lucha por su autonomía no se detuvo ahí. De una manera tal vez más silenciosa, la tribu ha tenido que enfrentar las acciones de los gobiernos estatales y federales que poco a poco diezman la calidad de su territorio y ponen en peligro su autodeterminación. Dos presas más, la del Novillo y Oviachic, cada una con capacidades de casi el cuádruple que la de la Angostura, redujeron drásticamente la capacidad productiva de las tierras a casi una cuarta parte de lo que se sembraba en siglos pasados. Por otra parte, la falta de empleo y la migración a Estados Unidos como consecuencia, así como la presencia de grupos de narcotráfico y crimen organizado son una amenaza constante para la tribu.
Actualmente, los yaquis enfrentan una lucha jurídica en contra del Acueducto Independencia, que con el pretexto de dotar de agua a la ciudad de Hermosillo, pone en un riesgo fatal su supervivencia.