Paradojas de la honestidad
Por Juan Villoro | Reforma
“Para estar fuera de la ley hay que ser honesto”, canta Bob Dylan. La frase invita a revisar la ley electoral diseñada por los partidos. Para ser candidato independiente a la Presidencia hay dos alternativas: perder con limpieza o ganar con trampa.
Conseguir 867 mil firmas en al menos 17 estados, teniendo en cada uno de ellos el 1% del padrón electoral, es una desmesura. Con el nombre de “candidaturas independientes” se brindó un repechaje para los profesionales que no alcanzan nominación. De modo lógico, quienes declararon haber cubierto las firmas provenían del PRD, el PRI y el PAN.
El INE creó una aplicación para recabar firmas que sólo funcionaba en celulares de gama media, recurso discriminatorio en un país con más de 50 millones de pobres. María de Jesús Patricio, candidata del Concejo Indígena de Gobierno, protestó por estas condiciones, pero las acató con total honestidad, demostrando que un movimiento social prefigura en su conducta el futuro por el que lucha.
Cerca de diez mil auxiliares se movilizaron para apoyar a la vocera indígena sin otro pago que la ilusión. Con recursos que apenas llegaron a los 600 mil pesos, y una solidaria economía de préstamos, Marichuy recorrió buena parte del país.
Conseguir firmas era importante, pero más importante era articular a comunidades que carecían de contacto. En el mapa de Marichuy no se le dio prioridad a los sitios en los que se podían conseguir apoyos, sino a los que debían ser escuchados. La vocera hizo un largo viaje a Sonora, donde resultaba imposible llegar al 1%, para visitar a indígenas que reclamaban su presencia. A unos días de que terminara la contienda, su comitiva se accidentó en el desierto del Vizcaíno. Una persona murió y varias resultaron gravemente heridas. La tragedia enfatizó las precarias condiciones de una lucha que se propuso llegar a los lugares menos favorecidos.
Marichuy recabó cerca de 300 mil apoyos, una tercera parte de los necesarios. Pero el dato decisivo es otro: más del 93% de las firmas recabadas fueron válidas.
¿Tiene sentido hacer trampa para protestar contra la injusticia? Marichuy jugó limpio. ¿Qué sucedió con los demás candidatos? Ríos Piter presentó casi dos millones de firmas, pero tuvo menos registros lícitos que Marichuy. El Bronco entregó 266 mil 357 firmas duplicadas, 158 mil 532 simuladas y 205 mil tomadas, no de credenciales electorales, sino de fotocopias. Con cinismo, dijo que su gente había cometido ciertas “travesuras” y acusó al INE de alterar los datos. Por su parte, Margarita Zavala tuvo inconsistencias en 327 mil firmas. Aun así alcanzó el registro. ¿Se puede confiar en alguien que permitió tal cantidad de abusos? El caso es equivalente al del ex alcalde de San Blas que se excusó diciendo que “robó poquito”.
Quienes reunieron más de un millón de “firmas” usaron estrategias ilegales y quienes fueron honestos no pudieron cumplir con los requisitos.
Pasemos al manejo de los recursos. El Bronco dispuso de 17.3 millones de pesos que no ha podido explicar. Obviamente no los dedicó a la contabilidad ni la transparencia. En cambio, la antropóloga Alicia Castellanos dedicó días y noches a una tarea que jamás pensó tener: justificar los gastos de campaña de Marichuy. La fiscalización se hizo en el comedor de su departamento con el ocasional apoyo de una contadora.
Ciro Murayama, consejero del INE, reconoció este trabajo en forma elocuente: Marichuy “cargó el 16.5% del total registrado en el sistema por todos los aspirantes. En promedio, mientras los aspirantes registraron una operación por cada 22 mil pesos de gasto, ella en cambio cargó con una operación por cada mil 482 pesos. Esto demuestra un nivel de rendición de cuentas muy por encima del promedio y me parece que el INE no puede ser indiferente”.
Alicia Castellanos rebasó el sentido de la responsabilidad para pasar al heroísmo. En la junta final con el INE, pidió la palabra y con voz suave señaló que en caso de que hubiera una omisión ella asumía todas las consecuencias. La persona que hizo la mejor rendición de cuentas -y que debería recibir un premio al mérito ciudadano-, lejos de ufanarse de su tarea, se ponía a disposición de las autoridades para no afectar a nadie más.
Una elevada lección ética y un ejemplo de la gente que apoyó a Marichuy.