Chiapas
Chiapas, continúa violencia contra comunidades zapatistas
Por Sare Frabes
Foto de archivo de Avispa Media, por Antony Guerra
“Donde tengo mi parcela me robaron mi elote. Fuimos a sacar evidencia y ahí mismo nos ponían balazos, en la comunidad de San Felipe”, relata una mujer integrante de las Bases de Apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (BAEZLN) en la región Moisés Gandhi, municipio oficial de Ocosingo.
Ésta es solo una de las denuncias más recientes sobre agresiones armadas y violencia por parte de miembros de la Organización de Cafeticultores de Ocosingo (ORCAO) contra comunidades pertenecientes al Municipio Autónomo Rebelde Zapatista (MAREZ) de Lucio Cabañas, uno de los municipios que fueron recuperados por el EZLN desde 1994. En estos territorios rebeldes, que anteriormente estaban en manos de hacendados y finqueros, se ejerce el autogobierno a través de consejos autónomos.
En días pasados de este mes de Enero, una caravana de observación y solidaridad integrada por organizaciones, colectivos y personas a título individual, adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, informaron que el día 12, “alrededor de las 8:30 hrs. un grupo de aproximadamente 30 hombres pertenecientes al grupo opositor llegó cerca de las tierras que se encuentran trabajando las BAEZLN, tomando fotos de las y los integrantes de esta Caravana, como una forma de intimidación para obstaculizar su trabajo”, denunciaron en un comunicado.
Esta Caravana realizó un primer trabajo de documentación en Octubre de 2020. Sumado a este esfuerzo, el 7 de Diciembre del 2020 se realizó la primera Misión Civil de Observación, efectuada por parte de organizaciones pertenecientes a la Red “Todos los derechos para todas y todos”, la cual también recabó diversos testimonios que señalan un aumento de los ataques desde 2019. Se señala como principales responsables a miembros de la ORCAO.
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En la más reciente visita, esta Caravana tiene la tarea de acompañar un nuevo comienzo en la labranza de la tierra y la siembra de trigo en este territorio rebelde.
Los participantes de la Caravana reafirman, “recordamos que la postura de la caravana de observación y solidaridad es y ha sido a favor de la paz, por esa razón exigimos el respeto al derecho a la autonomía y libre autodeterminación zapatista, a sus tierras recuperadas que forman parte de su territorio, así como el respeto y garantía a la integridad, seguridad y la vida de las Bases de Apoyo del E.Z.L.N.”
Ataques a la economía comunitaria
Las mujeres en Moisés Gandhi, región conformada por ocho pueblos, también reclaman que los miembros de la ORCAO fraccionaron y colocaron en venta tierras recuperadas tras el levantamiento zapatista en 1994.
“En la comunidad de San Felipe…fraccionaron terrenos, echaron su alambrado. En la comunidad de Progreso bloquearon la tierra recuperada”, señalan las BAEZLN sobre el despojo violento por parte de miembros armados de la ORCAO.
Aunado a ello, las familias también señalaron la extracción de materiales para la construcción y madera. “Mientras nosotros estamos luchando en la organización y nunca hemos sacado dinero de las tierras recuperadas, (miembros de la ORCAO) tumbaron los ocotales, están talando las maderas. Ahí están con sus balazos, con sus guardias, con sus altos calibres. Ya no podemos ir a la milpa, nos tienen vigilados”, denuncian sobre la presencia de grupos armados.
De acuerdo al Informe de la Caravana de Solidaridad realizada en octubre pasado, “a inicios del 2020 se sumaron a las agresiones los robos de cultivos, destrucción de alambrados y postes, presencia de gente armada y con radios portátiles en la comunidad y montando guardias, amenazas verbales y escritas, intimidaciones y agresiones físicas a BAEZLN, quema y fumigación de sembradíos, robo de las tiendas de las comunidades autónomas, quema de colmenas, destrozos en la Escuela Secundaria Autónoma y detonaciones de armas de fuego”, todas agresiones sucedidas en el ejido de Moisés Gandhi.
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Al mismo tiempo, en la comunidad Nuevo San Gregorio, tierra recuperada con 155 hectáreas en el mismo MAREZ, mediante acciones de intimidación, miembros de la ORCAO impiden el paso a las familias zapatistas hacia los espacios donde realizan trabajos colectivos para fortalecer la economía comunitaria.
“Nosotros queremos trabajar temprano y no podemos realizarlo”, detallan las BAEZLN de Nuevo San Gregorio sobre la imposibilidad de trasladarse a las tierras donde siembran trigo.
Desde Noviembre del 2019, estas tierras se mantuvieron cercadas por el grupo armado de la ORCAO como parte de los hostigamientos que también les ha impedido a las familias el retomar sus trabajos en una cooperativa para la cría de peces, así como el acceso a terrenos para la siembra de hortalizas.
Contrainsurgencia, en aumento
Los ataques a la economía autónoma privan a los pueblos de sus condiciones básicas de vida: agua y alimentos. “El año pasado no pudimos cosechar todo, apenas el 50% se cosechó. De Mayo a Noviembre estamos haciendo un gasto de 80 mil pesos solo para compra de maíz y frijol”, relataron con pesar las familias de Nuevo San Gregorio sobre las acciones de contrainsurgencia, situación que se agrava con la pandemia del Covid-19.
Por ello, durante el último año las BAEZLN resienten la falta de alimentos y la imposibilidad de continuar con trabajos como la siembra para autoconsumo, venta de bordados y de mecapales, así como la elaboración de muebles y carpintería.
Denuncian que “alambraron todo, nuestros animales, nuestros trabajaderos, el agua. Sí, estamos sufriendo mucho”, comparten testimonios de la comunidad de Nuevo San Gregorio, al momento en que muestran los terrenos para la siembra que les fueron despojados violentamente por miembros de la ORCAO.
Los testimonios recabados enfatizan las agresiones acontecidas el 22 de Agosto del 2020, cuando miembros armados de la ORCAO quemaron bodegas de café, el comedor “Compañera Lucha”, además de saquear la tienda colectiva Centro de Comercio Nuevo Amanecer del Arcoiris, robar el dinero en efectivo y destrozar el lugar.
De acuerdo al informe de la Caravana de Solidaridad, entre los daños de aquel día y agresiones en otros momentos, en total los daños contra las comunidades BAEZLN asciende a casi un millón y medio de pesos mexicanos.
“La tienda era colectiva y nos apoyamos de eso para las comisiones y hasta ahorita no tenemos nada, nos dejaron sin nada. Todo se llevaron, todo el dinero y al compa que estaba vendiendo lo atacaron, lo encerraron y los tuvieron una noche aguantando frío y hambre”,
DENUNCIARON LAS BAEZLN DE LA REGIÓN MOISÉS GANDHI.
Continuar la lucha
“Nosotros no nos rendimos. Para salir adelante empezamos a organizar nuestros trabajos colectivos. Los compañeros jóvenes empezaron con mecapal, aunque no teníamos experiencia, pero así aprendimos. Los compañeros con la carpintería, aunque con un martillo, un serrucho y un cepillo, así estamos saliendo adelante. Nosotras las compañeras empezamos hacer bordados para poder tener un poquito de dinero porque no tenemos nada. Tenemos hijos, piden sus cosas y no tenemos dinero, por eso estamos empezando con eso”, relataron mujeres de las BAEZLN en la comunidad Nuevo San Gregorio.
Además, dicen las Bases de Apoyo del EZLN afirman que mientras se les despoja de estas tierras, inmediatamente el grupo paramilitar las pone a la venta. “Ellos (ORCAO) ya le han dado precio al terreno, que son 100 mil pesos cada hectárea, pero no les vamos a dar gusto para que lo hagan como quieran. Lo vamos a defender, cueste lo que cueste. Nosotros no somos dueños, somos guardianes de la organización. El que es dueño de esta tierra es la organización. El que es dueño de esta tierra son los que dieron su sangre. No solo de nosotros, es de todos”.
El objetivo de la defensa de este territorio liberado, sostiene los campesinos, “es para vivir, no es para hacer negocio. La tierra es para que nos dé de comer, no para hacer negocios. Los árboles son para que nos dé oxígeno, no para hacer negocio. Queremos que les pongan un alto”, exigieron miembros de las BAEZLN de Nuevo San Gregorio durante el recorrido con la Caravana de Solidaridad realizada durante el año 2020.
Según autoridades de la Junta de Buen Gobierno (JBG) Nuevo Amanecer en Resistencia y Rebeldía por la Vida y la Humanidad con sede en Patria Nueva, los miembros de la ORCAO “Ya no son hermanos. Hermanos es cuando te entienden, cuando te escuchan, cuando te siente el dolor, el sufrimiento de los niños, de las mujeres embarazadas”, relatan en los videos de la Caravana Solidaria, pues a pesar de que las BAEZLN han solicitado el diálogo, los miembros de la ORCAO continúan las agresiones armadas.
La gente esta triste pero también con rabia y preocupación. “El coraje y la rabia que tienen mis compañeras, lo tengo también. Hemos dicho: si nos tocan a uno, nos tocan a todos, porque ellos (ORCAO) tienen (tierras) solo para vender, pero nosotros lo estamos cuidando, lo queremos proteger. Porque no solo estamos pensando nada mas por nosotros como pueblos zapatistas, estamos mirando más allá. Nosotros estamos defendiendo la madre tierra porque ahí comemos, ahí vivimos y ahí vamos a seguir resistiendo”, enfatiza una mujer integrante de la JBG del Caracol No. 10 Floreciendo la Semilla Rebelde.
Puedes consultar la serie de videos completos con los testimonios de las familias zapatistas puedes hacerlo ⇒ aquí.
Mujeres que luchan, zapatismo y la grieta pospatriarcal anticapitalista
Por Xochitl Leyva Solano
Cómo y quiénes en medio de las guerras “ponen el cuerpo”; cómo esto se ha dado bajo el faro zapatista y el caminar de este movimiento junto con mujeres y jóvenes de las resistencias, con activistas alter y anti y con feministas comunitarias, post y decoloniales, de diversas partes del planeta Tierra, llegadxs a Chiapas –entre 1994 y 2018– atraídxs por dicho faro. Hago esta reflexión con motivo de los 25 años de la rebelión zapatista y a la luz del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, convocado por las mujeres zapatistas y realizado en su territorio autónomo en marzo de 2018. Escarbo en nuestra memoria colectiva, voy en espiral, tejo parte de nuestras experiencias organizativas que no paran, ya que seguimos buscando colectivamente la mejor manera de construir alternativas más allá del Estado-nación, del (hetero) patriarcado, de la democracia representativa y de la modernidad/colonialidad. Búsqueda que nunca se hubiera dado de no ser por el levantamiento zapatista y lo que en estos 25 años han construido: la autonomía zapatista de facto y sin permiso que ha servido de faro, literalmente, en los 5 continentes y a las luchas anti capitalistas y anti patriarcales del mundo.
Vale aclarar que cuando hablamos de lo que hemos caminado nosotrxs podríamos dar una idea equivocada, hacer pensar que ya hemos avanzado mucho, cuando en verdad son más bien las mujeres, lxs jóvenes, lxs niñxs, lxs mayorxs y los hombres de los pueblos indígenas, negros, campesinos en resistencia quienes nos llevan años luz en la creación de formas organizativas alternas; para muestra un botón: el EZLN, el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Concejo Indígena de Gobierno (CIG). Ellxs y muchxs otrxs que aquí no menciono son quienes han puesto y continúan poniendo el cuerpo y lxs muertxs al enfrentarse, encarnadamente y a lo largo del Abya Yala, a las múltiples cabezas de lo que lxs zapatistas llaman “la Hidra Capitalista”; y también algunas feministas: la ofensiva globalizadora del capital expresada como guerra contra las mujeres, producto del daño cognitivo milenario (patriarcado).
Un mundo donde quepan muchos mundos no es un mero eslogan. Se hizo carne cuando las zapatistas nos convocaron al encuentro de las mujeres que luchan.
Treinta y un años han pasado desde mi llegada, por primera vez, a la selva Lacandona en aquel diciembre de 1987. Llegué respondiendo a un llamado de los campesinos habitantes de esa zona. Ellos preparaban clandestinamente el movimiento armado, pero en su dimensión pública convocaron a universitarixs para trabajar en el programa de desarrollo integral que estaban coordinando. Nos recibió un grupo de delegados, todos concentrados en el corazón de la Lacandona, en el ejido Guanal. Fue impresionante ver desde la avioneta reunidos a 250 delegados, 250 cuerpos de hombres tseltales, tsotsiles, choles y tojolabales representantes de 117 ejidos y 24 rancherías localizadas en un territorio en el que tenían, ya desde entonces, gran control y un sofisticado modo de gobernarse a nivel regional. A pesar de ello no había ni una sola mujer en la concentración que nos recibió y tampoco ninguna tomó la palabra durante la asamblea, aunque sí estaban presentes como parte fundamental de la comisión encargada de cocinar para todxs. Cruzamos miradas en la cocina pero no palabras, no porque ellas no hablaran español ni nosotras tseltal, sino más bien porque entonces la política era concebida y vivida como un asunto de hombres, entre hombres, para el bien común llamado “el comón”.
Por lo que me tocó vivir –entre diciembre de 1987 y diciembre de 1993– dentro de esa subregión de la selva, podría decir que entonces las mujeres adquirían diferenciadamente cierta voz en la casa y/o en la comunidad de acuerdo a su edad, su cargo, su situación económica y a la posición de su esposo en la estructura política y religiosa comunitaria. Tenían algo que podríamos llamar una voz delegada por los hombres de la comunidad. Hoy, en cambio, han construido, desde la resistencia zapatista, una potencia propia, un poder propio, dentro de un poder autónomo. Las mujeres, anteriormente, no tenían una mirada colectiva antisistémica –tampoco nosotras– y mucho menos la capacidad colectiva para convocar, como lo hicieron en diciembre de 2017, a las mujeres del mundo para luchar contra el “sistema capitalista machista y patriarcal”.
Tuvieron que pasar tres décadas, en las que se dio la emergencia del movimiento continental contra el V Centenario del “Descubrimiento de América”, en que el EZLN salió de su clandestinidad, en que levantaron la voz las insurgentas, milicianas y mujeres bases de apoyo zapatista haciendo carne y cotidianidad la Ley Revolucionaria de Mujeres. Tuvieron que pasar décadas en que emergieron y se fortalecieron por todo el continente los movimientos de mujeres indígenas y negras, floreció la autonomía zapatista en medio de la guerra contrainsurgente, de la guerra contra el narcotráfico y de lo que lxs zapatistas llamaron muy tempranamente “la guerra de exterminio contra los pueblos”.
En medio de la violencia y la muerte, emergen las prácticas autonómicas de las zapatistas, sus reivindicaciones de igualdad, diversidad y diferencia a la zapatista.
Todo eso y más tuvo que suceder para que ese 8 de marzo de 2018 viéramos y viviéramos en la misma selva Lacandona, pero ahora en el Caracol de Morelia, un despliegue impresionante de 2000 mujeres zapatistas tseltales, tsotsiles, choles, tojolabales y mestizas provenientes de los cinco Caracoles. Ellas fueron nombradas para recibir y convivir con las miles de mujeres del mundo quienes respondieron a la convocatoria del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan. La convocatoria decía textualmente:
Si eres hombre, de balde estás escuchando o leyendo esto porque no estás invitado. A los varones zapatistas los vamos a poner a hacer lo necesario para que podamos jugar, platicar, cantar, bailar, decir poesías, y cualquier forma de arte y cultura que tengamos para compartir sin pena. Ellos se encargarán de la cocina y de limpiar y de lo que se necesite.
Y así sucedió. Esto, que podría ser reducido a la imagen de un mundo al revés, podría también ser visto como una grieta pospatriarcal poscapitalista en la que todas pusimos el cuerpo, la mente, el corazón, el hígado… para seguir construyendo las alternativas al capitalismo, a la democracia representativa, al patriarcado y al machismo. No pretendo homogeneizar, ni romantizar, ni “explicar”, sólo quiero señalar un par de elementos que pudieran ser relevantes para el argumento central de este breve texto.
La diversidad de las mujeres que respondieron al llamado de las zapatistas nos recuerda la existencia del pluriverso, o sea, la multiplicidad de mundos que coexisten. El pluriverso nos hace ver que el mundo –contrariamente a lo que la modernidad nos ha hecho creer– está compuesto de muchos mundos, de muchas galaxias como afirman lxs zapatistas. “Un mundo donde quepan muchos mundos” no es un mero eslogan: se hizo carne, nuevamente, cuando las zapatistas convocaron a este encuentro, desde una categoría incluyente muy propia de ellas que parafrasearon como “las mujeres que luchan”, señalando que se referían a todas las “que no están de acuerdo con lo que nos hacen como mujeres que somos”. Y agregaban: “Te invitamos a encontrarnos, a hablarnos y a escucharnos como mujeres que somos”.
Ahí estaban feministas y no feministas. Mujeres de los cinco continentes, de todas las edades, mujeres que eran jóvenes cuando el levantamiento de 1994 y que se iniciaron en la otra política con el zapatismo. Mujeres que nos reconocimos como mujeres al ver paradas frente a nosotras a las comandantas zapatistas. Mujeres que las han estudiado, que las han apoyado en cada una de sus iniciativas; mujeres curiosas que nunca las habían visto y hasta mujeres que sólo iban al zapatour. Mujeres del color de la Tierra, mujeres blancas y negras, lesbos, trans, queer, darketas, artivistas, cibernautas, campesinas, catequistas, religiosas del abajo, universitarias, docentes, hijas con sus mamás, lideresas, defensoras de derechos humanos, músicas, teatreras, payasas, bailarinas, esculturistas, fotógrafas, pintoras, etc…
Ahí estábamos poniendo nuestro cuerpo frente al despojo capitalista por medio de un acto colectivo de des-posesión voluntaria de lo que cargamos cada día: los títulos nobiliarios, las rutinas del trabajo asalariado, de la precariedad o de los paliativos neoliberales (pienso en lo inmediato para muchas de las asistentes: las becas de posgrado). Des-posesión voluntaria de las rutinas familiares, de las rutinas engendradas por la propiedad o por el “deber ciudadano”. Por cuatro días, muchas de nosotras logramos despojarnos de todo eso y nos quedamos con lo más elemental en nuestras “casas de campaña” clavadas por nosotras mismas en la tierra. Habitamos la casa zapatista: el Caracol, construido centímetro a centímetro por el esfuerzo autónomo de lxs zapatistas.
Desde ahí nos distanciábamos de nuestros hogares y familias clasemedieras al servicio del trabajo capitalista o aplastadas por el desempleo o por la precariedad emanada de ese mismo sistema. Tomábamos distancia, por ejemplo, del capitalismo académico que hoy rige no sólo en abstracto nuestros lugares de trabajo sino que ha ocupado exitosamente -en muchos casos- las mentes, los cuerpos y los corazones de muchas mujeres y hombres reproductorxs cotidianas de él. No fue casual que en uno de los talleres del encuentro, la facilitadora –feminista y académica– gritara con gran entusiasmo “¡muera la academia!” y con el mismo entusiasmo las asistentes –jóvenes universitarias en su mayoría– se unieran a la consigna de cara a un grupo de jóvenes zapatistas que seguían atentas y tomando notas en sus cuadernos.
Por las noches, otras de nosotras nos metimos en sacos de dormir tendidas encima de una tabla de madera, que lo mismo se usó para ese fin como para armar bancas, mesas o mamparas. Ahí, tendidas en el suelo conectamos con la Madre Tierra, oímos sus latidos que formaban un único ritmo con la música de la banda lesbofeminista que tocaba en la cancha del Caracol para festejar a todas las mujeres del mundo en pie de lucha y para honrar la memoria de las miles de asesinadas, desaparecidas, masacradas, encarceladas.
Y en medio de toda esa violencia y muerte, emerge y han emergido, por ejemplo, las prácticas autonómicas de las zapatistas, sus reivindicaciones de igualdad, diversidad y diferencia a la zapatista. Conceptualizaciones situadas y encarnadas de lucha que lxs zapatistas han ido tejiendo muy a su manera y desde su lugar. Se podría decir, teoría encarnada que, antes y hoy, le habla al mundo: como muestra retomo las palabras pioneras de la mayor Ana María expresadas a nombre del CCRI-CG del EZLN en la apertura del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo celebrado en julio de 1996 en el Aguascalientes II-Oventik: “Bienvenidos a las montañas del Sureste mexicano. Bienvenidos a este rincón del mundo donde todos somos iguales porque somos diferentes. Bienvenidos a la búsqueda de la vida y a la lucha contra la muerte”.
Paso a paso, las zapatistas, desde hace dos décadas y media, vienen construyendo puentes entre ellas y con todas nosotras. Caminando a su lado muchas de nosotras hemos empezado a concientizarnos, a con-dolernos y a con-movernos desde lo que nos/era/es común en ese momento y aún ahora que escribo este texto: las violencias y la muerte producto de lo que hoy -ellas y nosotras- llamamos a voz en cuello y con todas sus letras: “el sistema capitalista patriarcal” y “el patriarcado capitalista”.
Posdata: les invito a leer no sólo el texto completo del que deriva este sino todas las contribuciones del libro que es parte para comprender mejor por qué homenajeamos en este su 25 aniversario a las, los, les zapatistas.