Fuente: Koman Ilel
(Ve también: REPORTAJE ESPECIAL: “Ciudades rurales sustentables” – En la propia voz de los residentes de Nuevo San Juan del Grijalva, escucha realmente qué son las ciudades rurales sustentables.)
Hace ya más de tres años unas lluvias torrenciales inundaron la zona centro y norte del estado de Chiapas. La lluvia perjudicó a más de 1 200 familias ubicadas en 34 municipios. Este desastre, aunado a la ineptitud de las estrategias de desazolve de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), mantuvo bajo el agua a 404 casas de 33 pueblos y 960 mil hectáreas productivas durante más tres meses. De todos los afectados, el pueblo de Juan de Grijalva sufrió la peor suerte: quedó sepultado por el desgajamiento de un cerro en el municipio de Ostuacán, en la zona norte de Chiapas.
Poco tiempo después de la tragedia, tanto el gobierno como “asociaciones filantrópicas” tendieron su mano solidaria a los pobladores de Juan de Grijalva. Dos años más tarde se erigía, flamante, Nuevo Juan de Grijalva, la primera Ciudad Rural Sustentable (CRS) en todo México.
De ser un poblado pobre, Juan de Grijalva pasó a ser una ciudad de vanguardia que contaba con todos los servicios que cualquier mexicano podría desear: vivienda digna y servicios básicos de calidad; agua potable; planta potabilizadora; drenaje y alcantarillado; planta de tratamiento de aguas residuales; electricidad y alumbrado público mediante celdas solares; torre de comunicaciones con telefonía fija y celular; acceso a internet y redes de información; centro de educación básica integral equipado con tecnología de punta; jardín de niños, primaria y secundaria; y un Centro de Salud con servicios ampliados con área de telemedicina y equipamiento de tecnología. Además, a los habitantes de la recién estrenada ciudad se les brindó una oportunidad de empleo digno y remunerado. Se pusieron en marcha proyectos productivos intensivos tales como: invernaderos, viveros, empacadora de tomates, granjas de ave y una planta procesadora de lácteos. También se impulsó la reconversión productiva, la cual permite a los habitantes conservar sus tierras sustituyendo los cultivos tradicionales por otros de alto valor comercial.
Todo sonaba demasiado hermoso para ser realidad. Y, en efecto, el ensueño devino pesadilla. La ciudad estuvo desde el principio destinada al fracaso. No hubo siquiera voluntad para hacer un proyecto decoroso: las casas son ratoneras, los servicios básicos son insuficientes, los centros de salud ni siquiera cuentan con doctores, etc. Pero más allá de estos “detalles”, el nuevo poblado forma parte de un programa estatal para reordenar a la población dispersa. Se trata, cual si estuviéramos en pleno siglo XVI, de crear auténticos pueblos de indios.
Con el pretexto de que la mayoría de las localidades de Chiapas se encuentran dispersas y la alta dispersión dificulta la dotación de servicios y el desarrollo económico y social de las comunidades, el Programa Ciudades Rurales pretende concentrar a las personas del campo en pequeñas aldeas. El objetivo es doble: por un lado, enajenar y explotar la tierra de los campesinos (con la participación de grandes empresas) y, por el otro, concentrar a los habitantes de varias localidades en un solo lugar para que funjan como ejército industrial de reserva.
El Pueblo Creyente de la Parroquia de San Pedro Chenalhó se manifiesta en estos términos:
Nos preocupa que el proyecto de las ciudades rurales se impongan y no se le consulte al pueblo si está de acuerdo o no, y si hace cierta consulta es a base de mentiras y omisiones, el gobierno no dice claro lo que trae realmente este megaproyecto si es para bien o para mal del pueblo por ejemplo no explica qué es la “Reconversión productiva” quienes son los beneficiarios de esta Reconversión. Las ciudades rurales no la inventaron los gobiernos estatal y federal de este sexenio, sino tiene su historia desde hace muchos años atrás, por ejemplo; desde la colonización de América Latina que en ese tiempo no se llamaban ciudades rurales, se conocían como reducciones, con el objetivo de hacer más fácil y eficiente el control de la población para cobrarle tributos (impuestos), utilizarla como mano de obra para las minas, las plantaciones (la más frecuente era la de caña de azúcar) y para la misma construcción de las ciudades de los españoles y por supuesto, para su control político y militar. Es verdad que entonces, así como ahora, se alegaba que también habría ventajas para la población directamente afectada; que la concentración poblacional permite brindarles “el acceso a los servicios básicos de agua potable, educación, salud, etc.”. Según para combatir la pobreza aquí en Chiapas.
Hay que analizar a las CRS en un contexto más amplio. Por un lado, en el 2008 los presidentes de Colombia, México y otros países de Centroamérica firmaron el acuerdo comercial Plan Mesoamérica (nueva versión del Plan Puebla Panamá). La finalidad de dicho plan es crear corredores comerciales e infraestructura que conecte el sur de México con Colombia y que esta área sirva al gran capital. Por otro lado, el plan político y económico del Banco Mundial delineado en el informe Nueva geografía económica plantea que la integración económica es la vía fundamental para llevar el desarrollo a todos los rincones del mundo. En este informe se hace hincapié en la densidad poblacional como factor clave para el desarrollo económico de cualquier país.
La construcción de Santiago El Pinar, la segunda CRS, dio a conocer claramente otra de las facetas del proyecto: se trata de una estrategia de contrainsurgencia ideada por el gobierno chiapaneco en contra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Situada muy cerca de los municipios autónomos zapatistas, San Juan de la Libertad y San Andrés Sakamch’en, la “ciudad” desintegra las formas de vida tradicionales y obliga a la población a entrar al modo de producción capitalista de pequeña propiedad orientada al mercado externo. Claramente, las CRS son un desafío a los caracoles zapatistas, los cuales han construido sistemas de salud, educación y producción autónomos y reales. Pareciera que al gobierno se le olvida que está tratando con el mismo pueblo que se levantó en armas en enero de 1994, un pueblo digno y cada vez con más conciencia.
Como dijimos, hasta la fecha se han fundado dos CRS: Nuevo Juan Grijalva y Santiago El Pinar; hay tres en proceso de construcción: Jaltenango, Ixhuatán y Emiliano Zapata; y una última en proceso de ser construida: Copainalá. Salta a la vista que los intereses privados son un componente fundamental de las CRS por lo que no hace falta mucha imaginación para saber quiénes son los verdaderos beneficiarios de este proyecto. Ciertas empresas (entre las que resaltan Telmex, Fundación Azteca, BBVA Bancomer, Banamex, Grupo Carso, Farmacias del Ahorro y Coparmex) que operan a través de sus empleados de tercer nivel (el gobernador y sus camarillas) e instituciones universitarias (IPN y UNACH) son quienes han asesorado, evaluado y apoyado con recursos financieros la construcción de las “ciudades autosustentables”. Todas ellas tienen un lugar de honor en el Consejo Consultivo de las CRS.
Como si se tratara del humor más acido, estas empresas tienen su lugar dentro de los amplísimos corredores comerciales incluidos en los planos de dichas “ciudades” en lugares en los que apenas se conoce el dinero y la gente sigue muriendo de enfermedades curables. Ahora, los pobladores no sólo serán libres de vender su fuerza de trabajo sino también serán libres de obtener micro-créditos impagables, telefonía celular, electrodomésticos en abonos chiquitos, y demás ventajas que trae el mundo moderno.
En los hechos, las dos Ciudades Rurales Sustentables son una calamidad para sus recientes pobladores. El plan que impulsa el gobierno está únicamente enfocado a beneficiar a las empresas involucradas en la construcción de dichas ciudades. Es necesario que todos nos informemos acerca de estos espejismos y que denunciemos públicamente los planes del gobierno. Las CRS afectan a las comunidades de Chiapas y tienen como finalidad enajenar la tierra, ponerla al servicio de grandes empresas trasnacionales, concentrar a la “mano de obra barata”, destruir prácticas ancestrales de cultivo, imponer modelos desarrollistas a comunidades e insertarlas en el círculo de ganancia del capital. Concluimos con la palabra de la Sociedad Civil Las Abejas:
No somos los únicos que sabemos, que este proyecto [de las ciudades rurales] es parte del Proyecto Mesoamericano antes Plan Puebla Panamá. Este plan no inició con el mal gobierno de Calderón ni de Sabines, sino desde Salinas de Gortari cuando firmó el Tratado de Libre Comercio que causó el levantamiento armado de nuestros hermanos y hermanas zapatistas en el año de 1994.
[…] Ahora ya no nos dicen esclavos pero igual es para hacernos trabajar en su Proyecto Mesoamérica con sus planes de minas, maquiladoras y plantaciones. Así se explica la campaña que está empezando el mal gobierno.
Esa campaña del mal gobierno es para que haya lo que llama una reconversión productiva. No muy lo explica qué es esto, pero nosotros lo entendemos que ya no quiere que sembremos la milpa y otros alimentos ancestrales y que mejor se siembre palma africana y pino piñonero, la razón que dizque para evitar incendios. Pero lo que nosotros vemos es que con la milpa y el frijol nos alimentamos nosotros; con las palmas y los piñones piensa producir biocombustible, o sea, alimentar a los carros y a los camiones. ¿Será que los carros tienen más derecho a alimentarse de la Madre Tierra que nosotros?