Medios Libres, Alternativos, Autónomos
Chiapas: Derechos humanos denuncian nuevos ataques contra zapatistas
Fuente: Avispa Midia
Por Avispa
Las Brigadas Civiles de Observación (BriCO) instaladas en el poblado zapatista Nuevo San Gregorio, municipio Autónomo Rebelde Zapatista Lucio Cabañas en Chiapas, México, y la Junta de Buen Gobierno “Nuevo Amanecer en Resistencia por la Vida y la Humanidad”, Caracol 10 “Floreciendo la Semilla Rebelde”, han documentado nuevos ataques que ponen en riesgo la vida, seguridad e integridad personal de seis familias Bases de Apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (BAEZLN).
Te puede interesar – Comunidad zapatista sigue defendiendo la vida pese años de agresiones
El día 9 de junio, a las 7:23hrs entraron 19 personas del grupo agresor en el poblado y tumbaron árboles para “reforzar el alambrado que ilegítimamente instalaron hace 2 años y medio en el poblado”, de acuerdo a un comunicado divulgado por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba).
A las 13:27hrs se reunieron frente del centro del poblado, donde es punto de trabajo y encuentro de las BAEZLN, insultando agresivamente a la población y en especial a las BriCO, realizando amenazas de muerte en contra de ellos y de integrantes del Frayba, antes de retirarse a las 14:38hrs.
“Estas nuevas amenazas constituyen un riesgo a la integridad física y psicológica de las personas y una clara obstaculización a la observación internacional con base en la Constitución mexicana y en la Declaración de las Naciones Unidas sobre el derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales universalmente reconocidas, que ha sido firmada y ratificada por el Estado mexicano”, señala el comunicado.
Frente a estas circunstancias existe el “riesgo inminente a los derechos a la vida, seguridad e integridad personal debido a que el grupo agresor ha lanzado la amenaza de desplazar de manera forzada y entrar a cerrar las casas donde viven las BAEZLN, lo que ocasionaría daños de imposible reparación y a las observadoras y observadores de derechos humanos que se encuentran en el lugar”.
La organización denuncia que las BAEZLN realizan la defensa de su tierra y territorio en un contexto de constante violencia, amenazas y asesinatos por la acción de grupos armados sobre sus tierras y bienes naturales.
En el pueblo Autónomo de Nuevo San Gregorio, quienes permanecen en resistencia y defensa del territorio recuperado desde 1994, se ha dificultado la siembra de cultivos provocado por el despojo territorial, ocasionando la falta de alimentos básicos para las personas. Estos hechos siguen sucediendo bajo la observación del gobierno federal y estatal, a cargo del presidente Andrés Manuel López Obrador y de Rutilio Escandón Cadenas.
Frayba sostiene que el Estado mexicano es indiferente y omiso en implementar una acción efectiva para desactivar la violencia contra las BAEZLN, “quienes son defensores, cuidadores y guardianes de su territorio, la administración de estos hechos, puede generar una situación de mayor alcance en violaciones graves a los derechos humanos”.
Rojava: Brotes de la revolución
Por Mauricio Centurion
Una mirada desde Ameríca Latina a la revolución de Rojava, que hoy está amenazada por Turquía y es defendida en la calle por jóvenes que crecieron en el corazón de ella.
Un precario puente divide la frontera: allí está el Tigris, uno de los pocos y más grandes ríos en la zona. Luego de horas de burocracia presentando papeles y credenciales, e intentando vencer las barreras idiomáticas, logro pasar a la siguiente frontera que está a 500 metros
-Bi xêr hatî Rojava- me dice un policía.
Esta es, quizás, la primera vez que tengo confianza al ver a los ojos a un uniformado. Con ayuda de un traductor le pregunto cómo llegar a la ciudad donde me tengo que encontrar con periodistas de la zona para cubrir la manifestación. Después de preguntarme de dónde soy se ofrece llevarme y digo que sí. Es la segunda vez que cómo periodista subo a la camioneta de la policía. La primera vez es mejor olvidarla.
Décadas de luchas tuvieron que pasar los pueblos kurdos, árabes, armenios, asirios, musulmanes, cristianos y yezidíes frente a los estados-nación y las fronteras que dividen a sus habitantes. A finales de mayo de este año, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, volvió a amenazar a los pueblos de Rojava: anunció una nueva etapa en la invasión militar contra el norte y el este de Siria. Como ya lo hizo en 2018 y 2019, Erdogan destina todo el poderío del Estado turco para destruir el proyecto social y político en Rojava, compartido por cinco millones de personas, ya sean kurdos, árabes, armenios, asirios, musulmanes, cristianos o yezidíes.
En respuesta a esta amenaza, miles de jóvenes del Movimiento Juvenil Revolucionario y de la Unión de Mujeres Jóvenes organizaron una marcha de tres días, desde la ciudad de Qamishlo hasta Derik, otra localidad ubicada a 150 kilómetros de distancia. Durante la larga marcha se levantó una sola consigna: “Únete a la guerra de liberación contra ocupantes y traidores”.
En la marcha veo cómo hombres y mujeres bailan. Hasta hace pocos años, esa costumbre milenaria, como también lo es el canto y la música, estaba prohibida para el pueblo kurdo de Rojava. Las horas caminando por el desierto no desalientan a nadie. Bailes, voces, cantos se funden, otra vez, como resistencia.
Su sonrisa es atrapante, en sus ojos hay seguridad. Pienso que, cuando la revolución se desató, apenas tendría nueve años.
No veía tantos jóvenes agrupados luchando por una causa desde el movimiento de mujeres en Argentina. ¿Será esa la causa por la que es tan difícil para los enemigos acabar con esta revolución? Con estos diez años de avances, resistencias y miles de desafíos por delante, el movimiento político que liberó Rojava continúa plantando las semillas para reforestar la tierra donde crece la esperanza. Esperanza y vida que desde hace décadas intentan aniquilar, pero no lo lograrán.
Rebentos da revolução
Um olhar desde a América Latina sobre a revolução em Rojava, hoje ameaçada pela Turquia e defendida nas ruas por jovens que cresceram no seu seio/no seu coração. Por Mauricio Centurión*, para diferentes meios independentes de ambos os lados do oceano.
Após cinco dias de viagem, atravesso de Sulaymaniyah (no Curdistão Iraquiano) para Rojava (o Curdistão Sírio) para registar uma manifestação de jovens que apoiam esta revolução de 10 anos.
Uma ponte precária divide a fronteira: ali está o Tigre, um dos poucos e maiores rios da região. Após horas de burocracia, apresentando documentos e cartões de identificação, e tentando ultrapassar as barreiras linguísticas, consigo atravessar para a próxima fronteira, a 500 metros de distância.
“Bi xêr hatî Rojava”, diz-me um polícia.
Esta é talvez a primeira vez que tenho a confiança de olhar um homem fardado nos olhos. Com a ajuda de um tradutor, pergunto-lhe como chegar à cidade onde tenho de me encontrar com jornalistas locais para cobrir a manifestação. Depois de me perguntar de onde eu era, ofereceu-me uma boleia e eu disse-lhe que sim. É a segunda vez que, como jornalista, entro na carrinha da polícia. A primeira, é melhor esquecê-la.
“Argentina, Argentina”, diz ele, soltando palavras em Kurmanji, a sua língua que eu ainda não consigo compreender.
Um rapazinho anda de mãos dadas com o seu avô e olha para algumas letras incendiadas. Levanta a sua pequena mão e faz um V com os dedos. As letras são as iniciais do Partido dos Trabalhadores do Curdistão (PKK). Este partido, criado há mais de quarenta anos por Abdullah Öcalan, foi a principal influência para o povo de Rojava na libertação dos territórios do norte do país em 2012, no contexto da Primavera Árabe que abalou todo o Médio Oriente e o Magrebe. Esta revolta, que saiu do controlo do governo em Damasco, teve as suas principais causas na luta pelas liberdades básicas, liberdades que até então tinham sido negadas aos Curdos: o direito de habitar e cultivar as suas terras, de falar a sua própria língua, de exercer os seus direitos políticos e culturais.
Décadas de lutas foram travadas pelos povos curdos, árabes, arménios, assírios, muçulmanos, cristãos e yazidis, face aos Estados-nação e às fronteiras que dividem os seus povos. No final de Maio deste ano, o Presidente da Turquia Recep Tayyip Erdogan voltou a ameaçar os povos de Rojava: anunciou uma nova etapa na invasão militar contra o norte e o leste da Síria. Como já fez em 2018 e 2019, Erdogan está a utilizar todo o poder do Estado turco para destruir o projecto social e político em Rojava, partilhado por cinco milhões de pessoas, sejam elas curdas, árabes, arménias, assírias, muçulmanas, cristãs ou yazidis.
Enquanto Erdogan invade e destrói, nenhuma potência internacional faz o que quer que seja.
Em resposta a esta ameaça, milhares de jovens do Movimento Revolucionário da Juventude e da União das Mulheres Jovens organizaram uma marcha de três dias desde a cidade de Qamishlo até Derik, outra cidade a 150 quilómetros de distância. Durante a longa marcha foi levantado um único slogan: “Junta-te à guerra de libertação contra ocupantes e traidores”.
Com os meus pés entre os passos dos caminhantes, o sol bate e a terra sente-se na garganta. Um jovem aproxima-se de mim e pergunta: “tu ji ku dere ki?” (de onde és?).
Quando lhe digo “ez ji Argentina me”, ele olha para mim e começa a nomear Che Guevara, Maradona, Messi. Depois abraça-me, beija-me duas vezes e diz “serkeftin” (até à vitória!).
Na marcha, vejo como homens e mulheres dançam. Até há alguns anos atrás, este costume antigo, como o canto e a música, era proibido ao povo curdo de Rojava. As horas de caminhada pelo deserto não desencorajam ninguém. Danças, vozes, canções fundem-se, mais uma vez, como resistência.
Um jovem “quadro” – como aqui chamam às pessoas que fazem parte do movimento curdo e que estiveram vários anos a formar-se politicamente – aproxima-se, agacha-se e serve água aos que estamos ali. Quando termina, não sobra água para si. Ele ri-se, nós queremos dar-lhe a nossa e ele não aceita. Felizmente, há um internacionalista alemão que fala curdo e espanhol e me conta o que ele diz: “Começa pelas coisas simples, hoje deixas alguém sem água, amanhã precisas de coisas materiais para estar bem, no dia seguinte és o teu próprio inimigo. O mundo muda-se com gestos simples, é muito importante que actuemos desta forma, porque alguém que não actua desta forma e fala de revolução é incoerente. Quem vai acreditar num burguês que prega o que não faz?”
O seu sorriso é cativante, nos seus olhos há segurança. Penso que quando a revolução eclodiu, ele tinha apenas nove anos de idade.
No caminho, oferecem-me mais água e comida, elogiam as minhas tatuagens e perguntam-me, com um olhar confuso nos seus rostos, porque tenho um anel no nariz. Os vizinhos que não participam na marcha trazem mangueiras para os jovens beberem água e molharem as cabeças. O véu, no Médio Oriente, tem muitos significados: um deles é cobrir-te do sol; a minha cabeça compreende isto imediatamente. No dia seguinte, consegui um lenço, e não o vou largar até às minhas últimas horas em Rojava.
Desde o movimento de mulheres na Argentina que não via tantos jovens juntos para lutar por uma causa. Será essa a razão pela qual é tão difícil para os inimigos acabar com esta revolução? Com estes dez anos de progressos, resistência e milhares de desafios pela frente, o movimento político que libertou Rojava continua a plantar as sementes para reflorestar a terra onde cresce a esperança. Esperança e vida que há decadas tentam aniquilar, mas não conseguirão/serão bem sucedidos.




























