Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad? ¿De nuevo lo mismo? | ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ | Octubre de 2024
Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.
Postfacio.
Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad? ¿De nuevo lo mismo?
La asamblea comunitaria sigue su curso en las presentaciones. Llega su turno para responder a la pregunta clave “¿Y tú qué?”
Sí, hay varias posibilidades. Usted es una persona medianamente inteligente y cree en sí misma y en su capacidad de convencimiento (para eso leyó no pocos manuales de cómo ganar seguidores, y hasta tomó el curso “1000 pasos para ser popular en la era digital”), así que, por ejemplo, puede tratar de convencer al resto de las personas presentes en esa hipotética asamblea de que lo mejor es crear una sociedad donde artistas y científicos tengan un lugar aparte. Y que para eso se necesita, claro, un Estado, porque es imposible imaginar siquiera una sociedad sin Estado (bueno, sí es posible, pero no es el tema). Y ese Estado necesita quien gobierne, o sea quien mande. A quien mandar, no faltará. Y que se hagan papeles para todo: para las propiedades de cada uno, y para intercambiar, o sea, para comprar y vender.
Si, antes de la aparición de ese Estado, el robo y el despojo se hicieron por la fuerza, la nueva civilización es eso, civilizada, entonces hay que regular y legislar sobre esos crímenes, hacerlos legales, que la legalidad supla la legitimidad. Así que no vendría mal crear un cuerpo de personas especializadas en eso de hacer leyes. Con ellas nacerán también las banderas, los himnos nacionales, las fronteras y las historias a modo.
Claro, lo que pasará es que, quienes fueron despojados -con o sin leyes-, no tendrán nada más que su capacidad, manual y de conocimientos para producir: y, por otro lado, quienes se beneficiaron de esos crímenes pueden “comprar” esa capacidad de producir. “Contratar”, puede ser el término, porque “explotar” suena mal. Entonces también habrá que legislar sobre esa relación. Contra toda evidencia, como ambos -contratante y contratado-, son miembros de esa comunidad naciente, se trata de un acuerdo entre iguales que libremente contratan y son contratados.
Para enaltecer esa “libertad”, se acuña un término que elimine la diferencia entre propietarios y no propietarios. “Ciudadanos”, puede ser una opción atractiva. Y de ahí deducir sus equivalentes asépticos: “mujeres”, “jóvenes”, “niñez”, “tercera edad”, “blancos”, “afroamericanos”, “asiáticos”, “cafés”, “indígenas”, “mestizos”, “criollos”, etcétera.
Todos estos términos permiten dejar de lado, u ocultar, las diferencias contrastantes entre poseedores y desposeídos, y deberá de haber leyes que garanticen ese ocultamiento.
Y para que se obedezcan esas leyes (ya sabe usted: suele suceder que hay personas así, que no obedecen), se necesita otro grupo de personas que se dediquen a “implantar el orden”. Una policía, pues. Y, para apropiarse de recursos que estén en otra comunidad, un ejército.
Y que asigne a un color de piel y a un género, el lugar en esa sociedad.
Por ejemplo, las personas de piel oscura soportan mejor las inclemencias del clima (o eso le enseñaron), y las de piel clara son más sensibles, más delicadas (o eso le enseñaron). Las de sexo femenino se desempeñan bien en el hogar. Los varones en los puestos ejecutivos. ¿Loas otroas?… ¡puaj!, es un fenómeno aberrante que hay que eliminar o ignorar su existencia. Para eso se ocuparán los closets, las redadas, las cárceles y los ataúdes.
Usted rescató de la catástrofe lo más importante, es decir, su esquema de valores. Así que es natural que las mujeres, puesto que son quienes pueden tener crías, se encarguen del hogar donde esas crías crecerán e irán tomando el lugar que les corresponde. Trajo consigo también su canon de belleza, así que instintivamente determinará qué mujer es más… más… más “apetecible” (iba a poner “está más buena”, pero la seriedad artística y científica de este texto lo desaconseja), de modo que se seleccionen las mejores “pies de cría” para ir “mejorando la raza”. El “buen gusto” será importante no sólo en la mesa y el vestir, también en la cacería humana.
Claro, las mujeres siempre darán problemas -está en su esencia-, así que deberá implementarse un feminismo moderado, siempre tutelado por el varón. A los “excesos”, los masculinos ofrecerán portarse bien y conceder, por ejemplo, tomar cursos de género. Y que las féminas accedan a espacios de poder. Claro, previa masculinización.
Por ejemplo, la llegada de una mujer a un puesto gerencial será presentada como un “logro” de las mujeres en general, aunque aquella niña-jovencita-adulta-anciana que va a la escuela o al trabajo o al mercado, como alumna o empleada o ama de casa, siga siendo un “blanco de oportunidad” en la mira del depredador oculto detrás de “las nuevas masculinidades”.
Con los oscuros sucederá lo mismo. Continuamente se rebelarán y se resistirán a tomar su lugar en el nuevo mundo. Así que son precisas al menos dos cosas: una es repartir limosnas (tampoco mucho, porque se mal acostumbran); la otra es adoptar a algunos de piel oscura para que se vea que hay inclusión y que siempre estará la opción de escalar en la sociedad. Si persisten en su necedad, bueno, para eso están las policías y los ejércitos.
Si es que, dios no lo quiera, loas otroas siguen el mal ejemplo, no hay problema. Bastará con aplicar el principio de “suplantación”. Esto es, que heteros se finjan otroas, se porten bien, asuman su lugar en los gobiernos y ya está. Ojo: no abandonar nunca la política de clóset-redada-cárcel-ataúd. Bueno, quienes alcancen ataúd. Porque la desaparición forzada será una opción.
La sociedad, digamos, de “piel oscura”, deberá aportar para que el Estado creado pueda apoyar las artes y las ciencias. Porque eso le enseñaron a usted en la escuela: los grandes dineros financiaron los grandes descubrimientos científicos y las maravillosas obras de arte que colman museos inaccesibles y modernos laboratorios y salas de pruebas.
Bueno, colmaban. Porque en este supositorio que le planteo, todo eso desapareció, fue destruido, saqueado, o permanece aislado entre escombros, sangre, huesos, lodo y mierda en alguna parte.
Pero, en su idea sobre el futuro de esa comunidad aislada, en poco tiempo (digamos que en unos siglos), el “progreso” descubrirá nuevos territorios y tecnologías para conquistarlos.
Al inicio con armas “blancas” y armaduras, luego con más armas, de fuego ahora, y tanques y aviones, la conquista avanzará y, con ella, la prosperidad y el desarrollo florecerán. Y, claro, el despojo, el sometimiento (“moderno”, eso sí), la destrucción y la muerte, pero eso no importa ahora.
Pronto, serán los bancos quienes comanden mineras, agroindustrias, corredores industriales, centros turísticos, modernos trenes y aeropuertos que se adentrarán en llanos y montañas, contaminarán ríos, lagunas y manantiales, usarán como empleados (ojo: evite usar la palabra “esclavizar”) a los locales de piel oscura, sacarán lo que puedan y se irán a otro lado, dejando tras de sí un páramo… como en una guerra. En todo momento encontrarán en el Estado el capataz dócil, servil y cruel que se necesitará para el nacimiento de esa nueva civilización.
Y así usted se da cuenta de que es posible tener un lugar seguro si, como quien dice, “sabe con quién relacionarse”. Para eso será necesario un sistema educativo que “enseñe” a las crías, desde pequeñas, cuál es su lugar. Así que sí, que haya escuelas para los oscuros y escuelas para los claros. Su ascenso como artista y científico irá detrás del avance arrollador del nuevo mundo.
Como la libertad de creación, de investigación y de contratación es lo más importante, habrá que evitar la llegada de quienes pugnan por un Estado Totalitario, aunque para eso sea necesario… otro Estado Totalitario.
No importa si este Estado es una democracia representativa, monárquica, parlamentaria, dictatorial, etcétera, sino que sea capaz de homogenizar la sociedad imponiendo la hegemonía de una idea: “progreso” quiere decir progreso de la persona individual, a costa de lo que sea y pasando por encima de quien sea. Ahí, el esfuerzo de los otros debe encaminarse a ser de los unos. Cambiar de bando, pues, sin importar el color, el género (o no género), el tamaño, la religión, la raza, la lengua, la cultura, el modo, la historia. En los unos reinará la felicidad, en los otros la infelicidad de tener que luchar por la felicidad. Los unos son los poseedores, los otros son los desposeídos anhelando ser poseedores.
En esta disyuntiva usted esperará convencer a las otras personas de esta gran idea. Es su turno. Ánimo, aplique lo aprendido.
Claro, es muy probable que alguien le interrumpa y recuerde que todos, incluso usted, están en esa situación precisamente por un sistema con esas características.
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Por supuesto, usted piensa ahora que esta hipótesis es demasiado extrema, que ninguna persona racional, culta, con altos estudios, hetero, masculina o masculinizada, civilizada y “moderna”, querría eso.
Pero no he hecho sino sintetizarle las bases de una sociedad capitalista: explotación, represión, robo y desprecio. Un sistema patriarcal, racista, explotador, guerrerista, criminal, inhumano, cruel y despiadado que, destruyendo, crece. Y creció hasta que destruyó al mundo como usted lo conocía. Una sociedad como en la que usted y nosotros “vivimos”.
Oh, no se enoje. Es sólo una situación como quien dice “hipotética”; un supositorio, pues. Los avances científicos y tecnológicos, así como el florecimiento de las artes “viejas” y “nuevas”, son m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o-s. Lo del calentamiento global es una patraña inventada por ecologistas ociosos (¿ya dije que, además, son feos?) -meros hippies modernos con estudios-; el cambio climático es una moda, no hay huracanes, terremotos, sequías, inundaciones fuera de las habituales; ¿los feminicidios?, no existen, son castigos que el destino otorga a las mujeres que reniegan de su lugar… o que están en el sitio y el momento equivocados; no hay crimen organizado porque para eso el Estado no admite competencia (en lo de crimen, claro; en lo de organizado está superado con creces); y los diferendos entre países se resuelven por la vía del diálogo, así que no hay guerras, ni genocidios que usen la historia a conveniencia (“tenemos derecho a eliminar al otro porque antes nosotros éramos los otros y quisieron eliminarnos”). En fin, todo bien, ¿no es cierto?
Pero ésta, la de replicar el modelo de organización previo, es sólo una posibilidad, debe haber otras. Porque, en el hipotético “día después”, una opción es recomenzar reconstruyendo el sistema que provocó, azuzó y condujo a su destino la tormenta. Claro, “limando las aristas” de ese sistema.
Le planteo esta posibilidad porque es sabido que, a falta de imaginación y audacia, hay quien tiende a recomenzar a partir de lo conocido. Así como un movimiento que se organiza para enfrentar a un partido de Estado, se convierte en… un partido de Estado. Se nutre de él y se “apropia” de los usos y costumbres de quien fue su enemigo. Así, todo se vale, todo es permitido, para evitar dejar de ser… un partido de Estado.
Y, así como es evidente que “algo” está mal en el sistema, también suele introyectarse la evidencia de que no es posible otra cosa, de que no es posible “un mundo donde quepan muchos mundos”.
Continuará…
Desde etcétera.
El Capitán.
Octubre del 2024.
Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Primera Parte. La Hipótesis (¿o era la hipotenusa?) | ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ | Octubre de 2024
Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.
Postfacio.
Primera Parte. La Hipótesis (¿o era la hipotenusa?).
Me van a disculpar que no me dirija en específico, aunque sí en lo general, a las personas, grupos, colectivos, organizaciones, movimientos y pueblos originarios de la Declaración por la Vida. Una gran parte de estas personas no sólo ya conocen, y padecen, la Tormenta de primera mano. También y desde hace tiempo, resisten, trabajan y luchan para crear los cimientos para otros mundos. Tienen su propio análisis de la tormenta y su alternativa para el Día Después. De estas personas esperamos que compartan su mirada, su diagnóstico y, sobre todo, su práctica. A muchas las conocemos. A la mayoría no. Y creemos que su historia y su actuar presente, enriquecería mucho a otros esfuerzos, si no parecidos ni semejantes, sí en el mismo empeño: la lucha por la vida. De hecho, hay fechas especiales para esa compartición. Aclarado lo anterior, veamos las ciencias y las artes.
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¿Las artes y las ciencias dependen de las tecnologías de la modernidad? Es decir, si no hay internet, aplicaciones, celulares, tabletas y computadoras, Inteligencia Artificial, energía de combustibles fósiles, etcétera. ¿Es posible el arte dramático? ¿La pintura? ¿La música? ¿La danza? ¿La escultura? ¿La literatura? ¿El cine? ¿Las ciencias?
Oh, lo sé. Las artes no nacieron con el sistema que ahora ahorca a la humanidad entera. Pero tal vez ya se trata de un “cambio de paradigma” (coartada por excelencia para las claudicaciones), y el sistema ha convencido a las “mayorías” que, sin él, sin el capitalismo, la humanidad es imposible.
Y las ciencias, ¿pueden demostrar que la tierra es esférica sin internet, fotos aéreas, etcétera? ¿Explicar los movimientos planetarios? ¿La física y la química sin laboratorios ni tutoriales? ¿Las Matemáticas más allá de peras y manzanas? (claro, con lo caro que está todo hoy, incluso sin peras ni manzanas).
Porque pudiera ser, es un supositorio, que en una situación de catástrofe aparezca quien sostenga que la tierra es plana y cuadrada, que el cambio climático y el calentamiento global no existen, y que son sólo un invento de ambientalistas corruptos y feos (lo de corruptos vaya y pase, pero lo de “feos” es imperdonable, oiga -sobre todo con la infinidad de productos cosméticos y aplicaciones digitales que pueden remediarlo, oiga-), que todo está bien, que no pasa nada, que son hechos aislados, que así era antes pero ahora todo ha cambiado, que no somos iguales, que todos están felices, felices, felices. ¡Ups! Se trataba de no hablar de política, tema que suele incomodar a científicos y artistas (o en algunas ocasiones les impele a decir tonterías).
Pero suponga usted que, en esos momentos de desesperación y caos, cuando los distintos gobiernos consultan encuestas e índices de popularidad para decidir si asisten o no a un lugar en apuros, y si mandan o no ayuda, alguien se aparece como “profeta” de la salvación y “explica” que todo es castigo divino, culpa de los conservadores, de los liberales, de los radicales, de los derechistas, de los izquierdistas, y etcétera, etcétera.
No hablo de la situación actual en cualquiera de los estados mexicanos; ni tampoco en los estados surorientales de la Unión Americana, o de la destrucción -con coartadas geopolíticas de derechas o progresistas-, en Europa Oriental, Medio Oriente, Haití, el Wallmapu diez, cien, mil veces insumiso. Hablo de todo eso, pero a lo bestia, mundial pues, en las partes y el todo.
A usted, como artista o científico (o ambas cosas), ¿se le acabaría el mundo? Quiero decir SU mundo. Sí, lo sé, desde los tiempos más antiguos aparecen las artes y algunas ciencias; y las aplicaciones de diseño gráfico algo deben a, por ejemplo, las pinturas en las cuevas de Altamira; las matemáticas y la astronomía a los antiguos mayas; el arte dramático a las descripciones, con ademanes y sonidos, de quien, hace milenios, describía cómo había logrado escapar de un tigre dientes de sable; la arquitectura a Stonehegen en la rubia Albión; la escultura a las Moáis del pueblo Rapanui.
Pero… ¿en qué medida o hasta dónde las tecnologías de la modernidad controlan ya, o no, la creación artística y las investigaciones científicas?
No, no se trata de redirigir, con la explosión de un dispositivo nuclear, un asteroide para que choque y destruya el Telescopio Hubble: o de incendiar o saquear los centros de investigación científica (de eso ya se están encargando el crimen organizado hecho gobiernos y quienes brincan de la ciencia a la política). Y, en dado caso, estoy seguro de que toda la comunidad científica se uniría si alguien siquiera intentara acabar con la estructura de investigación; amenazar a sus integrantes; levantarles denuncias penales; o enganchar la investigación científica a un proyecto político partidario, ¿no es así? (¡ah!, ¿no es sutil mi sarcasmo?)
Me refiero, en cambio, a una situación límite, donde esos recursos sean imposibles de obtener, o existan muchas dificultades para acceder a ellos. ¿Qué pasará con las ciencias y las artes, así como con las personas que en ellas se empeñan?
Ahora bien, usted puede pensar que ese escenario no es posible siquiera, y que no es más que un mal guion de una película mala de mala ciencia ficción –“ciencia ficción”: un oxímoron, como el de “político honesto”-. Ok, de acuerdo, siga en su escenario, caballete, pantalla 8k, plataforma digital, laboratorio, academia.
Estoy seguro de que usted tiene datos duros -estudios comprobados, modelos de simulación, conteo de recursos no renovables, tendencias de consumo y reposición-, de que ese escenario es “muy poco probable” -junto con el calentamiento global, el cambio climático, las guerras de reconquista, la contaminación ambiental, los genocidios como el actual en Palestina-; y que tiene acceso a encuestas del todo confiables que muestran que la gente está satisfecha con su actual nivel de vida (por lo que también es remoto el posible surgimiento de alzamientos, motines, insurrecciones, protestas, saqueos, revueltas).
Ok, no le contradigo. Usted tiene renombre y posición en las Artes y las Ciencias, y yo sólo soy un pobre capitán de infantería, adscrito ahora al área de “Invitaciones de Bodas, Bautizos, Primera Comunión, Divorcios, Arrejuntamientos, XV años y… Encuentros”.
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Pero entonces, suponga que le presentan un reto: que imagine que usted va a estar en una comunidad. Más en concreto, en la asamblea de esa comunidad… y en el día después. Sin electricidad, sin celulares prepago o plan de renta, sin “internet para todos”, sin Elon Musk y sus pequeños equivalentes locales de abonos chiquitos, sin vehículos particulares diseñados para soportar motines y alzamientos de la plebe (el blindaje extra en la cybertruck se cobra aparte), sin combustibles fósiles para arrancar el otro vehículo e ir a buscar señal (mientras maldice a los gobiernos y compañías en turno), y ya sin posibilidad de comprar un boleto en un moderno cohete interestelar que lo coloque en otro planeta “all included” (o sea que incluye la fuerza de trabajo que viva, se reproduzca y muera mientras le sirve -aprecie usted cómo evité, con elegancia, cualquier referencia a “explotación”-).
Nada de eso es ya posible. Claro, siempre en este escenario hipotético en el que usted está en una asamblea de una comunidad aislada de todo, porque el todo ya no existe más.
Son varias personas que están con usted y, para arrancar ese germen de sociedad, en una asamblea de esa comunidad, cada una de esas personas dirá lo que es, sabe y puede hacer, y van a proponer, discutir y acordar cómo es que se van a organizar. Bueno, en realidad le describo lo que ocurre actualmente en una asamblea comunitaria de pueblos originarios.
Y, así como en una asamblea comunitaria de pueblos originarios, la reunión se plantea un objetivo y propone, discute y acuerda qué hay que hacer, cómo, quién va a hacerlo, en dónde, cuándo; en esta hipotética asamblea, en la que usted se ve obligado a estar por las circunstancias, el objetivo es… recomenzar.
Así que sigamos con el reto de que usted imagine y se ubique en esta situación y, por las razones que fuere, el mundo como usted lo conocía ha colapsado.
Así que volvamos a la asamblea:
Hay quien dice que sabe trabajar la tierra y sólo necesita sus manos y puede fabricar algo que, esa persona dice, se llama “coa”. Todos parecen saber qué cosa es eso, así que usted no pregunta por temor a quedar en ridículo. Hay quien dice que conoce de plantas y puede elaborar medicamentos. Hay quien dice que puede identificar frutas, hongos y verduras (¡puaj!), cultivarlas y conservarlas. Hay quien dice que sabe algo de carpintería y puede hacer mesas, sillas y, claro, camas. Hay quien dice que le sabe a la albañilería y puede ayudar a construir casas. Hay quien dice que sabe mecánica y puede probar a echar a andar ese viejo motor de aquel viejo vehículo abandonado, o transformarlo en un motor movido por aire, agua, calor. Y así, cada quien va exponiendo sus habilidades, resaltando, en esa situación, las llamadas “habilidades manuales”.
Y entonces llega su turno, ¿qué dice?
¿Dice que es artista como si confesara un pecado de juventud?
¿Dice que sabe de ciencias como si se arrepintiera de haber pertenecido a una secta fanática o a un partido político -es lo mismo-?
Mientras llega su turno de hablar, usted es una persona medianamente inteligente y se ha dado cuenta de que los más valiosos para ese germen de sociedad son quienes, gracias a sus habilidades y conocimientos, pueden conseguir -con su trabajo-: comida, movilidad, salud, educación y habitación para quienes conviven en esa comunidad.
Así las cosas, usted tal vez tenga que enfrentar más de una disyuntiva.
Continuará…
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
El Capitán.
Octubre del 2024.