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Perseverantes y tercos como son en lo que se proponen, los pueblos zapatistas emprendieron su viaje a Europa. El subcomandante Moisés encabeza a La Extemporánea, la delegación aerotransportada del EZLN que llegará a Austria.

Texto y fotos: Daliri Oropeza

CIUDAD DE MÉXICO.- El subcomandante Moisés alza ambos brazos y las zapatistas ponen atención de inmediato, señala con los dedos al cielo la formación que deben realizar antes de entrar a la sala de abordar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

De inmediato, el primer equipo de la delegación aerotransportada se coloca en 5 filas, una detrás de la otra. Cuando todo parece silencio y quietud en medio del ruidoso y concurrido aeropuerto, avanzan en conjunto para ingresar a las salas de espera y abordaje.

Moisés va hasta delante de lo que parece una sabia serpiente colorida que sabe desplazarse en medio del gris plano seco del aeropuerto. En silencio y completo orden, llegaron las zapatistas al amanecer, para viajar a Viena, Austria, donde ya las esperan.

Permanecen con calma, formadas en el oscuro rincón de la sala F1 de salidas internacionales. Sostienen sus papeles y los pasaportes en sus manos. Resaltan las gorras violetas de la Sección Miliciana Ixchel-Ramona, equipo femenil de fútbol, con sus faldas y uno que otro balón de fútbol que desinflan para llevarlo con ellas. Resaltan también porque nadie porta su tradicional paliacate rojo. Es uno de los signos de identidad zapatista. Aunque son las mismos, sin ese pedazo de tela parecen ser otras.

En estampas, bordados, gorras, a modo de escudo en las mochilas, las zapatistas portan el escudo redondo de las Fuerzas Aéreas Zapatistas (FAZ), que tiene al centro un escarabajo volador negro, con paliacate rojo en los hombros, que guarda semejanzas con don Durito de la Lacandona.

En el ala derecha blanca del coleóptoro hay una estrella roja de cinco puntas; en la izquierda, las iniciales del destacamento: FAZ. En la cinta blanca superior, el lema en letras negras, que resume el tamaño de sus apuestas y dice: “Volantem est alio modo gradiendi” (Otra prueba de vuelo).

Los pasajeros, que también quieren documentar, observan incrédulos a la delegación zapatista.

—¿Qué es esto?

—¿De donde vienen?

—¿Qué tipo de delegación son?

Llevan grandes maletas con ruedas, se desesperan. Abren otra fila en la ventanilla de la aerolínea española para los que tienen un vuelo pronto; porque la delegación se forma por más de dos horas para realizar la documentación. Cuando integrantes de pueblos del Congreso Nacional Indígena entonan consignas, los vivas, las porras, los viajeros frecuentes no dejan de mirar extrañados el modo en que despiden a La Extemporánea.

Los más pequeños, integrantes del Comando Palomitas, portan el escudo de las FAZ en su camisa o blusa. Están armados de sencillas cámaras fotográficas que parecen juguetes. Sorprenden, de travesura, a las fotoperiodistas pues disparan sus obturadores y curiosos, las retratan. ¿A qué van? —les preguntaron— y ellos respondieron con entusiasmo: ¡A jugar!

Decenas de mujeres, ataviadas con vestidos de todos los Caracoles Zapatistas, de las más diversas comunidades de la zona selva tseltal hasta los huipiles de la Zona Altos, con sus frondosas cabelleras negras tejidas con elaboradas trenzas pegadas a la cabeza y otros peinados, hacen del abordaje una fiesta. Todas van con cubrebocas y máscara de acrílico.

En el segundo equipo que viaja por la tarde, los hombres zapatistas llevan, gorras negras y cafés sobre su cabeza, también sombreros de paja y tradicionales de mando con coloridos listones. No hay en la mayoría de ellos (a diferencia de otras regiones del país) el menor signo de obesidad. Sus cuerpos están moldeados por el trabajo y la disciplina. Muchos calzan botas de campaña negras. Otros sandalias de piel.

El Escuadrón 421 salió a despedirles al balcón del local de Uníos, donde se atrincheraron en Ciudad de México después de 14 años de no venir.

El primer equipo de la compañía aerotransportada tiene más integrantes mujeres, niñas, niños y familias zapatistas. Dejan sus maletas y luego son auxiliadas por activistas de la Red Universitaria Anticapitalista y la Brigada Zapartistas de apoyo al EZLN.

El subcomandante Moisés es el primero en tomarse la temperatura y entrar a la revisión de equipaje por las bandas. El ambiente del aeropuerto está totalmente trastocado.

Es inevitable pensar que este zapatista que coordina la compañía aerotransportada, ahora con camisa, gorra negra y celular en el bolsillo, en algún momento tuvo el cargo de mayor.

La coordinación de la Extemporánea

Dos imágenes, un mismo personaje, 27 años de distancia entre una y otra. La primera es del 16 de febrero de 1994. El entonces mayor Moisés, con uniforme militar y arma al hombro, entrega al al general Absalón Castellanos Domínguez, quien había sido tomado prisionero por los rebeldes, en los primeros días del levantamiento armado. La segunda es del 13 de septiembre de 2021.

El ahora subcomandante, vestido con ropa de paisano y una gorra negra, organiza el abordaje del avión que llevará a La Extemporánea zapatista, rumbo a Austria.

Hace 27 años y medio, el mayor Moisés fue el responsable de conducir a salvo al despiadado exgobernador de Chiapas, al finquero que había pasado impunemente hasta ese momento por encima de vidas e honras, hasta la comunidad de Guadalupe Tepeyac. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional lo condenó a cargar sobre sus hombros con el perdón de aquéllos a quienes pisoteó, humilló, encarceló y asesinó.

En ese momento, ante la prensa, el mediador del gobierno Manuel Camacho y el obispo Samuel Ruíz, el tseltal, que participa en el zapatismo desde 1983, explicó el sentido de su causa, del honor militar y de la entrega del prisionero de guerra al gobierno.

Moi —como le llaman cariñosamente sus compañeros—, habla varias lenguas. Organizó a los pueblos tojolabales de Las Margaritas para el levantamiento. En ese municipio murió su mando, el subcomandante Pedro, ahí  tuvo que organizar el repliegue de tropas rebeldes. Un año después, cuando Ernesto Zedillo y Esteban Moctezuma organizaron la traición del 9 de febrero, acompañó al subcomandante Marcos.

Con el recuerdo de la oprobiosa vida en las fincas, el ya para ese momento teniente coronel Moisés fue designado en 2005, responsable de asuntos internacionales de la Intergaláctica, en el marco de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.

Aunque ya conocía a muchos cooperantes solidarios y activistas extranjeras, su trato se incrementó desde que le asignan el encargo. Y, a partir de hoy, en una de esas jugadas del destino rebelde, se reunirá en Europa con aquellos con los que ha conversado a lo largo de 27 años.

Y aquí está sonriente, el hoy coordinador de La Extemporánea, subcomandante Moisés, con casi cuatro décadas de lucha insumisa corriendo por sus venas, conduciendo y organizando al disciplinado destacamento zapatista, menores del Comando Palomitas incluidos, a través de la selva árida de mármol, vidrios, aparadores y aluminio del aeropuerto Benito Juárez, como si estuvieran en las brechas y los caminos de extravío de las cañadas de la Lacandona.

Perseverantes y tercos como son en lo que se proponen, los pueblos zapatistas emprenden hoy su viaje a Europa. Se empeñaron en hacerlo, a pesar de que no les daban los pasaportes para salir del país y de que ni siquiera los reconocían como mexicanos; de que la pandemia arreció y las puertas de Europa se cerraron; de que las vacunas que consiguieron en México no están avaladas por las autoridades sanitarias del otro lado del Atlántico. Se retrasó un mes. Y lo consiguieron.