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Fuente: Vice

Tengo una vasta experiencia en lo desconocido: Una charla con Olmeca

Olmeca es un maestro del hip hop undeground de Los Ángeles y de la comunidad chicana. Un responsable directo de que el rap en spanglish sea una cosa. Charlamos con este chamán del siglo XXI.

Cuando conocí a Olmeca, lo primero que se me vino a la cabeza fue aquella frase de Albert Camus: “El artista debe estar siempre con aquellos que padecen la historia, no con los que la hacen”. No sé si enviar luz a los corazones de los hombres sea el deber de todo artista, pero el rapero Olmeca lo hace desde hace más de una década. Olmeca prosperó en una comunidad muy pobre, y sobrellevó la amargura de la miseria, la violencia de las pandillas, el vagar de la indigencia y el odio del racismo en EEUU.

Olmeca creció en los barrios de Los Ángeles y comenzó en una de las escenas más vibrantes en la historia del hip hop: el rap de mochila al hombro de principios de los dosmiles en Los Ángeles. Como parte del crew de underground rap Acid Reign y luego con la banda de fusión latina Slowrider, Olmeca grabó algunos discos antes de embarcarse en una carrera como solista en la que ha sido comparado con Zach de la Rocha o Talib Kweli. Olmeca también fue uno de los MCs que se daba cita en Project Blowned para medirse en uno de los circuitos de freestyle más legendarios que ha habido, junto a leyendas como Murs, Aceyalone o Abstract Rude, por lo que su reputación está blindada: Olmeca es parte de la realeza hip hop.

MC, productor de música, activista y maestro universitario, el trabajo de Olmeca ha aparecido en BBC London, Huffington Post, NPR, KEXP Seattle, La Revista URB, Democracy Now, CNN Latino, entre muchos otros y ha tenido presencia en documentales como PBS Indepenent Lens y Two Americans, una película sobre los problemas de inmigración en Arizona. También ha escrito música para programas de televisión como Sons of Anarchy, CHANCE en HULU y la nueva serie The Mayans en FX.

Aunque no es una figura tan conocida en Latinoamérica, Olmeca es un pionero de la lucha por visibilizar la identidad latina de raíces profundas y, en su papel de veterano, su ejemplo es uno de los más importantes para las nuevas generaciones de activistas en el hip hop latino. Lee esta charla con un rapero fuera de serie pero dentro de la comunidad, cuya experiencia de vida es un ejemplo para compartir con las nuevas generaciones.

NOISEY: Háblame de tu labor como activista en L.A.
Olmeca: Lo principal siempre ha sido luchar para que los jóvenes tengan un espacio para desenvolverse. En Los Ángeles por muchos años intenté buscar formas de crear espacios para los que se sentían de fuera. Esto incluye a los migrantes, punketos, hip-hoperos; es decir a “los otros”. Organizamos eventos culturales, pero también acompañe a muchas organizaciones en sus luchas. Abrimos espacios autogestivos y, dentro de estos espacios, la misma comunidad organizaba sus eventos, luchas, etc. O sea, para mí lo importante siempre ha sido: que la gente tenga un espacio donde puedan sentirse seguros… lo suficiente para pensar claro en su futuro y trabajarlo. En la universidad nos organizamos para que espacios públicos como librerías, cafeterías, etc. se mantuvieran abiertos más tarde. Organizamos eventos políticos para educar. Organicé muchos eventos para conectar a la comunidad latina con la comunidad afroamericana, ya que había mucha división. Esto se pudo hacer más seguro con el hip hop.

¿Cómo ha sido tu experiencia binacional?
Cuando preguntas esto, tengo que hablar también de la pobreza. Es que estas dos cosas se entrelazan y mi realidad en ambos países viene desde una perspectiva como pobre. Al igual, uno tiene que saber que en los Estados Unidos la comunidad latinoamericana crece pensando “No soy ni de aquí ni soy de allá”. Lo bueno de esto es que estás escondido en la oscuridad. Así yo pude participar en la experiencia de ser pobre en dos culturas. Es decir, el hip hop viene del barrio y me corresponde. La cumbia y el vallenato, los corridos, son del trabajador del pueblo y pues también me corresponden.

Entonces, dentro de estas dos experiencias, pude intervenir musicalmente y culturalmente, construyendo cosas nuevas sin la necesidad de rechazar ni a uno ni a otro. Ahí fue donde construí la idea de que “Soy de aquí y soy de allá”. Es solo cuando llego a platicar con los de arriba, las industrias musicales, e industria del dinero, que me tocó entender la idea de dejar un lugar para participar en otro. Es decir, que muchos en el poder siguen reforzando la idea que nos hace sentir como extranjeros.


Foto de Luis Alba Sánchez, cortesía de Olmeca

Platícame de tu colaboración con Jenni Rivera.
Esta no fue colaboración en canción, sino en un evento apoyando a la comunidad migrante. Jenni Rivera se apuntó para participar con su arte y yo también me apunté. No llegamos a conversar, pero el hecho de estar en el mismo escenario, apoyando a la misma organización, me dio a entender que ella estaba dispuesta a entrarle, no a lo bonito, sino a lo real de la lucha. En esta organización Puente, de Phoenix Arizona, suelen ser muy críticos con las leyes migratorias y muy “radicales” en lo que piden. Son reales en su posición, y en lo que necesita la comunidad. Y fue bueno que en su vida Jenni Rivera pudo apoyar.

¿Cómo fue componer el soundtrack para Sons of Anarchy?
Esto de Sons of Anarchy fue muy raro. Se comunicaron con una amiga mutua. Nos juntamos en el estudio del director musical del show, un departamento en el segundo piso de un edificio en Hollywood, CA. Platicamos y nos caímos bien. Me preguntó si estaba dispuesto a colaborar con otros, y le dije que claro que sí. La primer canción fue con miembros de la súper banda Velvet Revolver. A la gente le encantó, y seguimos escribiendo y grabando. Llegó el momento donde el director musical preguntó si estaba interesado en hacer un disco con ellos para complementar el programa. Durante el proceso de este disco, uno de los productores de música tuvo una emergencia y ya no pudimos terminarlo a tiempo. Afortunadamente seguimos escribiendo para el director musical, y espero se dé la oportunidad de regresar al tema, aunque sea para otra serie.

¿Qué recuerdas de tu infancia, combatiendo la pobreza?
Hermano, esto no lo olvido porque es lo que nutre mi creatividad. Es lo que me da motivación. Recuerdo mi infancia de pobre en México y en los barrios de Los Ángeles. Recuerdo en las calles de South Central L.A. que caminaba con mi madre (que en paz descanse) a conseguir despensas de comida del gobierno. Pan blanco, queso, leche y cereal sin sabor que se llama ‘Kix’. Mi jefe era músico. Recuerdo dormir bajo las mesas de aluminio en los bailes donde tocaba la batería con conjuntos musicales. En México, recuerdo las distracciones… resorteras, canicas, escondidas y bicicletas. Mis padres siempre quisieron esconder nuestro verdadero estatus económico. Pero cuando tienes que compartir chamarra con tu hermano o ves que de repente viven más personas en tu apartamentito, o te tienes que mudar de lugar más de 15 veces en una sola ciudad, te das cuenta que tu vida no es normal. Cuando no había dinero en los Estados Unidos regresábamos a México. De ahí mi jefe intentaba regresar a Los Ángeles, ahorrar dinero y mandarle a mi mamá. Otra vez al camión, otra vez al tren y llegar a la frontera de México. Me acuerdo de un cuartito en Juárez. Esa noche llovió y se cayó el techo. Eran hoyos en el techo y lluvia dentro del cuarto. Uno tenía que caminar alrededor del agua. Era como bailar con los chorros de agua. Una casa sin techo pues no es casa.

Háblame de tu etapa en Rosemead, California.
Esta fue mi adolescencia y el dolor de ser pobre se sintió mas aquí. Rosemead era un campo de entrenamiento para pandillas. Era un barrio con tres pandillas mexicanas y dos pandillas asiáticas. Rosemead y South San Gabriel (dentro del condado de Los Ángeles), eran muy pequeños para tanta pandilla. A mí me tocó ver amigos de niños convertirse en pandilleros y terminar en la cárcel o muertos. Esta historia es muy común, pero crecer en un lugar como Los Ángeles donde existen pandillas desde los años 40 es crecer en una cultura. A lo que voy es que no culpo a mis amigos, ya que era mas fácil irse por esa vía porque la mamá o el papá ya pertenecían a una pandilla. Era difícil evitar esa vida.

En esta etapa hasta los grafiteros traían pistola. Les llamábamos “Tag Bangers”. Estos no se peleaban por las calles, sino por las paredes. Habían también “Party Crews”, es decir, grupos que organizaban fiestas (muy conectadas a la cultural de los Lowrider Cars). También se daban entres. Si ibas a la fiesta de A, ya no podías ir a la fiesta de B. Si A te cachaba, entonces entraban los golpes. Si andabas con una chica de diferente crew, también se armaban los golpes. O sea, casi toda actividad “alternativa” estaba conectada a la cultura pandillera. Una vida construida por fronteras hechas de grupos, calles, barrios, paredes. Todo estaba reclamado por grupos contra-autoritarios.

Al igual, en Rosemead aprendí a amar y a sufrir por el amor. Aprendí que un hombre también puede ser traumado por el amor, sexo y relaciones. Quizás esa sea otra entrevista.


Foto de Luis Alba Sánchez, cortesía de Olmeca

¿Te consideraste alguna vez como un indigente o un vagabundo?
Sí, durante mi segundo año en la universidad. Llegó el momento donde no podía pagar renta. Mis jefes se mudaron (otra vez) a otro Estado y yo me cansé. Entonces me quedé en Los Ángeles a estudiar y a grabar música. Mis amigos no tenían espacio y tuve que vivir en mi coche. Se oye extraño, pero te comento que esta etapa se alineó con mis actividades políticas. Es decir, llegué a un momento político radical. Tan radical que me pareció bien no participar económicamente en transacciones que, según yo, no eran justificadas; por ejemplo, pagar renta, pago de carro, aseguranza, teléfono, etc.

Para mí fue muy liberador, pero una etapa muy difícil. Recuerdo que tenía que entrar al gimnasio de la universidad a las 6 de la mañana para bañarme, esconderme de los trabajadores y después esperar afuera o en el estacionamiento en el carro hasta que abrieran los edificios de la escuela. En veces me metía a las casas de mis amigos sin que se dieran cuenta. Otras veces, ellos dejaban las ventanas abiertas. Lo peor es cuando no tienes dinero y alguien te niega comida. Era vergonzoso cuando amigos me veían en el carro. La ropa la tenia en la cajuela del coche, entonces tenía que abrirlo antes de que llegaran todos. No podía descansar y al final del día, me iba hasta Venice Beach porque ahí tenia amigos vagabundos que robaban y en veces compartían su comida. Hice muchas cosas para sobresalir. Me convertí en “escort” para mujeres solitarias, robé, hice trueques, trabajé donde pude. Todo esto me hizo no solo hombre, sino también humano. Me ayudó a valorar las cosas, pero también el trabajo y seguir adelante cueste lo que cueste.

¿Por qué la filosofía y cuál es la relación de esta rama del pensamiento con el hip hop?
Tengo una vasta experiencia en lo desconocido, en lo oscuro en lo que no se ve. Ahí es donde viví. Conozco mundos de pobreza, indigencia, sexualidad, amor, binacionalidad que no son comunes. El hip-hop atiende a preguntas del “por qué”, pero ofrece una solución… la misma que yo busqué… abrir espacios y convertirlos en nuestros. Ningún tema de profesión fuera de la filosofía nos deja investigar lo desconocido atreves de palabras. La filosofía se prestó para cuestionar mi realidad… o mis realidades.

¿Cuál fue tu apoyo en concreto para el Movimiento Zapatista de Liberación Nacional?
Para empezar, la idea inicial era dar a conocer al movimiento zapatista. Para la cultura chicana de los Estados Unidos, el zapatismo representa una forma de hacer política donde tu identidad sirve como punto de unificación. De promover al movimiento, empiezo a ir a Chiapas en delegaciones. Después, con una organización que me cambió la vida (Estación Libre). Me convertí en coordinador de delegaciones para gente de color en los Estados Unidos. Cuando los zapatistas recorrieron Baja California en el 2006, fui como apoyo a las comunidades que los zapatistas visitaban. Empecé sirviendo comida, después haciendo mandados, después ayudando con el sonido, acarreando sillas, etc. Llegó un momento donde los zapatistas pidieron que ayudara con la seguridad. De ahí, me brindaron la confianza y apoyé en otros trabajos y eventos durante la otra campaña. Este trabajo se profundiza. Algunos proyectos fueron mucho para mi capacidad y cometí errores que hasta la fecha resiento.

Pero fueron ellos los que me dieron la confianza de darle al mundo mi música. Yo pensé que mi música y la atención que viene con el ser artista era contradictorio a los principios zapatistas. Al contrario, ellos mismos me dieron el espacio de tocar mi música y fueron claros en decir: “sigue con lo tuyo, cada quien en su trinchera”. Sus palabras me liberaron. Yo seguí apoyando con delegaciones y hasta la fecha sigo apoyando al movimiento. Creo que el zapatismo nos brinda soluciones para problemas económicos y culturales no solo en México sino también en los Estados Unidos con cuestiones de migración.

¿Qué enseñanzas te dejó Slowrider?
Slowrider me enseñó que en vez de dejar una cultura para participar en otra, uno tiene que celebrar lo que es y punto. Como mexicano-americano pertenezco a las dos y todavía a más. Porque, como muy pocos, tuve el privilegio de vivir en ambos lados de la frontera. Me enseñaron a explorar música y me abrieron el camino para conocer a la comunidad chicana, ya que antes mi onda solo era la comunidad de hip hop en Los Ángeles. Mi producción, no mi rap, se las debo a ellos. Mi madurez como músico, el concepto de crear con otros, de ir por tus sueños, viene de ellos. Me aceptaron cuando tenia sólo 19 años. Me fui en giras con grandes grupos por ellos, y me enseñaron a valorar el trabajo de ser artista. Fueron y siguen siendo inspiración. Pienso mucho en ellos.

Escucha “Slowrider” en Spotify.

¿Cómo fue compartir escenario con Joe Strummer?
La verdad fue un honor. La expresión artista de este músico siempre fue inspirante. The Clash y lo que representaba esa banda sigue siendo como punto de referencia para los que queremos construir música de calidad y propuesta social.

¿Qué hay de La Maldita Vecindad? ¿Qué recuerdas de Roco Pachukote?
Pues Roco sigue siendo uno de los grandes en cuanto a la música mexicana de protesta. Para mí ha sido un placer y un honor tenerlo no solo como amigo musical, sino también como compañero en la lucha.

Háblame de Semillas Rebeldes (2006) concebido en su totalidad en la Selva Lacandona.
Pues como lo puedes ver, el movimiento zapatista ha sido algo grande en mi vida. Cuando llegué a Chiapas, mi meta era de participar en un movimiento armado. Fue la nostalgia revolucionaria y en parte, el machismo que me llevó a eso. Conociendo el Movimiento Zapatista, entendí que lo más importante no es participar en un movimiento armado, sino construir un mundo donde no exista la necesidad de revoluciones armadas. Este es otro pensar, otra forma de ser… es como decidir no ser pandillero aunque fuese fácil y mejor optar por otra cosa. Entonces este álbum, fue como el nacimiento de mi conciencia política y cultural. La Selva Lacandona, San Cristóbal de las Casas, los Caracoles Zapatistas fueron las cunas después de mi renacimiento. No hablo de los zapatistas en mis canciones, ni menciono su nombre. Sus enseñanzas son más como una praxis en espacios de organización. Pero me ayudó mucho a tener convicción de algo y así usar el arte como herramienta.

¿Cómo fue colaborar con el productor Dj Pain?
Me acuerdo que llegué a su casa y lo primero fue conocer a su mamá. De ahí se me hizo fácil platicar con él, porque su bienvenida fue como la de un mexicano que recibe a la visita… Primero conoces a la familia, y luego comes y después te hacen un chingo de preguntas y ya después puedes ir a jugar… Así mismo pasó. Ya para cuando llegué a su estudio, llegue lleno, contento y tranquilo. Se nos hizo muy fácil trabajar juntos. Es una persona reservada, humilde pero estricto en su arte… ¡eso me parece bien!

¿Cómo definirías Brown is Beautiful (2013)?
Este álbum es como una nueva Conciencia Latina en los Estados Unidos. Es el: “Aquí hemos estado, hemos construido este país con nuestras manos, somos de aquí… camina con nosotros que somos bellos o quédate atrás…” El sonido es el nuevo sonido que ya esta empezando a sonar. Esa mezcla de ritmos Latino Americanos con music estadounidense urbana. Brown Is Beautiful fue como una plataforma para artistas Latinos en Los Estados Unidos y una voz para el brazo político latino acá arriba. Mis canciones sonaron en shows de televisión en inglés, en eventos políticos de Bernie Sanders, en películas, y salió en revistas urbanas afro americanas cuando el álbum es totalmente bilingüe.

¿Qué opinas de la etiqueta “New Latinx”?
Esta etiqueta está chida. Es lo que estamos usando ahorita para convocar y juntar a nuestra gente que son descendientes de Latinoamérica. La “X” and Latinx es para celebrar la identidad que no se conforma a un genero u otro. Y la “X” le da presencia a la identidad indígena y africana dentro de la identidad latinoamericana en los Estados Unidos. Acá batallamos mucho con la identidad. En México puedes decir que eres “mexicana” y se acabó. Acá una “mexicano americana” si dice que es solo “americana”, es como venderse a la identidad gringa.

De este tema hay mucho qué debatir y dialogar. Quizás un foro sobre esto en México estaría chido. Ahí me avisan. Quizás una entrevista más sobre la política de identidad, también.

¿Por qué decidiste vivir en Chiapas?
Porque no podía ir a la Luna.

¿Pudiste hablar con Noam Chomsky en aquella campaña nacional que ponía atención al asesinato de un educador zapatista en Chiapas?
Ese señor no se presta, es muy privado y pues… de tercera edad. Yo nunca hago esfuerzo para hablar con famosos, aunque ande en este ambiente. Si la conversación se presenta y es mutua, pues con todo gusto. Cada artista y nombre grande tiene sus reservaciones y compromisos. Yo lo respeto.

¿Con qué artista mexicano te gustaría colaborar?
Marco Antonio Solis, Bronco, Los Solitarios, Ana Gabriel (creo que es mexicana). Y luego una colaboración con Aczino y Danger AK con un coro de Thalia.