Por Ixchel Aguirre. Fotos: Aide Nohemi
A veces parecemos incapaces de vivir intensamente cada momento, de detenernos sin tener miedo de estar. Estamos acostumbradas a los calendarios, las minutas, a saber qué, cuándo y dónde. Buscando la primera posición en la carrera y asegurándonos de no estar perdiendo el tiempo. Pero en tierras zapatistas la necesidad de correr todo el tiempo se desvanece, no existe, se aprende a estar.
“¿Es hoy la inauguración?”, “¿y los talleres?”, “porque no cuelgan una cartulina o algo con las actividades”, “ya debería empezar hoy”, “ya van a dar las 6 y aún no anuncian nada”. El sol desaparecía, las chicas continuaban llegando buscando un espacio para colocar su tienda y con suerte agarrar 3G. El primer día terminaba con una mezcla de reggaeton, canciones feministas y algunas cumbias; sin agenda ni mapeo de actividades que se iban a realizar durante el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan.
No había necesidad de poner alarmas, a las 6 de la mañana del 27 de diciembre de 2019, los rayos del sol entraron a cada tienda de campaña y anunciaron que la jornada comenzaba. Las mujeres zapatistas llevaban rato arriba, en los comedores, caminando de un extremo a otro, partiendo alimentos, humeando el fuego, sacando basura.
El sonido del zipper de las casas de campaña, las risas, la preocupación por saber si “ahora si nos dirán que vamos a hacer”. Se calzaban las botas, se amarraban pañuelos, “habrá comida apta para las veganas”. Unas chicas se abrazaban, mirabamos los puestos de copas, cuarzos y playeras con consignas feministas. “Compañeras y Hermanas, bienvenidas todas a estas Tierras Zapatistas”, algunas chicas pasaban corriendo. “Corre, corre, ya va a empezar la inauguración, agarra todo el equipo”.
















El primer día del Festival CompArte por la Humanidad 2018, en el caracol de Morelia, zona tzoj choj del territorio rebelde, lxs zapatistas salvaron al mundo con una inyección. Y así, entre las risas que la actuación de las y los artistas zapatistas provocó, surgió entre nosotrxs la pregunta: ¿Qué poción, qué fórmula, qué elementos curativos contendría la sustancia verde color de esperanza que llenó la gran jeringa zapatista? Y más: ¿Cuál fue la enfermedad que el análisis del gran colectivo de salud autónoma ha venido diagnosticando tras años (¿décadas? ¿siglos?) de pacientes estudios?
Desde hace ya tiempo el zapatismo viene anunciando lo que en su momento llamó la tormenta y que ahora (ahora que la tormenta está aquí) entendemos como el colapso, el apocalipsis, la enfermedad terminal del sistema. En la plenaria del encuentro de redes de apoyo al CIG el 5 de agosto, la Comandancia General del EZLN, en voz del Subcomandante Galeano, enumeró los principales ejes de dicha enfermedad terminal: la crisis ambiental, que a todas vistas nos está conduciendo a un colapso a nivel planetario; las migraciones de poblaciones que para el sistema son descartables, y que buscan alguna forma para sobrevivir; y el agotamiento de los recursos. Ante esto, lo que se observa es un repliegue antiglobalización conducido por la derecha mundial, por medio del cual el centro intenta crear islas (protegidas por muros físicos y virtuales) donde salvaguardarse de dicho colapso planetario. Para tal, el Estado se convierte en un estorbo cuya única utilidad es garantizar la seguridad para el capital, por medio sobre todo, aunque no exclusivamente, de la violencia.










































