Mexico
El Perú bajo dictadura cívico-militar
Fuente: Avispa Midia
Por Javier Bedía Prado
En solo un mes, las fuerzas estatales asesinaron a 39 personas en localidades de los Andes. La movilización masiva exige la renuncia del Gobierno de facto, nuevas elecciones este año y una Asamblea Constituyente.
El 14 de diciembre de 2022, siete días después de que Dina Boluarte asumió la presidencia, se ejecutó el último paso para instaurar una dictadura cívico-militar en el Perú: la orden al Ejército de sofocar las masivas manifestaciones contra el Gobierno de facto.
En el primer mes bajo estado de emergencia, 39 personas -incluidos seis menores de 18 años- fueron asesinadas por disparos de militares y policías en localidades andinas de mayorías quechuas y aimaras. Otras seis fallecieron por incidentes relacionados a bloqueos de vías y hasta el momento se reportan más de 500 heridos.
En la jornada más violenta del estallido, este lunes (9) la represión dejó 17 víctimas en Juliaca (región Puno), entre ellas una menor de edad y un médico voluntario. De otro lado, se investiga la muerte de un policía en un vehículo incendiado. Se trataría de un montaje, pues el cadáver fue levantado sin la presencia de fiscales.
Las demandas unánimes de las movilizaciones son la realización de elecciones generales este año, el cierre del actual Congreso, la renuncia de Boluarte y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, como condiciones para legitimar a un nuevo Gobierno que le suceda al de Pedro Castillo, destituido por el Poder Legislativo tras su fallido intento de disolver esta institución. Un golpe de Estado allanado por el propio Congreso desde antes de la investidura del profesor rural y dirigente sindicalista en julio de 2021. El conflicto se agrava por la decisión parlamentaria de llamar a elecciones en 2024, en defensa, por las armas, de la concentración de poder que ahora amenaza con extenderse sobre los organismos electorales.
Como una “dictadura cívico-militar-empresarial” la califica la Organización Nacional de Mujeres Indígenas y Amazónicas (Onamiap). “El fascismo está cobrando su revancha histórica contra quienes se atreven a alzar la voz en defensa de las vidas y la dignidad. Es el clasirracismo colonial”, observa en un comunicado.
Boluarte, vicepresidenta en la gestión de Castillo, es la sexta persona que ocupa el despacho presidencial en los últimos seis años. Un número sobresaliente en la historia global de las democracias modernas. Así culmina, exacerbado desde la asunción de Castillo, un ciclo de coacciones políticas y judiciales por parte del Congreso -en manos de la oligarquía económica y la derecha radicalizada- para capturar el Poder Ejecutivo. El ensayo previo, la vacancia presidencial en noviembre de 2020, fue saldado con una semana de convulsión en que la Policía victimó a dos jóvenes en el Centro de Lima.
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En aquel contexto, la orden del ultraconservador Gobierno de facto de desplegar al Ejército en la capital no fue atendida por los cuarteles. El impacto de las muertes en la centralista ciudad y la reacción a nivel nacional forzaron la inmediata renuncia de los usurpadores. Hoy soldados y vehículos militares ocupan las vías públicas de Lima para disuadir las manifestaciones.
Represión extrema
En las regiones del sur andino, las que depositaron en Castillo el grueso de sus votos, se aplicaron las represiones más brutales. En Ayacucho, donde se intentó tomar el aeropuerto, las 10 víctimas registran disparos de arma de fuego en el abdomen y la cabeza. Uno era un padre de familia al que en un video se ve salir al frontis de su casa para atender a un herido y, en el acto, caer desplomado por un disparo, cuando los civiles huían de un enfrentamiento controlado, en un escenario despejado. En Apurímac, cientos de campesinos lograron tomar el aeropuerto y prendieron fuego a instalaciones, situación aplacada con seis cadáveres que presentan impactos de proyectiles y arma de fuego. Los uniformados están disparando al cuerpo perdigones, bombas lacrimógenas y balas de goma.
En la masacre de Juliaca las fuerzas estatales utilizaron balas expansivas, de efecto más letal. “No hay orificios de salida, los pacientes vienen con los órganos internos destrozados, como que fueran balas dum dum, explosivas”, declaró un médico.
En este punto de la crisis, el régimen extrema los métodos para aterrorizar a la población: detenciones masivas en la capital, intervenciones de dirigentes en autos sin identificación, atentados y amenazas contra la prensa, fabricación de pruebas, procesos judiciales por terrorismo, torturas, allanamientos de casas y locales de organizaciones sociales.
El rechazo a este gobierno dictatorial y sus condiciones para traspasar el poder -se empieza a dudar de que esto se materialice- proviene de todos los sectores de la población. Agricultores, mineros, múltiples sindicatos, las comunidades campesinas e indígenas, comités barriales, frentes provinciales, estudiantes, colectivos, las organizaciones sociales y la ciudadanía en general se declaran en insurgencia. Los pueblos originarios de la Amazonía se encuentran en movilización permanente en sus territorios.
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La tregua concedida desde la última semana del año pasado se interrumpió el 4 de enero con el inicio de un paro indefinido en al menos un tercio de las 25 regiones del Perú. Los ocho departamentos agrupados en la Macrorregión Sur, entre ellos Puno, Cusco y Arequipa, encabezan las protestas más contundentes. En las regiones de los Andes, la consigna de reponer en el cargo de Pedro Castillo es sólida.
La respuesta militarizada del Ejecutivo y el Congreso se complementa con una política de estigmatización de la protesta, de creación del enemigo -el terrorismo-, traducida en la práctica en el poder de decidir qué vidas son válidas y cuáles no. Sostienen que las marchas son manipuladas por violentistas o directamente organizadas por terroristas. Lo que resuena a tiempos de violencia extrema que retornan a los mismos lugares barridos por el terrorismo de Estado y la subversión, como Ayacucho, epicentro de Sendero Luminoso y de la guerra insurgente-contrainsurgente (1980-1992).
La posición de la alianza civil-militar que tomó el Gobierno, representada por el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, ascendido desde el Ministerio de Defensa, es inmutable. Como es habitual en Latinoamérica, la dictadura cuenta con el respaldo de Estados Unidos y, la vez, acusa injerencias extranjeras, para el libreto, la del expresidente de Bolivia Evo Morales, a quien impidieron ingresar al país. Con 39 asesinatos en las manos, considerados como ejecuciones extrajudiciales por las organizaciones locales de derechos humanos, los represores insisten en criminalizar a los manifestantes y negar su responsabilidad, lo que avala la prolongación de las masacres y advierte un genocidio contra los movimientos sociales en el Perú.
(Español) Chiapas: Denuncian reactivación de mina en Chicomuselo bajo hostigamiento y sin permiso ambiental
Fuente: Avispa Midia
Por Ñaní Pinto
El pasado jueves 5 de enero, miles de habitantes del municipio de Chicomuselo, ubicado en la Sierra Madre de Chiapas, realizaron una manifestación para exigir el fin de la violencia “desatada por la delincuencia organizada que pretende imponer la minería en la región con el silencio cómplice de las autoridades”, remarcaron voceros del poblado chiapaneco durante la movilización.
La protesta ocurre en un contexto de aumento de violencia en la región, localizada en la frontera con Guatemala, donde la presencia del crimen organizado se ha incrementado durante los últimos años arrojando un saldo de enfrentamientos entre grupos armados y contra militares, así como desapariciones y ejecuciones.
La demanda de los pobladores, quienes marcharon acompañados de representantes ejidales y comunitarios, se debe a que desde mediados del año pasado registraron la reactivación ilegal de una mina de barita ubicada en el ejido Santa María.
Para el 16 de octubre del 2022, los habitantes registraron el ingreso a la cabecera municipal de diversos camiones de carga para trasportar material minero. Un día después, los habitantes del ejido Santa María se percataron que dichos camiones ya se encontraban en el lugar de donde han estado extrayendo el material de barita, sin que los pobladores tuvieran conocimiento de la actividad minera.
Mediante la movilización que denominaron “Marcha por la vida”, las y los habitantes de Chicomuselo destacaron que la actividad en la mina tiene relación con la concesión otorgada a la empresa canadiense Blackfire Exploration Ltd, la cual se estableció en el ejido Grecia en el año de 2009 para la extracción del material minero utilizado para perforación de pozos petroleros y para el mismo sector extractivo.
Según comunicado de los habitantes de Chicomuselo, la extracción realizada hace más de 15 años en comunidades de dicho municipio se efectuó sin una consulta previa e informada, “afectando principalmente al agua subterránea, ríos, arroyos, montañas, la salud de la población y el tejido comunitario que caracteriza a las comunidades de nuestra región; situación que nos llevó a vivir bajo amenazas, hostigamientos y persecuciones”.
Las operaciones en el ejido Grecia se detuvieron después del homicidio del defensor Mariano Abarca, quien fue asesinado el 27 de noviembre de 2009 tras haberse opuesto a la industria extractiva.
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Tras el cierre de la mina se originó una disputa legal con la minera canadiense, quien exigió el pago de casi 800 millones de dólares como indemnización. Al mismo tiempo, familiares de Abarca han señalado el involucramiento de empresarios, funcionarios locales y miembros de la embajada canadiense en el asesinato del activista.
La concesión con título 225159, denominada La Revancha 2 Fracc A, cuyo titular es Tristán Canales Reyna, prestanombres de Blackfire, y cuya superficie se empalma con el ejido Grecia, aún continúa vigente y representa la concesión con mayor cantidad de tierras abarcadas en el municipio con un total de 11,387 hectáreas.
Paramilitares, en contubernio con minera
La población de Chicomuselo señala que desde el año 2017 la empresa canadiense realizó un cambio en el título de concesión para ahora llamarse “Barita de Chiapas” y, con ello, reiniciar la explotación ilegal del mineral en el ejido Santa María.
Para ello, sostuvieron los voceros durante la marcha, “se han valido de la violencia que ejerce por cuenta de esta minera un grupo de la delincuencia organizada denominado MAIZ, que ha recorrido las comunidades con armas largas para amedrentar a la población y advertirles que, si se oponen a la minería, les harán daño y, de paso, han comenzado el cobro de ‘derecho de piso’ al comercio y al transporte en el municipio”.
Las y los habitantes de Chicomuselo enfatizaron su preocupación de que la extracción minera se realice en contubernio con la delincuencia organizada y en un contexto de militarización, “siendo Chicomuselo la sede del 101 Batallón de Infantería del Ejército, lo que hace presumir que para imponer la minería se aplica una estrategia contrainsurgente”.
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Como demandas principales, la población de Chicomuselo exigió a los tres niveles de gobierno el “cese de la minería tóxica y los proyectos de muerte, y la clausura de la mina de Santa María y la cancelación de las concesiones mineras de ‘Barita de Chiapas’ y/o BlackFire”.
En octubre del 2022, mediante documento difundido por miembros de Modevite, pobladores de Chicomuselo señalaron la existencia de 12 concesiones vigentes y 2 vencidas en la región.
Mediante una revisión a la base de datos proporcionada por la Secretaría de Economía en 2022, el equipo de Avispa Midia encontró un total de 15 concesiones en Chicomuselo. De estas, cuatro fueron canceladas. Entre las 11 restantes, que aún se encuentran vigentes, abarcan una superficie de 18,857 hectáreas concesionadas a la minería en el municipio de la Sierra Madre de Chiapas.
Sin permiso
En septiembre del año pasado, miembros del Modevite denunciaron el incremento en la violencia contra defensores del territorio y pobladores de Chicomuselo derivado de la presencia de empresas y personas interesadas en reiniciar la explotación minera en localidades como El Naranjo, Nueva Morelia, Santa María, Ricardo Flores Magón, Grecia y Benito Juárez.
En aquel momento, sostuvieron que de nueva cuenta no se ha realizado el procedimiento de consulta previa, ni tampoco los estudios de impacto ambiental. Ante ello, presentaron una denuncia ambiental ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), institución la cual argumenta que no existen condiciones de seguridad para realizar la investigación ante la ola de violencia e inseguridad que se está dando en la región.
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“Esta omisión de Profepa y demás autoridades activa el riesgo para nuestras comunidades y para quienes cuidamos y defendemos nuestro territorio (…) Tampoco hemos tenido respuesta efectiva ante esta situación tan delicada que se está dando en el municipio, sabemos que no hay permiso de explotación minera en Chicomuselo y aun así se están realizando sin que las autoridades correspondientes actúen”, señalaron mediante comunicado.
En la denuncia presentada a Profepa, los pobladores argumentan que la extracción minera es ilegal y se está realizando a través de la intimidación, hostigamiento y amenazas. Al mismo tiempo, exigieron a los gobiernos estatal y federal para que emitieran una declaratoria oficial en la que se señale que no existe permiso de reactivación de las concesiones mineras en el municipio de Chicomuselo.
“Como Pueblo Creyente y Modevite hemos agotado los recursos legales y con apego a derecho para detener este proyecto extractivo con las autoridades municipales que no han actuado ante esta problemática que estamos viviendo y se ha dialogado con el fin de que la actual administración cumpla con sus promesas de campaña y proclame al municipio de Chicomuselo libre de minería y solo se ha quedado en un discurso bonito para ganarse aplausos pero sin un compromiso real con las luchas y resistencias del pueblo”, sostuvieron los voceros durante la movilización.