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Arranca el Festival de cine Puy ta Cuxlejaltic (Caracol de nuestra vida)
Las luces se apagaron en el gran Cine Comandanta Ramona en las montañas del sureste mexicano, y más de mil veladoras se prendieron. Acabábamos de asistir al estreno de Roma, la nueva película de Alfonso Cuarón, ante un público de casi 2 mil zapatistas, este primer día del festival de cine “Puy ta cuxlejaltic” (“Caracol de nuestra vida”), que se realiza del 1 al 9 de enero en el Caracol de Oventic, Los Altos de Chiapas.
La larga fila de veladoras salió del auditorio y se dirigió hacia el enorme altar de muertos instalado en el templete de la explanada del caracol. Así, en la oscuridad de la noche, el respeto y el cariño llamaron a los muertos –a los muertos caídos en combate el 1 de enero de 1994, a los muertos en el transcurso de estos 25 años de lucha, a los muertos caídos en Nepantla en febrero de 1974–. Los zapatistas saben de muertos. Pero también de vida, y hoy, este 1 de enero, los muertos regresaron para poblar los corazones, para reavivar la memoria.
Este primer día del festival “Puy ta cuxlejaltic” comenzó y terminó con la memoria. El Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan estuvo presente con el documental Las mujeres que luchan, con dirección de Rocío Martínez Ts’ujul.
Una invitación a: “El cine imposible”. Comisión Sexta del EZLN, octubre del 2018.
EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
Comisión Sexta del EZLN.
México.
Octubre del 2018.
A las personas, grupos, colectivos y organizaciones de la Sexta nacional e internacional:
A las redes de apoyo al Concejo Indígena de Gobierno:
A quienes tienen afición, vicio u obsesión por el cine:
CONSIDERANDO QUE:
Primero y único:
EL CINE IMPOSIBLE.
(Apertura: la serpiente le ofrece la manzana)
Usted camina sin rumbo. No sabe bien a dónde se dirige y, claro, a qué. Atrás quedó la transitada calle al pie del muro que se desgaja, burlándose, a su modo, del deteriorado cartel de la feliz Familia Feliz. Y también quedó lejano el monumental estadio y su impertinente interrogante: “¿quién manda?”. Pero, bueno, ahora mismo usted no sabe dónde diablos está y piensa si mejor debe regresar… pero tampoco sabe a dónde y, claro, a qué; así que se detiene, pero sólo un momento porque una niña le toma de la mano y le apremia: “apúrate porque si no vamos a llegar tarde al cine”. A usted no le da tiempo de aceptar o no, porque ya se encuentra frente a un cartel el cual, con muchos colores, declara: “Adultos sólo acompañados de un niño” Pero alguien ha tachado “un niño” y puso “una niña”. Y otra mano anónima tachó “una niña” y escribió “unoa niñoa”. Alguien más anuló “unoa niñoa” y agregó “eso aquí no importa”.
Un ser con pasamontañas le detiene, pero la niña le aclara al rostro oculto: “viene conmigo”. El embozado le cede el paso. Una pendiente parcialmente cubierta con cemento. Charcos. Piedras. Lodo. A los costados, varias casitas de madera con techo de lámina. La niebla es muy cerrada, así que las sencillas edificaciones van como apareciendo y desapareciendo a cada paso, en un vaivén de “fade in” y “fade out”. Pero usted sigue sin saber a dónde va. El ambiente es como de una vieja película de misterio… o de terror.
Los letreros que señalan las distintas champas son… ¿cómo decirlo?… desconcertantes. En una, por ejemplo, por entre una neblina que bien podría confundirse con la londinense, se lee “The Lodger” y más abajo “room service, atendido personalmente por Norman Bates” y la foto de un joven desgarbado que bien podría ser Antonhy Perkins si no fuera porque es imposible.