A sus 78 años, falleció en Cuba la revolucionaria Assata Shakur, la Pantera más negra y la mujer más buscada de los Estados Unidos
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Es el día miércoles 2 de mayo del año 1973. Tres jóvenes negros viajan en un Pontiac blanco desde Nueva Jersey hacia el sur de los Estados Unidos. Son los tiempos duros de “la ley y el orden” de Richard Nixon, y los protocolos del programa de contrainteligencia del FBI exigen detener por faltas menores a los militantes o a los sospechosos de serlo. Negros, latinos, indígenas, pacifistas, socialistas, feministas. Da igual: todos son rotulados -y tratados- como criminales, terroristas y enemigos del Estado.
Las fuentes oficiales dicen que el automóvil tenía dañadas las luces traseras. Los oficiales Werner Foerster y James Harper deciden detenerlo, quizás informados ya de la presencia en el vehículo de tres militantes clandestinos del movimiento negro radical, o quizás sólo por que estos “conducían en estado de negritud”, según la ocurrente expresión de Mumia Abu-Jamal. En el vehículo viajan Zayd Malik Shakur, Sundiata Acoli y Assata Shakur, ex miembros del Partido Pantera Negra y por ese entonces integrantes del Ejército Negro de Liberación. Organizaciones sindicadas como “grupos de odio nacionalistas negros”, etiqueta que es aplicada de forma indiscriminada a agrupamientos de propósitos diversos como la Nación Musulmana, la República de la Nueva Afrika o el Comité Coordinador de Estudiantes No Violentos.
La escena, a partir de entonces, es rápida, confusa, trágica. La secuencia exacta de voces y movimientos es difícil de reconstruir, pero lo que sabemos es que ante los gritos de los policías Assata levanta instintivamente sus dos manos en el aire, cuando un disparo le destroza la clavícula. Sólo Zayd atina a defenderse y tomar una de las armas que están en el asiento trasero del Pontiac. Cae abatido y con él también uno de los oficiales de policía. Assata recuerda: “había luces y sirenas. Zayd estaba muerto. Mi mente sabía que él estaba muerto. El aire era como cristal frío. Se alzaban enormes burbujas y estallaban. Cada una parecía una explosión en mi pecho. Me sabía la boca a sangre y a tierra”.
Luego es sacada a rastras del vehículo. Parece no haber rastros de Sundiata. -Quizás haya logrado escapar- piensa, pero Sundiata será arrestado poco tiempo después. Mientras tanto más policías se aglomeran a su alrededor para darle una paliza. Uno de ellos le apoya el cañón de un arma reglamentaria en la sien. La acusan de haber disparado pero sus dedos, libres de pólvora según el test de activación de neutrones que le hacen en el acto, no dejan lugar a dudas. Su mano cuelga inerte, casi muerta. Assata no disparó. No pudo haber disparado con esa tira de carne flácida que le cuelga del cuerpo y supo ser su mano diestra. Ha recibido, en cambio, tres disparos: tiene un pulmón herido, una bala alojada en el pecho y un brazo completamente paralizado. Las ráfagas de dolor y una nueva tanda de golpes acaban por desvanecerla.
Al Ejército Zapatista de Liberación Nacional Al Congreso Nacional Indígena A la Sexta Nacional e Internacional A las Redes de Resistencia y Rebeldía A quienes suscribieron Una Declaración por la Vida Al Espacio de Coordinación Nacional contra la Guerra A los medios libres A las organizaciones y colectivos solidarios
Compañerxs:
Como ustedes saben, venimos acompañando al Concejo Indígena y Popular de Guerrero Emiliano Zapata (CIPOG-EZ) en su proceso organizativo.
Hoy, 26 de septiembre 2025, compañeros y compañeras de distintas organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales, y colectivos de la Sexta, estaremos realizando una Misión Civil de Observación (MCO-S) para hacer una observación de derechos humanos en las comunidades de la montaña Baja de Guerrero sobre temas como: derechos de los pueblos, de los niños, mujeres, defensa del territorio, autonomía, entre otros.
Esto se desarrollará en las comunidades del CIPOG-EZ. La Misión estará en territorio toda la semana.
Llamamos a las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales y colectivos solidarixs a estar atentxs a nuestro paso por el territorio del CIPOG-EZ. Responsabilizamos al Estado por cualquier cosa que pueda suceder a nuestrxs hermanos y hermanas que conforman esta Misión.
Atentamente:
Colectivos y organizaciones que conformamos la Misión Civil de Observación Sexta
Fuente: El Tlacolol Por Emiliano Tizapa, Arturo de Dios Palma y Jesús Guerrero
Han pasado diez años, once meses y 27 días de que 43 normalistas de Ayotzinapa fueron desaparecidos en Iguala, Guerrero. Se han publicado centenares de libros, miles de reportajes y notas periodísticas sobre la desaparición forzada que expuso al mundo cómo los políticos de todos los niveles construyeron un entramado con organizaciones criminales y las fuerzas armadas para gobernar este país con violencia extrema.
Estos 43 jóvenes cumplen hoy 4,014 días sin volver a casa. Lejos estamos de saber quiénes son los responsables materiales e intelectuales y de que éstos sean castigados. Se desconoce lo fundamental, lo crucial: ¿dónde están los 43 estudiantes de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos?
El gobierno del priista Enrique Peña Nieto heredó la impunidad del caso al morenista Andrés Manuel López Obrador, quien en su sexenio dinamitó la investigación y, cuando todo apuntaba hacia el Ejército, desmanteló todo esfuerzo por hallar la verdad.
Ahora, con la presidenta de la República, la morenista Claudia Sheinbaum Pardo, la investigación carece de dirección, no se quiere dar continuidad a las pesquisas planteadas por las madres y los padres y se buscan reactivar “nuevas líneas” que más bien son un intento de revivir la “verdad histórica” de Peña Nieto.
A once años del caso Iguala, la principal herencia de los gobiernos federales es la protección al Ejército.
En estos años fue documentado que en la desaparición de los estudiantes tuvieron participación militares al mando del comandante del 27 Batallón de Infantería de Iguala. El coronel José Rodríguez Pérez es uno de los principales señalados por el Grupo Interdisciplinario de Expertas y Expertos Independientes (GIEI), que sugiere que tuvo conocimiento en tiempo real de los hechos y que participó en el encubrimiento. Fue detenido en 2022 por su presunta relación con el caso, pero liberado en 2024.
Por este medio, quienes formamos parte del Colectivo Llegó la hora de los pueblos queremos sumar nuestra plena solidaridad a la Puerta de la resistencia y la vida en la plaza Palestina libre; así como a las colectividades que la resguardan.
Desde hace más de 40 años; pero sobre todo hoy, es urgente activar todo gesto de solidaridad y hacer manifiesto el repudio del genocidio que el ente israelí opera contra el pueblo palestino y que tiene como principal blanco, las infancias.
La puerta de la resistencia y la vida se convierte en un sitio de rabia organizada, memoria y solidaridad en donde, desde su instalación se han agrupado todas aquellas personas y organizaciones que vemos con horror el genocidio. Exigimos el respeto a ese gesto colectivo y ciudadano de solidaridad y memoria.
También queremos hacer un enérgico llamado al gobierno mexicano a atender las acciones que respecto de la conducción de la política exterior, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos expresamente señala tiene la titular del Poder Ejecutivo.
En la fracción X del artículo 89 se establecen los principios que deben regir la conducción de la política exterior, uno de los cuales es “la lucha por la paz y la seguridad internacionales”. Sin embargo, el genocidio en Gaza que está llevando a cabo Israel, ha sido documentado por la ONU que ha cobrado la vida de 66 mil civiles, la mayoría de ellos niños, mujeres y ancianos, quienes en algunos casos son asesinados en el momento en que van a buscar algo qué comer. Acciones aberrantes y una crueldad extrema, así como el ataque con misiles cuando niños esperan en fila para llenar sus contenedores de agua.
En este sentido y a pesar del horror cotidiano que todos vemos, la Presidenta de la República ha asumido una actitud totalmente pasiva, con tibios “llamados a la paz” en abierta violación de los principios convencionales y constitucionales que señala el artículo 89 fracción X.
En tal virtud, la Presidenta de la República sí está obligada a usar todos los medios pacíficos y diplomáticos a su alcance para contribuir a la luchar por la paz y la seguridad en Gaza y para detener el genocidio contra la población y la muerte por hambruna de los niños de Gaza, tal como lo ordena la Constitución y los tratados internacionales como es la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio y El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
Por todo lo anterior, demandamos el cumplimiento inmediato de estos principios constitucionales y convencionales con acciones concretas, como mandar ayuda humanitaria a Gaza, romper relaciones con Israel como lo han hecho otros países, así como asumir una conducta más activa a nivel internacional, en los foros internacionales exigiendo y proponiendo medidas de protección a la población civil de Gaza, además de condenar expresamente y públicamente el genocidio.
Por último, exigimos también la plena protección de quienes forman parte de la delegación mexicana de la Flotilla Sumud y un pronunciamiento para que se respete a toda la Flotilla que cumple una misión solidaria y de paz.
Desde este colectivo abrazamos su solidaridad y repudiamos las agresiones de las que han sido objeto por parte de Israel.
¡Alto al genocidio! ¡Viva Palestina libre!
Colectivo Llegó la hora de los Pueblos de apoyo al CNI – CIG, EZLN
Alicia Castellanos, Ana Esther Ceceña, Argelia Guerrero, Bárbara Zamora, Carolina E. Díaz Iñigo, Gilberto López y Rivas, Inés Duran Matute, Jorge Alonso, Juan Villoro, Juan Carlos Rulfo, Luis De Tavira, Luis Hernández Navarro, Magdalena Gómez, Francisco Lion, Margara Millán, Mariana Mora, Ma. Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, Raúl Delgado Wise, Raúl Romero, Rosalva Aída Hernández Castillo, Servando Gajá y Sylvia Marcos.
Gracias herman@s por su paso compañero, por su abrazo solidario, por su grito de dignidad y su puño combativo.
¡No Olvidamos!, ¡No Perdonamos!, ¡No Claudicamos!
Desde la Casa de los Pueblos y Comunidades Indígenas “Samir Flores Soberanes”, la Comunidad Indígena Otomí residente en la CDMX, hace atenta INVITACIÓN:
A nuestr@s herman@s del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, a las Bases de Apoyo Zapatista; a los Pueblos Originarios y Comunidades Indígenas que integran el Congreso Nacional Indígena, CNI-CIG; a las organizaciones sociales, civiles y políticas, colectiv@s, redes de resistencia y rebeldía que nos organizamos en la Asamblea Nacional por el Agua, la Vida y el Territorio, ANAVI; a l@s maestr@s y estudiant@s, a l@s niñ@s, a las mujeres que luchan y resisten; a las madres buscadoras; a las madres y padres de Ayotzinapa; a los hombres, mujeres y otroas de buen corazón en el campo y la Ciudad, a quienes suscribieron la Declaración por la Vida; a la Europa Insumisa, Digna y Rebelde; a tod@s l@s que hacen arte, resistencia y rebeldía contra la guerra y por una Palestina Libre; a l@s intelectual@s, investigador@s, académic@s; a los medios libres, independientes, alternativos o como se llamen…
Herman@s tod@s.
Los esperamos este 11 y 12 de octubre, en esta su Casa, para que junt@s “enfrentemos la Tormenta”, “trabajemos en colectivo” y “construyamos” el siguiente paso en la lucha contra el Sistema Capitalista y Patriarcal, que solo impone, muerte y destrucción.
Porque falta, lo que falta, y porque nuestra lucha es por la Vida.
¡¡Zapata Vive, la Lucha Sigue!!
¡¡Tener Techo, es un Derecho!!
¡¡Viva el Común” y la “No Propiedad”
¡¡Vivos los Llevaron, Vivos los Queremos!!
¡¡Alto a la Guerra contra los Pueblos originarios y las Comunidades Zapatistas!!
¡¡Viva el CNI!!, ¡¡Viva el CIG!!, ¡¡Viva el EZLN!!
El centro no se puede sostener Entonces, ¿adónde llevamos nuestra esperanza, nuestra desesperación?
1. Gaza. Tener esperanza es decir lo indecible.
Gaza. La expresión extrema del dolor en el mundo actual. Dolor. Resistencia. Esperanza.
Gaza. Imposible venir aquí sin escupir mis dudas sobre venir a hablar en el mismo centro del país que está promoviendo y apoyando el asesinato y la mutilación despiadada y sistemática de miles y miles de personas, muchas de ellas niños, la aniquilación de la esperanza.
Vengo aquí, a pesar de mis dudas, a expresar mi solidaridad con ustedes, que viven en este país, a pesar del gobierno que sufren ahora, y del gobierno que sufrieron antes. Y para expresar mi más profundo respeto y admiración por los organizadores de un evento con palabras tan subversivas y peligrosas como Raza, Género e incluso Equidad. Y por todos ustedes que, de una forma u otra, caminan en la dirección equivocada.
Gaza, porque nada ilustra más claramente los horrores del capitalismo contemporáneo, las terribles consecuencias de un sistema social dominado por el dinero.
Gaza, porque tenemos que romper el silencio, el terrible silencio de complicidad que se cierne sobre el mundo, la normalización de la desesperación.
La desesperación se cierne sobre nosotros. Tiene muchos nombres: Gaza, Sudán, calentamiento global, masacre de la biodiversidad, Trump, Milei, Orbán, la creciente amenaza de una guerra nuclear. Y, sin embargo, en medio de todo esto, hemos venido aquí para decir NO, es hora de hablar de esperanza, incluso de esperanza radical.
No podemos aceptar la desesperanza, porque la desesperanza mata todo pensamiento científico. Sólo nos queda una pregunta científica: ¿cómo romper la dinámica social que nos impulsa hacia nuestra propia autodestrucción, la autodestrucción de la humanidad? Esa pregunta no puede responderse con la desesperanza. La desesperanza es un rechazo a buscar una respuesta, un darse por vencido, una complicidad, aunque sea a regañadientes.
Así que no a la desesperanza. Pero eso no nos lleva a una esperanza vacua, feliz-feliz. Hay una palabra cercana a la desesperanza, pero distinta: Desesperación.
La desesperación no es desesperanza. Es negarse a desesperanzarse, negarse a renunciar a nuestra rabia y esperanza, incluso en un mundo que nos dice que estamos locos por seguir pensando que otro mundo es posible. En los diccionarios, a menudo se equipara desesperación con desesperanza, pero no es eso. He encontrado una definición que se acerca más a lo que siento: “Desesperado: mostrar disposición a correr cualquier riesgo con tal de cambiar una situación mala o peligrosa”. Quizás no “cualquier riesgo” pero sí, una furia por cambiar una situación mala o peligrosa, una determinación por cambiar una mala situación, la mala situación que es el capitalismo contemporáneo. Desesperación por cambiar el mundo porque sabemos que no tiene por qué ser así, que tenemos la capacidad de crear otra cosa. La desesperación incluye la frustración, la frustración de lo que podríamos hacer, la frustración de nuestra riqueza, de nuestra capacidad de crear algo diferente.
La desesperación es esperanza en la tormenta, esperanza en-y-contra-la-tormenta, esperanza en-y-más-allá-de-la-tormenta. Quizá la única forma de hablar hoy de la esperanza radical sea como desesperación, esperanza desesperada-contra-la-esperanza. La esperanza como negación de la anti-esperanza. La esperanza como resistencia.
Los que siguen estas cosas (y deberían, porque han sido los exponentes más articulados de la esperanza durante más de treinta años) se darán cuenta de que mi enfoque en la desesperación hace eco de la intervención de Marcos en la reunión de diciembre organizada por los zapatistas. El reto, sugirió allí, es “organizar nuestra desesperación”.
2. Probablemente todos los que estamos aquí tenemos algún sentimiento de desesperación compartida. El capitalismo genera desesperación. De muchas maneras. A nivel personal, la profunda y creciente incertidumbre de la vida: ¿cómo puedo entrar en la universidad o conseguir un trabajo, puedo conseguir la titularidad, cómo puedo encontrar un lugar decente para vivir, en qué clase de mundo vivirán mis hijos, cómo puedo incluso traer hijos a un mundo como este? Todo forma parte de una creciente desesperación social: miren lo que está ocurriendo con los inmigrantes, miren la destrucción de la biodiversidad de la que depende la vida humana, miren el calentamiento del planeta, cada vez más fuera de control, miren el auge de la nueva derecha, miren los peligros crecientes de más guerras.
Pero ¿hacia dónde llevamos nuestra desesperación, nuestra esperanza a pesar de todo? Lo más obvio en la situación actual es retroceder hacia el centro, esperar que los demócratas puedan ganar las elecciones de mitad de mandato, que ni Trump ni Vance ganen las elecciones de 2028, que dentro de diez años recordemos a Orbán, Meloni, Modi, Erdogan, Trump como un mal sueño, un desafortunado parpadeo en la historia, que se produzca un retorno de algo que podamos reconocer como civilización.
Pero hay una frase que se ha citado a menudo en los últimos años. La frase, “el centro no puede sostenerse”, proviene del poema de W.B. Yeats, «The Second Coming».
Turning and turning in the widening gyre The falcon cannot hear the falconer; Things fall apart; the centre cannot hold; Mere anarchy is loosed upon the world, The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere The ceremony of innocence is drowned; The best lack all conviction, while the worst Are full of passionate intensity.
Girando y girando en el creciente giro El halcón no puede oír al halconero; Las cosas se desmoronan; el centro no puede sostenerse; La mera anarquía se desata sobre el mundo, La marea ensangrentada se desata, y por todas partes La ceremonia de la inocencia se ahoga; Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores Están llenos de apasionada intensidad.
El centro no puede sostenerse. Obviamente, aquí en Estados Unidos, y en otros países, el centro no se ha sostenido. Y, sin embargo, sigue ahí como un imán nostálgico, una atracción irresistible frente al mundo que se desmorona a nuestro alrededor.
Este impulso nostálgico de vuelta a la normalidad es probablemente inevitable, tal vez incluso deseable. Y, sin embargo, tenemos que considerar que el centro no aguantó, no pudo aguantar, y que quizá tengamos que ir más allá de luchar por su restauración.
3. Ahora pensamos en el centro desde la perspectiva de la embestida actual. Los ataques al pensamiento crítico en las universidades, los ataques a los inmigrantes, la disolución del orden mundial basado en la ley, etcétera. Quizá, de forma más general, podamos pensar en el centro como una especie de contrato social global, una especie de normalidad que se establece tras la Segunda Guerra Mundial y que incluye una idea de la democracia como algo deseable, unos niveles mínimos de bienestar social, una cierta comprensión de lo que es la política, del tipo de relaciones que deberían existir entre los Estados, una cierta idea de los derechos humanos y del Estado de Derecho.
Desde luego, no quiero idealizar esta normalidad. Es una fase de la civilización del dinero, una civilización asesina basada en la explotación, el racismo, el sexismo, el colonialismo, la represión, el encarcelamiento y la destrucción de otras formas de vida. Sin embargo, existe una especie de normalidad, una especie de contrato social, a veces denominado Estado del bienestar keynesiano, que luego es atacado radicalmente por lo que muchos llaman neoliberalismo, pero que, sobre todo visto desde la perspectiva del presente, presentaba sin embargo más continuidad de lo que podría parecer: el mismo sistema de relaciones entre Estados, un respeto simbólico por la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho.
4. Este centro se cuestiona cada vez más tras la crisis financiera de 2008. Está claro que no puede darse por sentado.
Independientemente de que a uno le parezca atractiva esa normalidad, o al menos mejor que la que se impone ahora, hay al menos dos razones para pensar que ya no es realista.
En primer lugar, tenía una base material. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue el resultado de la gran reestructuración del capital lograda mediante la destrucción y la masacre de la Guerra. Este impulso a la productividad y la rentabilidad se vio cada vez más presionado desde finales de los años sesenta y principios de los setenta. Tras el colapso de Bretton Woods y el cambio de política bajo Reagan y Thatcher, la reproducción del capitalismo dependía cada vez más de la constante expansión de la deuda, es decir, no de la plusvalía realmente producida sino de la expectativa de una futura producción de plusvalía. En los últimos cuarenta años ha habido una expansión sin precedentes de la deuda a escala global, y esto ha significado una expansión de la fragilidad sistémica, expresión de la brecha entre la acumulación de valor y su expresión monetaria. Esta fragilidad es administrada principalmente por la Fed y otros bancos centrales, pero explotó en la crisis financiera de 2007/2008 y la amenaza de colapso permanece latente y constante. En otras palabras, la base económica de la normalidad a la que nos hemos acostumbrado se ha vuelto cada vez más frágil. El neoliberalismo, lejos de ser la política de un capital triunfante, es (o era) la política de su crisis.
La otra razón para dudar de la posibilidad de restaurar el centro es el grado de ira y desesperación que ha generado. La promesa de una creciente prosperidad personal a cambio de aceptar el sistema y cerrar los ojos ante su fuerza destructiva, parte crucial del contrato social de posguerra, no se ha cumplido para una gran parte de la población en los últimos cuarenta años aproximadamente.
La acumulación aparentemente aleatoria de enormes riquezas por parte de unos pocos ha contribuido a canalizar esa ira en resentimiento. Como dijo Abahlali baseMjondolo, el importante movimiento de los chabolistas de Sudáfrica, tras los disturbios raciales de 2020, “Abahlali siempre ha advertido de que la ira de los pobres puede ir en muchas direcciones. Hemos advertido una y otra vez que estamos sentados sobre una bomba de tiempo”.
El centro, la normalidad de los últimos años, se construyó sobre dos bombas de tiempo: la fragilidad financiera y el creciente resentimiento. Probablemente no sea ni deseable ni realista recrearlo. Sin duda debemos luchar por la defensa de la democracia liberal, pero tenemos que mirar más allá, ir más lejos y preguntarnos si la situación actual podría crear un avance en el desarrollo de una política radical de esperanza.
5. Si el centro no aguanta, ¿lo hará la derecha? No podemos saberlo. Sin duda nos está empujando en direcciones que van más allá de nuestra capacidad de imaginar, en términos de destrucción climática y la posibilidad de una guerra nuclear, tal vez logre crear una pesadilla para la humanidad. Pero también es posible que se derrumbe ante la oposición popular, por un lado, y, por otro, ante las fuerzas del mercado, es decir, paradójicamente, su incapacidad para comprender y aceptar las realidades del poder del dinero.
Entonces, ¿dónde está la esperanza en esta situación? En primer lugar, tiene que ser un grito de rechazo, un NO. Me gustaría pensar que esto es algo que todos nosotros compartimos. Se refleja en las protestas masivas de los últimos fines de semana, y es de esperar que sigan creciendo y creciendo y creciendo.
Pero ¿adónde puede llevarnos este NO? Quizá de vuelta al centro, a la democracia liberal. Posiblemente en las próximas elecciones ganen los razonables y pierdan los resentidos. Pero entonces la fragilidad seguirá creciendo y el resentimiento también.
De alguna manera, tenemos que conectar con la ira resentida que está detrás del ascenso de la derecha y reclamarla como nuestra. Nuestra respuesta no puede ser “¡Sean razonables, dejen a un lado su rabia!”, sino “Compartimos su rabia contra un sistema que nos está humillando y matando. Veamos cómo podemos desarrollar nuestra ira de otra manera”. La esperanza hoy es realmente una cuestión de cómo canalizamos nuestra ira.
La ira de los pobres puede ir en muchas direcciones, dicen los Abahlali. Una dirección parece ser la dominante en este momento: la ira como resentimiento. Pero también hay otra rabia expresada por miles y miles de movimientos en todo el mundo (y, esperamos, por esta conferencia). Es lo que los zapatistas llaman “digna rabia”, difícil de traducir, pero tal vez rabia digna [dignified rage], o rabia justa [righteous rage]: una rabia que nace de la opresión cotidiana de la sociedad existente y nos dirige hacia un mundo basado en el reconocimiento mutuo de nuestras dignidades. En otras palabras, una rabia contra la forma en que están organizadas actualmente las relaciones sociales (el capitalismo) que empuja hacia la creación de otro mundo, un mundo de muchos mundos. Una rabia contra el dominio del dinero y un empuje hacia el desarrollo de la vida.
Una ira de resentimiento y una ira de esperanza. Aquí hay una cuestión de gramática, la gramática de la identificación. El resentimiento se identifica: dirige su ira contra grupos específicos de personas, ya sean inmigrantes o académicos de Harvard. Se enfurece contra la élite como grupo de personas, pero no cuestiona el sistema que produce a las élites, ni a los inmigrantes. El auge de la derecha es una explosión de la política identitaria que deshumaniza al tratar a los grupos de personas como objetos o categorías abstractas. La identificación es un proceso que parte de una ira indefinida y la centra en objetos humanos concretos, ya sean negros, árabes, judíos, extranjeros, trans. El proceso de identificación está siendo reforzado por los grupos de derechas, pero también está profundamente arraigado en la sociedad actual. El Estado es un proceso de identificación: su propia existencia es la proclamación de una distinción tajante entre “nosotros” y esos otros, extranjeros, a los que podemos maltratar y, cuando sea necesario, matar. La propia existencia del Estado como forma de organización social es un proceso de “alienación” [othering], una escuela de fascismo y guerra. Ciudadanos.
Una política de la esperanza parte de la misma rabia identificada por la derecha, pero resiste al proceso de identificación. Desbordándose. Una política de la esperanza es necesariamente una política anti-identitaria, no en el sentido de negar la identidad, sino en el sentido de ir en contra y más allá de ella. Somos indígenas, pero nuestra lucha va más allá, por un mundo basado en el reconocimiento de la dignidad humana. Somos kurdos, una nación oprimida, pero nuestra lucha va más allá, por la creación de un mundo diferente. Luchamos contra el calentamiento global, pero sabemos que no se trata sólo de una cuestión de combustibles fósiles, sino de luchar contra un mundo en el que el desarrollo está determinado por el afán de lucro. Donde una política identitaria se cierra y da respuestas, una política de la esperanza se abre y plantea preguntas. Preguntando caminamos, como dicen los zapatistas.
Una política de la esperanza es una política de preguntar, buscar, discutir. Su forma de organización tiene una larga historia, constantemente renovada: la asamblea, el consejo, la comuna, una forma de organización concebida para promover la expresión de opiniones y el debate de soluciones, muy alejada del Estado o del partido que marca la línea correcta. Un lugar como éste donde podemos discrepar, donde podemos decir “Esto es lo que quiero decir. ¿Qué opinas tú?”. Un lugar donde los enojos se comparten y las etiquetas se difuminan simplemente por ese compartir.
6. La esperanza, pues, es una rabia digna, una rabia decidida a abolir un sistema social que nos está destruyendo y a crear un mundo basado en el reconocimiento mutuo de las dignidades. Una locura. Una locura venir a la Harvard Business School y decir que debemos abolir el capitalismo. Y, sin embargo, una locura necesaria. Hay muchos indicios de que la continuación de la actual forma de organización social es incompatible con la supervivencia de la vida humana. Ciertamente, el capitalismo siempre ha sido una combinación de creación y destrucción, pero ahora es su lado destructivo el que domina cada vez más.
La esperanza es locura. La esperanza es desesperación que camina al borde del abismo de la desesperanza. Pero tenemos que asumir nuestra locura, decirla alto y claro. Porque tenemos que ganar. Esta vez, nosotros, los perdedores de siempre, tenemos que ganar, o de lo contrario sentarnos y disfrutar del viaje más profundo hacia la catástrofe, hacia la posible extinción.
7. Termino con una pequeña historia contada por Marcos en el encuentro organizado por los zapatistas a finales de diciembre. Cuenta cómo los jóvenes zapatistas, técnicamente sofisticados, que han conseguido montar la retransmisión en directo del evento, han conseguido también establecer un enlace telefónico con una comunidad indígena del año 2145. Así que Marcos llama a la comunidad y el teléfono es contestado por una niña. Marcos pregunta “¿Cómo estás?”, y la niña responde “depende”. Y Marcos piensa “qué respuesta más inútil, ¿por qué no podría haber contestado un adulto?”. Y dice, un poco más alto: “¿Cómo estás?” Y la niña repite, más claramente “Depende… de ti”.
Depende, de nosotros. Si esa joven existirá o no. O en qué condiciones existirá. La esperanza no es un juego, ni una virtud, es la lucha por crear un mundo diferente.
Conferencia presentada por John Holloway en un simposio en Harvard Business School
LLAMADO urgente a nuestros hermanos y hermanas de México y del Mundo, a estar atentos frente al clima de violencia que se vive en el estado de Guerrero.
La mañana de hoy 19 de septiembre de 2025, hombres de Colotepec, municipio controlado por el grupo narco-paramilitar Los Ardillos, amenazan la vida de la compañera Alma Delia Hernández Morales y de otros compañeros del CIPOG-EZ, que se encuentran prácticamente sitiados por Lázaro Cocotzin Morales, brazo armado de Los Ardillos, en Chilapa de Álvarez, Guerrero.
Responsabilizamos al mal gobierno por lo que le pueda suceder a nuestros hermanos, pues ellos con su silencio son cómplices directos de la violencia que azota al estado y al país. Exigimos la presencia de la la Guardia Nacional y garantías de seguridad para nuestros hermanos y hermanas
Nuestra fuerza es el territorio: pronunciamiento de pueblos y comunidades del sur-sureste
San Cristóbal de Las Casas Chiapas, 13 y 14 de septiembre de 2025
Pueblos, comunidades, y organizaciones de los estados de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Puebla nos reunimos para compartir nuestras luchas, dolores y para profundizar en las estrategias de defensa territorial de la región sur-sureste que fortalezcan acciones conjuntas frente a los mecanismos de despojo que provocan sufrimiento y muerte.
Este encuentro constituye para nuestras comunidades una fuente de esperanza y fortaleza frente a la imposición de megaproyectos. Por ello, decidimos compartir nuestra palabra los días 13 y 14 de septiembre de 2025 en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, marcado por un contexto de violencia criminal y la conflictividad en la región, afirmamos lo siguiente:
1. Los Pueblos originarios y campesinos, que históricamente hemos protegido y cuidado el territorio, nos sostenemos en nuestras formas propias de organización política herencia ancestral de nuestras abuelas y abuelos para el cuidado de la vida y la Madre Tierra.
2. Existe una continuidad histórica del despojo de los territorios de nuestros pueblos, desde la colonización hasta la imposición actual de los polos de desarrollo implementados por los gobiernos en complicidad con empresas y crimen organizado.
3. Pese a las agresiones, la violencia y el despojo que hemos sufrido durante décadas, los grandes capitales, el crimen organizado y los gobiernos no han logrado doblegar a nuestros pueblos. Gracias a la organización comunitaria hemos detenido megaproyectos, desalojos y actos de violencia.
4. La defensa de nuestros territorios ha tenido costos muy altos: compañeras y compañeros comprometidos con la justicia social han sufrido asesinatos, desapariciones, amenazas y agresiones. La maquinaria de la represión sigue operando en los gobiernos sean del color que sean.
Hoy denunciamos que gobiernos, empresas y crimen organizado han conformado una triada de poder para imponer megaproyectos y despojar los territorios, operando con total impunidad en la región sur-sureste. Ejemplos de ello son:
En Oaxaca, los llamados polos de desarrollo y el proyecto interoceánico han traído criminalización contra personas defensoras, militarización y fortalecimiento del crimen organizado.
En Chiapas, los proyectos mineros pretenden abarcar más de 85 mil hectáreas del territorio Zoque, con graves afectaciones ambientales y sociales; además de la imposición de la carretera de “las culturas mayas” San Cristóbal – Palenque, se le suma el polo de desarrollo Frontera Sur que busca administrar la movilidad internacional de personas y el impulso de industrias estratégicas (turismo y energéticas), a través del terror para el despojo.
En Guerrero, la imposición de proyectos mineros y turísticos han roto el tejido social y acrecentando la violencia en contra de comunidades organizadas en defensa de la vida.
Además, la turistificación, la construcción de autopistas y nuevas infraestructuras solo han servido para profundizar el extractivismo y garantizar ganancias a las empresas, a costa de la división y el desplazamiento de nuestras comunidades.
El gobierno federal, a través de programas sociales y asistenciales, ha debilitado la organización comunitaria construida durante décadas, además ha tratado de cooptar a nuestras asambleas y líderes comunitarios. La 4ta transformación ha demostrado ser una continuidad para el saqueo de los territorios: no se cancelaron concesiones mineras ni megaproyectos extractivos; al contrario, se han profundizado para favorecer a los grandes capitales.
El modelo de “desarrollo” impuesto solo ha generado dependencia, erosión cultural e identitaria, desigualdad y devastación ambiental. Este modelo, además, está atravesado por el patriarcado y el colonialismo: reproduce violencias contra las mujeres, niños, niñas, y adolescentes, además refuerza desigualdades históricas.
Frente a ello, levantamos la voz con claridad:
Alto al despojo territorial en contra del compañero Miguel Sánchez Hernández en playa Salchi.
Alto a los polos de desarrollo del Itsmo oaxaqueño.
Alto al despojo en contra de compañeros de Loma San Jacinto, Oaxaca.
Exigimos justicia ante la desaparición de Sergio Rivera Hernández en la Sierra Negra de Puebla.
Exigimos justicia para Vicente Suástegui desaparecido el 05 de agosto de 2021 y Marco Antonio Suástegui, quien sufrió un ataque mortal el 18 de abril de 2025 y falleció 7 días después, líderes del Consejo de Eejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota que sembraron lucha y organización comunitaria.
Exigimos justicia para el jTatic Marcelo Pérez Pérez ejecutado el 20 de octubre de 2024.
Exigimos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el informe de fondo por el Caso Acteal.
Exigimos Paz en nuestros territorios.
Decimos NO a la presa Margarita Maza de Juárez en los Valles Centrales de Oaxaca.
Decimos NO al megaproyecto de muerte de la Hidroeléctrica Coyolopa Azula, Sierra Negra de Puebla.
Decimos NO a los proyectos mineros en la Mixteca de Puebla y Oaxaca, así como en los Valles Centrales de Oaxaca, donde pretenden imponer la extracción de litio, tierras raras, plata y oro para beneficio empresarial.
Decimos NO a los monocultivos de palma y extracción minera en Chiapas.
Decimos NO al proyecto de fracking de la Ronda 2.2 en la región Zoque que nuevamente amenaza el territorio con su reactivación.
Decimos NO a la gentrificación.
Denunciamos la imposición de consultas simuladas para legitimar megaproyectos.
Ratificamos que los dos pilares que sostienen nuestra vida comunitaria, autonomía y resistencias son el territorio y la organización colectiva. Desde ellos seguiremos caminando, al lado de los pueblos, de donde tomamos dirección y fuerza.
¡Denunciamos, la imposición de megaproyectos de muerte y nos organizamos para defender la vida! ¡Todos los pueblos y comunidades tenemos el derecho a alzar la voz y no ser reprimidos! ¡juntos y juntas somos más fuertes!
Personas defensoras del territorio firmantes provenientes de municipios, comunidades, y organizaciones:
San Cristóbal de Las Casas, Ocosingo Chiapas, San Francisco, Ejido Adolfo Ruiz Cortínez, Ejido Arroyo encanto municipio de Salto de Agua, Campamento 4 de agosto de Agua Clara, Tecpatán, Oaxaca de Juárez, La Cumbre Puebla, Zapotilán Salinas, Santiago Xanica, , Nahilte, Cerro de las Huertas, San Matías Chilazoa, Monte del Toro, Tlapa de Comonfort, Colectivo de Defensores del territorio, Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, OIDHO, Xinich, Parroquia San Antonio de Padua, EDUCA A.C., Movimiento en defensa de a vida y el territorio, Sinal, Organización Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, Movimiento Agrario Indígena Zapatista, Centro de Derechos Humanos Tepeyac, del Itsmo de Tehuantepec, A.C., Gobierno Comunitario de Chilón, CODEDI, Frente No a la Minería por un Futuro de Todas y Todos, Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.
Condenamos el asesinato de la presidenta interina de la Asociación de Usuarios del Río Cuautla (ASURCO) Carolina Plascencia Carvajal, quien fue asesinada en emboscada en la carretera Cuautla–El Hospital a la altura del crucero de Puxtla, cuando manejaba un vehículo color blanco, segun versiones periodísticas, sucedido el pasado viernes 12 de septiembre alrededor de las 15 horas.
Carolina Plascencia asumió el cargo de presidenta interina después que el presidente de ASURCO Antonio Domínguez Aragón dejara el cargo de manera abrupta luego de sufrir un ataque armado en su domicilio en el año de 2024. La ingeniero estaría contendiendo para las elecciones de ASURCO este próximo 28 de septiembre, donde ejidatarios señalan que existía molestia de Rogelio Plascencia al no quererlo incluir Carolina en su planilla.
Rogelio Plascencia fue presidente de ASURCO en el periodo que de manera ilegal se entregara a la CFE el agua para el uso de la termoeléctrica en Huexca mediante un convenio firmado en 2020, cuándo López Obrador ordenó el desalojo del plantón de Apatlaco con cientos de elementos de la Guardia Nacional en tiempos de contingencia del covid, despues de tener una reunión con Rogelio Plascencia, Manuel Bartlett y Cuauhtémoc Blanco.
Rogelio Plasencia fue señalado por Francisco Vazquez de haberlo amenazado de muerte, un día antes de su asesinato el viernes 11 de febrero de 2022, pues se hablaba que Francisco Vazquez quería destituir a Rogelio Plascencia por mal manejo de recursos en la administración de ASURCO, principalmente por los ingresos que implicó la entrega del agua ilegal a la CFE. Francisco Vazquez era presidente del Consejo de Vigilancia de ASURCO en tiempos de Rogelio.
Desde la llegada del Proyecto Integral Morelos al estado de Morelos el crimen organizado fue avanzando a la par en las zonas de conflicto y oposición al PIM en Ayala, Huexca y Amilcingo. Consolidandose en la zona un narcoestado que, en los hechos, ha servido como instrumento del terror que permite la imposición de la termoelectrica, el gasoducto y el acueducto.
En este contexto, el asesinato de Carolina Plascencia se observa es motivado por el control y la disputa del agua que administra ASURCO y cuyo principal beneficiario es la CFE , pues desde la llegada del PIM, han asesinado a dos dirigentes de ASURCO, agudizado la CFE la disputa y comercialización del agua de los ejidatarios dotada en los años veinte del siglo pasado a los ejidos, fruto de la revolución zapatista.
Disputa del agua para la termoelectrica por los ejidos que no se ha resuelto aún en los tribunales federales, pero que el Juez Sexto de Distrito ha sobreseido de manera indebida dos de los amparos desestimando todas las pruebas periciales en hidrología desahogadas, incluso del perito oficial, con el objetivo de negar la razón que tienen los ejidos de Ayala de reclamar su agua indebidamente otorgada por ASURCO y el Sistema de Agua Potable de Cuautla.
Exigimos se esclarezcan los motivos del asesinato de Carolina Plascencia y sean castigados los autores materiales e intelectuales de su asesinato, así como la desarticulacion de los grupos criminales que pretenden apoderarse del agua de los ejidos y del control territorial en Huexca, Amilcingo y otros lugares de la región.
JUSTICIA PARA SAMIR FLORES
JUSTICIA PARA FRANCISCO VAZQUEZ Y CAROLINA PLASCENCIA
DESMANTELAMIENTO DEL NARCOESTADO
CANCELACION DEL PROYECTO INTEGRAL MORELOS
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua Morelos, Puebla, Tlaxcala
En México, miles de familias siguen buscando a sus hijas, hijos, hermanas, padres, madres, amistades. Buscar es resistir frente al silencio, frente a la impunidad, frente al Estado ausente en materia de justicia. La presencia de las familias en las plazas rompe la estrategia del olvido que pretende que los crímenes queden impunes. El colectivo Buscando a Nuestros Desaparecidos y Desaparecidas Veracruz salió también a la jornada de lucha el 30 de agosto como el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada. Imperante acompañar su dolor que también es nuestro. Porque la desaparición forzada es una herida abierta que atraviesa cuerpos, territorios y memorias.
Madres y sus miradas que no se resignan. Pasos que insisten en caminar, manos que levantan el rostro de quienes les arrebataron. Que nadie se acostumbre a esta violencia. Que nadie calle. Las desapariciones forzadas intentan arrancar no solo vidas, sino también memorias. Pero cada madre, padre, familiar en pie demuestra que la ausencia puede convertirse en presencia que incomoda, en grito que resuena, en verdad que se abre paso entre la indiferencia. Acompañar es mirar de frente, es hacer visible lo que el poder quiere ocultar. Las acciones de las familias son testigos, denuncias, semillas de memoria que no dejarán de crecer.
La desaparición forzada no es un accidente, ni un hecho aislado: es una práctica sistemática sostenida por la impunidad. En México, cada persona desaparecida es el retrato de un Estado que no busca porque al hacerlo se encontraría a sí mismo. Las familias lo dejaron claro: todas las desapariciones son forzadas. Porque no hay “ausencias voluntarias” cuando el miedo está sembrado, cuando las policías y autoridades forman parte de la maquinaria que permite desaparecer a sus propios ciudadanos.
Frente a la indolencia oficial, las familias siguen organizándose, gritando, creando memoria desde el arte y la dignidad. Que nadie diga que no sabía. Mientras falte una persona, la deuda de este país seguirá intacta. Y en las calles recordamos que la desaparición es crimen de Estado, y que la justicia no se mendiga: se exige y ejerce.
Pero también debemos señalar lo evidente: las desapariciones no son solo responsabilidad de un Estado corrupto o negligente, son parte de la arquitectura del capitalismo contemporáneo. Este sistema exige territorios vaciados para extraer sus riquezas; necesita comunidades quebradas para imponer sus megaproyectos; cuerpos descartables para mantener su lógica de acumulación. La desaparición forzada es una de sus expresiones más brutales: un mensaje de terror que dice quién puede vivir y quién puede ser borrado.
La necropolítica, ese poder de decidir sobre la vida y la muerte, no se ejerce en abstracto. Se encarna en policías que fabrican culpables, en militares en todo el mundo que patrullan con licencia para matar, en jueces que protegen al poderoso, en gobiernos que miden en estadísticas lo que las familias viven en carne propia. El capitalismo convierte la vida en mercancía y, cuando no le sirve, en desecho. Por eso las desapariciones forzadas se multiplican: porque son funcionales a un modelo económico y político que avanza sobre los pueblos a costa de su sangre y de su memoria.
Desde la perspectiva de la justicia social, este crimen constituye una práctica sistemática que busca sembrar miedo, desestructurar comunidades y fracturar el tejido para la avanzada del capital acompañado de su necropolítica. En México, hablar de más de 134 mil personas desaparecidas no es una estadística neutra: es la radiografía de un Estado incapaz —y muchas veces cómplice— de detener la violencia que lo atraviesa. La desaparición no se explica como un fenómeno aislado, sino como parte de una política de control que ha encontrado en la impunidad su terreno fértil.
Frente a ello, los colectivos de familiares han producido no solo resistencia política, sino también saberes, pedagogías de la memoria y formas de organización comunitaria que interpelan a toda la sociedad. En cada acción pública no solo se denuncia la inacción del gobierno, también se construye un archivo vivo de la verdad: performance, música, poesía, fotografía y palabra se convierten en herramientas de memoria que rebasan los marcos oficiales que apuntan hacia el olvido e impunidad.
La desaparición forzada nos exige comprender que no hay neutralidad posible: o estamos del lado de quienes buscan o reproducimos el silencio que perpetúa la violencia. Recordar, acompañar y denunciar es responsabilidad colectiva. Pero también lo es confrontar el sistema que sostiene esta maquinaria de muerte. Nombrar al capitalismo y a la necropolítica es nombrar al enemigo común.
Y no es un problema sólo de México: es global. Lo que aquí llamamos desaparición forzada convive con otras formas de administración de la muerte que sostienen el mismo engranaje. En Palestina, la ocupación y la guerra permanentes buscan no solo asesinar, sino borrar pueblos enteros, su derecho a la tierra, su memoria y sus archivos; durante décadas, los bombardeos, los cercos y los desplazamientos han intentado convertir la vida palestina en residuo administrable. En Sudáfrica, las cicatrices del apartheid no se cerraron con la transición: la violencia policial, las expulsiones urbanas y el despojo extractivo siguen administrando quién puede vivir con dignidad y quién debe ser empujado a la muerte lenta de la pobreza estructural; la lógica del capital reescribió el mapa del racismo en clave de rentabilidad. En el Congo, Kurdistán, Yemen, Ucrania y tantos otros territorios, los conflictos geopolíticos y la economía de guerra hacen de poblaciones enteras materia prescindible, cuerpos cifrados como daños colaterales, comunidades enteras reducidas a estadísticas.
En este recorrido de necropolítica global también resuena la violencia política de la ultraderecha brasileña, cuyos afines al expresidente Jair Bolsonaro tomaron las calles recientemente, portando banderas estadounidenses y exigiendo impunidad ante el Tribunal Supremo, en un ejercicio de intimidación autoritaria que se basa en el odio, la deslegitimación de las instituciones y la promoción de la xenofobia como discurso político legitimado. Estas movilizaciones no son meros actos de protesta: son actos de guerra simbólica contra la democracia y la diversidad, piedra angular de una estrategia global de las extremas derechas para sabotear la vida pública y revestirla de terror. Su retórica, alimentada por noticias falsas y afinidades ideológicas con políticos como Donald Trump o Benjamín Netanyahu, invoca un ataque directo a la colectividad, profundiza divisiones sociales y refuerza la necropolítica que determina qué vidas merecen ser escuchadas —y cuáles están condenadas al silencio.
Las desapariciones en México y las masacres en Palestina, la represión en Sudáfrica y la guerra en otros territorios, son expresiones distintas de una misma maquinaria: un capitalismo global que gestiona la vida y la muerte según sus necesidades de acumulación, y Estados que articulan esa administración con leyes de excepción permanentes, con fuerzas de seguridad convertidas en ejércitos internos y con sistemas judiciales que archivan la verdad. La necropolítica no es un exceso: es método. La guerra no es una anomalía: es una forma de gobierno.
En este mismo mapa de violencia se inscribe la guerra contra las comunidades zapatistas en Chiapas. Desde hace años, los pueblos organizados en torno al EZLN enfrentan hostigamiento militar, paramilitar y gubernamental que busca despojarlos de sus territorios y quebrar su experiencia de autonomía. La desaparición, la represión y los ataques armados contra bases de apoyo zapatistas no son hechos aislados, sino parte de la misma maquinaria que opera en todo el país y el mundo: la alianza entre el capital y los Estados para controlar territorios, destruir comunidades y neutralizar cualquier alternativa que plantee la vida en común y la dignidad por encima del lucro. Lo que se vive en Chiapas no es tan diferente de lo que ocurre en otros territorios en guerra: son expresiones localizadas de una misma necropolítica global que administra el miedo y la muerte para sostener la acumulación y el despojo.
Por eso, la lucha de las madres buscadoras en Veracruz está profundamente ligada a la resistencia de las madres palestinas que levantan fotografías bajo los escombros, a las familias sudafricanas que exigen justicia frente a la represión estatal, a las comunidades del Sur Global que se organizan contra el extractivismo y el desplazamiento forzado. Cuando una madre pone el nombre de su hijo en una cartulina y otra enarbola la foto de su hija en un campamento de refugiados, están escribiendo una misma gramática de dignidad: la que convierte el duelo en denuncia, la memoria en herramienta, la calle en archivo vivo.
Que nadie diga que esto sucede lejos. Que nadie crea que puede mirar hacia otro lado. La desaparición forzada, el genocidio, las guerras del capital, forman parte de un mismo mapa de violencias que nos atraviesa. Resistir, entonces, no es solo buscar en México: es tejer alianzas, construir memoria internacionalista, unir saberes y prácticas de cuidado, reconocer en el otro la continuidad de nuestra propia lucha.
En este horizonte, acompañar no es un gesto caritativo: es una práctica política que interpela al Estado y al capital. Implica exigir verdad y justicia, sí, pero también desmontar los dispositivos que hacen posible la desaparición: la militarización de la vida cotidiana, la privatización de los territorios, la criminalización de la protesta, el racismo y el clasismo que habilitan la deshumanización. Implica defender la vida como principio organizador de la sociedad y del derecho.
Porque la memoria no es pasado: es presente que convoca. Cada brigada de búsqueda, ofrenda improvisada, mural, cada pañuelo levantado, es una pedagogía popular que enseña a nombrar lo innombrable y a trazar mapas de esperanza en medio del terror.
Nombrar al capitalismo y a la necropolítica es nombrar al enemigo común. Solo desde ahí, desde el reconocimiento de esta raíz estructural, podrá abrirse el horizonte de una justicia verdadera: aquella que no solo encuentre a los desaparecidos, sino que impida que las desapariciones sigan siendo la política no escrita de los poderosos.