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Malú Huacuja del Toro.- Por decisión colectiva, los manifestantes nos citamos en ese mismo lugar a la siguiente semana, el viernes 27 de junio. Durante un total de tres días estuvimos informando de la lucha zapatista, de los enormes logros de las comunidades autónomas zapatistas, y de las razones de su protesta a toda la gente de México y de Estados Unidos que cruzó por el consulado, repartiendo volantes en español y en inglés con los siete principios zapatistas y coreando consignas zapatistas.
Es la primera manifestación de más de un día que se realiza en el consulado de México en Nueva York. El primer día, los funcionarios y el personal administrativo del consulado estuvieron esperando a que nos fuéramos para salir, pero nunca nos fuimos, y nos encargamos de dejarles bien claro por qué es una vergüenza trabajar para ese gobierno.
El presente es un breve e inevitablemente insuficiente retrato del organizador del acto.
Soldado veterano y activista miembro del movimiento antisistémico Occupy Wall Street impulsa la primera protesta zapatista de dos días y toda una noche frente al consulado de México en Nueva York
Por Malú Huacuja del Toro
John Penley tiene entrenamiento militar, pero en lugar de utilizarlo para preservar las colosales fortunas de los multimillonarios, ha dedicado la mayor parte de su vida y su formación a proteger a la humanidad y al planeta que habita. No ha sido ésa una decisión sin consecuencias: Penley pasó un año en prisión por protestar contra la fabricación de armas nucleares en la planta de Savannah River donde se produce el plutonio, y fue arrestado otras dos veces por bloquear la carretera rumbo a la instalación.
También se ha opuesto a otra fábrica de destrucción de la especie humana: el racismo. En Tennessee, logró infiltrarse en el Ku Klux Klan y sacar fotos a varios de sus miembros descubriéndose el rostro.
Por eso, entre otros motivos, John Penley se identifica con la lucha zapatista en favor del reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, en defensa de sus tierras, por la pluralidad racial y cultural, y en contra de la rapacidad del poder financiero. Cuando se enteró de los ataques del grupo paramilitar contra la comunidad autónoma zapatista de La Realidad que causaron varios heridos y el asesinato del maestro Galeano de la Escuela de la Libertad Zapatista, además de la destrucción de la escuela y de la clínica de la comunidad, se propuso organizar una protesta que verdaderamente fuera escuchada en el consulado de México en la ciudad de Nueva York, la capital financiera del sistema que despoja a los campesinos de sus tierras y asesina a las comunidades que, como las zapatistas, tengan la osadía de querer preservarlas.
El resultado fue el primer plantón de dos días y toda una noche frente al consulado, que contó con la asistencia legal del legendario abogado de derechos humanos Norman Siegel, en la cual participaron activistas del movimiento que él impulsó.
“Si no lo hace nadie, lo hago yo”, es el lema de este ex combatiente de la Marina de Guerra norteamericana que se volvió anarquista en Grecia, después de atestiguar que la publicitada voluntad democrática del gobierno de su país era sólo propaganda, pues éste es capaz de estar del lado de dictadores si así conviene a sus intereses económicos. “Yo estaba estacionado en Grecia durante la dictadura militar de Georgios Papadopoulos, el organizador del golpe de Estado de 1967 y jefe de la junta militar. Ahí vi que el gobierno de Estados Unidos no tenía ningún problema con la represión”, me contó.
John terminó comprendiendo e identificándose más con los anarquistas griegos que se oponían a la entrada de los tanques militares a la universidad que con un gobierno encubridor de dictadores. Así que optó por instigar otro tipo de acciones: las movilizaciones populares contra el poder del gran capital. Durante el movimiento Occupy Wall Street organizó una protesta con un círculo de tambores frente la casa del magnate más adinerado de Nueva York, entonces alcalde, Michael Bloomberg (a quien, por cierto, el gobierno de la capital de la República Mexicana acaba de llamar como “asesor”). Asimismo, su participación fue clave para organizar el concierto de veteranos en el que cantó Joan Báez en el Parque de la Libertad ocupado (antes llamado Zuccotti). Además, ahí mismo, ayudó a organizar un servicio de oración musulmana, en abierto desafío a la propaganda política antimusulmana del gobierno.
En ese histórico año 2011, la “camioneta de Wikileaks” también fue, en parte, responsabilidad suya, pues ayudó a armarla y a pintarle enormes letreros exigiendo la liberación de Chelsea Manning durante su proceso. Desde esta camioneta se proyectaban en gran pantalla los videos filtrados (las wikifugas). Con esta acción y otras protestas conducidas por Penley y sus compatriotas veteranos se logró que sacaran a Manning del confinamiento solitario en el que la mantuvieron incomunicada y desnuda, en condiciones “inhumanas y degradantes” —según informó el relator especial de las Naciones Unidas sobre tortura, Juan E. Méndez—, desde enero hasta abril de 2011. Manning fue entonces trasladada a la prisión Midwest Joint Regional Correctional, donde esperó su audiencia para el juicio en una celda con ventana y colchón, donde se le permitía guardar sus pertenencias y hablar con otros presos.
También fue John Penley uno de los oradores de la protesta que comenzó la causa legal para exigir que se realizara una audiencia preliminar al juicio de Manning (audiencia conforme al Artículo 132, en derecho militar estadounidense). “En 1984 el gobierno de los Estados Unidos me puso en una prisión federal durante un año por haber protestado contra la fabricación de armas nucleares en la planta de Savannah River —expresó Penley en un conmovedor discurso—. Durante ese periodo, me encerraron en confinamiento solitario en la Penitenciaría Federal de Atlanta durante un mes. Fue sólo un mes, pero yo no he sufrido nunca tanto en un mes como ése”.
En aquella ocasión también contó que, cuando estaba en la Marina, fue controlador de tránsito extranjero y, al igual que Manning, tenía acceso privilegiado a secretos militares. “Todos los controladores de tránsito tienen eso”, explicó.
“Yo estuve en un destacamento en Grecia durante la dictadura militar de Papadopoulos. Era implacable. Arrestaban a la gente en la calle y la torturaban. El gobierno de los Estados Unidos no tenía problema con eso: el gobierno de los Estados Unidos apoyaba eso. Tenía bases militares operando ahí durante ese período de tiempo. Yo vi mucho tránsito de mensajes al respecto, y debí haber dicho algo. De hecho, según el derecho internacional, era mi deber exponer los crímenes de guerra que estaban ocurriendo con el apoyo de Estados Unidos en Grecia en ese momento. Yo no lo hice”, añadió, en una desgarradora confesión.
“Honestamente, violé leyes internacionales, encubrí crímenes de guerra al no decir nada, pero en ese momento yo, mentalmente, tampoco era tan sofisticado como para saber mucho de derecho internacional —reflexionó más tarde, en una entrevista que fue publicada por Wikileaks—. Aprendí muchísimo después, en particular de un ex sacerdote católico radical. Según las leyes internacionales, es el deber de un soldado no encubrir crímenes de guerra. Si tú haces eso, eres parte del crimen”.
Apuntó en aquella oportunidad que lo paradójico es que todos los demás debieron ser enjuiciados y Manning es la única persona que debió ser exonerada.
Y ahora, con esa conciencia de un mundo en el que la justicia se aplica completamente al revés, John Panley no sólo se instala frente al consulado de México, sino que les explica con el mayor aplomo a todos los patrulleros que nos vigilan qué es lo que estamos haciendo ahí:
—Mira, yo he andado mucho mundo y conocido a mucha gente. Ya me puedo hacer una idea nomás por el aspecto físico de la gente. Tú ves la fotografía del maestro asesinado —le dice a un sargento, mostrándole la imagen de Galeano— y te puedes dar cuenta: éste era un buen hombre. Le miras los ojos y lo sabes. Y lo mataron estando desarmado. Le destruyeron su escuela. Son los grupos paramilitares que trabajan al servicio de las grandes empresas. Simplemente, no es justo.
El patrullero acaba asintiendo. Es la primera vez que me encuentro en una manifestación en Nueva York en la que la policía escucha nuestros motivos. A fin de cuentas, John es un soldado veterano. Lo respetan, a su pesar.
Al día siguiente, después de que pasa toda la noche en protesta frente al consulado (custodiado por dos patrullas), atestiguaré algo más increíble: John se ha puesto a contarle a un policía del narcotráfico en México, de la inútil y sangrienta “guerra contra el crimen organizado” emprendida por el ex presidente Calderón, y de que la solución, como todos sabemos —y como nos ha enseñado la época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos— no es otra más que la legalización de la droga.
—Sí —dice el oficial neoyorquino.
¿Oí bien? ¿Un veterano de guerra de Estados Unidos, prozapatista, acaba de convencer a un policía neoyorquino de que la solución al narcotráfico y a la corrupción que éste genera —tal como ha tratado de explicar incansablemente el poeta Javier Sicilia— no es el uso de la fuerza, ni las autodefensas, sino legalizar las drogas, empezando por la mariguana?
Sí. Exactamente eso es lo que acaba de pasar. Trato de tomar una fotografía de ese momento histórico frente al consulado de México, pero el patrullero —a fin de cuentas, bien entrenado—descubre mis intenciones y no se deja fotografiar.
Yo sonrío.
Y entonces comprendo por qué otro hombre, el extraordinario fotógrafo Giles Clarke —quien también fue a Chiapas y es alumno de la Escuela de la Libertad Zapatista— dice que al temerario John Penley el poder “no lo puede reprimir”. Esta fotografía de Penley fue tomada por Giles a las dos de la mañana frente al consulado.
[Reportaje gráfico de Giles Clarke sobre los zapatistas: http://socialdocumentary.net/exhibit/Giles_Clarke/2678]
Por iniciativa de compañeros del movimiento antisistémico Occupy Wall Street, los días 19 y 20 de junio, mexicanos y norteamericanos unidos realizamos la primera protesta-plantón de dos días frente al consulado de México en Nueva York, en repudio al asesinato del compañero Galeano y exigiendo un alto a los ataques paramilitares contra las comunidades zapatistas. A la iniciativa se sumaron compañeros de Portland, quienes realizaron simultáneamente una protesta en el consulado de México en esa ciudad.
Al terminar, por decisión colectiva, los manifestantes nos citamos en ese mismo lugar a la siguiente semana, el viernes 27 de junio. Durante un total de tres días estuvimos informando de la lucha zapatista, de los enormes logros de las comunidades autónomas zapatistas, y de las razones de su protesta a toda la gente de México y de Estados Unidos que cruzó por el consulado, repartiendo volantes en español y en inglés con los siete principios zapatistas y coreando consignas zapatistas.
Es la primera manifestación de más de un día que se realiza en el consulado de México en Nueva York. El primer día, los funcionarios y el personal administrativo del consulado estuvieron esperando a que nos fuéramos para salir, pero nunca nos fuimos, y nos encargamos de dejarles bien claro por qué es una vergüenza trabajar para ese gobierno.
El presente es un breve e inevitablemente insuficiente retrato del organizador del acto.
Faltaría hablar de otros formidables participantes. Será en otra ocasión.