desaparecidos
(Español) Desapariciones forzadas en democracia

Resumen Latinoamericano / Víctor Quilaqueo, CEPPAS-GT / 10 de agosto de 2017
La desaparición de Santiago Maldonado en Argentina es un hecho gravísimo para todos los movimientos sociales en América Latina.
Al momento de escribir estas líneas sigue sin conocerse el paradero de Santiago Maldonado, activista de 28 años que fue detenido por fuerzas de seguridad del estado en Argentina, y del cual no se han tenido noticias.
Fue detenido y golpeado por un grupo policial en el marco de un allanamiento a la comunidad mapuche Lof en Resistencia Cushamen, en la patagonia argentina, el martes 1 de agosto. Desde ese día no se sabe más de él.
Su familia, amigas, amigos, organizaciones de derechos humanos y agrupaciones políticas han hecho un llamado incesante para que el gobierno argentino responda por su paradero. Las respuestas aparte de escasas, buscan ocultar, ensuciar y criminalizar a las víctimas.
El contexto de su detención y desaparición sería muy extenso de resumir en estas letras, pero es una muestra precisa de la connivencia entre poderes estatales, fuerzas represivas en actividad permanente e intereses de privados en relación con la posesión de tierras. En efecto, Santiago fue apresado en un operativo policial en contra de una comunidad mapuche que lleva adelante un proceso de recuperación territorial que va en contra de los intereses del grupo transnacional Benetton. Esa mañana la soberanía estatal argentina se vistió con los colores corporativos de una empresa de ropa y moda.*
(Español) Mariana, la hija de Etchecolatz: Marché contra mi padre genocida
Fuente: Revista Anfibia
Mariana D. se cambió el apellido hace un año. Es la hija del represor Miguel Etchecolatz. El 10 de mayo marchó a Plaza de Mayo. Como las 500 mil personas que se movilizaron en Buenos Aires contra el 2×1, como millones de argentinos, quiere que su padre cumpla la condena en la cárcel. “Es un ser infame, no un loco. Un narcisista malvado sin escrúpulos”, dice ella, que padeció la violencia de Etchecolatz en su propia casa.
La hija de Miguel Etchecolatz camina por Avenida de Mayo y Perú buscando a sus dos amigas. No agita el pañuelo blanco ni salta con los cánticos. Podría ser cualquier mujer de las miles que asisten a la marcha contra el 2×1. Salvo sus amigas, ninguna de las 500 mil personas que se amontonan en la Plaza de Mayo y alrededores y gritan “como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar” saben que esa mujer anónima es hija de uno de los hombres más conocidos de la represión. Se llama Mariana D. Hace un año se cambió el apellido.
Mariana lloró cuando se conoció el fallo de la Corte que otorgó el 2×1 al represor Luis Muiña. Horas después del fallo de la Corte, Etchecolatz, condenado seis veces por delitos de lesa humanidad, pidió el beneficio del 2×1. Como los que marcharon el 10 de mayo, como millones de argentinos, quiere que los genocidas condenados mueran en la cárcel. Que su padre, el excomisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, muera en la cárcel. Mariana D. fue por primera vez a una marcha por los derechos humanos. Nunca se animó a ir a Plaza de Mayo los 24 de marzo. Por miedo a ser rechazada. Por miedo a no poder soportar el dolor en vivo y en directo. Pero ahora está allí por primera vez para decir que ella, también, desea verlos morir en la cárcel.
Etchecolatz era una presencia fantasmagórica en su casa de Avellaneda. Mariana y sus hermanos varones J .M. y F. M. solo lo veían los fines de semana. De lunes a viernes, el padre conducía el aparato represivo de la ciudad de La Plata y alrededores. Daba órdenes para secuestrar personas, torturarlas, asesinarlas. Los sábados y domingos Etchecolatz casi no hablaba. Se la pasaba echado en una cama mirando televisión. Cada tanto emitía un silbido: había que llevarle rápido un vaso de agua mineral fresca con gas. Si algo no le gustaba, Etchecolatz les pegaba unos bifes con la palma abierta a sus hijos.
Mariana supo de grande que su madre intentó varias veces escaparse con ella y sus dos hermanos. Lo planeó varias veces. Etchecolatz se dio cuenta y la amenazó: “Si te vas te pego un tiro a vos y a los chicos”.










