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Foto de portada por Aldo Santiago
Por Santiago Navarro F.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha advertido recientemente que, a pesar de haber implementado el llamado Acuerdo de Paris, las temperaturas globales “aún podrían aumentar hasta 3.4 °C” el resto de este siglo, lo que obligaría a las personas a adaptarse a nuevos patrones climáticos extremos.
El Acuerdo de París es un compromiso adoptado por los Estados miembros de la ONU para tomar medidas y mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C, preferiblemente volver a alcanzar 1,5°C, en comparación con los niveles preindustriales (1850-1900). Cada miembro asumió el compromiso para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero producidos en sus países con el sector industrial, el trasporte y las actividades que emiten estos gases contaminantes. El tope propuesto para las metas establecidas es hasta el año 2030.
Pero dichas medidas parecen estar lejos de las metas propuestas. “La temperatura global promedio en 2020 se establece en aproximadamente 1,2°C por encima del nivel preindustrial. Existe al menos un 20% de posibilidad de que supere temporalmente los 1,5 °C para 2024”, expresó el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
De acuerdo con los datos de la ONU, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera en el año 2020, “aumentó 2,57 partes por millón (ppm) hasta alcanzar 4,14 ppm en diciembre, la concentración más alta jamás registrada”. El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero generado principalmente de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y de la deforestación.
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Aunque el metano y el óxido nitroso, también son considerados gases de efecto invernadero, mucho más potentes. Tan solo la producción de ganado para la industria de la carne, a nivel mundial, es responsable de emitir el metano equivalente a 3,1 gigatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera anualmente. El resto del siglo, una tonelada de metano, podría calentar el planeta hasta 23 veces más que una tonelada de dióxido de carbono. Mientras que el gas del óxido nitroso, emitido principalmente de la agricultura industrial que consume billones de toneladas de fertilizantes con base de nitrógeno, junto con el tratamiento de los residuos animales, e industrias como la del nailon, provocarán un efecto de calentamiento global aproximadamente 300 veces superior al del dióxido de carbono.
Cambiar todo para que todo siga igual
António Guterres, secretario general de la ONU, ha advertido que el año 2021 será un año crítico para el clima y instó a los Estados miembros a presentar contribuciones determinadas a nivel nacional que permitan reducir las emisiones mundiales en un 45% en los 10 años siguientes, en comparación con los niveles de 2010, ya no del año 1880.
Pero, en medio de la pandemia del Covid-19 y una severa desaceleración de la economía global, la preocupación de todos los gobiernos es reorientar el ritmo de crecimiento económico. Esto implica, acelerar los sistemas productivos. Desde los encadenamientos de la extracción de metales, elevar la agroindustria, la ganadería intensiva y el consumo de energéticos, hasta el consumo masivo de mercancías finales.
La estabilización de la oferta y la demanda es la prioridad para entes como el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien viene incentivando los ajustes en las economías. Tan solo en el 2020, en el contexto de la pandemia, este organismo emitió una deuda para la región de América Latina y el Caribe, con programas financieros, “del orden de 66 mil millones de dólares a 21 países de la región”, según el FMI.
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Este organismo busca acelerar al sector industrial y manufacturero que atiende las exportaciones. Pero, además, busca acelerar las denominadas “economías domesticas”, denominado así al consumo interno de los países. Por ello insta a los gobiernos para atender a los más vulnerables, “las familias y las pequeñas empresas”, puntualiza el FMI.
En ese contexto, la ONU ve a esta crisis, ambiental y económica, como una oportunidad. Propone cambiar todo, para que todo siga igual, en términos del mercado mundial. “Las medidas encaminadas a la recuperación económica tras la pandemia han adquirido una magnitud sin precedentes, lo que brinda la ocasión de emprender la transición a una economía con bajas emisiones de carbono que genere los cambios estructurales indispensables para que las emisiones disminuyan de forma continua”, señala en el Informe sobre la brecha en las emisiones del 2020.
El Banco Mundial también propone más deuda hacia los gobiernos para enfrentar el Covid-19 y la aceleración de la economía mundial, lo que implica “incrementar rápidamente el financiamiento, pero el presupuesto público por sí solo no es suficiente. Además de entregar recursos directos, el Grupo Banco Mundial responde a las demandas de los países movilizando inversiones públicas y ayudando a abrir mercados con bajas emisiones de carbono donde antes no existían”.
De continuar con la velocidad que exige la ley del mercado, de la oferta y la demanda, nos conducimos a un escenario más severo. “Vamos camino a alcanzar un aumento catastrófico de la temperatura de 3 a 50C en este siglo. Hacer las paces con la naturaleza es la tarea que definirá el siglo XXI. Debe ser la máxima prioridad para todo el mundo, en todas partes”, sostuvo el Secretario General de la ONU, António Guterres.
“A este ritmo, podríamos alcanzar + 1,5 ° C en los próximos 15 años”, es decir, estaríamos rebasando los 3°C, agrega Pascal Peduzzi, director del GRID-Ginebra del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).