justicia
(Español) Carta europea por el 37 aniversario del EZLN y en solidaridad con el CNI
ALTO A LA GUERRA CONTRA L@S ZAPATISTAS !
NO A LOS MEGAPROYECTOS Y AL PROYECTO INTEGRAL MORELOS !
VIVA LAS LUCHAS CONTRA LOS FEMINICIDIOS !
LIBERTAD PARA L@S PRES@S EN LUCHA Y PARA FIDENCIO ALDAMA PEREZ !
VIVA LA LUCHA DE LA COMUNIDAD OTOMI EN LA CIUDAD DE MEXICO !
COMPAS ZAPATISTAS Y DEL CNI: BIENVENIDOS EN EUROPA!
Al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y a las bases de apoyo
zapatistas
Al Consejo Indígena de Gobierno, a los comunidades, pueblos, naciones,
tribus y barrios indígenas integrantes del Congreso Nacional Indígena, A
la Sexta y a todas las redes de resistencia y rebeldía
A los pueblos nahuas en lucha de Morelos, Puebla y Tlaxcala
A las luchas contra los feminicidios
A l@s familiares de Fidencio Aldama Pérez y a la nación yaqui en
resistencia A la comunidad otomi en lucha y a tod@s l@s que ocupan la sede
del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas en la ciudad de México.
Hoy 17 de noviembre, mientras se festeja un año mas de la fundación del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, queremos denunciar la guerra y las represiones en curso en México, saludar a nuestr@s compas zapatistas que decidieron lanzarse a viajar hacia los cinco continentes, así como todos los pueblos indígenas de México en resistencia contra el despojo, el desprecio y la imposición de mega-proyectos capitalistas en sus territorios.
Antes que todo, desde Europa queremos expresarnos de manera fuerte : l@s zapatistas y el CNI no están sol@s, cuentan con todo nosotr@s! Aunque la situación en Chiapas siempre fue tenso, desde este verano no paren las noticias sobre la intensificación de la actividad de grupos de corte paramilitar : en el norte de Chiapas donde l@s compas de Tila denunciaron cercos, bloqueos, ataques e intimidaciones ; en la zona de los Altos, donde miles de personas originarias de los pueblos de Magdalana, Santa Martha, Chalchihuitan y demás pueblos tuvieron que huir de la amenaza de grupos paramilitares ; en la zona de Chilón, donde actúan grupos de corte paramilitar y donde se pretende construir un cuartel de la guardia nacional ; y, últimamente, en la zona del Ejido Moisés Gandhi y de la comunidad de Nuevo San Gregorio, donde la organización ORCAO destruyeron sembradíos de l@s compas zapatistas, cortaron tubería, electricidad, quemaron bodegas de café, hicieron destrozos en la Escuela Secundaria Autónoma y detonaciones de armas de fuego. Mientras tanto, las autoridades de Chiapas y el gobierno de López Obrador apoyan a los agresores y hacen como si no pasara nada. Este 10 de noviembre, un compañero zapatista fue detenido y secuestrado. Ya Basta !
Escuchando el grito de « SAMIR SIGUE VIVO ! », « AGUA SI, THERMO NO!, también queremos hacer eco a la campaña de información actual emprendida por los pueblos nahuas de Morelos, Puebla y Tlaxcala, y respaldar su lucha decidida en contra de la construcción de un gazoducto cuya peligrosidadfue mas que demostrada en esta región volcánica, de un acueducto que quiere despojar a los pueblos de su agua, así como de zonas industriales y de centrales termoeléctricas que contaminan su territorio y enriquecen a las empresas europeas.
Sabemos como varias multinacionales europeas aprovecharon y corrompieron a los gobiernos de México para maximizar sus ganancias, proponiendo construir obras de muerte a expensas de los pueblos indígenas y de todo nuestro planeta. En alianza con el actual máximo capataz de México, estas empresas europeas no dejan de pisotear a los derechos de los pueblos indígenas, imponiendo sus proyectos sobre el territorio y sin el consentimiento de los pueblos.
Señalamos a Andrés Manuel López Obrador, que traiciono abiertamente a los pueblos de Morelos, Puebla y Tlaxcala en lucha contra la Termoelectrica y el Proyecto Integral Morelos, a provecho de empresas europeas como Elecnor, Abengoa, Enagas, Bonatti, Saint-Gobain, y decenas de otros inversionistas capitalistas. Después de engañar e imponer una falsa consulta, dejo matar al compañero nahua y fundador de la radio libre Radio Amiltzinko Samir Flores Soberanes, sin que haya hasta hoy ninguna investigación, ni justicia. Obedeciendo de nuevo a las presiones de las transaccionales europeas, amenaza hoy en día de reprimir de nuevo a la resistencia de los pueblos. Que los pueblos de Morelos, Puebla y Tlaxcalasepan que estamos en contra de la devastación ambiental, de la represión y de la guerra, y que en la Europa de abajo a la izquierda, estamos de su lado. Esperemos conocer y encontrarnos !
Desgraciadamente, no son los únicos pueblos sufriendo de los atropellos de empresas europeas. En el istmo de Tehuantepec también, todas las grandes multinacionales de la energía, tal como Iberdrola, Gamesa, Electricidad de Francia y muchas demás se están apropiando miles de hectáreas de los pueblos para producir « electricidad verde » que revenden después a precio de oro al gobierno de México. Ahí se multiplican también los proyectos mineros, como en las selvas de los Chimalapas, y se pretende construir una decena de grandes parques industriales donde l@s campesin@s desposeid@s de sus tierras tendrán que vender su fuerza de trabajo, proyecto contemplado con mucho interés por la Union Europea y su Banco Europeo de Inversiones. Tal como el « tren maya », que pretende saquear el sureste del país y convertirlo en unas fotografiás exóticas y engañosas, vendidas después a l@s turistas occidentales. A todos los pueblos luchando en contra de estos despojos, expresamos nuestra solidaridad y nuestra voluntad de hermanarnos mas y conocer mejor todas sus resistencias.
Tambien, hacemos nuestra la lucha contra los feminicidios de Bianca Alejandrina Lorenzana Alvarado (Alexis) en Quintina Roo, de la joven Alma Itzel Romero García en Oaxaca, y de los mas de 1000 casos de mujeres asesinadas reportados el ultimo año en México. Denunciamos fuertemente la represión que sufrieron la marcha del 9 de noviembre pasado en Cancún, Quintana Roo, y la represión contra el tianguis sugestivo feminista en Oaxaca. Ni una mas, que sea en México o en el mundo !
Exigimos también la libertad inmediata del preso yaqui Fidencio Aldama Pérez, injustamente encarcelado desde el 27 de octubre de 2016 en el reclusorio de Obregon, Sonora, como consecuencia de la oposición de su comunidad a que se construyera el gazoducto « Sonora » pasando sobre el territorio yaqui. La construcción de este gazoducto, que tiene como propósito permitir la venta de gas natural desde Estados Unidos hacia México, se topo con la resistencia decidida del pueblo yaqui de Loma de Bacum, pero para aplastarla, intentaron quitar a las autoridades tradicionales en turno para imponer otra gente mas afines al proyecto. Ya son mas de cuatro años que Fidencio Aldama Pérez es secuestrado por el Estado mexicano, pero su lucha es la de tod@s nosotr@s también. Solidaridad con Fidencio !
Mandamos también nuestros saludos al compañero Fredy García, portavoz de la organización indígena CODEDI, encarcelado y luchando adentro del penal de Tanivet, Oaxaca desde mas de un año, y a tod@s los pres@s en resistencia, desde Chiapas hacia Sonora.
Saludamos y respaldamos también a l@s compas otomis de la ciudad de México, que ocupan desde el 12 de octubre pasado las oficinas del ilegitimo « Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas » de México, en el marco de la Jornada Nacional de Movilización en Defensa de la Madre-Tierra, contra la Guerra al EZLN, los Pueblos y las Comunidades Indígenas.
Bien hemos visto como este instituto, liderado por un traidor de la lucha de los pueblos indígenas de México, usa de su influencia en las comunidades indígenas para forzar la aceptación de mega-proyectos que despojan a los pueblos y destruyen el medio ambiente, como es el caso del Tren Maya, del corredor industrial del istmo de Tehuantepec, del Proyecto Integral Morelos, de la construcción de un aeropuerto internacional en Santa Lucia, Estado de México, de una refinería en Dos Bocas, Veracruz y de tantos proyectos mineros a lo largo y ancho del país.
Respaldamos las exigencias formuladas por los seis barrios de Santiago Mexquititlan, Amealco Querétaro, y denunciamos el desprecio, la represión y los desalojos que tuvo que sufrir la comunidad otomi radicada en la ciudad de Mexico. Exigimos también que se resuelva su situación de vivienda y que se respeta su trabajo !
Por fin, aunque habría tanto que seguir denunciando, en este nuevo aniversario de la fundación del EZLN, queremos manifestar a nuestr@s compas zapatistas y del CNI que es con gran placer y con mucha alegría que nos organizamos para recibirles en el próximo año 2021 ! Abajo y a la izquierda, en toda Europa, ya se empieza a correr la voz de su llegada, despertando atención e interés en muchos lados. Nos sentemos alegres, felices, con ganas de revertir el curso de la historia de los dominadores y, tejiendo redes de resistencias y rebeldías mundiales, lograremos armar los lazos entre los diferentes lados de este gran charco ! Gracias por compartirnos tantos sueños y horizontes, para que en todo nuestro planeta, nazcan y crezcan otros mundos mas humanos, mas justos y mas libres !
VIVA LA VIDA !
ABAJO LA REPRESION Y LOS MEGAPROYECTOS DE MUERTE !
QUE FLOREZCAN LOS PUEBLOS DEL MUNDO !
VIVA EL GRAN VIAJE ZAPATISTA !
Desde Europa, firman los colectivos : Comité de Solidaridad con los
Pueblos de Chiapas en Lucha (CSPCL), Paris, francia, Colectivo Paris
Ayotzinapa, Echanges Solidaires/Intercambios Solidarios (Francia), Espoir
Chiapas – Esperanza Chiapas, Mexico-Francia, Mut-Vitz 34 (Hérault,
Francia), CD Films – Francia, Comité de solidarité avec les Indiens des
Amériques
(CSIA-Nitassinan) – Francia, Groupe de soutien à Leonard Peltier
(LPSG-France) – Francia, Union syndicale Solidaires, Francia, Colectivo
Granos de arena (Francia-Mexico), Confédération Nationale du
Travail-France (CNT-f), chorale libertaire «La Rojinegra «,Pirineos,
Francia, Stop EDF Mexique, Collectif el cambuche, Toulouse, Francia,
Colectivo Chiapas-Ariège, Francia, asociasion Americasol de la Red
escargot-Francia, Groupe CafeZ y Casa Nicaragua, LIEJA, Bélgica, Collectif
8 mars Bruxelles – Belgica, Collectif pour l’accueil Zapatistas 2021 en
Bruxelas, Collectif ADES – Bruxelles (Belgica), Corsica Internaziunalista
– Córsega, Associu Sulidarità – sezzione in Pariggi – Córsega, Ya Basta
Moltitudia Roma, Italia, 20ZLN – Italia, Cooperazione Rebelde Napoli
-Italia, Comitato Chiapas «Maribel» – Bergamo, Italia, Associazione Ya
Basta! Milano, Italia, Ya Basta Bologna, Italia, la Pirata: – Colectivo
Zapatista de Lugano, Suiza, – Colectivo Nodo Solidale, Roma, Italia, –
Colectivo Nodo Solidale, México, – Adherentes Individuales Italia,
Alemania, Francia, Asamblea de Solidaridad con Mexico. Valencia, País
Valencia, Estado Español, ASSI – Accion Social Sindical Internacionalista.
Estado Español, Centro de Documentacion sobre Zapatismo (Cedoz). Madrid,
Estado Español, Confederación General del Trabajo (CGT). Estado Español, Y
Retiemble. Madrid, Estado Español, Adherentes a la Sexta Barcelona, Ass.
Solidaria Cafè Rebeldía-Infoespai, Barcelona, La Adhesiva, Barcelona,
Zapatisten Lagunak – Iparralde, Euskal Herria, TxiapasEKIN (Euskal
Herria), IPEH Antifaxista (Euskal Herria), Lumaltik (Euskal Herria),
Lumaltik Aragon, Asamblea libertaria autoorganizada Paliacate Zapatista,
Grecia, Espiral de solidaridad semilla de resistencia, Grecia, Chispa De
Solidaridad con l@s Zapatistas y los Pueblos Indígenas, Atenas, Grecia,
Colectivo “Ramona”, Chipre, Humanrights – Chiapas. Zurich, Suiza,
Solidaridad Directa con Chiapas Zurich – Suiza, Red Ya Basta Alemania,
Movimiento de cooperativas agricolas européas Longo maï, Foro Civico
Européo, Mujerxs de la Sexta en la Otra Europa – Red de Resistencias y
Rebeldias
(Español) Assata Shakur: La pantera más negra
Buscada por el FBI y la CIA. Evadida de una cárcel de máxima seguridad en Nueva Jersey. Perseguida por mercenarios y cazarrecompensas. Exiliada y acogida en Cuba como una heroína. Requerida a Fidel Castro por el Papa Juan Pablo II. Esta es la historia de Assata Shakur, la Pantera más negra y la mujer más buscada de los Estados Unidos.
Por Lautaro Rivara
Se busca
Es el día miércoles 2 de mayo del año 1973. Tres jóvenes negros viajan en un Pontiac blanco desde Nueva Jersey hacia el sur de los Estados Unidos. Son los tiempos duros de “la ley y el orden” de Richard Nixon, y los protocolos del programa de contrainteligencia del FBI exigen detener por faltas menores a los militantes o a los sospechosos de serlo. Negros, latinos, indígenas, pacifistas, socialistas, feministas. Da igual: todos son rotulados -y tratados- como criminales, terroristas y enemigos del Estado.
Las fuentes oficiales dicen que el automóvil tenía dañadas las luces traseras. Los oficiales Werner Foerster y James Harper deciden detenerlo, quizás informados ya de la presencia en el vehículo de tres militantes clandestinos del movimiento negro radical, o quizás sólo por que estos “conducían en estado de negritud”, según la ocurrente expresión de Mumia Abu-Jamal. En el vehículo viajan Zayd Malik Shakur, Sundiata Acoli y Assata Shakur, ex miembros del Partido Pantera Negra y por ese entonces integrantes del Ejército Negro de Liberación. Organizaciones sindicadas como “grupos de odio nacionalistas negros”, etiqueta que es aplicada de forma indiscriminada a agrupamientos de propósitos diversos como la Nación Musulmana, la República de la Nueva Afrika o el Comité Coordinador de Estudiantes No Violentos.
La escena, a partir de entonces, es rápida, confusa, trágica. La secuencia exacta de voces y movimientos es difícil de reconstruir, pero lo que sabemos es que ante los gritos de los policías Assata levanta instintivamente sus dos manos en el aire, cuando un disparo le destroza la clavícula. Sólo Zayd atina a defenderse y tomar una de las armas que están en el asiento trasero del Pontiac. Cae abatido y con él también uno de los oficiales de policía. Assata recuerda: “había luces y sirenas. Zayd estaba muerto. Mi mente sabía que él estaba muerto. El aire era como cristal frío. Se alzaban enormes burbujas y estallaban. Cada una parecía una explosión en mi pecho. Me sabía la boca a sangre y a tierra”.
Luego es sacada a rastras del vehículo. Parece no haber rastros de Sundiata. -Quizás haya logrado escapar- piensa, pero Sundiata será arrestado poco tiempo después. Mientras tanto más policías se aglomeran a su alrededor para darle una paliza. Uno de ellos le apoya el cañón de un arma reglamentaria en la sien. La acusan de haber disparado pero sus dedos, libres de pólvora según el test de activación de neutrones que le hacen en el acto, no dejan lugar a dudas. Su mano cuelga inerte, casi muerta. Assata no disparó. No pudo haber disparado con esa tira de carne flácida que le cuelga del cuerpo y supo ser su mano diestra. Ha recibido, en cambio, tres disparos: tiene un pulmón herido, una bala alojada en el pecho y un brazo completamente paralizado. Las ráfagas de dolor y una nueva tanda de golpes acaban por desvanecerla.
Una educación hostil
Antes de elegir el nombre de Assata Olugbala Shakur, su nombre de combatiente, fue bautizada como JoAnne Deborah Byron. Apellido que en nupcias cambió por el de su primer esposo Louis Chesimard, un activista del que separaría por exigir que ella se amoldara a los preceptos de lo que se suponía debía ser una mujer: la “santísima trinidad” de esposa-madre-ama de casa. Con el tiempo Assata consideraría a sus apellidos como “sus nombres de esclava”. Era frecuente en las décadas del ‘60 y ‘70 que los activistas negros se rebautizaran con nombres de inspiración africana y árabe, influidos por la revalorización del verdadero “viejo continente” producida por el poderoso movimiento musulmán negro y por el Black Power, aunque la huella del orgullo africano fuera visible desde los tiempos del movimiento Back to África y las teorías caribeñas de la negritud. Assata, como tantas y tantos otros, renegó de los apellidos legados a sus antepasados por sus dueños esclavistas, que en este caso se remontaban en la historia hasta la colonia francesa de Martinica. Otros ex esclavos, en cambio, recibieron o se adjudicaron un apelativo genérico, el casi universal apellido freeman -hombre libre-, con el que sus abuelos insistían en llamar a la playa en que se emplazaba su negocio familiar en Wilmington.
Assata nació en Jamaica, pero no en la isla caribeña, sino en la Jamaica del distrito de Queens en Nueva York. Curioso sitio, y con extraños vecinos. Apenas un año antes había nacido allí, a pocas cuadras de su casa, el nieto de un desertor y migrante ilegal llegado de Kallstadt, en la actual Alemania. Un tal Donald John Trump -o Trumpf, porque tal era el apellido familiar original-, quién sería a la postre presidente de los Estados Unidos. Es difícil imaginar trayectorias más divergentes que la de aquellos dos niños neoyorquinos.
Por lo demás Assata tuvo una infancia que llamaríamos normal si normales fueran las sociedades racistas y la educación segregada del tiempo de las leyes Jim Crow. Su niñez en el estado sureño de Carolina del Norte estuvo marcada por una educación familiar que buscaba inculcarle un fuerte sentido de la dignidad personal. Así lo recuerda en su autobiografía: “Mis abuelos me prohibieron estrictamente que contestara «Sí, señora» y «Sí, señor», o que me mirara los zapatos e hiciera gestos serviles al hablar con los blancos. «Cuando hables con ellos, mírales a los ojos», me decían. «Y habla en voz alta para demostrar que no eres tonta»”.
Pero la educación para la vida ruda que debían enfrentar las poblaciones afronorteamericanas también estaba mezclada con fuertes dosis de meritocracia, valores propios de la pequeña y alta burguesía negras educadas “a la Booker T. Washington”, una suerte de “Sarmiento negro”. Sus abuelos querían que su nieta fuera una persona laboriosa, que se integrara al selecto grupo de lo que llamaban “el diez por ciento con talento”, que se juntara “con niños decentes” y que no utilizara los idiolectos propios del inglés popular y sureño. Afortunadamente, Assata no tardó en encontrarse con el eslabón más rebelde de su genealogía familiar: su tío “Willie el salvaje”, un zambo de negra e indio Cherokee, una suerte de leyenda que en las primeras décadas del siglo denunciaba la explotación de las “personas de color” y desafiaba a boca de jarro las normas de la sociedad segregada.
En la escuela en el sur todo era de segunda mano: la educación, los sueldos de los profesores y hasta los libros, que llegaban usados y rotos después de ser descartados en las escuelas para niños blancos. Pero aún más complejo que el racismo institucionalizado, era el racismo auto-infligido por una educación que estimulaba prácticas auto-denigratorias que indicaban que lo negro era sucio, feo, malo y estúpido. Paradójicamente, Assata recordaría sinsabores equivalentes en la educación paternalista de las “escuelas integradas” de Nueva York en donde, siendo la única niña negra de la clase, era vista y tratada como una suerte de chimpancé parlante al que se le prodigaban condescendientes “sonrisitas para negritos”.
Una re-educación política
Años más tarde, el proceso de re-educación en el movimiento negro le llevaría a desandar todas las mitologías estatales de la historia norteamericana, desde la Guerra de Independencia hasta la Guerra de Secesión, desde la Conquista de América hasta la Guerra de Vietnam, en un país que se ha pasado guerreando 223 de sus 244 años de existencia. Una Assata urticante concluiría, por ejemplo, que el proceso por el que las Trece Colonias conquistaron su independencia respecto de los británicos fue una “mal llamada revolución” y que fue “liderada por unos cuantos niños ricos blancos que se cansaron de pagar impuestos elevados al rey”.
También sus ídolos de la infancia fueron demolidos uno a uno, desde el patriarca Abraham Lincoln, partidario de la deportación masiva de negros a Liberia, Haití o cualquier otro destino de África o el Caribe, hasta Elvis Presley, quién se refirió a que lo único que los negros podían hacer por él era comprar sus discos y lustrarle los zapatos, y que en 1970 se ofreció como soplón voluntario para el FBI.
Entre la venalidad de los arribistas negros y la banalidad del restringido y racializado American Way of Life, la joven Assata irá buscando a tientas un camino. Un hito importante será su encuentro con estudiantes africanos en la universidad, los cuales le revelarán un mundo más allá de los estereotipos en boga: el de los comunistas que en las tiras cómicas se vestían todos iguales y trabajaban invariablemente en las minas de sal, el de los africanos calibanescos que comían carne humana y andaban con taparrabos, o el del evangelio democratizador que se suponía que los marines norteamericanos -blancos y negros- estaban llevando a Vietnam. Se trataba de cepillar a contrapelo una educación plena de estereotipos y fantasías sobre el Tercer Mundo en un país que, como ninguno, ignora profundamente el mundo que domina. Assata concluirá en aquel período como estudiante: “Todo es mentira en amérika [sic] y lo que lo mantiene en marcha es que demasiada gente se lo cree”.
Como muchos jóvenes, Assata llegó al movimiento negro radical después de un proceso de desencantamiento con los límites de la prédica no-violenta y del proyecto integracionista del movimiento por los derechos civiles. Integrarse, sí. ¿Pero integrarse a qué? ¿Cuántos y quiénes podrían hacerlo? ¿Qué pasaba con el “noventa por ciento sin talento”? ¿Cuál era el costo -político, ideológico, ético- de dicha integración? ¿Integrarse no implicaba negarse? ¿Era posible integrarse sin usufructuar parte de los dividendos de la política colonial? ¿No se asemejaban acaso las políticas que el Estado norteamericano implantaba en lo guetos de negros con la que exportaba a los países del Tercer Mundo?
Assata evoca las reuniones de la NAACP (la Asociación Nacional para el Progreso de las Gentes de Color), una veterana organización de la pequeña burguesía negra que predicaba la no-violencia y el “poner la otra mejilla”. Pero la violencia estatal continuó devorando por igual a pacifistas y beligerantes, mientras la lista de mártires se engrosaba por aquellos años: Viola Liuzzo, Imari Obadele, Medgar Evers, Martin Luther King, Malcolm X, Fred Hampton, Emmet Till, George Jackson, Nat Turner, James Chaney y un largo etcétera. Assata llegará a la conclusión de que “nadie en el mundo, nadie en la historia, ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de la gente que los oprimía” y que “el movimiento de los derechos civiles nunca tuvo ni la más mínima posibilidad de triunfar”.
El nacionalismo negro estaba entonces en pleno auge, y durante su estadía en el Manhattan Community College, Assata no tardará en participar en reuniones de la República de la Nueva Afrika, un movimiento que pretendía el establecimiento de una nación negra independiente en los estados sureños de Carolina del Sur, Georgia, Alabama, Mississippi y Louisiana. Lo que antes se conocía como el Black Belt o “cinturón negro”, una vieja propuesta que ya habían defendido comunistas como Harry Haywood. Sin embargo, Assata prescindirá de una participación activa hallando la idea sugerente pero inviable.
Entrará en contacto también con los Boinas Cafés, una organización revolucionaria de chicanos; con los maoístas chino-estadounidenses de la Guardia Roja en Chinatown; y visitará repetidas veces a los indígenas estadounidenses y canadienses que habían ocupado la Isla de Alcatraz en protesta por la desposesión de sus tierras. Y, finalmente, en ese hervidero que eran los Estados Unidos de finales de los ‘60 y principios de los ‘70, conocerá en Oakland al Partido Pantera Negra, con lo que su concepción política dará un giro internacionalista. A través del estudio de los procesos de liberación africanos llegará, indefectiblemente, a identificarse con el marxismo y el comunismo, en particular con los procesos y líderes del Tercer Mundo: Fidel Castro, Ho Chi Minh, Agostinho Neto, Carlos Marighella, Ernesto Che Guevara, etc.
Pantera
Su fascinación con las Panteras Negras, una organización fundada en 1966, había sido inmediata, aunque su incorporación a la organización ellas se hubiera demorado. En particular, le atraía el hecho de que sus militantes “no trataban de parecer intelectuales hablando de la burguesía nacional, del complejo industrial (…) Simplemente llaman cerdos a los cerdos. (…) Hablaban de los cerdos políticas racistas y de los perros racistas”. En particular, vio en la organización una estrategia coherente de autodefensa por parte de las propias comunidades, y un aceitado ejercicio de solidaridad con los movimientos y procesos de liberación del Asia, África y América Latina y el Caribe.
Pese a reflexionar en ese entonces en torno a la insuficiencia de las luchas estudiantiles, Assata continuó desarrollando labores en el medio universitario para el Partido. También se desempeñó en el equipo médico de la organización y en el Programa de Desayunos que la organización brindaba gratuitamente a más de 10 mil niños, rebasando las tradiciones prácticas de caridad eclesiástica y ensayando desde allí la organización política de las comunidades. Por ese entonces trabajó en la campaña para recaudar fondos por la liberación de las 21 panteras que habían sido encarceladas por el FBI.
Eran tiempos frenéticos, apabullantes, con muchos nombres y muchos rostros que circulaban profusamente. Pronto el Partido y otras organizaciones entrarían en un espiral descendente en el que se confundirían y amplificarían los errores propios y las intrigas del COINTELPRO, el programa creado por el FBI para infiltrar y destruir los movimientos radicales. La campaña sistemática y masiva del programa incluía intrigas, rumores, cooptación, espionaje, infiltraciones, represión, tortura, asesinato y otros métodos non sanctos. Su resultado sería el desbaratamiento de organizaciones enteras, el encarcelamiento masivo de disidentes y el vuelco precario de miles de militantes a la clandestinidad.
Assata propone, en su autobiografía, un ejemplar ejercicio de crítica y autocrítica que incluye, entre varios elementos: el señalamiento del fetichismo armado de ciertos miembros del partido; la insuficiencia de los planes de formación política, en particular en lo que a organización y movilización refiere; un internacionalismo a veces algo abstracto que prescindía del análisis y la comprensión de la propia realidad nacional; un método de trabajo que en su versión más tosca se resumía en la fórmula portación de armas más asistencia social; el automatismo y la falta de pedagogía de ciertos procesos; el sexismo y el “culto al macho” reforzado por la propia lógica militarista; las dificultades para distinguir entre la lucha política legal y la lucha militar clandestina; el dogmatismo y las purgas de dirigentes y militantes valiosos; y, finalmente, el militarismo y la sustitución del trabajo político. Como resultante Assata y otros militantes abandonarían un partido ya casi reducido a su mínima expresión, y se integrarían a una organización más flexible y descentralizada: el Ejército Negro de Liberación.
Presa
“Hermanos y hermanas Negras, quiero que sepan que les amo y que espero que en algún lugar de su corazón tengan amor para mí. Me llamo Assata Shakur (…) y soy una revolucionaria. Una revolucionaria Negra. Con eso quiero decir que he declarado la guerra a todas las fuerzas que han violado a nuestras mujeres, han castrado a nuestros hombres y han mantenido a nuestros bebés en la miseria. (…) Soy una revolucionaria Negra y, como tal, soy una víctima de toda la ira, el odio y la maledicencia de la que ameŕika [sic] es capaz. Como a todos los otros revolucionarios Negros, amérika intenta lincharme”. Así comienza una cinta grabada el 4 de julio de 1973.
Los policías que la custodian en el hospital se saludan alternativamente con la venia militar o con el saludo nazi-fascista. Assata asegura que siempre los llamó nazis o “cerdos fascistas” en un sentido figurado, pero ahora se enfrenta a la dura constatación de la retórica. A partir de allí comenzará un largo periplo de seis años y medio por hospitales, tribunales, cárceles de alta seguridad y celdas de aislamiento. Será encontrada inocente en la inmensa mayoría de los cargos que se le imputan -portación ilegal de armas, asalto, secuestro, asesinato- incluso de aquellos por los que huía la noche de su captura.
A partir de allí será sometida a toda suerte de privaciones. A la libertad, primero, pero será muy clara sobre sus limitaciones históricas para las poblaciones negras de los Estados Unidos: “La única diferencia entre esto [la cárcel] y la calle es que una es de máxima seguridad y la otra es de mínima. La policía patrulla nuestras comunidades justo como aquí patrullan los guardias. No tengo ni la más remota de lo que se siente ser libre”. Será recluida en cárceles de hombres. Se le denegará el reposo y hasta la oscuridad, sometida a 24 hs diarias de vigilancia. Le será retaceada una atención médica adecuada, incluso durante su embarazo y su parto en el Hospital Elmhurts, en el que dará a luz atada a una cama y custodiada por policías armados. Durante nueve meses no dejará de preguntarse: “¿Cuántos lobos se ocultan en la maleza para comerse a mi hijo?”.
Luego será obligada a trabajar de forma gratuita en prisiones federales, una práctica rutinaria y “legal” a resguardo de la fatídica Decimotercera Enmienda de la Constitución. Se le confinará en aislamiento durante largos períodos hasta el punto de llegar a perder de forma temporal y parcial la capacidad del habla. Será agredida sexualmente y amenazada permanente con ser violada. Sufrirá juicios de carácter netamente político, con procesos inverosímiles, jurados casi exclusivamente blancos y jueces venales, pero no se le permitirá una defensa política de su vida y de su causa. Será linchada mediáticamente, y el juicio que finalmente la encontrará culpable de homicidio tan sólo rubricará la culpabilidad ya sentenciada por la prensa. Sufrirá todas las formas de tortura concebibles para al fin afirmar indoblegable: “yo tengo que ver con la vida”.
A esta altura de la pequeña saga conformada por nuestras bitácoras, es inevitable que la historia de los y las internacionalistas se atraigan, se acerquen, se rocen y en ocasiones hasta se abracen. En la cárcel de mujeres de máxima seguridad de Alderson, en Virginia Occidental, diseñada para “las mujeres más peligrosas del país”, Assata se topará con una mujer blanca entrada en años, con cabello entrecano, “de aspecto digno, de maestra de escuela”. Inmediatamente reconocerá en ella a Lolita Lebrón, la heroica independentista puertorriqueña. Nunca la sororidad tuvo un sentido más pleno que entre esas dos mujeres que pagaban con holgura el precio de su determinación. Lolita, valiente, inquebrantable, mística, llevaba ya un cuarto de siglo privada de su libertad, alejada de su patria y sus afectos y políticamente aislada, sostenida tan sólo por su fe y su pasión por la causa independentista boricua. Lolita marcaría también otro hito en el proceso de formación de Assata, al llevarla a reconsiderar aspectos como la religiosidad popular, los vínculos entre cristianismo y socialismo, y a conocer la corriente latinoamericana de la teología de la liberación.
Libre y sin color
“«Vas a volver pronto a casa (…) No sé cuándo, pero vas a volver a casa. Vas a salir de aquí.», le había dicho su abuela tras un sueño que sería un presagio. De esta vida llena de hiatos, clandestinidad y falsas identidades -Assata llegaría a tener más de 20 alias- nada resulta tan misterioso como su fuga, el 2 de noviembre de 1979, del penal de máxima seguridad del condado de Clinton. Lo poco que sabemos es que tres hombres negros armados irrumpieron en la prisión tomando a dos guardias de rehén, liberándola en una operación de precisión quirúrgica, sin bajas ni heridos. Se presume que se habría tratado de una acción de sus compañeros del Ejército Negro de Liberación largamente planificada. Después de cinco nuevos años de vida clandestina bajo las narices de la CIA y el FBI, Assata conseguiría pegar un salto de gacela hacia Cuba.
Allí verá, materializadas en aquel pequeño laboratorio insular, las tentativas de igualdad radical por las que siempre había luchado: “Aunque saben del racismo y del ku klux klan y del desempleo, ese tipo de cosas no entran en su concepción de la realidad. Cuba es un país de esperanza. Su realidad es tan diferente. Me impresiona cuánto han conseguido los cubanos en tan poco tiempo de Revolución”. En particular, le sorprendería la realidad y el tratamiento de la cuestión racial: “Se veía a Negros y blancos juntos por todas partes: en coches y paseando por las calles. Niños de todas las razas jugaban juntos.” “Un amigo cubano Negro me ayudó a entenderlo mejor. Me explicó que los cubanos daban por hecho su herencia africana. (…) Me dijo que Fidel, en un discurso, le había dicho a la gente: -Todos somos Afro-Cubanos, de los más paliduchos a los más morenos. (…) Aunque estaba de acuerdo conmigo, me dijo enseguida que él mismo no se veía a sí mismo como Africano: -Yo soy cubano”.
Aún más, aquel amigo suyo se refirió a un compatriota desembozadamente racista que se había opuesto, originalmente, al matrimonio de una de sus hijas con un negro cubano. Su razonamiento, ante el hecho, será inapelable: “Mientras apoye la Revolución, no me importa lo que piense. Me importa más lo que hace. Si realmente apoya la Revolución, cambiará. E incluso si no cambia, sus hijos van a cambiar. Y sus nietos cambiarán todavía más.” ¿Es qué acaso se ha establecido mejor definición de lo que es una revolución?
En otra ocasión Assata fue llamada “mulata” y llegó a sentirse profundamente ofendida: “-Yo no soy mulata. Yo soy una mujer Negra, y estoy orgullosa de ser Negra -le decía a la gente (…) Algunas personas entendían lo que quería decir, pero otros pensaban que estaba demasiado obsesionada con el tema racial. Para ellos, mulato era simplemente un color, como rojo, verde o azul. Pero para mí representaba una relación histórica.” De pronto, en aquella latitud caribeña, Assata Shakur, “la pantera más negra”, negra en lo que negro tenía de carga racista y estigmatizante, pero también de orgullo racial y autoestima combatiente, se encontraba en Cuba sin color. Quizás alguna vez se haya topado con aquel poema de Nicolás Guillén que rezaba: Aquí hay blancos y negros y chinos y mulatos. / Desde luego, se trata de colores baratos / pues a través de tratos y contratos / se han corrido los tintes y no hay un tono estable. / (El que piense otra cosa que avance un paso y hable.)
Assata Shakur, a sus 73 años, lleva una vida discreta y sigilosa para no llamar la atención de los mercenarios y cazarrecompensas que buscan capturarla y colocarla en una lancha rumbo a la Florida, en donde el FBI, burlado una y otra vez, ha ampliado a 2 millones de dólares la cifra que ofrece por su captura. Alguna vez Assata preguntó: “¿Por qué merezco tal atención? ¿Por qué represento tal amenaza?”. La pregunta encabezaba una carta personal que envió al papa Juan Pablo II, quien había sido convencido de solicitar a Fidel Castro su extradición a los Estados Unidos durante su visita a Cuba en enero de 1998. Un inmenso cartel aparecido en la isla dió la respuesta lacónica de Fidel y el pueblo cubano: hands off Assata -las manos fuera de Assata-. Quizás Assata Olugbala Shakur represente aún hoy una amenaza por haber logrado comprender que correspondía a ella concretar los sueños que su abuela soñaba, “que los sueños y la realidad son opuestos” pero que “es la acción lo que los sintetiza”.