(Español) ¡El Paro no para! ¡Seguiremos juntxs hasta cambiarlo todo!
¡GRACIAS PUEBLO! Llevamos un mes en #ParoNacionalColombia … Tuvo que pasar mucho en esta tierra para que hoy la semilla de la libertad rebrote con fuerza incontenible. Despertamos y con nosotrxs despertaron los espíritus de lxs que ya no están. Somos vida, a esta tierra pertenecemos y ni sus balas, ni sus mentiras, ni sus gobiernos detendrán a estos pueblos libres.
¡Seguiremos en las calles, seguiremos juntxs, hasta cambiarlo todo!
*Enseñanzas y retos de cuatro semanas de rabia y desborde juvenil/popular (Video vía La Dosis TV– DesdeAbajo):
*Paro, huelga, estallido, minga, insurrección y fiesta popular frente a la estrategia de muerte (Texto de Fernando Dorado, vía Rebelión):
El alzamiento popular denominado “Paro Nacional” que está en desarrollo en Colombia desde hace casi un mes, es un verdadero estallido social que se manifiesta de diversas formas.
Ha sido una verdadera explosión de creatividad rebelde -especialmente juvenil y de género- en donde el arte a todo nivel (música, grafitis, danza, performance, etc.) se convirtió en instrumento de expresión de la inconformidad que estaba contenida por el miedo y la incertidumbre.
Es, a la vez, una huelga parcial de trabajadores del Estado; un “paro forzado” de importantes sectores de la producción debido al bloqueo de vías dentro de las ciudades y de carreteras troncales; y es una gran minga comunitaria de indígenas, campesinos y afros, en regiones de tradición de lucha como Cauca, Nariño, Huila, Putumayo, Catatumbo y otras.
Pero también es una infinidad de marchas y concentraciones de trabajadores, estudiantes y población en cientos de cabeceras municipales; y una insurrección relativamente espontánea de jóvenes valientes de barrios populares en grandes ciudades y de millares de pobladores en medianos y pequeños municipios, que le están dando vida a nuevas formas de organización.
Seguramente este acontecimiento es mucho más que la suma de todas estas formas de acción popular. Es una expresión de rebeldía de un pueblo que ha vivido en las últimas décadas (y desde siempre) en medio de diversos y agudos conflictos sociales, políticos y culturales – armados y desarmados- que influyen de una u otra manera en sus dinámicas.
Esta explosión social es resultado de un acumulado de luchas de largo aliento y otras recientes entre las cuales se destacan la Minga Comunitaria del Suroccidente y el Paro de los corteros de caña de 2008, el Paro Agrario de 2013, los Paros Estudiantiles de 2011 y 2018, y el gran Paro Nacional de noviembre de 2019, que no logró tener continuidad en 2020 por el impacto de la pandemia.
Existe un consenso general en cuanto a las causas de esta potente explosión de rebelión popular. Colombia es el país más desigual e inequitativo de la región; inmensas riquezas y grandes extensiones de las mejores tierras están en manos de unas pocas familias y grupos económicos, mientras más de la mitad de la población vive en la pobreza y la miseria.
Las castas dominantes colombianas han impuesto desde siempre un régimen criminal que combina la más abierta dictadura violenta con una institucionalidad aparentemente democrática que se basa a enfrentar pueblo contra pueblo, aprovechándose de la gran diversidad étnica y cultural que existe entre amplios sectores de la población colombiana, y en la aplicación de elaboradas estrategias para radicalizar a los sectores más avanzados, aislarlos y golpearlos.
No obstante, ese tipo de control pareciera estar agotándose por efecto de dos (2) fenómenos socio-económicos que están en desarrollo en las últimas décadas, que se han expresado con toda potencia en el actual estallido social, y que hasta ahora no se habían manifestado debido al efecto de contención causado por la economía del narcotráfico y el conflicto armado.
Uno de ellos, consiste en el fortalecimiento económico, social y cultural de los pequeños y medianos productores agrarios (cafeteros, arroceros, paneleros, lecheros, fruticultores, cacaoteros, etc.) que han empezado a cuestionar el poder corporativo que desde finales del siglo XIX construyó la oligarquía que los sometía a ser simples productores de materias primas. Hoy ellos avizoran la posibilidad de convertirse en actores de una nueva economía que avance hacia la industrialización de sus productos, dado que la economía basada en la extracción de materias primas (petróleo, carbón, oro) entró en profunda crisis.
Y el otro fenómeno, es la aparición de una inmensa capa de “nuevos trabajadores” (el precariado o proletariado del siglo XXI) que está compuesto principalmente por jóvenes profesionales, unos asalariados y otros “emprendedores”, que son los sectores que sufren con mayor impacto tanto el desempleo como la precarización laboral, pero además, son sectores fuertemente explotados por los bancos que se apropian de su trabajo y escasas ganancias.
Estos fenómenos hacen parte de la realidad global de un mundo que no ofrece ninguna oportunidad de vida a las nuevas generaciones. Esa juventud es consciente de la quiebra moral del modelo de acumulación capitalista que sustenta una crisis civilizatoria que ha puesto a la humanidad de cabeza frente al futuro inmediato. Ellos han empezado a entender que el gran capital nos conduce a un suicidio colectivo, perciben un “no futuro” que los abruma y sienten que el riesgo de la extinción como especie es algo posible e inmediato.
Y así los jóvenes colombianos no lo expresen en sus relatos y pliegos de exigencias, lo manifiestan en sus expresiones artísticas y creativas consignas aunque todavía estén en una fase de consciencia instintiva y sensitiva. Ya avanzarán con mayor consistencia.
Sobre lo coyuntural
Algunos analistas plantean que el gobierno de Duque provocó consciente y calculadamente al pueblo con la agresiva reforma tributaria, igual a lo que hicieron con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, ante la certeza de que iban a perder las elecciones en 2022 si Colombia se mantenía en paz.
Es decir, así el estallido social sea auténtico y justo, podría haber sido provocado y manipulado para poder remplazar al “enemigo interno”. Hasta hace pocos años eran las Farc y ahora ese enemigo es Gustavo Petro, un político que se ha mostrado como un candidato presidencial imparable frente a la incapacidad de un gobierno como el de Duque.
De acuerdo a esa perspectiva, esas castas oligárquicas están implementando un guion dirigido a convertir la protesta ciudadana en una verdadera guerra fratricida. La combinación de infiltración, provocación, represión oficial y asonadas pagadas, estaría dirigida a radicalizar a los protestantes, aislarlos de las mayorías y golpear a las fuerzas más avanzadas.
La diversidad de actores sociales y la relativa falta de coordinación (y dirección) les habría facilitado el juego de combinar la represión más brutal con las dilatadas negociaciones para alargar el conflicto social -especialmente los bloqueos- y así agotar a amplios sectores de la población que apoyan el “paro” pero que se cansan muy rápido al tener que sufrir la inmovilidad y el desabastecimiento de alimentos, combustibles y medicinas.
Así pareciera que el gobierno empieza a ganar la iniciativa. Es posible que el bloque de poder dominante logre resultados inmediatos en cuanto a derrotar por la fuerza del terrorismo de Estado al movimiento popular pero el proceso de rebelión social que se ha iniciado no tiene reversa, como no lo tiene en América Latina y en todo el mundo. El modelo capitalista basado en el capital financiero que destruye la naturaleza, a la sociedad y al trabajo humano, no tiene salida hacia el futuro. Pero además, la civilización basada en la economía crematística y en el patriarcado, ha entrado en una fase de agotamiento y crisis sistémica.
A pesar de que esas previsiones sean posibles, no sabemos de antemano el desenlace. Si como ocurrió en Chile, los efectos de la rebelión democrática logran afirmarse en la consciencia colectiva, el pueblo colombiano derrotará en las urnas en 2022 la estrategia de guerra y de muerte implementada por la oligarquía.
Todo es posible cuando entramos en un nuevo umbral y hemos visto el miedo de frente.
*Colombia, 28 de Mayo: la descubierta violencia estatal encubierta (Reporte vía Equipo DesdeAbajo):
Viernes 28 de mayo, paro nacional en Colombia. Como en las citaciones anteriores, por decenas de ciudades la comunidad se movilizó de manera alegre, entonando cánticos, celebrando un mes de intensas movilizaciones. Abril 28, despertó un inmenso conglomerado social, transformado en un alzamiento juvenil/popular que fue dando cuenta de pretendidas reformas gubernamentales, todas injustas e improcedentes, así como de funcionarios públicos, autoritarios como el mismo gobierno del que hacían parte.
El nuevo llamado a paro estuvo antecedido de la negativa del gobierno Duque a firmar un acuerdo que de paso a la instalación de una mesa de negociaciones para entrar a resolver a fondo el Pliego de Emergencias radicado ante el gobierno de turno por decenas de organizaciones sociales desde hace más de un año.
Con un mes de lucha, con varios triunfos entre las manos, los sectores movilizados coparon calles con la convicción de que son nuevos tiempos, en los que es posible alcanzar más triunfos, además de ahondar el tejido organizativo para poder sostener y prolongar la onda por el cambio, la misma que debe alcanzar sintonía profunda en los territorios.
En medio de esta celebración, en la ciudad de Cali, los manifestantes que estaban en el sector conocido como La Luna, fueron atacados a bala por un civil por cuya acción dos personas perdieron la vida (Luis Eduardo López Solano de 35 años, trabajador del Teatro Municipal Enrique Buenaventura y Michael Aranda, joven que fue trasladado muy grave al hospital, donde se certificó su muerte). La reacción solidaria de un grupo de los atacados alcanzó a rodear al atacante, hasta lincharlo. La revisión de sus prendas de vestir arrojaron un resultado “sorpresa”: el personaje era agente del CTI. Es decir, el atacante y asesino, linchado por los aireados manifestantes, era un agente encubierto.
La noticia se esparció como pólvora, de manera que el Fiscal General, Francisco Barbosa, salió rápidamente a lavar la cara del establecimiento. Según su relato, el agente encubierto, cuyo nombre era Fredy Bermudez, sí era activo del CTI pero “estaba de vacaciones”. ¡Qué vacaciones!
El suceso recuerda otros acaecidos a lo largo de los treinta días de paro nacional y en los cuales diversas manifestaciones sufrieron ataques a bala por personajes de civil, incluso ante la vista de uniformados. En todos ellos la sospecha de que son agentes encubiertos late por todas partes, la suspicacia de que son provocadores en procura de generar confusión, muerte y temor siempre está presente, pero hasta ahora no había sido posible dejar al desnudo, como en este día: los provocadores y los asesinos hacen parte del establecimiento, son sus protectores.
Producto de esta manera de operar –paramilitar / parapolicial–, fueron asesinados Nicolás Guerrero en la misma ciudad de Cali, y Lucas Villa en la ciudad de Pereira. Pero en circunstancias similares una docena de integrantes de la minga indígena fueron baleados. Otras docenas de manifestantes también registran en su humanidad las huellas de bala.
Mientras esto sucedía en esa parte de la ciudad, en otro sector de la capital vallecaucana, en la Universidad del Valle y sus alrededores –barrio Ciudad Jardín–, los manifestantes eran atacados a bala por civiles, incluso con armas de asalto, protegidos con chalecos antibalas, disparando en presencia de agentes de la policía motorizada. Las denuncias dan cuenta de varios heridos pero no precisan cuántos ni la gravedad de las lesiones.
El sector donde ocurrieron los hechos es el mismo donde la minga indígena fue atacada en días anteriores y en iguales circunstancias. Es decir, la evidencia se repite y con gravedad: existe un sector de la sociedad, de altos ingresos, fanática de la defensa de su riqueza, mentalizada en que el orden se impone a punta de bala, por el derecho que les da esa misma riqueza, la cual compra salvoconductos, silencio e impunidad. Cuarenta años de paramilitarismo, de un Estado terrorista e instigador de la violencia, asesino de su propio pueblo, ha dado muchos frutos extremos, entre ellos la disposición del aparato policial y militar para defender exclusivamente a la minoría de la sociedad, no a toda como lo ordena el cuerpo constitucional; pero por otro, la extensión de una mentalidad militarista, de odio de clase, con ideas de propiedad, orden y racistas claramente arraigadas, soporte y defensa del 1 por ciento, los demás sobran. Y como sobran, o se quedan en sus barrios, veredas, resguardos, quietos, sin hacerse sentir, o se exponen al derecho que les asiste a los ricos, y a quienes los defienden: la mal llamada “fuerza pública”.
En otras ciudades del país las marchas de quienes acataron el llamado a paro y a celebrar, fueron atacadas por el Esmad y los heridos y detenidos se cuentan por decenas. Se denuncia la muerte de por lo menos otros dos manifestantes, también en Cali o sus cercanías. Uno de ellos perdió la vida en la vía que conduce a Candelaria, en una disputa –según las autoridades entre un sector que bloqueaba la vía y otro que intentaba su desbloqueo–. El otro muerto ocurrió en el barrio Meléndez: según denuncias de derechos humanos, era Sebastián Jacanamejoy, indígena del Pueblo Inga y estudiante de la Universidad del Valle información que está en proceso de verificación. La orden del establecimiento es una y solo una: hay que restablecer la producción a como de lugar, no importa el costo que ello signifique en vidas de los marginados. Así continuará su proceder en los días que vienen y entre ojos tienen a quienes resisten con los bloqueos a lo largo del país.
Como antesala a ello, Duque ordena el máximo despliegue militar en Cali y el Valle del Cauca: “Quiero dejar claro que este despliegue llevará a casi triplicar nuestra capacidad en menos de 24 horas en todo el departamento…” . Una orden que da respuesta a la insistente demanda a los gremios de país a desbloquear las autopistas. El costo humano de las acciones que ya pueden preverse no será poco.
Es una acción militar, económica u política que también ha estado antecedida por la inculpación al Comité Nacional del Paro de la existencia y pervivencia de tales bloqueos. Por lo tanto, una vez procedan a desbloquear a la fuerza inculparán al citado Comité de todo lo que pueda suceder en esos operativos
Entra así el Paro nacional en una nueva fase: su confrontación a través de una abierta acción militar.
La resistencia
El paro del 28 de mayo termina con luto y dolor, y el duelo por las víctimas lo celebraran los marginados y excluidos con nuevas jornadas de resistencia, a pesar del militarismo, del paramilitarismo, de los parapolicías, de las manipulaciones, de la desinformación, de la intimidación.