Matteo Dean, ser migrante
La Jornada
Luis Hernández Navarro
Durante toda su vida persiguió a la injusticia pero al final la injusticia lo alcanzó a él. Matteo Dean tenía 36 años al momento en que la muerte lo encontró. Montado en su Suzuki 600, esperaba pagar el peaje de la caseta de la carretera Toluca-México cuando, a las 3:15 de la tarde del sábado 11 de junio, un camión sin frenos lo arrolló.
Matteo regresaba a la ciudad de México después de dar una conferencia sobre los 150 años de la unificación del Estado italiano. Había quedado en comer con su esposa, Sol Patricia Rojo. Poco menos de una hora antes la había llamado por teléfono desde Toluca para decirle: “Estoy muy contento. Nunca he sido tan feliz en mi vida”.
Matteo hizo tantas cosas que parecía tener mucho más edad de la que su acta de nacimiento decía. Nació en el poblado de Opicina, en Triste, Italia. Viajó literalmente por todo el mundo. Organizó colectivos autogestionarios, dio clases de italiano, fue investigador especializado en el mundo del trabajo y la migración en el Centro de Investigación Social y Asesoría Laboral; escribió reportajes, crónicas y artículos de fondo en La Jornada, Desinformémonos, Il Manifesto y otros medios, participó en una diversidad de cumbres y protestas altermundistas y fue documentalista.
Hermano menor de una familia separada desde que él tenía seis años, creció al lado de su madre. Estudió en la universidad un año de ingeniería y un año de historia, hasta que el movimiento social le hizo abandonar sus estudios. En Trieste formó parte del Centro de Cultura Italiana y se dedicó a ocupar espacios urbanos abandonados, en los que jóvenes y migrantes que no tienen casa encuentran vivienda digna. Fue parte de los Centros Sociales del Nordeste italiano, uno de los fenómenos políticos más innovadores de la izquierda de ese país.
Matteo llegó a México muy joven, casi por error, después de buscar un amor perdido en Canadá. La insurrección zapatista lo atrapó y se fue a vivir a San Cristóbal de las Casas. Estudió historia en la UNAM pero la huelga de 1999 lo absorbió. Participó en las protestas contra el Foro Económico Mundial efectuado en febrero de 2001 en Cancún. En dos ocasiones fue expulsado del país, pero siempre se las arregló para regresar. Desde 2004 residió permanentemente en el país con una FM2, y un año más tarde comenzó a dar clases de italiano en el Instituto Italiano de Cultura. Sus alumnos lo apodaron El Profesor Gramaticus, por su interés en el conocimiento y enseñanza de los preceptos que rigen los usos correctos de la lengua.
Matteo fue un hombre muy culto. Fue, a su manera, un autodidacta que se educó como lo hicieron los organizadores obreros de principios del siglo XX. Le apasionó el estudio de la historia. Teóricamente se formó en el obrerismo italiano, particularmente en la obra de Antonio Negri, Paolo Virno y Sandro Mezzadra. Fue, además, lector incansable de ciencia ficción, especialmente de Philip K. Dick (el autor cuya obra inspiró la película Blade runner), precursor del género cyberpunk, a quien Dean consideraba un filósofo.
En 2004 Matteo encontró que lo que más le gustaba en la vida era escribir. A partir de entonces se dedicó a hacerlo con todo su empeño. Humilde, sencillo en el trato con los otros, genuinamente interesado por sus vidas, dotado de una peculiar capacidad para escuchar, construyó una red de relaciones sociales vasta y diversa. Sus escritos fueron redactados desde esos vasos comunicantes y ofrecen un punto de vista informado, original y genuino.
Viajero incansable, nómada en búsqueda de su espacio, migrante que ejerció el derecho de fuga, Matteo dedicó una parte muy importante de su biografía y de su obra a la inmigración. Explicó con gran erudición el ser migrante en lo general y las condiciones en Europa de los migrantes africanos, gitanos y de los Balcanes. “Un migrante es hoy algo extraordinario –escribió–, ni mejor ni peor, nada más distinto. Algo que ni siquiera las lenguas pueden contemplar. Algo que los gobiernos no han podido entender.” La editorial Sur + publicará muy pronto una recopilación de sus ensayos con el título Ser migrante.
Especialista en outsourcing y en precariedad laboral, sostuvo, a contracorriente de las lecturas dominantes en la izquierda, que es posible “darle la vuelta a la tortilla” y ver la flexibilidad laboral no como un problema, sino como una posible vía de fuga de la esclavitud del trabajo asalariado.
Durante años buscó en la ciudad de México un espacio de convivencia como el existente en los Centros Sociales italianos y en la organización Ya Basta! Trabajó por construirlo. En la colonia Ampliación Tepepan promovió proyectos de alfabetización, cineclubes y de desayunos comunitarios. A pesar de todo, no estuvo satisfecho con los resultados.
Rubio de ojos claros, Matteo vivió siempre con el conflicto de añorar su tierra y anhelar vivir en México. Amaba este país, aunque cada vez estaba más preocupado con su catástrofe. Sin embargo, vivía en el limbo. Sentía que a pesar de todo lo que había hecho aquí no era considerado realmente un mexicano, y que en Italia ya no lo veían como italiano. Las muestras de duelo y afecto que sus compañeros mostraron a raíz de su fallecimiento evidenciaron que esa sensación suya no estaba del todo fundada. Él era mexicano, era italiano, era un ciudadano del mundo.
Como si fuera él mismo un personaje de la ciencia ficción que tanto disfrutaba leer, Matteo pareció presentir lo que sucedió y comenzó a preparar su despedida dos meses antes de su muerte. Insistió a su esposa Sol Patricia en formalizar su relación de seis años, le dio instrucciones precisas de qué hacer en caso de que él falleciera, compartió con ella cuentas bancarias y renovó las listas de contactos para avisar en caso de alguna emergencia.
Al enterarse de la muerte de Matteo Dean, un policía italiano dedicado a vigilarlo le envió a su hermano un mensaje póstumo reconociendo su trayectoria, honestidad y nobleza. Matteo fue uno de los dos traductores al italiano de mi libro Sentido contrario: vida y milagros de rebeldes contemporáneos, un álbum de fotos de personajes disidentes de trayectoria ejemplar. Sin ninguna duda él mismo debe ocupar un lugar en sus páginas.