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I. El Paro Nacional: entre la dignidad del pueblo y la traición de los dirigentes

Por: Víctor Guillén- La Direkta

El Paro Nacional de Colombia o 21N representa para un gran porcentaje de la población del país, la oportunidad de expresar descontento y cansancio con las condiciones en las que hemos ejercido nuestros derechos como ciudadanos y ciudadanas, los cuales han sido limitados y privatizados, como en el sueño húmedo de la utopía neoliberal del psicópata Milton Friedman, con represión militar y límites a las libertades personales de los pobres, incluyendo censura y muertos por parte del escuadrón antidisturbios.

Dilan Cruz Medina, joven de 18 años, fue herido mortalmente por el ESMAD, en manistestaciones el 23N en Bogotá, violando los protocolos en Derechos Humanos. Su estado de salud es delicado.

En este contexto debemos reflexionar en torno a los paros y movilizaciones que se han realizado en tiempos recientes en Colombia, los cuales han inspirado y contribuido en los contenidos y las formas de este importante momento en la historia del país que, dependiendo de nuestra presión a la clase política y dirigente, puede llevarnos a una sociedad más justa y equitativa, siendo éste el principio y finalidad del Paro.

“Salud digna y para todos”, una de los puntos exigidos por el Paro. Imagen en Bogotá el 23N.

El primer elemento a tener en cuenta es, que así parezcan difusas las exigencias de este movimiento, son claras las razones. Estas son:

  • Un cambio de fondo en el modelo de salud.
  • La gratuidad y acceso universal en las universidades públicas.
  • El fin del modelo de pensiones privado y fortalecimiento del modelo de cotización del régimen de prima media.
  • Restricciones claras y fuertes a los contratos de prestación de servicios, en especial, los llamados “contratos basura”.
  • Un gran vuelco en el balance de aporte impositivo en la sociedad que beneficie a las clases medias y empobrecidas.
  • Compromiso y hechos concretos de cumplimiento con los Acuerdos de Paz con las FARC y protección a líderes sociales, indígenas, afros y campesinos, así como todos los que viven en el campo.
  • Prohibición TOTAL del fracking, minería a cielo abierto y utilización del glifosato para la erradicación de plantaciones de coca.
  • Mejoramiento del salario mínimo que tenga en cuenta unos mínimos dignos en relación con los costos de vida y precio del Dólar.
  • Una política fuerte de equidad de la mujer en la sociedad en general y también para otras identidades sexuales y de género.

Estos puntos, ya convertidos en exigencias, requieren un gran compromiso político, como nunca antes se ha visto en el país, lo que implica que la movilización deba ser del tamaño de nuestras exigencias. El ejemplo de Chile nos demostró que solo el pueblo en las calles puede lograrlo y que ningún dirigente puede adueñarse de dicho impulso.

Los puntos del paro exigidos por la ciudadanía. Imagen del 23N en Cali.

 

Esto nos lleva a un segundo elemento, la identificación de quienes se les exige el compromiso político y es a la clase política y dirigente del país. Esta movilización tiene un tinte de cansancio con toda la clase política en general (desde sindicalistas, pasando por líderes estudiantiles y llegando a congresistas, ministros y presidencia) lo que nos pone una duda frente a la coordinadora del paro del 21N: ¿Son legítimos para intermediar frente al gobierno nuestro cansancio, esperanzas y exigencias?

La verdad es que no. Estamos acostumbrados a contemplar cómo los dirigentes se muestran conservadores frente a los alcances de sus convocatorias y, cuando en los momentos finales ven su posibilidad de sentarse en una mesa con el gobierno en peligro, prefieren no arriesgar, se sientan a “negociar” cláusulas de rendición sin la participación de las bases.

Lo anterior lo conoce muy bien el movimiento estudiantil, indígena, campesino, obrero, de transportistas y profesionales en general. Mi mamá me señaló esta mañana, con justa razón: “Cada vez que nos sentamos a negociar venden el paro y entre ellos se reparten el botín” y vaya que tiene razón. Con solo ver que el autoproclamado “comité del paro nacional” a través del dirigente de la CUT desautorizando a la gente llamando de “innecesarias” más movilizaciones, como si de un mesías se tratara, se puede oler un acuerdo entre sindicalistas, líderes estudiantiles y líderes sectoriales con el gobierno que dejará una vez más a la ciudadanía sin soluciones de fondo. Líderes sindicales comprando una camioneta nueva y familiares con contratos “nuevecitos” en instituciones del estado, líderes estudiantiles lanzándose al congreso o líderes sectoriales manteniendo su posición a través de señalar el incumplimiento de los acuerdos fuera de la movilización es a lo que nos acostumbraron.

Este escrito apunta a la reflexión de quienes nunca hemos sido ni querido dirigir algo indirigible como lo es la voluntad popular, y con una conclusión que ya se lee entre líneas, no podemos aceptar ninguna negociación porque los dirigentes siempre han fallado a sus bases y la responsabilidad es tanto del gobierno como de quienes se autoproclaman intermediarios. De ahí el siguiente mensaje:

“Señores y señoras líderes sindicales, estudiantiles y sectoriales, acá no hay nada que negociar porque las exigencias están a flor de piel”.

Temas como la financiación de una educación gratuita en Colombia o el derecho a un servicio de Salud digno, depende de la clase política a la que le pagamos para que hagan bien su trabajo. Tenemos el deber como ciudadanía libre y autónoma de mantener la movilización en la calle hasta que sean un hecho los cambios. Ninguna mesa de negociación nos ha servido en el pasado y en las pocas veces que han concluido, lo han hecho decepcionando al movimiento. Mucho de eso tienen que decir los excombatientes de las FARC, quienes al día de hoy, noviembre de 2019, lamentan la muerte de cerca de 137 de sus compañeros.

Los Cacerolazos han llegado hasta la casa de Duque en el norte de Bogotá. Noche del 23N

Este momento nos debe servir para desautorizar a los supuestos líderes que se endiosan y menosprecian a sus bases ante su ego y pretensiones personales. Lo mejor para ellos es que sigan el ejemplo de Chile, donde líderes de izquierda y sindicatos llegaron a la conclusión de que sentarse y negociar significa la tumba de su legitimidad, de por sí ya escasa en dicha sociedad. Por tanto declaramos que ¡El comité del paro nacional NO nos representa! Y en el menor de los casos, solo son traductores de nuestra voluntad pero no tienen prerrogativa alguna para cambiar los puntos ni exigir a la ciudadanía no salir. Señor Diógenes Orjuela, no se crea líder de nada porque nosotros NO lo pusimos allí y tampoco creeremos en usted hasta que se ponga en su sitio y está desautorizado de hablar en nombre de la movilización.

¡Señor Diógenes Orjuela, dirigente de la CUT, no venda el Paro Nacional!

Que este llamado sirva para que reflexionen ellos pero también nosotras y nosotros, en el sentido de que la lucha debe continuar y hacerse oír en cada rincón de nuestras ciudades y pueblos del país. Las movilizaciones diarias en el 21N, 22N, 23N y 24N, los cacerolazos, la difusión en redes de la brutalidad policial y la censura, son la muestra más fehaciente de que algo está cambiando, Colombia está despertando, nuestras exigencias deben hacerse sentir hasta que no puedan dormir y cumplan con los puntos necesarios para que tengamos una vida digna. Las multitudes nos indican que el futuro del Paro no depende de unas cabezas ni de unos líderes, sino de nuestra fuerza en la unión y la solidaridad como colombianos y colombianas.

II. la larga noche del 22N: sobre el toque de queda y la estrategia del pánico

Por: Santiago Rangel

Los acontecimientos ocurridos en la noche del 22N estuvieron marcados por un hecho histórico: Bogotá no presenciaba un toque de queda desde el Paro Cívico Nacional en el gobierno de Alfonso López Michelsen en 1977 y que llevaría al siguiente año a Turbay Ayala a formular el Decreto 1923 del 6 de septiembre de 1978 (más conocido como el Estatuto de Seguridad basado en la doctrina del enemigo interno). Este decreto fue formulado con el temor del gobierno de un golpe guerrillero, lo cual llevó a legalizar desapariciones, detenciones arbitrarias por simple sospecha, allanamientos extrajudiciales y un total control la justicia penal militar sobre el orden público. Desde esa época la ciudad no afrontaba un escenario de orden público que pusiera sobre las cuerdas el control de las instituciones.

Si bien el contexto mundial ha cambiado. Latinoamérica se levanta contra un marcado orden ultraderechista, y las condiciones sociales de Colombia son muy diferentes (ya el enfrentamiento no es entre liberales y conservadores sino entre la guerra y la paz) el gobierno ha tomado una serie de medidas legales y paraestatales ya clásicas para garantizar no sólo el orden público sino la legitimidad de su imagen que está por el piso, dejando un aire de estado acéfalo o policéfalo al estilo de un monstruo de muchas cabezas. Situación que también se vivió en Cali durante la noche del 21N, donde el gobierno experimentó con esta estrategia de pánico en la población, para luego llevarla a Bogotá:

A continuación elaboraré algunas consideraciones para visualizar puntos claves sobre los hechos ocurridos durante la noche del toque de queda en Bogotá el 22N. Son puntos para entender la anomía social que se presentó y los efectos o consecuencias del campo político en el que terminamos participando.

1. El conocimiento es clave en situaciones de miedo: Dejarse llevar de especulaciones o cadenas de whatsapp o Facebook sin pruebas es parte de la estrategia del gobierno. Estar informados sobre la situación política y leer la historia y la memoria del país es un antídoto contra el miedo.

El alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza reconoce la noche del 22N que el pánico fue orquestado y corresponde a una estrategia para sembrar terror.

2. Propiedad Horizontal y autodefensa están muy relacionadas: Anoche se pudo apreciar cómo las personas exteriorizan un discurso latente relacionado con limpieza social, xenofobia y autoprotección basada en un enemigo externo. Esta situación dividió a todos los conjuntos residenciales generando altos riesgos para cualquiera, ya que la desconfianza nos puede llevar a cometer acciones contra nuestros vecinos.

En uno de los videos virales subidos por los bogotanos, se pudo ver a este policía rompiendo vidrios mientras hacía ronda con sus compañeros.

3. Nos cambiaron las cacerolas por palos y machetes. Como en pleno Bogotázo 2.0, los ciudadanos se levantaron con cualquier herramienta a su disposición (se vieron hasta katanas y chacos) para enfrentar un enemigo invisible. La estrategia del gobierno es a través del miedo convertir la alegría de la protesta en el miedo y criminalización de las marchas. Y no solo eso, también se trata de posicionar el discurso de la violencia y el vandalismo, por encima, de los puntos y reivindicaciones exigidas por el Paro Nacional. Se busca separarnos para que desconfiemos de nosotros mismos.

Hasta poco antes del Toque de queda, ciudadanos se reunieron en varios puntos de la ciudad para hacer su cacerolazo.

4. Paradójicamente sobrevivir une a la gente: Vecinos con los que después de 10 años sin hablarnos terminamos hablando de nuestros destinos y esperanzas con aromática y hasta fútbol. Se creó un tejido profundo entre las personas que permitió más cohesión y cuidado del otro. Este tejido es importante porque permite que haya acciones de movilización y organización. Esto mismo ya había comenzado con el cacerolazo, encontrando solidaridad entre quienes compartimos la indignación.

5. Todo fue un gran teatro: Ante el contundente cacerolazo lleno de la alegría y felicidad de la victoria del pueblo con la música de los metales, el gobierno tuvo que generar un toque de queda y militarización para destruir la unión del pueblo. Los “vándalos” que iban a invadir Bogotá eran paramilitares y fascistas al estilo de las camisas negras italianas pero con la bajeza de vendidos que cometían las acciones por sumas de dinero. Las grabaciones muestran personas preparadas para sembrar el miedo en la población. Si bien hubo venezolanos que participaron de los desmanes, también hubo muchos colombianos

Acto Número 1: Un almacén Ara es vandalizado en un barrio del sur de Bogotá ante la mirada atónita de los vecinos.
Acto 2: Menos mal llegó la policía…pero momento, ¿qué pasa? La policía no captura a ningún “vándalo”, ni los toca….

6. Algunos referentes: La doctrina del Shock de Naomi Klein, el pánico moral de Stanley Cohen, los atentados de falsa bandera, la historia de la invasión extraterrestre de Orson Welles y la historia de los Estados de excepción en Colombia son importantes para interpretar la situación y no caer en el miedo. El conocimiento es clave y debemos apropiarnos de estas herramientas conceptuales para entender cómo nos intentan dominar y crear estrategias fértiles para resistir.

7. Lo que vivimos en las ciudades, es lo que se ha vivido en el campo por décadas: Debemos tener presente que el miedo que se sintió la capital es lo que miles de campesinas y campesinos han soportado en zonas donde el Estado es nulo como el Catatumbo, Magdalena Medio, Cauca, Nariño, Urabá, entre otros. Incluso, podría considerarse que la zozobra acontecida en la ciudad, fue un amable “shock” comparado con las masacres y las desapariciones forzadas que ocurren en los territorios. Ser conscientes de esta situación nos pone en los zapatos del otro y aumenta nuestra reciprocidad y sentimiento realmente nacional.

Teniendo en cuenta estas reflexiones, resulta útil destacar que toda acción tiene una reacción y que todo poder implica una resistencia. Esto es de vital importancia porque si la tarea del gobierno es usar todas las instituciones para conservar sus intereses de clase, la reacción del pueblo ha de ser mantener su dignidad y su lucha en pie.

¡Que sigan los cacerolazos! Imagen: La Bogotana.

En los próximos días y semanas, es importante generar acciones y convocatorias, que pueden ser espontáneas o bien organizadas, que sostengan el Paro y sus puntos, desde la unión y la solidaridad, la comunicación y la creatividad. Es necesario romper con la violencia y el miedo, resistiendo con nuestros familiares, vecinos y conocidos, usando cacerolas y cucharones, pero también el corazón.

III. Marchas a recordar en la memoria colectiva de un país llamado Colombia

Por: Henry Córdoba- Equipo La Direkta

“RECORDAR: Del latín re‐cordis, volver a pasar por el corazón”. Quiere decir recordar es vivir y también la memoria es un campo de disputa. Por eso, este texto hace un breve recorrido por algunas marchas y manifestaciones que hacen parte de la memoria colectiva de Colombia, las cuales condensan experiencias, repertorios de protestas y acumulados históricos, que pueden ser significativos para el próximo 21 de noviembre, ya que comparten actores y reivindicaciones, así como las estrategias empleadas por el gobierno para disuadir, censurar y reprimir los movimientos sociales. De algún modo nos pueden dar algunas luces sobre lo que podría pasar, pero también lo que podrían constituirse como rupturas con el pasado. De hecho, será significativa la confluencia de sectores, que empiezan a tener mayor visibilidad en el presente, como los movimientos feministas y ambientalistas, con aquellos que se han opuesto a las políticas del gobierno o han protagonizado la protesta social, pero que por primera vez en este gobierno saldrán juntos a la calle: estudiantes, víctimas del conflicto, sindicalistas, indígenas, profesores, defensores de Derechos Humanos, trabajadores urbanos, entre otros.

Ahora bien, noviembre de 2019 es un momento coyuntural para el país: el rechazo a la militarización de la sociedad y la negativa del gobierno a implementar los Acuerdos de Paz, demostrado en el bombardeo a 18 menores de edad en el Caquetá; los asesinatos a líderes sociales, defensores de Derechos Humanos e indígenas; los anuncios de medidas laborales y pensionales por parte de ministros, denominado “el paquetazo de Duque” como parte de una agenda de la OCDE para el país; el desempleo y la informalidad en aumento sumado al incremento en los costos de vida y servicios públicos, sumado a una reforma tributaria; la corrupción como un fenómeno sin retorno; y un contexto social y político en la región, que ha llevado a los ciudadanos a tomarse las calles y manifestarse en contra de los gobiernos neoliberales, generando formas alternativas de organización y deseo de cambio social para reducir la brecha de desigualdades entre los más ricos y los más pobres.

Lo que suceda durante y después del 21 es un enigma. Podría desencadenarse un ciclo de protestas más intensas para presionar el cumplimiento de los puntos establecidos en este paro, pero también podría limitarse a una manifestación multitudinaria de un solo día que no vaya más allá de un llamado de atención para el gobierno. Lo cierto es que se trata de un punto de inflexión o de quiebre de las mayorías hacia alternativas distintas al uribismo y los partidos tradicionales, así como la forma cómo se está gobernando el país.

A continuación, algunas marchas que hacen parte de nuestra memoria colectiva como colombianas y colombianos:

1. La Marcha del Silencio: 7 de febrero de 1948

Cerca de 100 mil personas en un tiempo en que Bogotá apenas sobrepasaba los 400 mil habitantes, participaron en una sola noche, con crespones negros, antorchas y en completo silencio hasta la Plaza de Bolívar, para denunciar la violencia ejercida por las élites delos partidos políticos, Liberal y Conservador, que ya sembraba muertos y desaparecidos a lo largo y ancho del
país, y que se profundizaría a partir de los meses y años siguientes, dejando un saldo de dos millones de muertos. Ese 7 de febrero, dos meses antes de ser asesinado, Jorge Eliécer Gaitán pronunció uno de sus discursos más célebres, La Oración por la Paz:

“Impedid, Señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia”.

Gaitán y las multitudes
Fotografía nocturna de los participantes en la Marcha del Silencio.
Fuente: Archivo El Espectador/ Luis Alberto Gaitán (Lunga)‐1948

2. Marchas del 8 de junio de 1954 y la resistencia al Régimen de Rojas Pinilla

En su momento el golpe de Rojas Pinilla fue considerado un “golpe de opinión” y el General prometió ser un pacificador. La violencia nunca cesó del todo y continúo ensañándose contra el pueblo, mediante persecuciones, torturas y censura heredadas de los conservadores. El 8 de junio de 1954, cerca de 10 mil universitarios, principalmente de la Nacional pero también de otras universidades como el Externado y las Américas, salieron a marchar con motivo del Día del Estudiante Caído, en conmemoración de los hechos del 8 de junio de 1929, donde fue asesinado Gonzalo Bravo Pérez. La irrupción de la fuerza pública que pretendía dispersarlos, hizo que los estudiantes decidieran continuar hasta el Palacio Presidencial con pañuelos blancos y consignas de justicia. La decisión del gobierno fue fatal: sacar a las calles el Batallón Colombia que había combatido previamente en la guerra de Corea, para reprimir a los estudiantes. El saldo, entre 9 y 12 personas asesinadas por las ráfagas de los fusiles. La censura no fue suficientes para detener el rechazo de los colombianos al régimen militar, por el contrario, se generó un movimiento de resistencia, que, si bien contó con el apoyo de partidos políticos y la prensa, fue importante para que Rojas Pinilla renunciará en medio de un paro cívico nacional.

Los estudiantes y la represión del Batallón Colombia sobre la Carrera 7ª en Bogotá.
Fuente: Archivo El Espectador

3. El Paro Cívico Nacional: 14 de septiembre de 1977

El paro del 14 de septiembre de 1977 fue la mayor protesta popular del siglo XX, después del Bogotazo. La crisis económica del gobierno de Alfonso López
Michelsen, primer gobernante electo después del Frente Nacional, se reflejó en alzas en servicios públicos y tarifas de transporte. El lema de López, “mandato claro” pasó a ser para las y los colombianos, el “mandato caro” y de los cambios sociales prometidos por López, se pasó a un país con una inflación del 32%. De ahí que tanto los asalariados, pobladores urbanos y estudiantes, contarán con motivos de sobra para manifestar su indignación y voz de protesta. En las semanas previas
el gobierno desatendió el pliego de las centrales obreras y estigmatizó el paro al considerarlo subversivo. El 14 de septiembre, hubo un estallido popular en las calles, se paralizó el transporte y la digna rabia se expresó en los barrios populares de Bogotá. En la ciudad fueron 500 detenidos y entre 25 y 30 muertos, mientras que en Colombia hubo más de 3000 detenidos. Las peticiones eran concretas: congelación de los costos de los servicios públicos y la canasta familiar, reapertura y desmilitarización de las universidades , suspensión del Estado de Sitio y respeto por el derecho de los trabajadores a asociarse y a la huelga. Luego del Paro, el gobierno tuvo que subir el salario mínimo tres veces en un año y se hicieron cerca de 20 paros cívicos más en 1978. Posteriormente el gobierno legalizaría la abierta violación de Derechos Humanos con la declaración del Estatuto de Seguridad por parte de Julio César Turbay.

Digna rabia
Los gritos de dignidad se hicieron sentir por toda la ciudad. Fuente. El Tiempo‐Pacifista

4. Homenaje Nacional a las Víctimas del Paramilitarismo y del Terrorismo de Estado: 6 de marzo de 2008

Organizada por el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) con el propósito de ser un “Homenaje nacional a las víctimas del paramilitarismo, la parapolítica y los
crímenes de Estado”. La jornada fue una respuesta por parte de la ciudadanía a la marcha organizada el 4 de febrero de 2008, denominada “Un millón de voces contra las FARC”, la cual debió su éxito al apoyo gubernamental y de los medios de comunicación, pero en el que se desconocieron a las víctimas de otros actores en el conflicto armado colombiano, negado sistemáticamente por el gobierno de Álvaro Uribe, a pesar de la existencia de más de 60 mil desaparecidos en el país, 3500 masacres cometidas por los paramilitares entre 1985 y 2006, más de 6 millones de hectáreas de tierra robadas y los escándalos conocidos como la “parapolítica”.

Cerca de 30 mil personas salieron en Bogotá con destino a la Plaza de Bolívar, así como cerca de un millón en otras ciudades de Colombia y del mundo, entre estos, familiares de personas desaparecidas, asesinadas o secuestradas por los paramilitares o agentes del Estado, expresando su repudio de forma pacífica frente a un Estado responsable por acción y omisión. En lugar de diálogo o reconciliación, el gobierno de Uribe se dedicó a descalificar la marcha, desconociendo las amenazas y hostigamientos a sus organizadores por parte de grupos como las Águilas Negras.

Esta marcha es importante porque fue la primera vez que hubo una manifestación masiva en todo el país en contra del terrorismo de Estado y los paramilitares.

El repudio al paramilitarismo y al terrorismo de Estado. Fuente: Blog doriselisabustamante

5. Gran Minga por la Vida o Minga Nacional: noviembre de 2008

Minga es una palabra que viene del quechua y significa trabajo comunitario y colectivo para un fin social. En el 2008 entre 40 mil y 60 mil indígenas de Colombia, principalmente Nasa, fueron protagonistas de una larga marcha entre
Santander de Quilichao (Cauca) y Cali, para luego caminar hasta Bogotá el 20 de noviembre. Los motivos se sustentan en incumplimientos del gobierno a las comunidades indígenas del Cauca, luego de la Masacre del Nilo en 1991 y la violencia ejercida entonces por grupos armados (AUC, FARC y Ejército) violando la autonomía de las comunidades indígenas y sus territorios.

Los puntos de la Minga Nacional fueron: rechazo a los Tratados de Libre Comercio, denuncia del terror y la guerra como estrategias de despojo mediante el Plan Colombia y la Seguridad Democrática, exigencia de cumplimiento de las normas y acuerdos con los indígenas y los sectores sociales, y la construcción de la Agenda de los Pueblos.

Durante la Minga Nacional, ejército y antimotines salieron a reprimir a los indígenas en la carretera Panamericana, dejando más de 100 heridos y 4 muertos; Uribe fue renuente a reunirse con las comunidades, ya que quería que se hiciera a puerta cerrada, por lo que los indígenas decidieron marchar hasta Bogotá.

Las situaciones presentadas en 2019, donde han sido asesinados 56 indígenas en el Cauca, incluyendo una gobernadora, Cristina Bautista, en parte por la no implementación de los Acuerdos de Paz en la región y brindarles protección estatal a las comunidades indígenas, son un recordatorio de la persistencia del Estado colombiano en su desprecio por las minorías, desconociendo el carácter pluralista concedido al país después de la Constitución de 1991.

La Minga rumbo a Bogotá, acompañada por estudiantes, profesores y sindicalistas.
Fuentes: Semana y Blog Kolombia insumisa.

6. El Movimiento estudiantil universitario: 2011 y 2018

En los 2010s los estudiantes universitarios reaparecieron con fuerza en el escenario de las movilizaciones y los movimientos sociales. Primero en 2011, con la conformación de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) y en 2018, con la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (UNEES). En 2011 el motivo de la movilización fue la propuesta de reforma a la Ley 30 de 1992, la cual reglamenta la educación superior, por parte de Juan Manuel Santos y su ministra de educación, María Fernanda Campo, que incluía aspectos como la creación de Instituciones de Educación Superior con ánimo de lucro, mayor inversión en créditos educativos y flexibilización por parte de las universidades públicas; sumado a la asfixia financiera a las universidades. Luego de que se tramitará la propuesta de reforma ante el Congreso, 32 universidades públicas se declararon en paro y se lanzaron a las calles. Hubo marchas el 7 de septiembre, el 7 de octubre, el 12 y 26 de octubre, la “Toma a Bogotá” el 10 de noviembre y la “Marcha de Antorchas” el 10 de noviembre. Santos tuvo que retirar la reforma y aunque la MANE enfrentó dificultades en el intento de construir la Propuesta Alternativa de Ley de Educación Superior, es un referente en las movilizaciones actuales de los universitarios de todo el país.

La Toma a Bogotá‐10 de noviembre de 2011
Fuentes: Wikipedia y Revista Semana.

Siete años después, en 2018, la crisis de financiación de la educación superior en el que no había recursos para poder cerrar el año en las universidades públicas, así como el programa Ser Pilo Paga, que de forma implícita destinaba recursos públicos a las universidades privadas por medio de subsidios a estudiantes de bajos ingresos, motivó a que los estudiantes de las 32 universidades públicas fueran a paro, conformando la UNEES y apoyados por universidades privadas, docentes y
padres de familia. El Paro se prolongó de octubre a diciembre, resistiendo la fuerte represión por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y la indiferencia de Duque, que prefirió reunirse con la estrella de reggaetón Maluma en lugar de recibir a los estudiantes en su despacho. Se recuerdan las marchas del 10 de octubre, la “Marcha Zombi” del 31 de octubre, la Marcha de los Libros y los Lápices el 15 de noviembre y la marcha del 13 de diciembre. Finalmente, el gobierno Duque y su ministra de educación, María Victoria Angulo, acordaron tras 16 sesiones en la mesa de negociación, levantar el paro, con el compromiso de adicionar $4.5 billones al presupuesto de la educación entre 2019 y 2023.

Tanto en 2011 como en 2018 el centro fue la defensa del derecho a la educación. Se valora la creatividad, en los “besatones” y “abrazatones a la policía” de 2011, y la Marcha Zombi con disfraces, como formas efectivas de contrarrestar la deslegitimación ejercida por los medios, además de la persistencia y dignidad con la que llevaron a cabo su lucha las y los estudiantes universitarios.

El Paro Nacional Estudiantil de 2018.
Fuentes: Sia Radio y Noticias Uno.

7. Paro Nacional Agrario: Agosto a septiembre de 2013

Los efectos en contra del campesinado colombiano causados por la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y el abandono sistemático por parte del gobierno de Colombia: costo de los insumos agropecuarios, precios de los productos de exportación agrícolas, prohibición del uso de semillas nativas en favor de cultivos transgénicos, contrabando y pérdida de la soberanía
alimentaria. El día 19 de agosto de 2013 se dio comienzo al paro en 30 de las 32 grandes ciudades del país, con la participación de los cafeteros, paperos, arroceros, paneleros, cacaoteros, algodoneros, cultivadores de cebolla, cortadores de caña, productores de leche, ganaderos, mineros artesanales y transportadores.

El pliego de peticiones incluyó: medidas frente a la crisis de la producción agropecuaria, acceso a la propiedad de la tierra, reconocimiento de la territorialidad campesina, participación de las comunidades y los mineros pequeños y tradicionales en la formulación y desarrollo de la política minera, adopción de medidas para el ejercicio de los derechos políticos de la población rural e inversión social en la población rural y urbana en educación, salud, servicios públicos, vivienda y vías.

Enfundados en sus ruanas y ponchos, las protestas llegaron a Bogotá el 29 de agosto de 2013. En los días que le precedieron hubo bloqueos en carreteras, desabastecimiento de alimentos en las ciudades, además de desmanes del ESMAD que se hicieron virales en vídeos compartidos en redes. El gobierno de intentó restarle importancia al asunto y se recuerda el ridículo de Santos con una frase deleznable: “El tal paro agrario no existe” La represión fue tan intensa durante el paro, que se presentaron 8 muertos, más de 400 heridos y 500 detenidos, e incluso el día de la protesta en Bogotá el ESMAD lanzó gases de distintos colores en la Plaza de Bolívar. El paro cesó cuando el gobierno se sentó con los campesinos, del cual salieron 183 acuerdos, de los cuales en 2016 no había cumplido ni el 50%.

¿Cuál de las dos fotografías expresa el sentir de los colombianos?
Fuentes: Semana y Sysmaya.net.
Apoyo el Paro Nacional Agrario. Fuente: Semana

8. Marcha por la Paz de Colombia: 5 de Octubre de 2016

Cuesta creer que la pregunta hecha en el Plebiscito del 2 de octubre de 2016 (¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?) recibiera una respuesta negativa por parte de un sector de colombianos, sobrepasando por escasos 50 mil votos el apoyo por el sí. Parte de la explicación está en la campaña de manipulación mediática
con noticias falsas, como el castrochavismo y la ideología de género, hecha por los detractores de los Acuerdos. Esto sumado a la incertidumbre generada por los resultados, tanto por la inminente renegociación de los Acuerdos después de cuatro años de negociaciones entre el gobierno de Santos y las FARC‐EP, como por la situación de las bases guerrilleras ante un posible retorno de las confrontaciones, llevó a que desde la ciudadanía se generará un movimiento cívico en respaldo a la Paz y a los Acuerdos, que decidió salir a las calles la noche del 5 de octubre de 2016. Se podría decir que esta fue la segunda marcha del silencio después de la convocada por Gaitán en 1948 y demostró la existencia de un compromiso de los colombianas y colombianas por la paz, más allá de partidos y movimientos políticos. Es de destacar el apoyo multitudinario, pero también la creatividad que se desplegó en ese momento, con acciones como Paz a la Calle. Esa noche una mancha blanca pidió por la Paz de Colombia.

Colombia, un solo sentir: la Paz.
Fuente: El Tiempo

9. Velatón por los Líderes Sociales: 6 de Julio de 2018

La implementación de los Acuerdos de Paz en Colombia no ha estado exenta de obstáculos, que empezaron a aumentar con el regreso en 2018 del uribismo al gobierno y su férrea posición en contra de los puntos acordados, como la reforma rural integral, sino también en las garantías de seguridad para excombatientes y, en especial, para los dirigentes sociales y defensores de Derechos Humanos en las regiones (como reclamantes de tierras, ambientalistas, impulsores de los Acuerdos y de la sustitución de cultivos ilícitos). Tragedia que no cesa y que, para ese momento, llevaba 123 líderes y dirigentes sociales asesinados.

Bajo la consiga #NosEstánMatando, decenas de miles de colombianas y colombianos, vestidos de blanco y con velas en mano, se reunieron en la Plaza de Bolívar de Bogotá, en una sola voz para manifestar rechazo ante las muertes de los líderes, el retorno de la guerra y la falta de acción del gobierno. Esa noche, además de las velas simbolizando la vida, se hicieron figuras en cartón con los
rostros de los líderes sociales, a lo que habría que agregar la emocionalidad y la solidaridad expresada por los manifestantes. La jornada se realizó en otras 59 ciudades de Colombia y el mundo.

Ser líder social no es un delito
Fuente: El Tiempo

10. Marcha por la vida y los líderes sociales: 26 de Julio de 2019

La imagen desgarradora de un niño de 9 años que llora desesperadamente ante la muerte de su madre en Tierralta (Córdoba), María del Pilar Hurtado, lideresa reclamante de tierras, indignó a quienes la vieron e hicieron más que evidente la incapacidad y falta de voluntad de Iván Duque, su gabinete ministerial y su partido político el Centro Democrático durante su primer año de gobierno para garantizar la vida de los líderes sociales, a pesar del clamor de la mayoría del país. Si en un principio los asesinatos se concentraban en dirigentes sociales en zonas de conflicto y excombatientes, con el tiempo la mano negra de la muerte se ha extendido a jóvenes, mujeres que lideran luchas, indígenas, docentes, periodistas y comunicadores, para sumar el escalofriante número de 462 líderes asesinados entre 2016 y 2019. El uribismo requiere de la guerra para hacer política,
se ha valido del despojo y protege los crímenes de guerra de los paramilitares y las fuerzas armadas, así como la participación de políticos y empresarios en el conflicto, avalando la impunidad y el desprecio sobre quienes han sido más afectados como las víctimas y la población rural.

Por esto, las y los colombianos no han dejado de pronunciarse, siendo la marcha del 26 de junio de 2019 una de las últimas manifestaciones de apoyo a los líderes sociales y una demostración de la existencia de un movimiento social en Colombia en contra de las políticas militaristas, elitistas y en pro de la muerte. Con un carácter emotivo, de respeto hacia las víctimas y con la consigna de defender la vida y la paz en los territorios, donde ser líder social no sea un delito, salió desde el Centro de Memoria Histórica hacia la Plaza de Bolívar de Bogotá, con un número de decenas de miles de personas. Esta jornada también se hizo en 29 municipios del país y 28 ciudades del mundo.

Nos siguen matando: más de 765 líderes sociales asesinados. Fuentes: El Tiempo. Telesur

Valdría la pena preguntarse por elementos más específicos de las movilizaciones, como sus rituales, consignas, cambios en los modos de protestar. Aunque aquí hice una selección de las más significativas, podrían incluirse muchas más que hayan tenido lugar en otras ciudades y regiones de Colombia en donde también han marcado el panorama de las luchas sociales y han sido parte de nuestra memoria como nación. Con este recuento esperamos que la memoria colectiva en torno a nuestras luchas como país, sea un impulso y un recordatorio para el 21 de noviembre de 2019, tanto por las experiencias vividas como por el hecho de que se reúnan reivindicaciones expresadas en otros momentos históricos: el derecho a la vida digna, al trabajo, a tener garantías laborales, a la educación, a la salud, por el medio ambiente y, en contra de la represión y la censura, de la militarización de la sociedad. Conocer nuestra historia para entender el presente es fundamental en un proyecto por el cambio y un país diferente para todas y todos, el cual ya comenzó, pero tendrá un punto de ruptura en un futuro muy próximo.