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Los Subcomandantes Insurgentes Galeano y Moisés cuentan la “historia del cine en las montañas del sureste mexicano” durante el Festival de Cine Puy ta Cuxlejaltic, Caracol de Oventic, 3 de noviembre de 2018.
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Los Subcomandantes Insurgentes Galeano y Moisés cuentan la “historia del cine en las montañas del sureste mexicano” durante el Festival de Cine Puy ta Cuxlejaltic, Caracol de Oventic, 3 de noviembre de 2018.
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EL PROYECTO DE GUARDIA NACIONAL DEL NUEVO PRESIDENTE AZTECA….ES UN INSULTO A CENTROAMERICA…LO REPROBAMOS EN ETICA Y POLITICA… ADIOS .la comuna en extincion.
Comment by SYKITO SYPONGO — Nov-25-2018 @ 10:11
Hermoso relato.
No puedo parar de llorar.
Historia de meses, años, vidas enteras. Historia de renuncias, carencias, sacrificio, esfuerzo, vacíos, certezas, dudas, avances y retrocesos. Vidas enteras dispuestas a cambiar su mundo para cambiar el mundo.
No puedo parar de llorar.
Me he reído, claro, cómo no. Es imposible sustraerse al ingenio del narrador, a su sugestivo humor (la lechuza que no hierve) que pone una sonrisa en nuestro rostro y desata el nudo de tensión en nuestro pecho.
No puedo parar de llorar.
Pienso en las películas que yo he visto en este tiempo, en la comodidad de mi vida tranquila y segura, confiada en que alguien, unos y unas, no han visto películas porque estaban construyendo un camino necesario para alcanzar ese mundo mejor, que es un ideal con el que soñamos muchas y muchos pero sólo unos pocos luchan por construir.
No puedo parar de llorar.
Sin poner nada de mi parte confío en que esta conmovedora historia no lo sea del pasado, no sólo del pasado, confío en que haya una historia presente y mucha historia futura. Confío en que el narrador y sus compas sigan haciendo camino.
Desde mi ignorancia, sugestionada por la modernidad y el vocerío, pienso en un futuro ruidoso, mediático, aparente, iluminado artificialmente y con muchos altavoces, un camino de estrellas. Y oyendo al narrador hilvanar historias de colaboración, de unión, caigo en la cuenta de que quizá el buen camino, el de verdad, sea silencioso, esmerado, discreto, delicado, cuestión de calidad y no de cantidad. Que esta historia de la historia del cine en el movimiento zapatista es la historia del propio movimiento donde todo se ha ido haciendo con paciencia y esmero, con sacrificio y riesgo, con convicción y fuerza.
No puedo parar de llorar.
El narrador, que ha instalado en nuestros corazones la duda sobre nuestras convicciones enfrentadas a la seguridad de las suyas, de las de ellos y ellas, los que forman parte de ese mundo que nos relata, nos coloca ahora en la posición de salida: porqué están aquí.
Habla de las películas que no ve nadie, qué sienten esas películas pregunta la niña ‘defensa zapatista’, y yo pienso en las voces que nadie escucha, en los mensajes que no llegan a ninguna parte, en los abrazos al vacío. Pienso en la verdad de la denuncia, en la justicia de las demandas, en la importancia de reconocer los derechos y en la necesidad de libertad. Pienso en por qué, al igual que ignoramos el sentimiento de las películas, ignoramos la obligación de defender lo que es de justicia reconocer.
No puedo parar de llorar.
Mientras aprieto con fuerza mis manos, como si esa fuerza se pudiese transmitir a mis deseos y éstos fortalecidos pudiesen ejercer algún dominio sobre el futuro, pienso en que esta historia del pasado sea sólo el prólogo de todo lo que queda por suceder, de todo el camino que estas personas dispuestas al trabajo y al sacrificio están construyendo. Y aprieto más fuerte soñando con ver ese otro mundo que explican es el que debe ser porque otra cosa no es posible.
Y escucho el relato y vuelvo a reír, no una, muchas veces. El narrador extiende su magia sobre el auditorio y caemos rendidos a su encanto, alegres cuando quiere, conmovidos y felices cuando toca. Nos tiene en sus manos y ahí todos los sueños son posibles, incluso soñar con que seguirá durante mucho tiempo contando las historias que van pasando, que serán muchas, que serán intensas, emocionantes, valiosas. Y todas esas historias, que forman parte de la vida del movimiento, pasarán a formar parte de la nuestra y nos harán mejores. Esa es la magia del narrador. Y sigo soñando con ese futuro que deseo recorran con éxito, triunfando dónde y cómo ellos y ellas quieran.
El narrador nos tiene en sus manos. Sus manos. Esas manos que durante un tiempo seguimos con fascinación: abiertas acogiendo el mundo, cerradas en un abrazo colectivo, extendidas enviando un mensaje, revoloteando por su rostro, sus ojos, su boca oculta, advirtiendo de que mirásemos, escuchásemos, atentos nos decían. Manos mágicas. Manos ahora mucho más silenciosas, quizás los papeles pesan mucho, el mensaje pesa mucho.
El narrador nos hace reír una vez más. Ahora avanzada la historia se impone como un brujo y ya está generada esa corriente que recorre el auditorio y nos hace ser uno con él. Y el narrador va terminando.
No puedo parar de llorar.
Menciona al finado ‘subcomandante marcos’ – sigo sin entender por qué nunca le dieron el nobel de literatura, incluso ahora aunque fuese a título póstumo, y puestos a reclamar justicia por qué no el nobel de la paz, no conozco a nadie que lo mereciese más – y se le agiganta el cuerpo y el mensaje, y se le despiertan las manos, y le brillan los ojos, y su voz se transforma para convertirse en un atronador susurro que se dirige a cada persona en particular, en una comunicación directa, turbadora, inquietante y maravillosa. Siento que estoy viviendo un momento especial y único.
Se levanta. Terminó este hermoso relato. Un regalo.
Y yo no puedo parar de llorar.
Comment by Mercedes — Dec-14-2018 @ 07:12