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Por Gilberto López y Rivas

En la noche del 19 de febrero pasado, las redes de apoyo a María de Jesús Patricio Martínez, vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), llevaron a cabo en toda la República la jornada postrera para recabar firmas para una candidatura independiente a la Presidencia en un ambiente festivo, cargado de emociones y, sobre todo, la certeza de la tarea cumplida con empeño, entrega y camaradería, así como la idea de continuar cohesionados para nuevas formas de acompañamiento al Congreso Nacional Indígena y al EZLN. Ausente estaba cualquier sentimiento de frustración o desesperanza por no haber logrado, –en un tiempo extremadamente acotado– las cifras estratosféricas impuestas por la partidocracia y la burocracia electoral para cerrar el paso a candidaturas realmente independientes.

Por el contrario, un hecho incuestionable destaca: de todas las campañas para aspirantes independientes a la Presidencia, fue la única con un altísimo porcentaje de firmas ciudadanas obtenidas legal y legítimamente. Como auxiliar de Marichuy, integré parte de un grupo que revisó en el Instituto Nacional Electoral (INE) cuatro mil apoyos ciudadanos con presuntas inconsistencias y errores; al término del escrutinio, se pudieron rescatar 82 por ciento de los mismos. Al 21 de febrero, Marichuy reunía 92.74 por ciento de apoyos válidos, más los que se recatarán en la última sesión que los auxiliares han solicitado al INE para defender el derecho humano de todos y cada uno de los ciudadanos que firmaron. Estos datos demuestran otra práctica política, con ética y principios morales, que contrastan con la opacidad en los procesos de obtención de firmas de quienes llegaron finalmente a la boleta electoral como candidatos falsamente independientes. Igualmente, es un hecho que para el INE no parece interesar los medios para lograr firmas, aunque sean fraudulentos, sino los resultados que, de existir un estado de derecho, merecerían una investigación a fondo y la consecuente descalificación de candidaturas espurias.

Un dato interesante es que en dos estados del país se logró superar 1 por ciento de apoyos ciudadanos requerido por el INE: Chiapas y Nayarit, y aquí habría que enfatizar la congruencia política del EZLN y el entorno de los mayas zapatistas que demostró la importancia otorgada al proceso de la recolección de firmas en Chiapas, y, en el caso de Nayarit, el compromiso y el esfuerzo principalmente del Partido de los Comunistas, que, de igual manera, asumieron la tarea con seriedad y responsabilidad política. Porcentajes significativos de apoyo ciudadano se lograron en Zacatecas, Ciudad de México y Morelos, entre otros. Políticamente, a lo largo de estos meses, el CIG en su recorrido por prácticamente todos los estados del país, logra consolidar y fortalecer al Congreso Nacional Indígena como organización a partir de la cual se conforma el Concejo Indígena de Gobierno. Se vincula estrechamente con la Asociación Civil Llegó la Hora del Florecimiento de los Pueblos, en búsqueda del apoyo a la propuesta del CIG y la precandidatura de Marichuy en medios de comunicación, redes y ámbitos universitarios, intelectuales, artísticos y gremiales de alcance nacional y regional. La Asociación Civil otorgó un modesto apoyo económico que contrastó con los millonarios ingresos de los ahora candidatos independientes y ha brindado asesorías jurídicas y trabajo contable de voluntarios y voluntarias que de manera discreta y eficiente entregaron su tiempo y su conocimiento a una causa justa y libertaria.

Al terminar la recolección de apoyo ciudadano es posible distinguir la trascendencia que este proceso tuvo para llevar el mensaje de los pueblos indígenas a miles de ciudadanos en múltiples y diversos ámbitos rurales y urbanos. Quienes desde cómodas posiciones la calificaron de activismo estatista y afán electorero, no tienen idea de su extraordinaria relevancia política. La obtención de la firma nunca fue un acto mecánico, despojado de contenido ideológico libertario; constituía un notable esfuerzo de comunicación, de diálogo que se emprendía en condiciones muchas veces adversas y hostiles. No fue la acostumbrada prédica entre convencidos, sino una especie de salto al vacío en el que cada día era posible escuchar el memorial de agravios de un país devastado, y, al mismo tiempo, esbozar la perspectiva civilizatoria del México de abajo y a la izquierda. La obtención de apoyo ciudadano organizó a miles de personas en redes, colectivos, simpatizantes de todas las edades y procedencias políticas. Muchas de estas redes se conformaron territorial y sectorialmente. Las redes interuniversitarias, por ejemplo, se distinguieron por su imaginación, trabajo colectivo, perseverancia y jovialidad. Los eventos en Ciudad Universitaria, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Pedagógica Nacional y las distintas unidades de la Universidad Autónoma Metropolitana fueron la expresión de una juventud participativa y comprometida socialmente. Se establecieron puntos permanentes de recolección de firmas ganados a pulso, con todo tipo de carteles, mantas, volantes, periódicos murales, dípticos, trípticos, fabricados con austeridad inaudita en los que sobresale la figura de Marichuy, expresión emblemática de la participación de las mujeres. Las guerreras de una lucha por la vida. La actividad de las redes de comunicación cibernética ha sido tan notable como imaginativa. Han tenido lugar innumerables mesas redondas, talleres, conversatorios y conferencias en los que se ha identificado el origen de la propuesta del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; se ha descrito su contenido organizativo, su carácter anticapitalista, su alcance estratégico más allá de coyunturas electorales, su trascendencia civilizatoria. Es posible afirmar que en estos meses y, pese a los monopolios mediáticos, el Concejo Indígena de Gobierno, su vocera, Marichuy, y las luchas contra las corporaciones de la muerte de la actual forma de acumulación capitalista, se han dado a conocer a la sociedad mexicana. Así, esta etapa ha sido de victorias del CIG, su vocera, de los mayas zapatistas, y también de quienes sostienen que su voz es mi voz, y están dispuestos a continuar acompañando esta lucha memorable.

A la memoria de Eloísa Vega Castro de la Red Sudcaliforniana de apoyo al CIG

 

Fuente: La Jornada