(Español) Chiapas: aprender entre la modernidad y la marginación
CalleLuz © / Agencia de Información Comunitaria
Chiapas México. 15 de mayo.-El primer reto para ser maestro no ha sido fácil. A César y a Pablo les ha tocado la fortuna de palpar en carne propia la verdadera situación por las que atraviesan miles de escuelas en Chiapas. Tienen que dar clases en medio del polvo y dentro de un aula construida a base de madera, techo de láminas galvanizadas y trozos de plástico, prácticamente en condiciones marginadas.
Se podría pensar que dan clases en una escuela enclavada en la selva o en la sierra del estado, pero se trata de un aula multigrado ubicado en la colonia Unión Antorchista, del municipio de Chiapa de Corzo, a escasos tres kilómetros de donde se erige un moderno complejo comercial que le da un toque de vanguardia a la capital chiapaneca.
Ese reducido espacio al que le llaman Escuela Primaria “Benito Juárez” contrasta con la modernidad que se divisa a lo lejos; desde ese lugar se logra ver la torre más grande de Chiapas con sus ventanales brillosos; se ven también los fraccionamientos que han irrumpido con el equilibro visual entre el Rio Grande de Chiapas y sus cerros.
En esa galera, donde diariamente se arremolinan diecisiete niños y niñas, domina el color ocre y el olor a ocote de la madera; los pequeños van en busca del conocimiento sin importarle si lo hacen bajo el abrumante calor o en medio de la polvareda.
La modernidad de esa improvisada aula se limita aun pilón de libros que cada padre de familia llevó para conformar una pequeña biblioteca y a escuetos dibujos de súper héroes que simulan los murales en las paredes.
Los pequeños que en cada sonrisa demuestran su amistad no saben de lo que trata una aula multimedia, mucho menos de la conexión vía internet a bibliotecas virtuales como lo propone la Reforma Educativa.
Todos aprenden bajo el viejo esquema maestro-alumno, aunque ahora con la variante de que los niños tienen que fungir el papel casi autodidacta para poder aprender mejor las cosas y compartirlo con sus compañeros.
-Es un aprendizaje basado en la comunicación y el diálogo. Es una forma diferente ya que ahora los alumnos aprenden por cuenta propia, antes el maestro se paraba al frente y daba clases, ahora interactuamos y ellos pueden llegar a ser tutores y dar clases entre ellos mismos- refiere Pablo, maestro encargado de atender un grupo de niños.
Irónicamente el salón de clase se ubica justo a un costado de un poste de luz, pero el aula no cuenta con ese servicio; afuera donde se supone es el atrio, el escenario casi desértico le da un ambiente dramático a ese espacio.
De pronto una ráfaga de viento llena de tierra los rostros y hostiga los ojos con las diminutas piedras que logra levantar, pero ello no importa. Nada los detiene para jugar, el futbol es lo más divertido para ellos.
Los más pequeños se abrazan y se trepan entre sí para caminar en el borde imaginario del atrio, saben que ahí termina la zona para jugar porque luego sigue la maleza que ha sido doblegado por el inclemente sol.
Otros prefieren aprovechar el tiempo para concluir la tarea o para repasar lo aprendido. El mejor mesa banco para un alumno de quinto año, es una silla toda desgastada. Sobre la sentadera coloca un libro y en el suelo deja otros que usará posteriormente. En una posición hincada comienza a repasar la tarea y para que el suelo no lastime sus rodillas ha colocado una mochila como almohadilla.
-Si tenemos ganas de ir al baño pues le pedimos permiso al maestro y salimos corriendo a ese cuartito que está allá, ese que se ve envuelto en nailon- da cuenta otro alumno, al señalar un pequeño cuadro construido de madera y plástico.
En la Escuela Benito Juárez con clave 07KPR4157A el héroe es el maestro, quien ante la falta de instrumentos tecnológicos tiene que sacar de su creatividad e inimaginables herramientas para poder cumplir con el plan de estudios.
-No es fácil, pero si tenemos ese amor y vocación por la docencia tenemos que ingeniarnosla para que los niños aprendan; es una verdadera prueba estar frente al aula y que nuestros alumnos aprendan con lo básico- asegura César quien se dispone a llamar a sus alumnos porque ha terminado el recreo.
César y Pablo son dos maestros becarios de Conafe. Este es su primer encuentro con niños para dar clases. Ambos imaginaron que los enviarían a una comunidad marginada de algún municipio lejano, pero no que su servicio lo darían a escasos kilómetros de la capital de Chiapas; ahí también encontraron un panorama similar al que viven cientos de comunidades.
Están casi seguros que tienen que pasar por esa experiencia para comprobar la realidad sobre el sistema educativo del estado. Pasaran un año en servicio para ganarse una beca y continuar con sus estudios en alguna normal o universidad.
Acá tenemos que encontrarle el sabor a lo que nos queremos dedicar; tenemos que pasar por eso para saber si verdaderamente es nuestra vocación ser maestro- asegura Pablo a quien ya le falta pocos meses para concluir con su servicio.
Él quisiera continuar en esa escuela para mejorar poco a poco las instalaciones, le ha tomado cariño a sus alumnos que constantemente les llevan frituras u otras golosinas para convivir.
César busca entre sus cosas una pluma para subrayar algunas correcciones que encontró en una oración que ha dictado a uno de sus alumnos que cursa el tercer grado junto con otros compañeros más.
Para el niño la palabra exclusión no entra aún en su diccionario de la vida, no le importa que su grupo sea compartido por varios niños menores a él.
Ahí en ese humilde pero sólido grupo, a maestros y alumnos se les van los días en cultivarse y descubrir cosas nuevas. Mientras los pequeños aprenden lo básico, los maestros becarios descubren su verdadera vocación, ahí en medio del polvo, el abrumante calor y la marginación.