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Existe una tierra llamada Palestina, que sólo sube al escenario de los medios comunicación masivos cuando el estruendo de los bombardeos ya no se puede tapar o cuando algún “terrorista” ofrece la excusa oportuna para justificar la venganza y la dominación colonial de Israel sobre los y las habitantes de esta tierra martirizada.

La gran mayoría sabe que entre Belén y Jerusalén nació un hombre llamado Jesús: pero ¿cuántos saben que hoy un muro de 8 metros de alto y 700 kilómetros de largo separa las dos ciudades? ¿Cuántos saben que exactamente hace 49 años un grupo paramilitar de nombre Haganá – cuerpo de autodefensa judío – barrió aquella región de toda persona árabe y se asentó formalmente como el Estado de Israel? ¿Cuántos saben que más de 700,000 palestinos tuvieron que huir ante las masacres de los invasores? Y que 400 aldeas palestinas fueron arrasadas y borradas del mapa y de la memoria?

Retornar el origen del despojo es sustancial para nosotrxs, lxs que no olvidamos las atrocidades del Poder. No reconocer que el 1948 las fuerzas sionistas (una corriente derechista del pensamiento religioso judío) fueron las que invadieron, masacraron y expulsaron los y las indígenas palestinas, cobijados por los países occidentales, es como no reconocer que Hernán Cortes invadió a América Latina en nombre del Dios católico, respaldado y financiado por la Corona Española. Llamamos conquista y despojo lo que no es otra cosa que eso: un asalto masivo a mano armada. Culpable el capitalismo, la sed de acumulación de bienes y sus coartadas religiosas.

Nosotrxs no olvidamos todo eso: luego siguen montones de libros y explicaciones complejas de la así llamada “cuestión medio-oriental”, cuyo objetivo es justamente hacernos incomprensible lo que pasa en esta esquina de mundo; malabares para justificar la explotación brutal de sus recursos y la fragmentación del pueblo en mil sectas, tendencias, etnias y así siguiendo.

Pero nuestra mirada puede ir más allá de la masacre, en búsqueda de la dignidad: la de generaciones de hombres y mujeres palestinas que han venido resistiendo hasta hoy en día. Campesinos que se empecinan en sembrar olivos que las excavadoras israelíes arrancarán de su sagrado suelo; mujeres que han parido mártires por decenas, madres de tantos hijos torturados y asesinados; albañiles y obreros que prefieren el desempleo antes de ir a construir los asentamientos y las residencias de los invasores; niñas que entre balas y gases llevan ante los tanques militares la bandera de su tierra dolida.

Resistir tiene siempre su precio: más de 850,000 personas de Palestina (sobre una población de menos de 5 millones) fueron detenidas por las fuerzas militares y policíacas sionistas, no hay familia palestina que no tenga un o una presx en las cárceles israelíes. Si las condiciones de vida de un palestino en su tierra son infernales, fácilmente se puede imaginar cuales sonn las condiciones de encierro de los y las disidentes en una prisión de Israel: simplemente inhumanas.

Contra todo eso, por el derecho a recibir visitas y atención médica, a estar informados y recibir libros, por el alto a los traslados forzosos y las torturas, contra la detención masiva de menores y enfermxs en estado terminal, es decir por el derecho a la dignidad y a la libertad como seres humanos y como pueblo, más de mil presas y presos políticos  palestinos están en huelga de hambre desde el 16 de abril de este año. Es su huelga de hambre colectiva número 26 y siguen demandando justicia, firmes como olivos en el monte.

Han llamado esta huelga “por la Dignidad y por la Libertad” y nosotrxs, desde esta otra esquina de mundo llamada Chiapas, donde se encuentran las mismas flores rebeldes, no podemos más que admirar el ejemplo, seguir luchando y difundir el grito de insumisión:

PALESTINA SOMOS TODXS!
LIBERTAD A LXS PRESXS EN LUCHA EN LAS CÁRCELES ISRAELÍES!
ALTO AL HORROR SIONISTA! ISRAEL ASESINO!

Grupo de Trabajo “No Estamos Todxs”
Mayo de 2017, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas