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Hola a todxs lxs compas organizados en este encuentro, y en otros más, que rompen la imposición de la “realidad”… les saludo con gusto de saber que me leen y que por allá en esos lados tan lejanos se organiza la rebeldía.

A poco más de un año de encarcelamiento podría pronunciarme solo por la “justicia” a la que me someten por presuntamente ser “delincuente”. Sin embargo la lección pretendida por el aparato judicial y sus personificaciones (jueces, ministerios públicos, policías, carceleros) es mucho más amplia. Hay que vivir en una cárcel del D.F para tener a la mano una realidad tan similar y tan podrida como lo es también, hoy en día, la relativa libertad en la sociedad de ese afuera. Como preso me han segregado de la demás población y relativamente sobrevivo y muero por aburrimiento. Afuera, también relativamente, de la violencia sistemática de los carceleros y la violencia reflejada en la clase (la “delincuencial”) como reproducción de la mierda de arriba, y no por eso la solidaridad desaparece como opción necesaria y deseada.

Cada que el argumento del custodio defiende su corrupción y su mediocridad con las palabras del “orden social” en contra del preso, se pueden ver las incongruencias de su ética. Una ética fomentada en unas relaciones “oficiales” custodio-presx. Con la capacidad de hacer explotar a lxs presxs en un orden económico que incluye a los desheredados de la participación. El chiste es que si participan lo hagan en el mismo papel en el que lo hace el consumidor moderno: como espectador; y el espectáculo es la misma escena en la que el gobierno actúa “como debe de ser”, “justamente”, “normalmente” por petición de la sociedad o, en el mejor de los casos, velando por los intereses de esta última.

Con mi encarcelamiento me han sometido a vivir en un espejo del mundo-mundial (como sistema social) encarnizado en persona que cumplen su función por la excusa de que a ellos se les delega el problema de la delincuencia. Pues si bien al público se le dice que es un -trabajo- el de impartir justicia este trabajo no se aplica con la convicción de romper la desigualdad, y es más, se pasa por alto ésta pretendida cualidad de lo justo y se vacía así de su humanidad. Por último, se llenan los vacíos de la convicción con artificios que alaban y aplauden conservar la misma estreches con el estado de derecho para:

1.-Determinar a priori la “libertad” para entonces elegir ser explotado por tal o cual industria o burocracia…, ser libre para amar estar esclavizado a un trabajo enajenante, ser libres para llenar todos los vacíos que tenemos (pues en el interior de cada uno también llega a ser reproducido el consumismo) con productos también vacíos de sí.

2.- Violentar con los medios oficiales (ministerios, jueces, policías, medios comerciales) a quienes denunciamos la realidad y el estado actual de ésta parcela de poder capitalista.

El delegar de problemas sociales a las instituciones gubernamentales es ser cómplice del despojo masivo, que les conviene a éstas. Para entender ésta situación hace falta aceptar el uso de la fuerza, de la economía y de la “calidad de vida”, que siempre han estado a disposición de las mismas instituciones para fomentar las poblaciones indiferentes y apáticas. Si no aceptamos como ataques de la guerra social los intentos del estado en reducirnos no salimos del papel de víctimas. En cambio, si logramos romper el cascarón de víctimas nos encontremos tal vez con la nada pero ese es el asunto: el crear, construir algo que rompa con lo que nos creó (tan podridamente: civilización). La solución no viene del que oprime y por eso su sistema se pudre, pues es su sistema (institucional) no el de todos y todas, todoas.

¡ORGANIZANDO LA RABIA PARA DEFENDER LA VIDA!

Desde el Reclusorio Preventivo Varonil Sur

Luis Fernando Sotelo